El
gran defecto de la emancipación en la actualidad estriba en su inflexibilidad
artificial y en su respetabilidad estrecha, que produce en el alma de la mujer
un vacío que no deja beber de la fuente de la vida. En una ocasión señalé que
parece existir una relación mas profunda entre la madre y el ama de casa del
viejo estilo, aun cuando esté dedicada al cuidado de los pequeños y a procurar
la felicidad de los que ama, y la verdadera mujer nueva, que entre esta y el
termino medio de sus hermanas emancipadas. Las discípulas de la emancipación
pura y simple pensaron de mi que era una hereje digna de la hoguera. Su ceguera
no les dejo ver que mi comparación entre lo viejo y lo nuevo era simplemente
para demostrar que un gran numero de nuestras abuelas tenían mas sangre en las
venas, mas humor e ingenio, y, por supuesto, mucha mas naturalidad, buen
corazón y sencillez, que la mayoría de nuestras profesionales emancipadas, que
llenan los colegios, aulas universitarias y oficinas. Con esto no quiero decir
que haya que volver al pasado, ni que condene a la mujer a sus antiguos
dominios de la cocina y los hijos.
La
salvación esta en el avance hacia un futuro mas brillante y mas claro.
Necesitamos desprendernos sin trabas de las viejas tradiciones y costumbres, y
el movimiento en pro de la emancipación de la mujer no ha dado hasta ahora mas
que el primer paso en esa dirección. Hay que esperar que se consolide y realice
nuevos avances. El derecho al voto y la igualdad de derechos civiles son
reivindicaciones justas, pero la verdadera emancipación no comienza ni en las
urnas ni en los tribunales, sino en el alma de la mujer. La historia nos cuenta
que toda clase oprimida obtuvo la verdadera libertad de sus señores por sus
propios esfuerzos. Es preciso que la mujer aprenda esa lección, que se de
cuenta que la libertad llegara donde llegue su capacidad de alcanzarla. Por
consiguiente, es mucho mas importante que empiece con su regeneración interior,
que abandone el lastre de los prejuicios, de las tradiciones y de las
costumbres. La exigencia de derechos iguales en todos los aspectos de la vida
profesional es muy justa, pero, después de todo, el derecho mas importante es
el derecho a amar y ser amada. Por supuesto, si la emancipación parcial ha de
convertirse en una emancipación completa y autentica de la mujer, deberá acabar
con la ridícula pretensión de que ser amada, convertirse en novia y madre, es
sinónimo de esclava o subordinada. Tendrá que terminar con el estúpido concepto
del dualismo de los sexos, o de que el hombre y la mujer representan dos mundos
antagónicos.
La
mezquindad separa y la libertad une. Seamos grandes y desprendidas y no
olvidemos los asuntos vitales, agobiadas por las pequeñeces. Una idea
verdaderamente justa de la relación entre los sexos no admitirá los conceptos
de conquistador y conquistada; lo único importante es darse a si mismo sin
limites para encontrarse mas rico, mas profundo y mejor. Solamente eso puede
llenar el vacío y transformar la tragedia de la mujer emancipada en una alegría
sin limites.