ERRICO MALATESTA, LA ACCIÓN Y LA PROPAGANDA
REVOLUCIONARIA
Para Malatesta, la palabra fue siempre un arma de
combate: artículos, manifiestos, panfletos, proclamas, alegatos; su vida entera
es una continúa divulgación de principios para acciones concretas de
organización anárquica y revolucionaria. Las palabras son herramientas para el
esclarecimiento de los oprimidos, un vasto arsenal en la lucha de clases.
El comunismo anárquico no es ni será nunca un
conjunto de preceptos definidos para siempre. Es la construcción colectiva de
herramientas, de ideas encarnadas en acciones solidarias a favor de la
libertad, que tengan como fundamento la acción directa, el socialismo
libertario.
Errico Malatesta nació en Sta. María Dicapua Vetere
(Nápoles-Italia) en 1853. Proviniendo de una familia acomodada económicamente,
pronto rompió con ella, al ser arrestado a los catorce años por su insumisión
antimonárquica. Comenzó su activismo político a los 17 años, cuando se interesa
por los principios de la Internacional y el socialismo antiautoritario.
En 1872 toma contacto con Bakunin, de quien se
considerará su discípulo. Fundador e impulsor de periódicos como “Umanitá
Nova”, “Volontá”, “La Asociazzione”, sostenedor de la sección italiana de la 1º
Internacional, junto a otros compañeros como A. Borghi y Luiggi Fabbri.
Luego, Malatesta inicia una serie de viajes y
participa en distintas acciones de agitación social.
Viaja por Suiza, España, Egipto, Rumania, Francia,
Bélgica e Inglaterra.
En marzo de 1885, para evitar ser apresado en Europa,
decide partir hacia la Región Argentina. Aquí participará de la
fundación de sindicatos (la Sociedad de Resistencia Cosmopolita de Obreros
Panaderos), promoverá la organización del proletariado, y a la vez participará
en fuertes debates y luchas ideológicas con los anarquistas individualistas.
En la Primera Guerra Mundial,
Malatesta se muestra partidario de la oposición activa a la guerra, llama a la
deserción revolucionaria en todos los países por considerarla una guerra
fratricida en provecho de los intereses de minorías explotadoras. Esto
producirá la separación ideológica con Kropotkin (partidario de la alineación
con Francia e Inglaterra). La separación se ejemplifica con la oposición de
Malatesta al “Manifiesto de los 16”
de Kropotkin.
En 1920 se produce una ola de ocupaciones de fábricas
por parte de los trabajadores donde Malatesta participa, siendo inspirador del
movimiento (desde la Unione Sindicale Italiana). Con la llegada de
Mussolini, Malatesta es procesado por su participación antifascista en varias
revistas. Prisionero en su domicilio, aislado y reprimido por el fascismo,
muere el 22 de julio de 1932 en Roma.
Los debates sobre comunismo anárquico que Malatesta
esboza En el café, forman parte de la trilogía de folletos que se
completa con: Entre campesinos y En tiempo de elecciones.
Era frecuente para Errico Malatesta tener que buscar
refugio en pequeñas aldeas, para ponerse a resguardo de los esbirros
policiales. Entre una insurrección y otra, forzadamente alejado de los mítines
y asambleas, escribía diálogos con la pretensión de llegar con las ideas
anarquistas a los trabajadores de los campos y las ciudades.
En el folleto En el café, Malatesta plantea en
un lenguaje coloquial y sencillo cuestiones esenciales, de la vida cotidiana:
la desigualdad económica y social, la explotación capitalista, la necesidad del
amor libre, la utilidad de una educación integral que ensamble trabajo manual e
intelectual.
Los diálogos de Malatesta son una incitación
al debate y un estímulo para la acción transformadora, y el comunismo anárquico
una alternativa revolucionaria frente a la barbarie capitalista, estatalista y
patriarcal.
Carlos A. Solero
Rosario, primavera de 2009
CAPÍTULO I
Próspero. (Gordo burgués entendido
en economía política y otras ciencias) – Sí, sí... lo sabemos. Hay gentes
que sufren hambre, mujeres que se prostituyen, niños que mueren por falta de
cuidados. Dices siempre lo mismo... ¡al fin te vuelves aburridor! Déjanos
sorber en paz nuestros helados... Sí, hay males en la sociedad: hambre,
ignorancia, guerra, delito, peste, el diablo que te lleve... y ¿en último
resultado? ¿Qué te importa a ti?
Miguel. (Estudiante que tiene
relaciones con socialistas y anarquistas) – ¡Cómo! ¿Y en último resultado?
¿Que qué es lo que me importa? Usted tiene una casa cómoda, una mesa rica,
criados a sus órdenes. Usted mantiene los hijos en el colegio, envía la mujer a
los baños; para usted todo va bien. Y porque usted está bien, que se hunda el
mundo, nada le importa. Pero, si tuviese un poco de corazón, sí...
Próspero. – Basta, basta... no nos sermonees
ahora. Y además, jovencito, termina con ese tono. Tú me crees insensible,
indiferente a los males ajenos. Al contrario, mi corazón sangra: pero con el
corazón no se resuelven los grandes problemas sociales. Las leyes de la
naturaleza son inmutables, y no es con declamaciones ni con un afeminado
sentimentalismo como pueden ser modificadas. El sabio se doblega ante los
hechos y goza de la vida lo mejor que puede sin correr tras sueños insensatos.
Miguel. – Ah, ¿se trata de leyes
naturales?... ¿Y si a los pobres se les metiera en la cabeza corregir esas
famosas leyes de la naturaleza? Conozco gentes que pronuncian discursos
verdaderamente poco tranquilizadores para esas señoras leyes.
Próspero. – Sí, sí, sabemos con quién andas.
Di de parte mía a esa canalla de socialistas y anarquistas, de quienes haces tu
compañía predilecta, que para ellos y para los que incurran en la tentación de
poner en práctica sus teorías malvadas, tenemos buenos soldados y óptimos
carabineros.
Miguel. – Oh, si pone en medio los soldados
y los carabineros, no hablo más. Es como si para demostrarme que estoy en un
error me propusiera una partida de pugilato. Pero si no tiene mas argumentos
que la fuerza bruta, no se fíe de ella. Mañana podrán encontrarse ustedes los
más débiles; ¿y entonces?