Traducido del alemán, por D. A. de Santillán, revisado
y aumentado por el autor. Editorial La Protesta, Colección Pensadores
y propagandistas del anarquismo, Buenos Aires, 1923.
NOTA EDITORIAL
Editorial La Protesta, consecuente con su
programa de divulgación de la literatura anarquista -de los hechos más
sobresalientes de nuestro movimiento y de los actos realizados y de las idean
sostenidas por los más preciados precursores del anarquismo-, ofrece o sus
lectores una obra de un excepcional valor histórico. Para el movimiento
revolucionario, desde los primeros pasos del internacionalismo obrero y de la
organización libertaria del proletariado, Malatesta representa un papel de
indiscutible importancia, tanto en el terreno de la acción como en el campo del
pensamiento. Y es esa gran figura del anarquismo, que ocupa un considerable
espacio en la historia de nuestro movimiento, la que nos presenta el campanero
Max Netttau en el estudio biográfico que publica esta Editorial como una
verdadera primicia en idioma español.
El estudio histórico-biográfico hecho por Max Nettlau
de la personalidad de Malatesta, puede servirnos de guía para estudiar el
movimiento revolucionario de los últimos cincuenta años, no solamente en Italia
-país que sirvió de escenario a las actividades subversivas de Malatesta y le
ofreció el canal de su robusto pensamiento como animador del movimiento
anarquista frente a las corrientes legalitarias del socialismo-, sino que
también en Europa, amplio escenario donde tuvieron lugar las más reñidas
batallas ideologías después de la escisión provocada por Marx y Engels en la Asociación Internacional
de los Trabajadores. Max Nettlau, con ahínco y tenacidad, estudiando come sólo
sabe hacerlo ese verdadero y casi diríamos único historiador del movimiento
anarquista, ha logrando reunir una serie de episodios desparramados en la
inmensidad del tiempo, todas característicos y que guardan relación directa con
nuestro movimiento y con la personalidad de Malatesta. Por eso la biografía de
Errico Malatesta, aún en la parte que señala rasgos personalisimos y se reduce
a comentar acciones individuales del revolucionario que siempre supo entregarse
todo entero a la causa de la emancipación humana, tiene- una estrecha relación
con la historia del anarquismo y hasta casi podría decirse que nuestro
movimiento revolucionario tiene en el libro de Nettlau una síntesis clara y
elocuente de su desarrollo en Europa y América.
No es necesario que abundemos en comentarios respecto
a la personalidad de Malatesta, suficientemente perfilada por Nettlau, en esta
nota editorial. Únicamente queremos señalar la importancia de esta obra -que
será complementada con otros estudios biográficos de las grandes figuras del
anarquismo, que irá publicando sucesivamente la Editorial La Protesta-
pues significa para la propaganda anarquista en idioma español una contribución
valiosa y de proficuos resultados para el desarrollo futuro de nuestras ideas.
El programa trazado, se irá desarrollando
paulatinamente, con el método y la ordenación adecuada a la índole de los
trabajos que nos proponemos divulgar por medio del libro, labor que requerirá
un trabajo intensivo de varios años. Pero los frutos de esta labor serán opimos
para el molimiento anarquista.
Avalórese, pues, por su verdadera importancia
histórica, esta biografía de Malatesta escrita por Max Nettlau, y que ofrece
-vertida directamente del alemán al español por Diego Abad de Santillán- la Editorial La
Protesta.
CAPÍTULO I
PRIMERA JUVENTUD DE MALATESTA EN
SANTA MARÍA CAPUA VETERE (1853-1870)
Errico Malatesta nació el 4 de diciembre de 1853 en
la pequeña ciudad de Santa María, que esta en el lugar de la antigua. Capua, a
algunos kilómetros de la Capua moderna, de la fortaleza de Volturno, y algo más
lejos del palacio de Caserta.
Casi al mismo tiempo, en junio de 1853, pinta
Gregorovius, más tarde historiador de la edad medía romana, aquella comarca en
sus "Rómische Tagebüche": Saliendo de Roma, después de una
noche en Velletri, los pantanos del Pentino son ahora un mar de flores. El
paisaje en el cabo de Circe fascina... Por la noche en la hermosa Terracina
meridional. El 20 penetramos en Nápoles. Desierta existencia en Fondi, donde
pululan los mendigos. Muros ciclópeos. Floridos granados... Itri altamente
pintoresca, con muchas torres y viejos muros. A mediodía en Mola de Gaeta,
-vegetación exuberante de viñas y naranjos... Se atraviesa el Liris o
Garigliano por un puente colgante cerca de Minturnae. Ruinas pintorescas-,
antiguo acueducto. Por la noche en Santa Ágata… Las ciudades napolitanas son
más alegres que las romanas; casas blancas por doquier, adornadas de risueñas flores.
“Al día siguiente en Capua, ciudad hospitalaria
situada en una rica llanura al borde del Volturno. Campestre plaza urbana con
verdes árboles. Iglesias triviales. Muchos militares. Después de mediodía,
sobre Aversa, a Nápoles. Llegamos aquí a las cinco y media de la tarde. Había un
radiante arco iris sobre el Vesubio. Encantadora noche de
luna en el golfo oscuro…”
Capua tenía en 1860 una población de cerca de diez
mil habitantes y una fuerte guarnición. Como centro administrativo de la
provincia llamada Terra di Lavoro, pudo haber contenido una numerosa
burocracia, abogados y terratenientes, cuyas grandes posesiones estaban en la
rica llanura. Casería, por su parte, con el castillo de los Borbones y sus
extensos dominios podía ser un teatro de la vida aristocrática y cortesana.
Santa María, situada entre ambas (ahora de unos 30.000 habitantes) era entonces
una ciudad rural de pequeños agricultores y comerciantes y además con muchos
proletarios campesinos sin tierra; la rica llanura, la vecindad de las ciudades
citadas y de Nápoles mismo, que no está lejos, despertaron a la pequeña ciudad
de su aislamiento; ahora es el centro comercial de Campanía, bastante
floreciente y absorbida por la vida de los negocios. Sería deseable que
Malatesta mismo nos relatase cómo se desarrolló su primera niñez en esa
entonces tranquila ciudad, pero que justamente en su juventud fue conmovida por
agitados acontecimientos que se sucedieron en sus contornos.
No sé si por las tradiciones y experiencias
familiares y locales observó desde el principio el desbarajuste económico de
los Borbones o si, como los hijos de familias algo acomodadas (su padre hubo de
ser activo en el comercio) en que los intereses materiales están en primera
línea, creció sin advertirla, pues para tales niños los problemas sociales,
permanecen desconocidos muy a menudo. Pero cuando tenía de seis a siete años se
desmoronó allí completamente el viejo sistema (1860). Entonces se había
concentrado la atención de Europa, por corto tiempo, en esa comarca; pues la
guarnición de la Capua oficial había marchado contra la vieja Capua -su
Santa Maria- que no otro que Garibaldi mismo había entonces ocupado, el cual
empezó allí una reñida batalla y derrotó al enemigo atacante. Pronto fue
sitiado el fuerte de Capua y debió entregarse. Un niño no olvidará nunca tales
sucesos.
El pudo comprobar el derrumbamiento de la vieja Italia por su
repercusión en toda comarca todavía no contagiada desde La guerra de 1859, que
después de Lombardía sacudió el viejo sistema en Módena, Parma, Toscana,
Romaña, y más aun cuando en mayo de 1860, en un mes, Garibaldi arrancó Sicilia
al reino borbónico, y Nápoles y el sur se le adhirieron automáticamente, y el 7
de septiembre entró casi solo en Nápoles recibido triunfalmente.
El ejército borbónico poseía todavía los fuertes de
Capua y Gaeta, y la región norte del Volturno. Las cosas sucedieron de modo que
los garibaldinos, guiados por Turr, avanzaron justamente hasta Santa María, y
desde el 15 de septiembre lucharon con la guarnición de Capua: unos veinte mil
garibaldinos se encontraron frente a treinta mil realistas, y el 21 sufrieron
su primera pequeña derrota en Cajazzo, al norte del Volturno. Entonces
Garibaldi asumió personalmente la dirección, y la mañana del primero de octubre
se presentó en Santa María, contra cuya ciudad se adelantaron, atacándola en la
batalla de ese día, siete mil soldados de Capua. Costó mucho esfuerzo rechazar
ese ataque general, pero se consiguió. Por consiguiente, Garibaldi no siguió
bacía el norte. El 21 de octubre tuvo lugar el plebiscito que declaró la
adhesión a la Italia de Victor Manuel, casi por unanimidad. Ahora invadió el
ejército piamontés a Nápoles por el norte. Capua fue sitiada por los
garibaldinos y piamonteses y capituló el 3 de noviembre, después de un
bombardeo. El 7 de noviembre entró Víctor Manuel en Nápoles, que Mazzini había
abandonado anticipadamente y Garibaldi dejó dos días después para volver a su
isla de Caprera; para estos dos y para muchos de sus amigos había ya
desaparecido el encanto de la aventura; se había deshecho el hechizo, mientras
que grandes masas apenas se disponían a aprovechar el botín.
Así, vieron, pues, Santa María y probablemente
también Malatesta, -entonces de casi siete años de edad- más de seis semanas de
verdadera guerra del pueblo, que en este caso fue extrínsecamente victorioso.
Si bien siguieron pronto grandes desilusiones políticas y económicas de otra
naturaleza, pudo crecer ahora, sin embargo, en otra atmósfera de liberación
espiritual, pues cuando menos quedó derribado el dominio clerical y el
despotismo estúpido y bárbaro que caracterizó hasta el ultimo momento el
tambaleante sistema de los Borbones. Que los detalles de la más popular de
todas las guerras del siglo XIX, vista desde la parte de Garibaldi, hicieran a
un niño adversario de la guerra, no se podría exigir; más bien podía haber
fortalecido en él estas impresiones, desde el principio hasta hoy, la fuerte
creencia de que así como se extirpó el sistema borbónico, también el sistema
capitalista actual puede ser derribado más rápidamente de lo que se cree de
ordinario por medio de una Intrépida iniciativa como la de Garibaldi, y más
adelante, en algo más madura evolución, pudo haber juzgado por los
aprovechadores que se precipitaron sobre el botín, mientras Garibaldi prosiguió
su camino, que en una revolución victoriosa hay amenazadores peligros por esa
parte. En una palabra, me parece ser una particularidad de Malatesta que no
cayó simplemente bajo el efecto de esas impresiones, sino que supo aclararlas,
profundizarlas, desarrollarlas más claramente, hasta llegar a sus ideas
actuales.
Pero si la iniciativa revolucionaria de Garibaldi
despertó quizás el espíritu de Malatesta, también volvió a despertar el de
Miguel Bakunin, que después de ocho años de prisión en una fortaleza, perdió
cuatro años en Siberia, donde soñaba con el desenvolvimiento de la región
siberiana y con el desarrollo de las guerras nacionales y de la federación de
pueblos eslavos. La fama de Garibaldi, escribió, se extendió hasta los mismos
campesinos siberianos, que lo llamaban Garibaldoff, y estos acontecimientos
fueron para Bakunin el signo de que Europa, adormecida diez años, después de
las revoluciones de 1848 y 1849, estaba de nuevo ante grandes sucesos, a los
que él quería dar una dirección revolucionaria. Se determinó, pues, a intentar
la fuga, y lo consiguió. Después de grandes esfuerzos para el movimiento eslavo
y ruso y para la insurrección polaca (1862-1863) se dirigió, a fines de 1863, a Italia, visitó a
Garibaldi y a muchos otros patriotas revolucionarlos y se fue a vivir a
Florencia, y en los años 1865-67
a Nápoles. De esto nada podía saber el niño Malatesta,
que crecía en la
cercana Santa María, pero pocos años después hizo su primer
viaje al norte de Suiza, donde quería encontrar a Bakunin (1872).
En el año 1861 tomó Santa María su ordinaria
apariencia de tranquila ciudad rural, quizás también en los impulsos vitales
internos, y no fue directamente alcanzada por los acontecimientos eolíticos de los
próximos diez años. Los piamonteses vencieron a las tropas papales en
Castelfidardo y tomaron la Umbría y las Marcas, de modo que el dominio del papa
quedó limitado a Roma y a las provincias circundantes, es decir, a los Estados
pontificios. Desde este asilo, bandas de realistas napolitanos invadían
frecuentemente el antiguo reino de Nápoles, y naturalmente fueron llamados
"bandidos" por los piamonteses o italianos entonces dominantes. En
veinte meses, de 1861 a
1862, fueron muertos 2293 de tales "bandidos", encarcelados 2677 y
fusilados, según las leyes militares, 959. Estas operaciones, en las que se
obró por ambas partes con extrema crueldad, tuvieron lugar en apartadas
regiones montañosas y no pueden haber llegado nunca a la rica llanura capuana.
Entonces Garibaldi, que había renunciado en noviembre de 1860 a su poder, con un
desinterés raro en los jefes militares y políticos debió, para
proseguir su trabajo y poner un término al dominio eclesiástico romano,
comenzar de nuevo, como jefe de una banda, con una tarea desesperada ante si.
En 1863, en los montes de Calabria, cerca de Aspromonte, tuvo un encuentro con
los solidados italianos y fue herido, y en 1867, en Mentana, sus bandas eran
vencidas por tas tropas papales y los zuavos, cuyos chassepots, como
entonces se dijo, "hicieron milagros". Cuando aconteció esto a
Garibaldi, que gozaba de una popularidad y de un prestigio tan grandes, se
puede imaginar que los planes y las operaciones de los mazzinianos para la
instauración de una república según el espíritu de Mazzini, chocarían contra
una resistencia estatal más fuerte. Pues el Estado no cambia nunca, por viejo o
joven que sea, tanto si es napolitano como sí es piamontés, Borbón o Saboya.
Tras todos estos sucesos obraba la política europea,
especialmente la francesa en este caso; Napoleón III interpuso siempre su veto
a la posesión de Roma por Italia, y si no hubiese querido congraciarse con
Italia para emplearla contra la Europa central, habría apoyado de la mejor gana
las aspiraciones muratistas sobre Nápoles, con lo cual reanimaría el viejo amor
de la Inglaterra de los días de Lord Bentinck hacia Sicilia. Esta situación
todavía precaria de las aspiraciones de los italianistas llevó tácita y poco
sólidamente a unos convenios entre el gobierno y el movimiento nacionalista
para la conquista de "Venecia y Roma; en caso de éxito habría pertenecido
el botín a la monarquía de Victor Manuel, como en 1859-1860; el riesgo del
fracaso señala el destino de Garibaldi en 1863 y 1867; pues le atrajo naturalmente
una simpatía general y una pronta amnistía; pero con ello había roto también su
propio poder y no volvió a ser ya peligroso para la monarquía. Finalmente
fue resuelto el problema de Venecia y Roma por los grandes acontecimientos de
la política europea; la derrota de Austria por Prusia, en 1866, dio Venecia a
Italia, que cedió Napoleón III, al que había sido formalmente cedida antes por
Austria, y la calda de Napoleón III en septiembre de 1871 hizo posible al
gobierno italiano apoderarse de Roma en el más corto plazo. Después de esto y
por muchos años, los mazzinianos y los garibaldinos no fueron necesitados y se
les consideró como un glorioso fragmento del pasado de la Italia monárquica
oficial y como algo completamente innecesario en el interior del país para el
presente.
Esta situación de la vida política italiana de
1860-1870, todavía inestable y que explotaban astutamente los elementos
progresivos en provecho del Estado y de la dinastía, pudo haber dado al joven
Malatesta a lo manos la oportunidad de crecer en una cierta libertad, sin
opresión espiritual. Un gobierno que disolvió los conventos en 1866 y cuyas
posesiones secuestró, y que esperaba poner un fin al poder mundial del papa, debía
favorecer el anticlericalismo. Se dejó igualmente difundir la verdad sobre el
dominio borbónico desde 1735 hasta 1860 para perjudicar las aspiraciones
legitimistas, Los mártires de la independencia nacional fueron glorificados. Si
esto es realizado por profesores inteligentes o por escritores y oradores
apreciados, puede ser un motivo para que las conciencias autónomas pasen
fácilmente del anticlericalismo al antimonarquismo y a las concepciones
republicanas y del reconocimiento de las revoluciones racionales al
reconocimiento del derecho a la revolución en general. En todo caso, cuando se
considera el resultado, la evolución de Malatesta no pudo haber ido por un
camino esencialmente diferente.
No tengo argumentos para suponer que se haya
interesado específicamente por el pasado revolucionario, si bien me ha contando
una vez que la historia de la revolución francesa de Mignet, un libro que
poseía su padre, cayó tempranamente en sus manos y le cautivó. Es de suponer
que era demasiado vivaz y práctico para leer mucho. Pero conoce naturalmente la
historia revolucionaria y sabe narrar sobre Vicente Russo, Pisacane y muchos
otros. Entonces o más tarde, quizás también en las incontables horas de
encierro -la época de estudio de muchos anarquistas- cuando circulaban
generalmente los grandes volúmenes de Heriberto Spencer, pudo haber considerado
también la historia de Italia y Nápoles, que da tantos argumentos contra el
Estado y para la acción revolucionaria. En la historia de Sismondi sobre las
repúblicas italianas, en la no menos afamada historia de las revoluciones de
Italia, de Giuseppe Ferrari (1858) y en toda la literatura basada en ellas, se
puede conocer la vida medioeval urbana de las ciudades libres y federadas, la
vida de los trabajadores en las guildas, las primeras luchas políticas y
sociales, el desarrollo brillante del arte y de la sabiduría en todos los
centros independientes, pero también la firme lucha de estas comunas libres
contra el poder del Estado, ante el que finalmente sucumbieron. Y la historia,
desde entonces, ha señalado para Nápoles dinastías extranjeras -Anjou, Aragón,
Borbón- que infligieron al país un despotismo sofocador y explotador.
Interrumpido por los agitados días de Massaniello, la breve república
Partenópea, ahogada en sangre por el cardenal Ruffo bajo el amparo del
almirante Nelson, y el reino de Joaquín Murat bajo Napoleón I. Tiranía y
opresión por doquiera, sostenidas en un sistema agrario feudal y en el dominio
de los sacerdotes y por consiguiente la creciente ignorancia y las
supersticiones del pueblo, enormemente pobre a causa del más odioso fiscalismo.
Tal era la situación dada hasta 1860; ¿quién podría creer qué el cambio
político habría apartado esos males seculares? Un joven de corazón y de
espíritu debía ver que era igualmente necesario combatir después de 1860
esa miseria como antes y reconocer también sin dificultad que la lucha que en
el pasado costó y produjo tantos héroes y tantas victimas, debía costar aun más
esfuerzos y sacrificios.
Debía tarde o temprano saber quien era Tomás
Campanella (1568-1639), autor de Civitas solis. el monje calabrés que
organizó la gran conspiración contra el yugo hispánico y padeció 27 años de
cárcel, siendo frecuentemente torturado. El episodio de Massaniello era todavía
más generalmente conocido. Filippo Buonarroti, menos conocido en el sur que en
Toscana, y más al norte, fue sin embargo muy renombrado como conspirador con
Gracchus Babeuf y considerado en los cuarenta años siguientes como el centro
más íntimo de !as sociedades secretas. Pero sobre todo el joven Vicente Russo,
de Nápoles (1770, ahorcado en 1799), debía interesar a un napolitano amigo de
la libertad; en Pensieri politici (1798) se encuentran expresiones
socialistas como las siguientes: "La gran desigualdad de la propiedad es
el nudo gordiano. La revolución está llamada a cortarlo y a librar del crimen a
la tierra. AI
nombre de revolución vuelve la humanidad desde la agonía de la muerte a la vida
y respira en la esperanza de ver nuevamente restablecidos sus derechos tantos
siglos lesionados infamemente. Quien traiciona la revolución por medio de la
locura o la infamia, es execrado por la humanidad; detestado por los propios
asesinos".
Después de la revolución napolitana de 1799 vino la
época de las sociedades secretas, especialmente la de los carbonarios, de la
que podían vivir todavía en el año 60 algunas tradiciones orales. Estas
conspiraciones y su terrible persecución produjeron características
personalidades, como la
de Ciro Annichiarico, de los Decisi. fusilado en 1818,
y condujeron a una verdadera revolución, en 1820, en que el carbonarismo
triunfó abiertamente durante varios meses en Nápoles y en todo el reino y era
tan temido y execrado por la
Santa Alianza, como lo es hoy el bolchevismo por los
estadistas capitalistas; finalmente fue el movimiento, traicionado por el rey,
abatido por un ejército austriaco. Desde entonces decayó la actividad
revolucionaria en el sur de Italia, pero volvió nuevamente a la luz del día en
el año 1848. El movimiento abatido el 15 de mayo llevó a procesos monstruosos y
crónicos y fue tal cantidad de prisioneros tan cruelmente maltratada que Two
Letters to the Earl State prosecutions of the Neapolitan governement (1851)
de Gladstone hicieron tan completo el aislamiento moral del gobierno borbónico,
que esto explica el que haya sido abandonado a su suerte y el que la expedición
de Garibaldi en 1860 encontrara un fundamento sólido y apoyo general moral y de
otra naturaleza, Pero antes de eso debían morir aun algunos mártires; nombro a
Agesilao Milano, el soldado que en 1856, durante una revista de las tropas
hirió al cruel monarca, y a Carlos Pisacane (1857), que es conocido por
nosotros, los anarquistas, como el clarísimo intérprete de una concepción
personal del socialismo que se acerca mucho a la nuestra. Esto se
comprueba en sus Saggi storici-poltici-militari sulla Italia (Génova y
Milán, 1858-1860) de los cuales fue numerosas veces reimpreso el ensayo sobre
la revolución; pero la obra completa es muy rara y el mismo Cafiero se alegró
infinitamente en 1881 cuando la descubrió por primera vez en la biblioteca de
Lugano. No obstante, era generalmente conocido el Testamento Político de
Pisacane: antes de abandonar a Génova para arribar al Golfo de Policarpo, donde
encontró pronto la muerte en la lucha, escribió (24 de junio de 1857): (él
cree) "que la propaganda de las ideas es quimérica, que la educación del
pueblo es absurda. Las ideas nacen de los hechos, no los hechos de las ideas, y
el pueblo no será libre si es instruido, sino que llegará a ser instruido sí ha
llegado a ser libre. Lo único que un ciudadano puede hacer por su país es
cooperar a la revolución material. Por eso las asociaciones, las
conspiraciones, los intentos de acción, etc. son la preciosa serie de hechos
por los que Italia va al encuentro de su objetivo. El centelleo de la bayoneta
de Agesilao Milano (se precipitó con ella contra el rey) hizo más efectiva
propaganda que millares de volúmenes de escritos doctrinarios, que son una
verdadera peste de nuestro país como de todos los demás".[1]
Tales palabras de la más decidida resolución pasan
por fanatismo cuando la cosa fracasa; pero el revolucionario que triunfa en el
hecho, como Garibaldi en 1860, se convierte en un héroe mundial. Cuando se obra
realmente, se siente también, y este modo de pensar pasó de Pisacane, el
anarquista que murió por su causa nacional, a los anarquistas, a los
internacionalistas, que se decidieron a obrar en el terreno de la acción en
beneficio de toda la
humanidad. Un compañero de Pisacane, Giuseppe Fanelli, fue
uno de los más íntimos amigos de Bakunin y también del joven Malatesta. Otro
era, sin duda alguna, Nicotera, ministro en 1876 y encarnizado perseguidor de
los internacionalistas; Crispí, Cairolí y todos los demás que tomaron parte en
las anteriores conspiraciones y en los movimientos garibaldinos, hicieron lo
mismo cuando lograron el poder. Los actuales ministros llamados socialistas,
tuvieron en aquellos los precursores de la misma naturaleza en la más infame de
las renegaciones.
Esto puede bastar al lector no italiano para señalar
la clase de impresiones que podía fácilmente recibir un joven inteligente que
crecía en una ciudad napolitana hacia los años 1860-70. A esto se agregó quizás
la historia de los tiempos clásicos, y especialmente las historias y leyendas
sobre los héroes de la libertad en Grecia y Roma atrajeron tal vez más la
atención de ese joven que las reglas y excepciones gramaticales. Malatesta
concurrió en Santa María al Liceo con el fin de prepararse para el ingreso en
la Universidad de Nápoles.[2]
Cuando ingresó en la Universidad era partidario de
las más avanzadas ideas de aquel tiempo, de las designadas con él nombre de "patriotismo
revolucionarlo". Fue calificado como mazzinista (por Angiolini, 1900) y
como inclinado al garibaldismo (por Fabbri, 1921), lo que a lo menos prueba que
debió haber sido un adepto de uno y otro muy poco ortodoxo, pues de otro modo existiría
más claridad en esto. Mazzini representaba aparentemente un republicanismo
inconmovible y un más elevado ideal social que Garibaldi y pudo en ese sentido
haber llamado la atención del joven, pero no existe señal alguna de que las
ideas religiosas específicas de Mazzini y su falaz pseudo-socialismo hayan
desviado el claro pensamiento de Malatesta... Por otra parte su latente impulso
a la acción franca, a la lucha audaz, debe haberlo inclinado a Garibaldi. En
una palabra, parece que ha sido bastante afortunado al conservar su libertad
espiritual, lo que era mucho, pues el atractivo de las orientaciones especiales
de aquellos dos hombres que significaban para la juventud lo más radical y lo
más ideal, era enorme, y esto lo distinguió de la multitud.
Lo que en aquellos años obró además sobre él, si fue
la miseria social o este o aquel movimiento político, los amigos, las
sociedades, una propaganda local u otra cosa cualquiera, nos lo relató él
mismo, y esta información fragmentaria y por decirlo así constructiva, puede
ser reemplazada por datos exactos. Probablemente hizo esto en un artículo de La Questione Sociale
(Florencia, aproximadamente en enero de 1884), el cual fue advertido por Eliseo
Reclús o en todo caso traducido en el Revolté de Ginebra (3 de febrero
de 1884), donde describe el tránsito de un joven desde el republicanismo
abstracto al socialismo viviente. Llega por eso a recomendar una evolución
semejante a los jóvenes republicanos del ochenta, y en ese sentido se acerca al
artículo de Kropotkin "A los jóvenes". He aquí sólo la parte
evidentemente autobiográfica:
"Hace quince años (por lo consiguiente hacia
1868), era yo un joven que estudiaba retórica, historia romana, latín y la
filosofía del señor Gioberti. A pesar de todas las intenciones del caso por
parte de mis profesores, no sofocó la escuela en mí el elemento natural y
conservé en el medio corrompido y estúpido de una escuela moderna mi salud
espiritual y mi pureza de corazón.
"De naturaleza ardiente y amorosa, soñaba con un
mundo ideal en el que se amasen unos a otros y fuesen felices todos; cuando,
cansado de mis sueños, observé la realidad y miré a mi alrededor, vi aquí a un
miserable tiritando de frío e implorando una limosna, allí niños que lloraban,
más allá hombres que blasfemaban y mi corazón se sobrecogió.
"Miré después y advertí que una injusticia
monstruosa, un sistema absurdo oprimían a la humanidad y la condenaban a
padecer: el trabajo era despreciado y casi considerado como deshonroso, el
trabajador moría de hambre para alimentar los excesos de sus ricos señores. Y
mi corazón se sublevó; pensé en los Gracos y en Espartaco y sentí en mi mismo
el alma de un tribuno y de un rebelde.
"Y cuando oí decir a mi alrededor que la
república era la negación de esas situaciones que me mortificaban, que en una
república todos serían iguales, cuando en todas partes y en todos los tiempos
vi que la palabra república era pronunciada asociándola a las sublevaciones de
los pobres y de los esclavos, cuando vi en la escuela mantenernos en la
ignorancia del mundo moderno para llegar a idiotizarnos con la más falsa y
estúpida historia do la
vieja Roma y para que además no pudiéramos comprender una
vida social fuera de las fórmulas romanas, -entonces, por estos motivos, me
llamé republicano y esta palabra me parecía que abarcaba todos los anhelos,
todas las indignaciones de mi corazón. No sabia quizás absolutamente nada cómo
debía ser esa soñada república, pero creta que lo sabia, y eso bastaba; para mí
era la república el reino de la igualdad, del amor, del bienestar para todos,
el amado sueño de mi fantasía convertido en realidad.
'"¡Oh, cómo palpitaba mi joven pecho! Algunas
veces, como un moderno Bruto, hundía con la imaginación el puñal en el corazón
de un moderno César, otras veces me veía a la cabeza de un grupo de rebeldes o
en una barricada aniquilando a los siervos de la tiranía o tronando en una
tribuna contra los enemigos del pueblo. Medía mi estatura y examinaba mi labio
superior para ver si crecían mis bigotes. ¡Oh, qué impaciente estaba por crecer
y abandonar el Liceo para entrégame por entero a las cosas de la república!
"Finalmente vino el esperado día e ingresé en el
mundo, lleno de generosas; intenciones, ilusiones y esperanzas. Había soñado
tanto con la república que no podía impedirme la participación en todos los
intentos donde viera sólo una aspiración, un vago deseo hacia ella, y como
republicano vi por primera vez el interior de una prisión real.
"Después reflexionó algo más. Estudió historia,
que había aprendido en los necios manuales llanos de mentiras, y comprendí que
la república había sido siempre un gobierno como los otros o todavía peor y que
la injusticia y las miserias existirían en las repúblicas como en las
monarquías, y que el pueblo seria abatido a cañonazos cuando intentase sacudir
su yugo"...
Consideró, pues, a América, donde la esclavitud
estaba asociada a la república, a Suiza, donde el dominio sacerdotal católico o
protestante había existido; a Francia, donde la república fue inaugurada con la
masacre de 50.000 parisienses de la Comuna. etc. Esto no era la república
soñada por él, y cuando los viejos le decían que en Italia produciría la
justicia, la igualdad, la libertad y la felicidad para todos, sabía que todo
eso había sido dicho anteriormente en Francia y que se ha dicho y prometido
siempre.
Llegó a la conclusión de que la naturaleza de una
sociedad no puede depender de nombres y accesorios, sino de las relaciones
reales de los miembros entre si y con todo el organismo social. Esto lo prueba
la identidad de su estructura económica, pites la propiedad privada es la base
del sistema económico de ambas. La historia señala que los derechos del pueblo
en la república no pueden modificar nada en esta relación. En una
transformación radical del sistema económico, la abolición del hecho de la
propiedad privada debe ser el punto esencial. Por esto rechazó la república,
que es una forma de gobierno en que todos los privilegios existentes se
mantienen y se defienden, y se hizo socia lista.
Podemos terminar aquí con algunas impresiones de
Malatesta después de la muerte de Garibaldi (Garibaldi, firmado E. M. en
Revolté, de Ginebra, 10 de junio, 1882: en inglés, con el
nombre completo, en la Democratic Review.
Londres. 1882):
"... Yo he combatido mucho tiempo a Garibaldl y
al garibaldismo y sigo tiendo su más decidido adversario. Desde que entré en el
movimiento socialista encontré a este hombre, o mejor dicho, a este nombre en
el camino de la Internacional italiana, apoyado en toda su enorme fama, en su
inmensa popularidad y en su incontestable superioridad de carácter. El era más
peligroso que los otros grandes adversarios por su inconsciente posición
ambigua, por sus adhesiones rápidamente retiradas o falseadas (a la
Internacional o al socialismo, es indicado aquí); llegué pronto al
convencimiento de que mientras no fuese eliminado Garibaldi, el socialismo
sería en Italia una humanitaria fraseología, un falseamiento del verdadero
socialismo, y lo combatí consciente de cumplir con un deber, tal vez también
con la exageración de un neófito y de un meridional por añadidura. Pero cuando
tuve la noticia de su muerte, se conmovió mi corazón; sentí nuevamente el mismo
dolor que en mí juventud experimenté en ocasión de la muerte de aquella otra gran
figura Italiana, (Giuseppe Mazzini, no obstante haber polemizado contra su
programa..."
Y dice más lejos: ..."¡Veintidós años (hoy 63)
después da la expedición de Marsala, y están todavía en Roma un rey y un Papa!
Yo creo que Garibaldi pudo en 1860 destruir el papado y fundar la república
italiana, y si esto hubiera llevado a la guerra civil y a la invasión
extranjera ¡tanto mejor! El movimiento de 1660 habría podido convertirse en una
verdadera revolución e Italia habría renovado el milagro de Francia en 1792. Yo
creo que desde aquel tiempo Garibaldi ha podido muchas veces librar a Italia de
la monarquía, y que no solamente no lo hizo, sino que durante mucho tiempo ha
servido a la monarquía como válvula de seguridad..." (La causa de ello es
que cuanto más audaz fue en la guerra, tanto más tímido fue en política,
etcétera).
Sería fácil recoger de otros escrito de Malatesta
gran cantidad de críticas a las directivas republicanas, pero él no perdió
nunca de vista, probablemente en recuerdo de su primera evolución, que los
jóvenes atraídos primeramente por estas directivas aspiran a un objetivo ideal
que no encuentran allí y que por eso, en muchas ocasiones, están dispuestos e
inclinados a un subsiguiente desarrollo libertarlo; ciertamente, él ha
trabajado bastante para ayudarles en este proceso.
Se puede decir que el joven Malatesta no cayó nunca
bajo el completo Influjo de uno de los mencionados partidos radicales, que él
creó un re publica ni orno propio, ajustado desde el principio al deseo de una justicia
social, y que buscó entonces los partidos y teorías representantes de ese
ideal. Los partidos republícanos no ofrecían ese ideal, pero el heroico
socialismo revolucionario de la Comuna de París atrajo inmediatamente su
cerebro y su corazón; en esos luchadores vio los combatientes de su ideal. En
una palabra, era, como Bakunin, uno de aquellos en quienes el amor a la
libertad y el altruismo han evolucionado fuerte e Igualmente y por consiguiente
de una manera más rápida que en la mayor parte de los demás logrados para las
ideas socialistas y anarquistas, pues estas ideas habían comenzado ya a
germinar en los bosquejos de su conciencia antes de haber conocido sus formas
verdaderas y sus representantes Me parece aun característica, en la medida en
que puedo Juzgar estas relaciones, la evolución evidentemente clara, recta,
ininterrumpida de esta joven vida humana. El camino erróneo de la religión, de
la filosofía; de la duda mortificadora, le fueron ahorrados, lo mismo que el
desfavorable influjo domesticó -y la presión de la escuela obró sólo avivando y
despertando su fuerza de resistencia. De ahí procede la clara, sencilla y
práctica interpretación de las cosas que advertimos hasta hoy en él. Esta no
excluyó nunca la comprensión de la complicación y sutilidad de las otras
interpretaciones, pero éstas no reobraron nunca sobre él; es una vida sencilla,
clara, abierta, la que vamos a considerar aquí.
CAPÍTULO II
LOS COMIENZOS DEL SOCIALISMO
ITALIANO Y LA
ACTIVIDAD DE BAKUNIN EN ITALIA HASTA EL AÑO 1867
Antes de discutir la entrada de Malatesta en el
movimiento socialista deben ser investigadas cortamente la evolución económica
y social de la Italia unida desde 1859 hasta 1870 y los orígenes y progresos
del socialismo en esa época.
Et triunfo político del movimiento de la unificación
desde 1859 llevó a la inmediata fusión de las unidades económicas
independientes anteriores, de la más distinta estructura y de la más diversa
evolución; todo esto bajo la dirección de la fuerte y tenaz raza piamontesa del
norte. Esto originó grandes dificultades a las regiones más atrasadas,
principalmente en el sur, donde el pesado sistema feudal y las condiciones
corrompidas en míe está el pueblo desde hace siglos, habían tomado en general,
finalmente, formas en cierto modo estables, fosilizadas, patriarcales,
mitigadas por el banditismo y la múltiple corrupción, pero al menos libre de la
concurrencia con los métodos modernos, fuertes y prácticos de producción y con
los movimientos comerciales que constituyen una amenaza tan terrible para los
métodos anticuados. El aislamiento, por sí mismo limitado, fue superado, y el
nuevo ritmo del trabajo y del tráfico regulado según las rápidas medidas del
norte y las medidas internacionales, todavía más rápidas, fue un terrible descubrimiento
para la lenta movilidad del sur y para muchas otras comarcas.
La especulación y la economía burocrática fueron más
intensivas y la corrupción y el favoritismo se desarrollaron del modo más
necesario. El abogado y el diputado fueron los intermediarios entre el gobierno
central y los intereses locales, y muchos que habían sido revolucionarios se
transformaron en patriotas profesionales y en políticos cíe los negocios. El
gobierno por una parte tenia cierto Interés en eso, para levantar el nivel
social, intelectual y moral del pueblo, para destruir las tendencias
legitimistas adormecidas, pero se alegró por otra parte de la infiltración de
la corrupción y de la especulación en los miembros de los partidos radicales,
pues esto debilitaba sus fuerzas revolucionarías de acción. De este modo,
Mazzini, Garibaldi y otro pequeño grupo de sinceros republicanos, a pesar de
lodo su prestigio y popularidad, tuvieron solo propiamente detrás de si un
partido inseguro y de muy insignificante cualidad, y todos sus ulteriores
esfuerzos, por consiguiente, fracasaron. Las filas de sus adeptos se reclutaban
constantemente de nuevo en la juventud de cada nueva generación lo mismo que
entre los trabajadores y algunos grupos de estudiantes jóvenes y viejos; pero
los adultos se dedicaron en su mayor parte únicamente a negocios y a
especulaciones.
La miseria del pueblo era grande y resultaba algunas
veces, como durante la epidemia siciliana de cólera de 1867, de modo
intranquilzador y evidente, ante los ojos de todos.
El socialismo era casi desconocido, pero el principio
de la asociación había encontrado amplio reconocimiento y realización práctica,
Libertá e associazione fue el santo y seña de Pisacane, comprendido por
él en un sentido verdaderamente socialista, realmente anárquico. Pero la gran
utilidad de las asociaciones formadas bajo los auspicios de Mazzini y de
Garibaldi se limitaba a la instrucción popular, a la protección por el crédito
recíproco y a otras modalidades semejantes, y estas asociaciones eran ante todo
centros de agitación republicana, un campo de reclutamiento para ulteriores
milicias revolucionarias, etc., y “Venecia y Roma”, no pan y libertad y ni
siquiera la república a todo precio fueron hasta 1870 los pensamientos
predominantes de sus verdaderos jefes. Además, Mazzini no ocultó nunca su
profunda aversión al socialismo; este asunto fue distintas veces expresado,
como en su discusión de 1852 con Luis Blanc y otros socialistas franceses
proscriptos en Londres. En 1871 vertió la copa entera de sus furores contra la
Comuna de París y la
Internacional. En 1864 fue invitado a que participase en
Londres en la nueva fundada Internacional, pero su pseudo-socialismo, que había
hasta entonces bastado a tantas sociedades obreras Italianas, fue considerado como
superficial por los iniciadores en Londres del movimiento efectivo, se retiró
malhumorado y vio entonces con disgusto los esfuerzos de Bakunin partí difundir
el verdadero socialismo, especialmente en Nápoles y en general en el sur.
Un pequeño periódico, Il Proletario, editado
por el profesor Nicoló Lo Savio (Florencia, 20 de agosto de 1865, hasta primero
de enero de 1866), tomó la defensa de la cooperación, rechazó el
parlamentarismo y se alejó de las aspiraciones patrióticas, es decir,
nacionalistas, -una posición entonces única en Italia. Angiolini, del cual tomo
este dato, dice que el editor había conocido a Bakunin en Florencia, donde por
lo demás, no vivía ya Bakunin.
Exceptuando esto, nada aconteció realmente pava el
socialismo hasta que Bakunin conquistó un pequeño número de hombres para
ponerlos en contacto con el socialismo. Los futuros socialistas de los años
posteriores al 70 estañan ya en diverso modo en la vida publica, desde Fanelli,
el amigo de Pisacane, en el sur, hasta Bignami y Gnocchi Viani, los primeros
socialistas legalitarios, en el norte, pero todos pertenecían a los partidos
nacionalistas, es decir, estaban hipnotizados por la palabra de orden:
"¡Venecia y Roma!" -Bakunin no sólo puso en contacto con el
socialismo a sus más viejos amigos italianos, que en general lo conocían o lo
aceptaban fácilmente en las teorías, pero que lo posponían a las cuestiones
nacionales-, les dio el concepto claro de la insuficiencia de las soluciones o
remedios nacionalistas y el valor de representar este punto de vista frente al
omnipotente nacionalismo, al que se humillaban todos sus amigos y compañeros.
Esto no lo habría logrado ningún otro socialista más
que Bakunin nacionalista él mismo, que se había exaltado por los eslavos, por
Polonia, por la revolución alemana de 1849 y por los rusos a costa de muchos
años de padecimientos, que lo hicieron mundialmente conocido. Aún cuando visitó
por primera ve/ a Italia con recomendaciones de Mazzini y Aurelio Saffi a todos
sus amigos y después de una visita a Garibaldi en Caprera se estableció en
Florencia (enero-agosto 1864) esperaba todavía movimientos nacionalistas, tina
sublevación en Venecia en la primavera, pero anunció ya, sin embargo, algo más
grande, una revolución general. Así escribió el 4 de marzo de 1864 a A. Herzen y a N.
Ogareff, sus viejos amigos rusos de Londres: ... "como veis, domina aquí y
en toda Europa la más terrible confesión, ningún problema llega a ser
determinado y planteado claramente. Por doquiera exigencias legítimas y
movimientos con una mezcla de veneno napoleónico. Pero la electricidad se reúne
y llena la atmósfera, -un huracán debe estallar. Esto puede suceder hoy o
mañana; a mi me parece, sin embargo que la marea está, en reflujo y la ola
comienza a crecer". Del mismo modo escribe el 24 de abril a un viejo
polaco que resida en Londres; "en occidente está la marea alta: la ola de
la revolución ha comenzado nuevamente".
Bakunin estuvo pronto en las mejores relaciones con
uno de los más populares radicales florentinos de aquella época, Giuseppe
Dolfi, un panadero, y algunos otros, como Berti Calura y Giuseppe Mazzini (de
Prato), se adhirieron muy íntimamente a sus ideas generales y ayudaron al
socialismo en sus comienzos, Entonces comenzó Bakunin a formar (1864) un grupo
íntimo de amigos, lo que ordinariamente se llama una sociedad secreta. Desde
agosto hasta la entrada del invierno hizo un viaje a Stockolmo y a Londres y se
entrevisto en este último punto, a principios de noviembre, con Carlos Marx,
según el deseo de éste. Marx le recomendó que ayudara en Italia a la fundada Internacional
(29 de septiembre de 1864), que enviara la exhortación inaugural a Garibaldi,
probablemente que cuidara también una traducción italiana de la misma, etc. En
su carta del 7 de febrero de 1865, informa Bakunin poco consoladoramente sobre
el lento progreso de estas iniciativas: ... "La mayoría de los italianos,
desmoralizados por el completo fracaso y los errores de la orientación política
centralista y unitaria de la democracia, se ha hecho extremadamente escéptica y
retraída. Por consiguiente, sólo una propaganda socialista enérgica puede
devolver a este país la vida y la voluntad. Pero esto exige algún tiempo y nosotros
estamos al comienzo... Debe ser formada en Italia una nueva democracia que se
base en el derecho absoluto y en el culto único al trabajo. Los elementos para
eso no faltan: hay abundancia de ellos, así, pues, no hay motivo de
desesperación ¡pero paciencia!... Mazzini está en el más completo error cuando
espera todavía que la iniciativa de un nuevo movimiento saldrá de Italia,
Inglaterra, Francia, quizás Alemania, pero ciertamente las dos primeras, por lo
que se refiere a Europa, y la magnífica Norte América,
-estos son verdaderamente el centro intelectual y efectivo de la humanidad. Los
demás formarán en su séquito".
Durante su segundo invierno en Florencia (1864)
trabajó Bakunin, quizás por primera vez, a lo menos en tanto que se puede
hablar sobre la fe de algunos testimonios documentarios, en una exposición de
sus ideas socialistas revolucionarias y antirreligiosas para presentar a una
logia masónica. Más tarde escribió en Nápoles un gran manuscrito sobre el mismo
asunto; éste se perdió, se sabe que fue quemado, pero del trabajo de Florencia
se han conservado algunos fragmentos como manuscrito, y se puede inferir de
ellos qué su "Antiteologismo" de 1868 y "Dios y el Estado"
de 1871, tuvieron su precursor en este manuscrito del principio de 1865. Esto
demuestra que su propaganda socialista en Italia se basó en aquella indisoluble
asociación de las ideas del anarquismo, del colectivismo y del ateísmo, lo
mismo que toda su ulterior actividad hasta su muerte.
En el verano de 1865 viajó en dirección al sur, a
Nápoles y Sorrento, y permaneció entonces en Nápoles o en un pueblo de las cercanías
para pasar la estación veraniega, hasta agosto de 1867, época de su viaje a
Suiza para concurrir al Congreso de la Paz en Ginebra (septiembre). En la
redacción del Popólo d'Italia de G. Asproni, Nápoles, y después de las
visitas privadas, conoció muchos jóvenes napolitanos, lo mismo que hombres algo
maduros ya, como Fanelli y Carlos Gambuzzi, que habían conocido las prisiones
borbónicas. Finalmente fue formado entonces un activo grupo socialista que, ya
como núcleo secreto, ya como sociedad pública, como grupo editor de un
periódico, después obrando nuevamente como la parle más activa de la sección de
la Internacional, no se separó nunca, nunca rindió las armas; y esto es el
grupo, el núcleo interno al que fue Malatesta cuando entró en 1871 en el movimiento
socialista.
Por consiguiente la historia y las publicaciones de
este irruyo y la correspondiente actividad de Bakunin, son del más significado
interés para la biografía de Malatesta, puesto que sus ideas, cuando se adhirió
al movimiento como novicio, debían ser influidas por ese ambiento al que se
sintió atraído y al que no abandonó jamás, si bien en el curso de los años
debía extinguirse a su alrededor.
El 19 de julio de 1866 envió Bakunin a Herzen y a
Ogareff, en Ginebra, por una portadora que gozaba de su mayor confianza, la princesa Obolensky,
ciertos documentos sobre una organización secreta, el programa y los estatutos,
-manuscritos detallados que se conservan y fueron reproducidos o resumidos en
mi biografía de Bakunin- y escribe sobre el asunto: ... "Encontraréis
muchos detalles innecesarios, pero recordad que escribo entre italianos, a los
que desgraciadamente son casi desconocidas las ideas socialistas. Yo debía
realizar una lucha especial contra las llamadas pasiones e ideas nacionales,
contra la repugnante retórica burguesa, que cultivan Mazzini y Garibaldi con
particular energía. Después de tres años de trabajo (1863-4, -66) obtuve un
resultado positivo. Tenemos amigos en Suecia, Noruega, Dinamarca, Inglaterra,
Bélgica, Francia, España e Italia; hay también polacos y algunos rusos. En el
sur de Italia cayó la mayor parte el las organizaciones mazzinianas, las falange
sacre, en nuestras manos. Adjunto también un corto programa de nuestra
organización nacional italiana. En una circular a sus amigos de Nápoles y
Sicilia me denuncia Mazzini formalmente, nombrándome: "il mio ilustre
amico Michele Bakunin", una denuncia muy desagradable para mi porque la Falange
mazziniana, especialmente en Sicilia, contiene muchos agentes del gobierno y
podía haberme comprometido seriamente. Por suerte, el gobierno no entiende nada
aquí del movimiento social y no le teme, lo que no significa una estupidez
pequeña, pues después del naufragio completo de todos los demás partidos, ideas
y cosas, sólo queda en Italia una fuerza viviente y posible: la revolución
socia!. El pueblo entero, principalmente en et sur, se nos adhiere en masa, y
no nos falta material, sino gente instruida, que sea activa y capaz de dar una
forma a ese material..."
El corto programa y los estatutos de la organización
italiana fueron impresos clandestinamente y dicen:
Programma de la rivoluzione
democratica italiana (3 páginas en 8°) y Societé dei legionari della
Rivoluzione sociale italiana. Orgánico, (10 páginas en 8º.).
Este primer programa de la revolución social y
democrática italiana exige:
1.
La
abolición del derecho divino.
2.
La
abolición del derecho diplomático.
3.
La
abolición del derecho histórico.
4.
Renuncia
a toda idea de predominio nacional.
5.
Libertad
de los individuos en la Comuna.
6.
Libertad
de las Comunas y su federación libre en la
provincia y en la nación.
7.
Abolición
de los derechos actuales públicos y privados.
8.
Igualdad
política para todos.
9.
Abolición
de todos los privilegios asociados a las personas y cosas.
10. Emancipación del trabajo
frente al capital.
11. Única forma de propiedad:
los Instrumentos de trabajo para los trabajadores, la tierra para los que la
cultivan.
12. Libre federación de las
naciones entre si.
Estas proposiciones serán
desarrolladas después en circulares del Comité Central.
Si estas circulares fueron escritas después no lo sé;
pero de ese grupo salió un largo escrito, La situazione italiana,
fechado en octubre de 1866 (dos paginas en folio, dé tres columnas de tipo
pequeño, cada una), Bakunin debió haber sido el verdadero autor, pero su texto
primitivo fue libremente manejado, ampliado y localizado por el traductor,
Alberto Tucci, que estaba en aquel tiempo en relaciones con Bakunin. Ese
escrito refuta las ideas de Mazzini y Garibaldi, los cuales son tratados muy
cortésmente como personas, pero sus ideas predilectas son agudamente atacadas y
disecadas. Justamente en su decadencia, el garibaldismo es calificado así: “de
la revolución pasó al militarismo revolucionario, después por completo al
militarismo”.
Tenemos el agrado de dar algunos otros fragmentos:
... "Esta mayoría (en Italia), que para nosotros es únicamente el pueblo,
no posee ninguno de los derechos que fueron distribuidos a la clase media por
una serie de instituciones; ni libertad política, porque su situación social
hace ilusorio su empleo para, ella; ni derechos iguales, porque la desigualdad
real los contradice y anula: ni bienestar general, porque su trabajo es
absorbido por el capital y tiene que pagar para la grandeza y la unidad del
Estado centralizado que favorece a la burguesía; esta mayoría, en fin, no tiene
ni fama ni historia, porque es sumida cada día más en las tinieblas do la
ignorancia, en medio de las cuides procura engañarla nuevamente el protectorado
engañoso de las castas privilegiadas.
"En todas las revoluciones y después de ellas,
para el pueblo hubo siempre el mismo resultado: padeció y pagó.
... "Tres tiranías seculares oprimieron y
embrutecieron al pueblo: tres enemigos son los que debe vencer antes de poder
entrar en el camino de un dichoso futuro: la Iglesia, el Estado centralizado
y sus partes integrantes necesarias (es decir, monarquía, militarismo, burocracia)
y los privilegios sociales"...
Y como conclusión dice: … "y ahora, como fin,
confirmemos nuestro programa con la siguiente declaración:
"Nosotros no creemos más que en la revolución
hecha por el pueblo para su emancipación completa y positiva, en una
revolución que llevará a Italia a la republica libre, compuesta de
comunas libres y libremente asociadas entre si en la y Nación". La
vida interna de esta sociedad secreta recibe algunas aclaraciones por medio de
dos documentos de la guerra de 1866: uno de ellos es una carta contestación de
Palermo (18 de julio de 1886) a la circular de Nápoles, por la cual son
disueltas las organizaciones allí existentes y adheridas ala sociedad FF.) In
nome del C(omitato) C(entrale) della Soc(ietá) lnt(ernazionale)
R(ivoluzionaria) D(emocratica) S(ociale), noi vi díchiaramo sciolti da
qualunque impegno e da qualunque giuramento fatto...; la causa es la
disensión con el punto de vista de Nápoles sobre motivos patrióticos. La guerra
contra Austria había incitado a tres de los mejores miembros de la sociedad a
participar en la misma como garibaldinos voluntarios, es decir, a Giuseppe
Fanelli, Carlo Gambuzzi y Rafaele Mileti, pues se sintieron comprometidos a
ello por su posición política y por el honor militar; en una palabra, ni el
influjo de Bakunin pudo apartar a estos hombres en ese caso de una guerra
patriótica. Pero después que uno de ellos hubo informado desde el Tirol sobre
el fracaso de sus esfuerzos para interesar al ambiente garibaldino en los fines
ulteriores de la sociedad, etc., y los otros no dijeron nada, les escribió la Junta
de Nápoles una carta en que se hablaba de la situación y les exhortaba a
regresar. En esa carta, que está escrita en italiano, pero que indudablemente
fue inspirada por Bakunin, se saludaba a la paz después de la evacuación de
Venecia por Austria: ahora no podrían continuar aprovechando los mazzinianos y
garibaldinos la ocupación de Italia por los extranjeros como pretexto para la
postergación de los problemas sociales y después el militarismo quedaría
destruido para siempre en Italia,
Más adelante dice la carta: "Podéis objetar que
el Tirol e Istria permanecen separados de Italia. Pero ¿cómo se debe anexar a
Italia estas dos provincias y con qué titulo y en mérito a qué derecho exigirlas?
¿Quizás en nombre de la libertad? Ciertamente no. ¿En nombre de la voluntad del
pueblo? Esto es absurdo después de ver que los habitantes se han batido con tal
valor por mar y tierra, después que los tiroleses destruyeron y rompieron con
su valentía el prestigio de Garibaldi y lo forjaron a deshonrarse con el
incendio de Molina y Santa Lucia. ¿En nombre del idioma y de las fronteras
naturales? Esto es actualmente imposible; pues ¿cómo debe comportarse este
principio frente a Francia, Suiza e Inglaterra, que poseen tierra italiana en
el cantón Tesino, en Niza, en Córcega y en Malta? Además esto equivale a
sancionar el principio de conquista y a destruir el principio de la libertad y
de la federación, lo que no podrá ser admitido por ti"...
Como se ve, Bakunin tenia en aquellos años el más
pesado trabajo ante sí para combatir la identificación habitual que se hacía
entonces en Italia entre patriota y revolucionario, una
identificación que, por lo demás, ero casi característica de todos los países,
como advierte en una carta del 6 de enero de 1867 (a un francés que permaneció
desconocido): ... "Solamente en aquellos raros momentos históricos cu que
una nación representa realmente los interesen generales, el derecho y la
libertad de la humanidad entera, puede un ciudadano que se llame patriota,
llamarse igualmente revolucionario. Tal era la situación de los franceses en el
año 1783, una situación única en la historia, de la que se buscarla en vano un
paralelo antes y después de aquel período..." Por otra parte critica
inmediatamente las ideas de 1793
a causa de su carácter religioso, antisocialista y
estatal.
… "Un Estado, -a menos que no sea aquel reino
universal que soñaron primeramente los Papas y Carlos V., después Napoleón y
hoy algunos rusos, es decir, la cosa más despótica, y más merecedora de odio de
la tierra-, todo Estado, digo, es necesariamente un Estado particular, el
Estado de una sola nación, por consiguiente una negación de la humanidad, una
negación que representa al patriotismo revolucionario como el más alto objeto
de todo esfuerzo y que impondría a todas las demás naciones el culto exclusivo
a la grandeza de una sola nación -o llega a despertar por ese medio en cada
nación el mismo exclusivo egoísmo, la misma vanidad, y llega a transformarlas a
todas en fortalezas igualmente aisladas y mutuamente enemigas, llevando cada
una de ellas en sí la pretensión arrogante de querer concentrar toda la humanidad. Esta es
hoy, en realidad, (1867) la situación y las tentativas de todos los grandes Estados
de Europa. Podría decir de todos los Estados sin excepción; pues los pequeños
Estados, como los que forman a Alemania, como Bélgica, Holanda, Dinamarca,
Suecia, etc., no son comedidos y humanos por principio y convencimiento, sino
por debilidad. En su espíritu son tan ávidos como Rusia, Prusia, Francia,
como..." (la carta se interrumpe aquí, después de algunas palabras que dan
a entender que se trata de una Italia poderosa, de una república mazziniana).
En otro manuscrito (del otoño de 1869) se lee: "...En
ninguna parte se puede observar tan bien como en Italia la Inutilidad del viejo
principio de una revolución exclusivamente política, y la decadencia de la
burguesía, esta única representante de las Ideas de 1789 y 93 y su patriotismo
que todavía se llama revolucionario... Menos de cinco años de independencia
bastaron para arruinar las finanzas, sumir al país en una situación económica
sin salida, matar la industria y el comercio, y lo que es más todavía, destruir
en la juventud de la clase media aquel espíritu de resignación heroica que
sirvió más de treinta años a la actividad de Mazzini como una palanca poderosa.
El triunfo de la causa nacional lo ha deshecho todo, cu lugar de vivificarlo
todo. No solo fui muerta la prosperidad material, sino también el espíritu,..
No conozco efectivamente ningún país en el que la creciente burguesía esté más
ignorante de los problemas actuales y más indiferente ante los modernos
movimientos espirituales"... Analiza la condición anticuada de la
instrucción universitaria de aquella época y describe la avidez de la burguesía
victoriosa, la llamada consorteria que no es una consecuencia del
régimen monárquico sino del sistema burgués que Crispí, el jefe de los
radicales, el anteriormente mazziniano, y garibaldino, anima y socorre.
Después de aquella Situazione de 1866,
apareció aun una segunda hoja: La situazione, 2 (4 páginas en 4º) cuando
Bakunin vivía ya en Suiza. Alberto Tucci tradujo en noviembre de 1868 el
manifiesto impreso después en Ginebra. Se describía en él la revolución social
y explicaban las ideas de Bakunin; ateísmo, socialismo, federalismo;
"la federación de las autonomías locales como resultado de la revolución
social, sobre el fundamento único del trabajo libremente asociado, constituye
el objetivo final.
Cuando Malatesta en 1871 entró en el movimiento no
había ningún libro ni folleto anarquista en idioma italiano, y las revistas de
entonces tenían un carácter bastante primitivo, Bakunin había, marchado hacía
tres años y medio; pero una parte de sus compañeros de 1865-67 era todavía
activa. Estos conocieron el socialismo anárquico por la citada propaganda
secreta de aquellos años: algunos leyeron también a Proudhon. Fuera del
pseudo-socialismo de Mazzini, en que sólo tenía un valor el reconocimiento del
principio de asociación, no se conocían otras variedades del socialismo, aparte
de los recuerdos históricos del tiempo de tos saint-simonianos y fourieristas
(Montanelii y otros); la misma obra de Pisacane había desaparecido hacía mucho
tiempo y apenas llegó de Piamonte al sur. Tal era aproximadamente la situación
cuando en 1867 comenzó en Nápoles la propaganda publica, un peldaño de la
fundación de la Internacional allí (comienzos de 1869), en la que ingresó
Malatesta al comienzo de 1871.
CAPÍTULO III
EL SOCIALISMO EN NÁPOLES DESDE 1867 A 1870
A principios de 1867 comenzó a entrar en la vida
pública el grupo avanzado que rodeaba a Bakunin. Firmado: Dr. Saverio Friscia,
presidente, Attanasio Dramis, secretario y por otros en nombre de la Associazione Libertá
e Giustizia, fue publicado un largo manifiesto electoral (1 página, folio).
Este fue sencillamente un medio para la difusión de un programa de 17 puntos,
que son una ejemplificación y una atenuación popular de las ideas presentadas
en la Sitiuazione italiana (octubre de 1866); corresponde también a los
14 puntos del programa de la misma sociedad (Programma della Societa Libertá
e Giustizia, con el Statuto consiguiente, 3 págs. en 4º). La
posesión territorial de la iglesia, confiscada entonces (1866) por el Estado
debía ser devuelta a las comunas y arrendada por éstas a los agricultores, que
formarían, según la posibilidad, asociaciones libres. La abolición de la
burocracia estatal, la autonomía comunal, la descentralización, etc. No se proponían
ninguna especie de demandas francamente socialistas: la táctica que se eligió
para atraer primeramente la opinión publica parece haber sido la de presentar
los asuntos teóricos subdivididos y la de propagar las Ideas avanzadas bajo la
forma de una serie de medidas prácticas. No se menciona ningún candidato. Los
demás firmantes eran: Carlo Mileti, Giuseppe Fanelli, Carlo Gambuzal, Antonio
Piscopo, Pascualo Cimmino, Francesco Calfapetra, Dr. Raffaele di Serio,
Raffaele Mileti. Domenico de Martino, Pier Vincenzo de Luca, Stefano Caporusso,
Ferdinando Manes Rossi, Gregorio Mayer.
Los Estatutos parecen revelar la mano de Bakunin y
habrían permitido una gran expansión de la sociedad por la afiliación de las
organizaciones de Italia y del extranjero que aceptaran el programa.
Debía aparecer un periódico Libertá e Giustizia;
después de un largo prospecto (2 págs. 4º comienzos de abril de 1867) vio la
Luz del día tan sólo en agosto de I867, y en febrero de I868, o algo antes,
había suspendido ya su aparición. Lo redactó Pier Vincenzo de Luca. Por
desgracia no vi nunca ese periódico, en el que apareció un artículo de Bakunin
sobre el paneslavismo, como tampoco vi el Popolo d'Italia (Nápoles)
donde apareció en 1865 un articulo del mismo sobre moral, que sería de sumo
interés como la primera declaración impresa de Bakunin después que cesó en 1863
de escribir sobre las cuestiones eslavas. Sin duda se verán en ese periódico,
que por lo demás no fue un órgano de propaganda socialista inmediata, también
los orígenes literarios de otros hombres de su ambiente.
Sin entrar en más detalles locales cito de los
documentos de aquellas época una lista de las personas a quienes fue enviado el
periódico, y probablemente la parte extranjera fue entregada por el mismo
Bakunin; además del nombre de interesantes personalidades contiene el de los
miembros de su circulo intimo. Encontramos allí: (otoño de 1867) Garibaldi,
Berti Calura (Florencia), Dr. Giuseppe Mazzoni (Prato) Ludmilla Assing
(Florencia), Glorgio Asproni, diputado, y Silvio Verratti (Nápoles), Giuseppe
Dassi (Sorrento), Luigi Bramante (Nápoles), Alberto Mario (Florencia), Gaspare
Stampa (Milán), Karl Marx, A. Herzen, Elisée Reclus, Scheurer-Kestner, A.
Talandier, Ch. L. Chassin, N. Joukowski, Karl Grün, Wyruboff, A. Naquet, G.
Chaudey, César de Paepe, Gustav Vogt, N. Utin, C. F. Marchand (Berna), Accolas,
Aristide Rey, Odger, Cremer (Londres), Haupmann (del Partido popular
democrático del sur de Alemania).
Entre tanto tuvo lugar un nuevo episodio garibaldino;
Garibaldi, en su último avance sobre Roma, fue derrotado en Mentana. El 25 de
octubre de 1867 escribió Bakunin a Gambuzzi y a Fanelli, aprobando su conducta
hasta entonces: "y ahora, queridos amigos, mi consejo es éste: si Garibaldi
no reconoce por fin que desde 1858 marcha por un falso camino y la indignación
que todas las sucias intrigas fraguadas a su alrededor deben excitar en él, no
le decide finalmente a los actos más extremos, a desplegar la bandera de la
revolución incondicional, sin subterfugios ni fraseología, -de lo cual no lo
considero capaz-, entonces retiraos y renunciad decididamente a toda
colaboración"... Su consejo fue seguido esta vez y armonizaba con la
resolución tomada ya por sus amigos.
Unas semanas antes, en nombre de la asociación Libertá
e Giustizia, había presentado C. Gambuzzi al congreso de la paz en Ginebra,
que presenciaron Bakunin y Garibaldi, una resolución casi anarquista, la
primera manifestación pública de un italiano en este sentido. Se llega a declarar
en ella que "es necesario abatir todas las instituciones privilegiadas,
monopolistas y de violencia, como las iglesias, oficialmente pagadas, (por los
fondos públicos), el Estado, con la plutocracia de él dependiente, y todo
provecho ilegitimo"... lo que es una nueva exposición en aquel año de la
triple fórmula de Bakunin concentrada en el antiteologismo, el federalismo y el
socialismo, y que después fue precisada en esta otra forma: ateísmo, anarquismo
y colectivismo.
Puesto que quiero llegar pronto a los comienzos de
Malatesta, no es necesario Investigar aquí por qué retrogradó un poco el
movimiento en Nápoles en la época de la reacción que siguió a la derrota de
Mentana. Además debe haber influido bastante la ausencia de Bakunin que, me
complazco en decirlo, representaba en si, por su actividad múltiple, tina
Internacional. Pero cuando comenzó en el otoño de 1868 a dedicar todos sus
esfuerzos a la Internacional, primeramente por la fundación de una organización
internacional en Berna, la
"Alianza de la Democracia Socialista",
según el deseo de sus amigos, que debía ingresar colectivamente en la
Internacional, se despertaron de nuevo sus amigos Italianos. Tuvo hasta la
feliz idea de sugerir a Fanelli, propagandista serlo y consciente, una gira a
España, donde, durante ese viajo, fueron fundadas en Barcelona y en Madrid la
Internacional y la Alianza, que aceptaron desde el principio el anarquismo
colectivista; la federación española de la Internacional, fundada en 1870,
representó siempre esas Ideas, y sus formas modernizadas, y la masa principal
del movimiento obrero español vuelve a la iniciativa feliz de 1868 y quedó fiel
al espíritu de la misma. La
actividad personal de Bakunin se limitaba entonces a Ginebra, pero se extendió
pronto al Jura suizo; además le preocupaba, el movimiento francés,
principalmente el de Paris, Lyon y Marsella y la propaganda rusa (1869-1870) de
modo que Nápoles, donde el cimiento estaba ya abierto, se desvaneció para él en
aquellos años.
Escribió en 1872: "Ni Marx ni el Consejo general
hicieron alego para introducir y propagar en Italia las Ideas y la organización
da la
Internacional. Todo lo que en este concepto se hizo allí hay
que atribuirlo a la actividad enérgica e Incansable de los miembros de esa.
Alianza socialista revolucionaria contra la que él (Marx) y sus amigos han
iniciado una guerra tan terrible, porque comete la gran injusticia de rechazar
todos los sistemas de gobierno, aun el suyo. Aquí debemos reconocer fácilmente
que mucho más que la propaganda de la Alianza, la revolución de la Comuna de
París ha despertado al proletariado Italiano de su letargo secular"... Una
prueba documental de la primera parte de estas afirmaciones la ofrece una carta
de Eugene Dupont, uno de los secretarios del Consejo general, a Nápoles, en la
que se lee: "Desde el congreso de Bruselas (sept. 1868) no hemos recibido
ninguna carta de Italia". Esta misiva está fechada el 20 de enero de 1869.
Pero justamente entonces se formaban en Nápoles la Alianza y la Internacional,
y el 31 de enero se constituyó la sección central provisoria de Italia, lo que
da a entender que no existían allí otras secciones en aquella época.
De cuatrocientos miembros que tenía en marzo de 1869
llegó a 1200 en mayo. No sé si el proyectado periódico La Frattellanza
apareció; en todo caso, desde el 5 de noviembre se publicó L'Eguaglianza.
Por el verano existían ya secciones de oficio, do las cuales una, la de los
mecánicos, se hizo representar en el congreso de Basilea de la Internacional
(septiembre) por Bakunin. A principios de 1870 se informa sobre la existencia
de 8000 miembros locales. Pero en febrero procedió la policía a una
investigación domiciliaria y el presidente, el secretario y Carlo Gambuzzi
permanecieron seis semanas encerrados. El periódico suspendió su aparición y el
trabajo no se reemprendió después con el mismo celo; el movimiento no
retrocedió, pero se estancó en un pequeño círculo íntimo de trabajadores, sin
ninguna sección formal, sin correspondencia alguna. Estas particularidades las
anoté ya en agosto de 1892, según una exposición verbal de Malatesta; además
puede dar noticias completas sobre todo esto un informe enviado al Consejo
general de Londres en 1871 por Carmelo Palladino, que se encontró precisamente
entre los papeles del Consejo general, y cuya edición estaba próxima a aparecer
en la fundación
Antón Menger de Viena, y basta ahora, lastimosamente, no pudo
ver la luz, pero la cuestión no parece estar completamente abandonada.
Aquí termina esta larga exposición histórica previa,
que no puede ser inoportuna para aquellos que quieran comprender la
personalidad, las ideas y los hechos de Malatesta. La generación actual de
lectores supone fácilmente que los movimientos socialistas existieron desde
nace mucho tiempo y no puede imaginar con la misma facilidad que aun existe
alguno entre nosotros, lleno de vida y de impulsos de actividad juvenil, que
vio los primeros balbuceos o el primer gran desarrollo del socialismo en su
patria, y desde su primera juventud hasta hoy lo fomentó fuertemente. Pero
estos comienzos son bastante característicos y únicos, pues, en ninguna parte
como en la Italia de aquella época, las fuerzas, una parte de las mismas
solamente, es natural-, despertadas y puestas en ejercicio por las revoluciones
políticas anteriores, y las masas populares llegaron a un contacto tan grande;
de esto resultó una colaboración durable y asidua. Esto dio a la historia de la
Internacional italiana un carácter romántico y aventurero y tuvo también un
fuerte influjo en la parte más arriba mencionada de la vida pública de
Malatesta.
CAPÍTULO IV
MALATESTA Y LA INTERNACIONAL EN NÁPOLES
DESDE LA PRIMAVERA DE
1871 HASTA EL VERANO DE 1872
La historia del socialismo italiano escrita por
Angiolini (1900), una compilación mediocre tomada de fuentes del valor más
diverso, dice que Malatesta en 1870, siendo estudiante de medicina, "fue
arrestado en un tumulto en Nápoles, condenado por primera vez y relegado por un
año de la Universidad, y que los contratiempos de su vida le impidieron desde
entonces reemprender sus estudios".
Más detalles me son desconocidos. Se me ha contado
que en aquellos años era corriente después de las asambleas estudiantiles que
tenían lugar con motivo de alguna queja, formar cortejos callejeros que
desfilaban ante Ion edificios de la Universidad y del gobierno, lo que solía
llevar a algunas detenciones policiales y a relegaciones por un tiempo más o
menos largo. Es muy probable que el joven republicano Malatesta no quedadse
atrás en tales ocasiones y se expusiese hasta que le tocó la mencionada medida
disciplinaria. Su existencia desde 1871 a 1877, y también después, señala del
mismo modo que no se produjo para él nunca un periodo tranquilo que le
permitiera la reanudación de sus estudios. No indagué si su familia adoptó
sobre este caso alguna decisión: puedo decir solamente que su vida privada no
llamó nunca la atención pública. Yo creo que las posiciones materiales le eran
completamente indiferentes, no en el sentido del metafísico, del soñador, etc.,
-es el nombra más práctico y más razonable-, sino porque realmente la riqueza,
una carrera, la vida ociosa no tenían para él ninguna fuerza de atracción: fue
siempre bastante hábil y diestro para ganarse por el propio trabajo el pan que
necesitaba su manera frugal de vivir. El acta de acusación de 1877 lo
nombra, no sé con qué derecho, químico; su oficio es el de mecánico
electricista, y en sus primeros tiempos se ocupó en otros trabajos. Tres cosas
no fue jamás: político mercenario, periodista a sueldo y empleado rentado de
las organizaciones obreras, pero en cambio ha descargado barcos, participó en
las rudas toreas de la industria de la construcción, etc. No todos podrían
fácilmente retirarse de un modo tan absoluto de la vida ordinaria, llamada
burguesa, como él, sin que se le haya advertido el más insignificante
irrealismo, un desconocimiento de los méritos de la sabiduría. Para él
no tenía importancia el abandono de los estudios formales en la Universidad; su
instrucción ulterior prosiguió tranquilamente su curso. Dedicó desde entonces a
la buena causa, nunca más abandonada, todas sus energías y todo su tiempo; su
modesta vida privada no necesita ocuparnos más.
Durante la Comuna de París (marzo mayo de 1871)
conoció el joven republicano en un café de Nápoles a Carmelo Palladino, miembro
de la sección de la Internacional, un joven abogado que, al observar el interés
de Malatesta por el socialismo, se relacionó con él y lo introdujo luego en las
ideas. Malatesta se adhirió con algunos de sus amigos al grupo obrero que desde
1870 quedó en el puesto de la anterior sección; la sección fue reanimada
enseguida y la agitación publica, comenzó de nuevo.
La exactitud de esta participación de Malatesta me
fue demostrada por una carta de Carmelo Palladino a la Solidarité de
Ginebra (11 de mayo de 1871), que hallé en 1893 entre las cartas de N.
Joukowski; Palladino pide cuatro ejemplares del periódico, que debían, ser
enviados a los estudiantes Errico Malatesta, Pietro Gatti, Bernardino D'Eramo y
a él mismo. La Solidarité de Ginebra debía suplir a Solidarité,
de James GuiIlaume, (Neuchatel, 1870), suprimida en septiembre; aparecieron
sólo cuatro números (28 de marzo hasta el 12 de mayo de 1871). La escisión
entre anarquistas y socialistas políticos había tenido ya lugar en la
Internacional suiza (abril de 1870) y la segunda Solidarité,
si bien no del todo satisfactoriamente redactada, representó, naturalmente, la
tendencia antiautoritaria. Le siguió La Revolution Sociale,
de Ginebra, que encarnaba más los puntos de vista de la Comuna; no se llenó
totalmente la laguna basta que comenzó a aparecer en pequeño formato y
autografiado el Bulletin de la Federación del Jura. Entre tanto, el
punto de vista de esta tendencia había sido dado a conocer por la circular de
Sonvillier (12 noviembre de 1871). La mención de todo esto tiene su interés,
porque señala la insignificante posibilidad de informarse entonces sobre este
asunto y sobre el movimiento. Bakunin mismo escribió el 4 de Julio de 1870 a C. Gambuzzi:
"¿Existe todavía una sección en Nápoles? ¿En qué situación se encuentra?
¿No ha caído tal vez aún en manos de los intrigantes?"... Bakunin, que
había estado en abril de 1870 un poco de tiempo en Milán, renovó sus amistades
en Italia con ocasión de su visita a Florencia (30 de marzo hasta el 2 de abril
de 1871), donde vio a sus amigos toscanos Berti Calura y Mazzoni y a sus amigos
del sur Fanelli, Gambuzzi y Friscia (Sicilia); escribió en aquella época un “Programa”
del que no se conoce nada y no se sabe siquiera si se refería a Italia. La
sección de Nápoles no desempeñaba entonces papel alguno; pero Palladino, que
había sido muy activo desde 1863 y no conocía aún personalmente a Bakunin,
logró reanimarla con el apoyo de Malatesta.
Tengo pocas noticias de la vida de Palladino, que se
retiró posteriormente a su región natal, a Cargano Varano, en la comarca del
monte Gargano, donde encontró muchos años más tarde una muerte trágica.
"Visitó en Locarno a fines de 1872 a Bakunin, con Cafiero, y se dirigió allí
también en 1874, después del fracaso de la Insurrección italiana de aquel
verano. Malatesta hablaba ya de él con consideración y simpatía; ambos
atrajeron Indiscutiblemente la sección de Nápoles a la orientación libertaria y
supieron ganar para la misma a Cario Cafiero, que tenia una gran importancia
para el movimiento.[3]
Pues, como relató Malatesta, no tardó Cafiero en ir
de Londres a Nápoles como miembro londinense de la Internacional, al que había
dado el Consejo general poderes para Nápoles; es decir, debía fundar allí una
sección, y se asombró al encontrar vivificada la sección desaparee ida. Bajo
esas circunstancias se le recibió algo secamente: pero en un mes o dos se
convenció por sí mismo de que la sección marchaba perfectamente y escribió en
ese sentido a Londres, lo cual originó ya entonces una tirantez en las
relaciones con el Consejo general.
Carlo Cafiero había nacido en 1846 en Barletta (Apulia),
hijo de una familia local rica y reaccionaria; después de una educación
clerical, los estudios de jurisprudencia y las primeras etapas de una
instrucción para la carrera diplomática, abandonó esta carrera; quedó en él una
cierta propensión mística, un deseo profundo de actividad altruista, hasta
ascética. En estas condiciones, su asistencia fortuita a una gran asamblea
obrera londinense despertó su interés hacia la internacional, y Marx y
especialmente Engels, que querían conquistar entonces a España y a Italia para
el marxismo por medio de Bignami, Cafiero, Lafargue, luego por Mesa, Iglesias y
algunos otros, -ambos hicieron todo lo que les fue posible para tener en
Cafiero un hombre que extirpara el influjo de Bakunin en Italia. Cafiero se
entregaba en cuerpo y alma a la causa que aceptaba, tenia una mentalidad algo
caprichosa y era manejado con dificultad. Fanelli, Gambuzzi, Tucci discutieron
con él, pero el que debía lograr la mayor victoria era Malatesta, a pesar de
que era joven, tal vez porque Cafiero debió ver en él más que en los otros, un
hombre realmente decidido para la acción, como lo probaron los acontecimientos
de 1874 y 1877. El último paso para conseguir la más completa solidaridad de
Cafiero lo dio el propio Bakunin en 1872.
Entretanto, la sección fue disuelta por orden
gubernativa del 20 de agosto de 1871: tuvieron lugar investigaciones
domiciliarias en casa de Giustiniani (presidente), Schettino (secretario)
Gambuzzi, Palladino y Cafiero. Fueron secuestradas a la madre de Cafiero, grados
a un registro corporal, cartas de Londres; Cafiero fue arrestado.
En aquel tiempo la Internacional no tenia órgano
alguno, pero los jóvenes (nombramos a Rizzi, Bramanti, Palladino, Leoncovallo,
Eugenio Paganelli escribían hojitas vibrantes, como L'Internazionale y Il
Motto d´Ordine, que no eran propiamente periódicos de propaganda. El núcleo
interno de la sección, naturalmente, se mantuvo, y después de algún tiempo la
sección fue fundada de nuevo; su órgano, La Campana (7 de enero do 1872)
anunció la fundación de la Federazione
Operaia Napolitana.
Alberto Tucci, por la sección de Nápoles, y Cafiero,
por la de Girgenti,
en Sicilia, concurrieron, al congreso de las sociedades obreras convocado el 14
de agosto de 1871 para el 1 de noviembre en Roma por el partido mazziniano, en
cuya ocasión escribió Bakunin un largo comunicado a los trabajadores italianos,
del que se imprimió secretamente en Nápoles (16 págs. en 8º) una traducción
parcial, Agli operai delegati al Congresso di Roma, firmada por Un
gruppo d'Internazionali. Después de la exposición de su punto de vista,
Tucci y Cafiero abandonaron el congreso, que estaba sometido a la consigna
mazziniana habitual, sin otra solidaridad que la de un delegado de Liorna.
La Campana, después de Libertá e Giustizia,
fue la primera publicación obrera napolitana realmente interesante. Fue
redactada principalmente por A. Tucci, con la colaboración de otros de los más
viejos, como Gambuzzi y Palladino, y por Cafiero y Malatesta y los jóvenes que
habían entrado en el movimiento en 1871, También el Dr. Saverio Friscia, de
Sciacca, Sicilia, escribió notables artículos, Alberto Tucci estuvo en
estrechas relaciones con Bakunin, desde 1865-1868, pero se distanció
personalmente a causa de los desacuerdos del círculo de Vevey a principios de
1869. Esta circunstancia quizás y también la actitud reservada de Cafiero,
pudieron haber determinado la posición primeramente vacilante de La Campana
frente al Consejo general de Londres, contra el que tan vivas quejas había
promovido en una circular el congreso de Sonvillier (en el Jura, nov, 1871),
que aprobó la sección de Nápoles por medio do una carta de Palladino, lo que
causó la consternación de Engels, que comenzó a desesperar de Cafiero.
Algunas veces La Campana aparecía escrita
vivaz y punzantemente, lo que desagradó a Garibaldi. Bakunin defendió en ese
concepto al periódico en una carta a Celso Cerreti (fines de marzo de 1872), en
la que dice: "Encuentro allí, en verdad, muy notables artículos, escritos
con talento y espíritu. Es evidente que los jóvenes que editan la hoja están
ardiente y sinceramente convencidos. Ponen, sin duda alguna, mucha pasión,…
pero Santo Diavolo!, como se dice en Nápoles, ¿desde cuándo es el celo
apasionado y entusiasta un defecto en los Jóvenes? Profesan algunas ideas que
no les agradan, a Vds., bien, combátanles, opónganles otras ideas, pero
déjeseles la santa libertad de pensamiento, que no puede ser un monopolio de
nuestro amigo el señor Stefanoni (el más conocido libre pensador italiano de
aquel tiempo), el cual, sea notado de paso, la aprovecha ricamente para
calumniar la Internacional desde el punto de vista burgués".
Finalmente visitó Cafiero con Fanelli a Bakunin en
Locarno y permaneció allí desde el 20 de mayo basta el 13 de Junio de 1872. En
las cortas indicaciones del diario de Bakunin, leemos, por ejemplo: "21 de
mayo. Todo el día con Fanelli y Cafiero, una buena alianza concertada". El
24 Cafiero es llamado ya Armando (tal nombre fue empleado siempre en la correspondencia);
es fijado un plan de organización; 28 de mayo, carta a Frísela, a Carmelo
(Palladino); 31 de mayo, Gregorio (otro nombre para Cafiero) lee el comienzo de
BU carta a Engels.
1 de junio: Bakunin envía por intermedio de Cafiero
una carta a Malatesta (Malatesta es aquí, en el Diario conservado para los años
1871 y 1872 y en las cartas de Bakunin, mencionado por primera vez, al menos
que yo sepa); 3 de junio: Cafiero lee la carta entera a Engels. Fanelli, que
hacía tiempo que había partido, vuelve el 15 de junio y marcha con Cafiero el 18 a Milán.
Después de un numeroso cambio de correspondencia,
Cafiero encontró de nuevo a Bakunin en el Jura y en Zurich (18-30 de agosto) y
se dirigió entonces al congreso de La Haya de la Internacional, pero no para
tomar parte en el mismo, ocasión que rechazó completamente. Se había adherido
en absoluto a las ideas de Bakunin y su carta a Engels significó su ruptura con
éste y con el partido autoritario dominante en el Consejo general.
Se supondrá que Malatesta, que entró directamente en
el anarquismo y no aprobó ni un momento los primitivas opiniones de Cafiero,
seguía todos estos sucesos con creciente interés; su actividad ulterior en
aquellos quince meses desde la Comuna a la fundación de la federación italiana
en agosto de 1872 nos es desconocida y todo su trabajo cotidiano de propaganda,
conferencias, artículos, quizás también viajes para la fundación de nuevas
secciones, no se pueden describir por ahora. Sólo puede llegar a ser
establecida con bastante seguridad gracias al material de Bakunin y a otras
fuentes, la afirmación negativa de que no tuvieron lugar por aquella época
otros acontecimientos importantes en su vida. Entonces la Internacional, en su
última ocasión casi imperturbada, había comenzado a fundarse localmente y por
distritos, de lo cual surgió naturalmente el enlazamiento, la federación. El
adelanto de Nápoles, gracias a la actividad anterior de Bakunin allí, no se
conservó por completo, y otras regiones, con numerosas ciudades y una población
más progresiva, especialmente la Romaña se colocaron en primera línea. Esto,
ciertamente, no fue culpa de Malatesta, pues éste, al contrario, como hemos
visto, infundió nueva vida juvenil a la sección de Nápoles y demostró
igualmente en la atracción de Cafiero, un gran tacto y una gran capacidad.
La Internacional prosperaba por todas partes en
Italia, según comprobaremos en los siguientes capítulos.
CAPÍTULO V
BAKUNIN Y MAZZINI; LA INTERNACIONAL ITALIANA
DESDE 1871 HASTA AGOSTO DE 1872 (CONFERENCIA DE RIMINI)
Por tanto Malatesta ingresó de un modo particular en
el movimiento, bajo la influencia de la Comuna de París y por el encuentro con
el inteligente propagandista Palladino, que pertenecía al medio socialista
creado primeramente en Nápoles por Bakunin. La mayor parte de los demás
iniernacionalistas italianos entraron también en el movimiento en 1871, pero
algo más tarde, conmovidos por la terrible represión que siguió a la caída de
la Comuna e indignados contra la actitud de Mazzini, que no sólo condenó la
Comuna sino que consideró propicio el momento para insultar la Internacional y
el socialismo en general y para aplicarles la excomunión. Precisamente
muchos de los que hasta entonces lo habían divinizado, se apartaron de él con
aborrecimiento, Garibaldi se comportó correctamente y escribió animadoras
palabras, es decir, llamó a la Internacional el sol del futuro, etc. Pero su
insuficiencia en asuntos políticos y sociales se hizo cada vez más evidente, y
muchos de sus adeptos lo abandonaron amigablemente y se volvieron hacia la
Internacional: algunos de ellos, como Celso Cerretti, pertenecían a ambos
campos y poseían la más íntima confianza de Garibaldi y de Silvio, -tal
era el pseudónimo italiano de Bakunin en aquellos años. Existían siempre
algunos hilos invisibles entre Bakunin y Garibaldi; pues el primero, aunque
escéptico, sin embargo no consideró nunca oportuno rechazar el apoyo moral que
Garibaldi, sin hacer distinciones prestaba a todas las causas avanzadas; entre
Bakunin y Mazzini, al contrario, existió mortal enemistad. Sobre este habló
Bakunin en 1871, y la juventud revolucionaria de Italia volvió hacia él la
mirada y la Internacional se fundamentó pronto sólidamente. El que se asombrara
de esta actitud de Mazzini en 1871, conoce mal su pasado. Había comenzado
cuarenta años antes de ese tiempo su acción política independiente separándose
del carbonarismo y creando los movimientos de la Joven Italia y de la Joven Europa. No
me refiero aquí al carbonarismo napolitano ni a la charbonerie francesa
con Bazard, Lafayette, Manuel, etc., sino a algo posterior, a la Charbonerie
démocratique universelle, de los primeros años después de 1830, que tuvo
por principales dirigentes a Buonarroti, Voyer d'Argenson, Charles Teste y
otros. Estos hombres, según Mazzini y otros, estaban equivocados porque
abrigaban una fe ciega en la hegemonía de Francia, lo cual entonces, apenas
veinte años después del dominio de Europa por Napoleón, no encontraba en todas
partes iguales simpatías. Su más íntimo deseo, por lo demás, era la realización
de las ideas de Babeuf, o cuando menos la realización de las ideas de los
buenos días de 1793, y constituía la Internacional de la época, una
organización ultra-autoritaria, pero sin embargo socialista y anticapilalista.
Mazzini se sintió instintivamente rechazado y levantó contra ellos la bandera
del nacionalismo. Por eso se solidarizó inmediatamente con el
capitalismo y vemos cómo en una ojeada retrospectiva escrita en 1861 se queja
casi ingenuamente de que Buonarroti hablaba con amargos sarcasmos de su
relación con los banquieri, con los ricos banqueros y patricios
lombardos. Todo Estado nacional joven quiere llegar a ser rico y poderoso para
sostenerse y dilatarse; por tanto, los patriotas y revolucionarios que lo
fundaron, se convierten en el partido político dominante y en su burocracia, el
capitalismo es fomentado y el pueblo gime en un estado de explotación más duro
que nunca, y si esto llega a ser una realidad, el pueblo continúa hipnotizado
por las ideas nacionalistas y prepara y soporta de ese modo una política de
expansión futura. Si el socialismo debe ser algo más que una mera palabra, es
preciso que se oponga a ese sacrificio del pueblo en beneficio de la gloria y
de la expansión de un Estado nacional, que sólo es provechoso y apetecible para
el capitalismo. Por lo tanto Mazzini, impulsado por su fortísimo deber de
conciencia hacia su fetiche nacionalista, debía emprender la lucha general
contra el socialismo y mantener a sus adeptos en las masas populares en la más
beata ignorancia sobre esas ideas.
Este lo hizo demasiado furioso en la Roma del
Popolo (redactada por U. Petroni, 9 de febrero de 1871, hasta el 21 de
marzo de 1872), -periódico que, como dijo Saffi en 1875, había sido fundado
especialmente con el objeto de esa polémica-, en los artículos Il Comune di
Francia (26 de abril), Sul Manifesto del Comune Parigino (3 de
mayo), All “Internazionale” di Napoli (24 de mayo), contra el periódico
de este nombre que había protestado contra el primero de estos artículos el 1
de mayo, de forma que también surgió de Nápoles la resistencia contra Mazziní;
-¿quizás ella animó precisamente a Malatesta para acercarse a Palladino?
Después Il Camune e l’Assemblea (7-28 de junio, difundido luego como
folleto) y el 13 de julio; Agli Operai Italiani, con rudos ataques a la Internacional. El
10 de agosto denunció la apología sistemática de la guerra civil hecha
por Bakunin, como medio de fortificación para las naciones; Bakunin, dice
Mazzini, está siempre dispuesto a despertar la iniciativa del pueblo, -como si
él, Mazzini, que durante toda su vida incitó siempre a las guerras
nacionalistas, hubiese tenido la simpatía más insignificante hacia la paz!
Siguen otros artículos (L'Internazionale, Cenno storico y Documenti
sull´Internazionale, sept., nov. y dic. de 1871) y solo la muerte (10 de
marzo de 1872) interrumpió esta rabiosa campaña contra las aspiraciones del
socialismo.
Bakunin vio en Locarno el articulo del 13 de julio de
1871, once días después de su aparición, Abandonó inmediatamente sus trabajos
de aquella época, -una defensa de la Comuna y una defensa histórica de la
sección ginebrina de la Alliance contra los ataques de los adversarios
locales de Ginebra y del Consejo general enemigo- y escribió, 25-28 de julio la magnífica Risposta
d’un Internazionale a Giuseppe Mazzini per M. Bakunin, membro
dell´Associazione Internazionale dei Lavoratori que apareció primeramente
como suplemento de el Gazzetino Rosa de Milán (14 de agosto, 32 págs.
8º); la traducción fue atendida por su amigo Emilio Bellerio - hijo del viejo
proscripto lombardo Carlo Bellerio. La Liberté de Bruselas dio el texto
original francés ,18 y 19 de agosto) y la Federación de Barcelona una
traducción española (28 de agosto). Se encuentra ahora ese escrito en el sexto
volumen de la edición francesa de sus obras, junto a una polémica posterior de
septiembre-octubre de 1871 y del trabajo especial para el congreso mazziniano
de Roma (1 de noviembre). Este último (Agli Operai delegati al Congreso di
Roma) fue traducido en Nápoles por Palladino y no se difundió más que entre
los delegados. Mazzini lo menciona en su periódico el 16 de noviembre como
"impreso secretamente" por "varios internacionalistas",
pero que "es original de uno solo al que conozco" (Bakunin). Los
demás escritos de Bakunin sobre este asunto debían aparecer en el VII volumen
de las Oeuvres, dejado listo por James Guillaume, cuya edición es
preparada en París. A este pertenece en primera línea La Theologie politique
de Mazzini el Associatíon Internationale des Travailleurs (Neuchatel. 3
1871, 111 págs.); existen muchos otros esbozos manuscritos, pero se presentaron
en tanto trabajos más urgentes y lo publicado había llenado ya completamente al
fin propuesto de mostrar en su verdadera luz a Mazzini ante la opinión publica
socialista italiana y se dedicó después a la tarea inmediata, para hacer
madurar los frutos de esa campaña, es decir, a fomentar la educación socialista
de muchos que se volvían, ahora a Bakunin con el urgente deseo de laborar por
el socialismo y de fundamentar sólidamente la Internacional.
Es lástima que no pueda dar ningún fragmento de los
escritos y manuscritos mencionados, que serían de gran, valor, pues Bakunin,
mediante un complejo de circunstancias, se encontraba justamente entonces en el
punto culminante de la elaboración y del examen profundo de las ideas. Había
deseado desde hacia muchos años resumir en una gran obra sus ideas y su
fundamentación, pero había reprimido siempre esta pequeño ambición literaria y
puso a un lado los grandes manuscritos, para dedicarse solo a la propaganda
directa y a la acción de su tiempo; pocos autores eran tan desinteresados como
él. Cuando después del fracaso de las empresas revolucionarias de Lyon y
Marsella (sept. -octubre de 1870) no le quedó otro recurso que huir por Génova
a Suiza, dio a los escritos políticos de actualidad, que había comenzado a
escribir en agosto, poco a poco una orientación más teórica, especulativa y
generalizada y desarrolló aquella parte de que fue publicado en 1882 por Elíseo
Reclus y Cafiero un fragmento elegido con maravilloso tacto como Dios y el
Estado. Pero Bakunin abandonó todo esto y se dirigió, después de un viaje a
Florencia, al Jura bernés, para estar más cerca de la Comuna de Paris, y con el
propósito de ayudarla. Al volver comenzó los escritos ya citados. Comuna y
Alianza, y entonces se cruzó en su camino Mazzini, un hombre en que todo lo que
Bakunin combatía, -el pensamiento religioso, estatal, nacionalista,
antisocialista-, estaba unido a un alto nivel moral, a un talento brillante y
al más sincero desinterés. Con Mazzini y con Marx, el materialista y el
revolucionario, pero también el representante del socialismo autoritario, había
deseado siempre Bakunin luchar literariamente; pero Marx prefirió combatirlo
con malvados y rastreros argumentos de carácter personal que nunca llegaron a
un nivel literario. Pero Mazzini, que en 1869 había abrigado un deseo idéntico
de escribir una liquidación teórica de todos sus adversarios[4],
estaba en 1871-72 tan cerca de su muerte que esto puede aclarar la causa de que
no haya llegado a una controversia dilecta con Bakunin, lo que habría podido
parecerle necesario, viendo los progresos que la Internacional hacía en Italia.
Cortos viajes con otros fines a Milán (abril de 1870)
y a Florencia (abril de 1871) renovaron las viejas relaciones toscanas y
anudaron otras nuevas con gentes que sólo habían de ser adeptos
transitoriamente o tibios, o que eran adversarios en germen (G. Stampa, A.
Bizzoni, E. Bignami). Sin embargo estas relaciones milanesas frieron
provechosas para la rápida publicación de la contestación a Mazzini en el Gazzetino
Rosa; poco después se dirigió el Joven Vincenao Pezza a Locarno (15 de
octubre) y Bakunin anotó: "completo acuerdo", lo que significa la
admisión de Pezza en el más íntimo círculo italiano. Un mes antes habían
comenzado las relaciones con Turín (6 de sept.), pero aquí, Junto al oficial
garibaldino Perrucca, apareció pronto el espía Tersaghi, que importunó a
Bakunin, el cual tomó por síntomas de enfermedad sus provocaciones y lo apartó
por completo rápidamente, mientras que el movimiento italiano debió sufrirlo
largo tiempo, antes y después de su desenmascaramiento[5].
Pero por medio de Perrucca conoció Bakunin a Celso Cerretti, uno de los
garibaldinos más sobresalientes (mencionado por primera vez el 8 de noviembre),
Por su Intermedio se entendía Bakunin cuando era necesario con Garibaldi.
También comenzaron ahora las importantes relaciones con la Romaña. (Erminio
Pescatori, de Bolonia, el 30 de noviembre; Ludovico Nabruzzi, de Ravena, el 16
de dic). La primera carta de Carmelo Falladino, desde Ñapóles, es anotada el 20
de septiembre; Friscia escribió desde Sicilia, Se encuentran además otros
nombres que ni la excelente memoria de Malatesta pudo esclarecer; sin embargo,
basta lo apuntado para señalar que Bakunin estaba entonces en frecuente
correspondencia y en reiterado contacto personal con los más activos
internacionalistas de Lombardia, Fiamonte, Romaña, Toscana, Nápoles y Sicilia.
La situación en la Internacional y en todos estos
movimientos locales era especialmente complicada y aquí no puede ser esbozada
más que brevemente. El Consejo general dirigido por Marx y Engels había
iniciado ya un régimen arbitrario, sustituyendo el congreso público de 1871 por
una conferencia privada, celebrada en Londres en septiembre, y de este modo
inatentó hacer obligatorias ciertas ideas propias del socialismo de Marx, especialmente
la necesidad de la acción política, la cual significaba la actividad política
en la práctica electoral y en la táctica parlamentaria, la reducción del
socialismo a la
social-democracia. Contra esto habían protestado los
internacionales del Jura en Sonvilller y publicado un manifiesto, la llamada
circular de Sonvillier (nov. 1871). Bakunin escribió en todas direcciones para
aclarar esa protesta, que la sección de Nápoles, por ejemplo, apoyó con una
carta de Palladino al Consejo general. No era fácil hacer comprensibles estas
disidencias internas a las nuevas secciones, a menudo constituidas por viejas
sociedades que algunos entusiastas habían adherido a la Internacional, y cuya
actividad práctica debía comenzar propiamente ahora con una protesta contra los
manejos internos de una organización cuyo prestigio exterior no deseaban atacar
y a la que todavía no pertenecían como miembros formales. Y todos sentían
naturalmente que la propaganda, la organización, la federación y le acción
tenían sus tareas particulares y no rencillas con gentes de Londres que no
tenían la más mínima experiencia práctica de la situación en Italia. Por
consiguiente, todos estos jóvenes revolucionarios, de los cuales muchos no eran
nuevos en las luchas y en las conspiraciones, tenían la firme Inclinación
a echar por la borda todos los formalismos, a Independizarse del Consejo
general de Londres, a declararse internacionalistas por derecho propio y a
dedicarse a un trabajo efectivo. Bakunin, a quien los marxistas acusaban siempre
de haber intentado minar la Internacional, copió justamente en aquellos meses
el monumento de paciencia que constituyen las cuarenta páginas en 4º de la
larga carta a las secciones de Romaña, Al Rubicone (L. Nabruzzi, de
Ravena) e tutti cli altri amici, 23 de enero de 1372, y muchas otras
cartas y manuscritos para incitar a las secciones e llenar las formalidades
necesarias y a ingresar de un modo regular en la Internacional. Hizo
esto naturalmente porque aún tenía fe en los congresos regulares y en una
franca discusión con Marx sobre las ideas, y porque consideraba necesario que
frente a la reacción general y a las persecuciones, todas las gradaciones
socialistas coexistieran en la Internacional con reciproca tolerancia, formando
lo que ahora se llama un "frente único".
En Italia se fundaron directamente secciones, en
parte las sociedades republicanas existentes se declararon por la
Internacional; un tercer camino fue la formación de sociedades obreras mixtas,
como en Romaña. Toscana y Emilia, que se denominaron Fascio operaio;
estaban compuestas primeramente de garibaldinos y de socialistas, y
evolucionaron rápidamente hacia las ideas de la Internacional; sus
personalidades dirigentes comenzaron con una serie de conferencias a estimular
un movimiento expansivo de estos Fasci.
Así se aceptó en Imola, en septiembre de 1871, el
programa de la Internacional; siete sociedades republicanas de Ravena se
declararon por la misma en ese mes. El 4 de diciembre fue fundado el Fasclo
Operato de Bolonia, con Erminio Pescatori como presidente. Este y el joven
estudiante Andrea Costa (nacido en, Imola, 1852) eran entonces muy activos y
trabajaban por una federación de los Fasci y por una organización
general italiana como objetivo posterior. Delegados de Bolonia, Imola, Ravena,
Forli, Faenza, Rimini, etc., se reunieron el 19 de noviembre de 1871. El 18 de
febrero de 1872 estuvieron presentes en Ravena delegados de esta ciudad y de
Forli, Lugo, Madonna dell'AIbero, S, Stefano, S. Bartolo, Bastia, Campiano,
Campinello, Coccolia, S, Pancrazio (todos de la Romaña). Un coronamiento final
de esa labor fue el Congreso de los Fasci operai en Bolonia, 17-19 de
marzo de 1872; estuvieron representadas las localidades siguientes: Bolonia,
Ravena, Fano. Rimini (Marcas), Masignano, Lugo, Montelparo, S. Potito,
Fusignano, Forli, Faenza, Sinigaglia (Marcas), S. Arcangelo, Imola. Hubo
también delegados de Mirándola, Mantua, Nápoles (¿quizás Tucci?), etc. Se
constituyó el Fascio Operaio, Associazione internazionale del Lavoratori.
Federazione italiana Regione di Bologna, etc. (para los pueblos en
particular), y se decidió la celebración de un congreso general Italiano para
mayo. Pero hasta el 14 de junio el consejo regional del Fascio Operaio
de Bolonia no convocó el congreso, el cual se reunió el 4 de agosto y los días siguientes
en Rimini, en forma de una conferencia.
Carlos Cafiero, fue presidente, L. Nabruzzi
vicepresidente, A. Cosía, secretarlo y Tito Zanardelli prosecretario, lo que
significa un reparto exacto de estos puestos entre Romana y Nápoles. La
conocida resolución contra el Consejo general de Londres fue aprobada por los
delegados de las secciones de Nápoles. Solacca (Sicilia), Mantua, Siena,
Ravena, Bolonia, Florencia, Riminl, Imola, Roma, Lugo, S, Potito, Fualgnano,
Mirándola, S. Giovanni, (in Persiceto), Fano, Fermo, Sinigaglia, S. Arcangelo,
Forli y por las secciones de la Umbría (6 de agosto).
Aquí se fundo por fin la Federación italiana
de la
Internacional. Sus Estatutos establecen una comisión de
correspondencia, cuyo secretario, Andrea Costa, se convirtió por eso en la
principal personalidad administrativa, y una comisión da estadística,
constituida por Celso Cerretti, Malatesta, y, según una carta de aquella época
escrita por Costa, el espía Terzaghi, aún no desenmascarado. Estos estatutos
habían sido elaborados por la sección de Nápoles, por consiguiente con
participación de Malatesta. No sé el círculo exacto de acción de la comisión de
estadística: Cerretti, de Mirándola, debía recibir sus cartas (Commissione di
corrispondenza, Nr. 1, Imola, 17 de agosto). En el número 19 de estas cartas
(de las que no conozco más que algunos extractos por los papeles de Cerretti),
escribe Costa a Cerretti (Imola, 21 de agosto): ".... Terzaghi se queja de
que sus compañeros de la comisión de estadística no dan ningún signo de
vida", -lo que podía tener muy buenos motivos, pues ya en marzo había sido
puesto en guardia Cerretti contra Terzaghi por el propio Garibaldi; en Rimini
había él mismo propuesto la comisión de estadística, que debía fijar el número
de miembros, lo distribución de los cargos, etc., e igualmente que se hiciera
fotografiar el congreso. Si esto es verdad, era un evidente propósito policial,
que, quizás fue obstruido gracias a la elección de Malatesta y de
Cerretti a esa comisión. Los asuntos de Turín no estaban definitivamente
aclarados; de esto se preocupó Cafiero inmediatamente después de su regreso de
Suiza: sé detuvo algunas semanas en Turín y presentó luego un informe
aniquilador para Terzaghi (30 de noviembre). Este affaire parece hoy sin
importancia, pero entonces era un elemento perturbador de la Internacional en
algunos lugares, pues hallaba siempre gentes honestas a las que este malvado
inclinaba a espiar y perjudicar[6] a la
Internacional.
La conferencia de Rimini, cuya lista de concurrentes,
que yo sepa, no fui publicada, reunió por primera vez a los internacionalistas
fiel norte, del centro y del sur de Italia, en particular los de Romaña y de
Nápoles, y por ese medio se conocieron muchos para la vida en lo sucesivo,
durante casi diez años, su campo de acción fue toda Italia, hasta que
retrocedió en el norte la orientación revolucionaria, que se restableció pasado
algún tiempo. Posteriormente siguió una rápida y vivaz difusión del movimiento,
que durante un corto período no fue intensamente perseguido por la policía,
pero que tenia que luchar duramente contra los fanáticos mazzinianos, en primer
término con los de la Romaña, donde el 2 de mayo de 1872 fue asesinado
Francesco Piccinini, del Fascio operaio, de Lugo. Durante muchos años se
habló de esa época de persecución como de un lejano pasado, no repetido más
hasta los hechos miserables de los actuales fascistas, que desde 1920 hacen
aparecer el fanatismo de hace cincuenta años como cosa casi baladí.
CAPÍTULO VI
EL PRIMER ENCUENTRO DE MALATESTA CON
BAKUNIN EN SEPTIEMBRE DE 1872 (ZURICH Y SAINT-IMIER)
No parece haberse impreso ningún protocolo de la
conferencia de Rimini, aparte de una hoja rectangular, Associazione Internazionale
dei Lavoratori, 1ª Conferenza della sezione Italiana (Rimini, 1
pág.), conteniendo las resoluciones, que aparecieron también en el Bollettino
dei Lavoratori, (30 de agosto), periódico editado entonces secretamente en
Nápoles y que me es desconocido. Posteriormente se adhirieron otras secciones,
como la de Ferrara,
el 21 de agosto, la de Milán,
el 4 de septiembre. La prueba de la excelente y unánime actitud
anti-autoritaria de los italianos, la ofrece el mismo F. Engels, que escribe a
F. A. Sorge el 2 de noviembre (Briefe, 1906, pág. 76): "Bignami (de
Lodi) es el único mono que en Italia ha comprendido nuestro partido, aunque por
ahora todavía no muy enérgicamente... Está entre los autónomos, y se le debe
tener por consiguiente algo en cuenta"…
La conferencia había protestado en una conocida
resolución contra el propósito del Consejo general de imponer a la
Internacional una doctrina específicamente autoritaria, la del partida
comunista alemán; declaró la ruptura de toda solidaridad con el Consejo general
de Londres y por el contrario, su solidaridad económica con todos los
trabajadores, y exigió que se celebrase en Suiza un congreso general
antiautoritario en los mismos días fijados por fin por el Consejo general para
el convocado congreso de La
Haya. Marx consideró esto como la carta definitiva jugada por
Bakunin para suplantar la Internacional por otra organización; pero en verdad
fue una resolución independiente y precipitada de los jóvenes italianos, que
Bakunin y sus amigos no aprobaron v que no fue realizada. Los Italianos no
tomaron partí en el congreso de La Haya, al que concurrió Cafiero como simple
espectador, y se reunieron con los delegados que volvían del congreso y con
otros en Suiza. Entonces conoció Malatesta a Bakunin.
Aquí no podrán ser relatadas ni las discordias
internas de la Internacional ni tampoco su eco en Italia con una amplitud
suficiente. Estas no son viejas luchas de partido, olvidadas, sino debates de
principios, actos y oposiciones que no difieren grandemente de los de nuestros
días, y es lamentable que tengan tan pocos ante sí, como Malatesta, ese viejo
capítulo de la historia y de !a experiencia socialista, casi desconocido Para
los demás, o lo que es peor, conocido sólo por los informes partidistas
desfigurados, para emplear una expresión suave: y es de lamentar también que no
obstante haber sido refutadas esas deformaciones desde hace tanto tiempo, sean
siempre inescrupulosamente renovadas. Casi desde el principio se dieron a la
publicidad ambos puntos de vista en publicaciones paralelas. L'Egalité
de Ginebra en 1S70 estaba frente a la Solidarité de Neuchatel; el
manifiesto del Consejo general sobre Les pretendues Scisions dans
l'Internationale a la contestación anarquista en el Bullettin, que
apareció también como folleto (Reponse... Neuchatel, Junio de 1872, 45
págs.), del que se hizo una traducción italiano: Risposta di alcuni
internazionali membri della Federazione del Jura alla circolare privata...:
en 1873 apareció el folleto de Marx-Engels-Utin-Lafargue, llamado de la Alianza
y la Memoire del Jura (Sonvillier), de James Guillaume, según materiales
proporcionados en parte por Bakunin y Paul Robin.
Era naturalmente necesario y deseable buscar
materiales más íntimos para profundizar este asunto: fue esto posible cuando se
publicó en 1895 una parte considerable de la correspondencia de Bakunin (la
mayor parte cartas en ruso). Entonces, después de diciembre de 1892, aproveché
ya sus manuscritos, sus cartas posteriores reunidas y los recuerdos de sus
amigos sobrevivientes, etc., y recogí todo ese material en una biografía de
Bakunin (Londres, 1896-1900), que apareció en tres grandes volúmenes,
poligrafiada en cincuenta ejemplares: el material que se acumuló desde entonces
está en parte en algunos volúmenes suplementarios, y en parte, todavía no
utilizado. Por consiguiente, me fue posible recoger este conjunto en algunas
cortas exposiciones, es decir, sus relaciones con el movimiento en Italia
(1864-72, 54 págs.), España (1868-73, 60 págs.), y Rusia (1864-73, 65 págs.),
que vieron la luz en los años 1912, 1913 y 1915 en el Archiv für Me
Geschichte des Sozialismus und der Arbeiterbewegung, del profesor Gumberg,
una revista científica Independiente en la que podía exponer libremente mi
concepción: un corto esbozo biográfico apareció también como contribución a un
periódico anarquista de Berlín y cerno folleto (Berlín, 1901, 64 págs.), y otro
en la revista de Stokolmo Roeda Fanor (1921). Esta biografía era
demasiado detallada y extensa para hacerla accesible al gran numero, pero
contribuyó cuando menos a despertar el interés histórico de James Guillaume por
ese período. Guillaume, piedra angular de la Internacional antiautoritaria
hasta el comienzo de 1878, se sumió después por 25 años entre otras cosas en el
estudio de la revolución francesa, hasta que lo sacudió el reanimado,
sindicalismo francés y le devolvió a las actividades de actualidad, El
únicamente utilizó todo mi material, lo mismo que ni de los volúmenes
suplementarios, y lo asoció a BUS recuerdos y a los periódicos por él
redactados (Progrés, Solidarité, Bulletin) en una sucesión
de casi diez años, y aclaró además ciertos detalles gracias a hondas
investigaciones e informes; así surgieron los cuatro volúmenes de la
Internationale (Documents et souvenirs, 1864-1878, París, 1905-1910), que toma
de nuevo esencialmente por base un corto libro del doctor Fritz Brupbacher, de
Zurich, sobre Marx y Bakunin, (1913, reeditado en 1922). Además, los cinco
volúmenes de Oeuvres de Bakounine (T. II-VI), editados por Guillaume (el
primero fue publicado por mí mismo en 1895) contienen un esbozo biográfico de
Bakunin; un volumen ulterior (t. VII) lo dejó Guillaume listo para la
impresión, y su aparición está próxima.
En el curso de esos largos trabajos hallé lo aquí
expuesto sobre Malatesta y parcialmente lo oí también de sus propios labios:
pero mi objeto principal era la historia interna del movimiento y de Bakunin,
no los acontecimientos de la vida de Malatesta. Por consiguiente existen
lagunas que no puedo colmar todavía y hasta me alegro de que no esté todo
aclarado, pues así espero que nos relatará él mismo mucho aún. Advierto todo
esto aquí para dejar sentado que si no penetro más hondamente en la vida
interna de la Internacional, no es precisamente a causa de la falta de
material, sino más bien debido a la abundancia del mismo; se podría llenar casi
un libro con la historia de la Internacional Italiana
desde la Comuna de París hasta la conferencia de Rimini en 1872; pero si en (o
referente a Bakunin existe bastante buen material, sin embargo falta el
material local Italiano en idéntica proporción; gran parte de él se encuentra
perdido en periódicos y en actas de procesos, mientras que la tradición, oral
directa debe haberse interrumpido.
De parte del marxismo, desde 1873 y durante muchos
años, no aconteció nada; las viejas calumnias fueron constantemente
reproducidas y cuando ya hacia tiempo que los documentos de Bakunin habían sido
expuestos, apareció un libro sobre las mentiras de 1873, que señaló un
rebajamiento que de hubiera creído imposible (1904). En el mejor de los casos
se puede decir que el cambio de correspondencia de Sorge con Marx, Engels, J.
Ph. Becker y otros (1906), la correspondencia privada de Marx y Engels (1913) y
las cartas de Marx al doctor L. Kügelmann (1902), nos revelaron este secreto
circulo y que el esperado editor del protocolo, etc., del Consejo general (que
estaba próximo a aparecer en la fundación Antón Menger
de Viena en 1914, y que, postergada desde entonces, aún no se abandonó la
intención). N. Riasanoff, exhibió algún material interesante en Neue Zeit
y en el mencionado Archiv. Lo que estos documentos pueden contener
todavía, -y pueden ilustrar la breve relación con la Internacional en sus
primeros balbuceos de algunos italianos que estaban bajo el influjo de
Mazzini-, señalan sólo para la época a que nos "referimos aquí, con qué
increíble grado de ignorancia fueron tratados por Engels y BUS amigos los
asuntos de España y de Italia, y por nuestra parte tal vez deberemos conceder
en ciertas ocasiones que el desconocimiento superó aún a la maldad y al
prejuicio. Algunos de los pocos marxistas que por lo demás se preocuparon algo
de ese asunto, E. Bernstein y P. Mehring especialmente, comprendieron los
procedimientos y los subterfugios desleales de Marx perfectamente y expresaron
su asombro y su desaprobación, pero este conocimiento no bastó para mucho
tiempo. Una incidencia Jocosa es la dada por las memorias de Bernstein,
publicadas en 1918. donde dice más o menos de Malatesta que este es probable
que sostenga todavía la vieja bandera, y llega a esa conclusión, no por un
verdadero conocimiento, sino sólo por una conjetura de que Malatesta era
probable que viviera todavía y fuese aun anarquista como en la época de 1879
más o menos a que se refiere.
Un factor principal de las luchas Intestinas de la
Internacional en aquel tiempo era la creciente superfluidad de la
administración central frente a la vida local Independiente y Juvenil que
comenzaba por todas partes; en lugar de apartarse cuando no se le necesitaba,
el Consejo general se encolerizo cuando se le dejó de tener en cuenta.
Garibaldi escribió el 19 de diciembre de 1871 a Celso Cerretti:
"Somos una rama de la Internacional. Pero esto no puede quitarnos el derecho
a ordenar como querramos nuestras cuestiones internas". En este sentido
los Fasci operai no se preocuparon de los Estatutos generales; el Statuto
del congreso de Bolonia (17-19 de marzo de 1872, 25 págs.) había de la más
completa solidaridad con la Internacional, pero no menciona al Consejo general
de la misma. Bakunin,
como se ha dicho, no animó indudablemente tal actitud; véase lo que escribió a
la Romaña (3 de enero); "Veo bien que todos vosotros sois
internacionalistas de corazón, pero todavía no tenéis el valor de declararos
abiertamente como secciones de la Internacional".
Garibaldi defendía siempre puntos de vista más o
menos como el siguiente (en una carta a Celso Cerretti, 30 de diciembre de
1871): ... "Por tanto creo que para dominar el bizantinismo que afecta a
toda la democracia, hay solamente un medio: la dictadura honesta y
temporal"; Bakunin combate estas ideas en las cartas de aquel tiempo; el 3
de enero de 1872 dice: "Su (de Garibaldi) idea fija es la dictadura, y
nada es tan opuesto a la revolución social como la dictadura"...
El más acabado trabajo de propaganda conservado de
aquella época es sin duda la larga carta de Bakunin a Celso Cerretti, del 13 al
27 de marzo de 1872, escrita después de la noticia de la muerte de Mazzini (impresa
en la revista de Bruselas La Societe Nouvelle, febrero de 1896. págs.
174-199). Aquí son discutidos los partidos radicales italianos y sus jefes y
las condiciones de una revolución social italiana, la misión de la población
agraria, etc. Prevé las persecuciones próximas contra la Internacional y
aconseja oponerse a ellas por medio de una organización secreta en el seno de
las secciones. Aún cuando las sociedades públicas existan... "pienso yo
que comprenderéis tarde o temprano la necesidad de crear en el interior de las
mismas núcleos consistentes en los miembros más abnegados, más seguros, más
enérgicos; en una palabra, de los más íntimos". Estos núcleos,
formados en todas partes, debían mantenerse en estrecha relación, en Italia y
en el extranjero, y serian el alma vivificadora e inspiradora de la
Internacional, ese cuerpo enorme, ocupándose de las cuestiones que no puedan
ser públicamente tratadas… "Formarían el puente necesario entre la
propaganda teórica socialista y la práctica revolucionaria"...
En julio de 1872 no fue preparado directamente ningún
movimiento revolucionario, pero la situación y el espíritu eran sin embargo muy
distintos de aquella desesperanza que dominó a los partidos socialistas tantos
años hasta 1914 y los hizo tan débiles ante los sucesos de 1914 como ante los
actuales. La Internacional italiana era entonces una fuerza en todos sus más
activos representantes, la cual proyectaba y esperaba una acción efectiva en un
momento oportuno. El ejemplo de Garibaldi, la Comuna de París y la revolución
española de 1868 estaban presenten ante ella, y la revolución española no había
terminado todavía. El nuevo régimen burgués había acrecentando desde 1860 el
descontento social, había hecho seguir la opresión feudal de una opresión capitalista
más intensiva aun. Una revolución no era algo utópico y fabuloso para esos
hombres que querían hacer suceder al renacimiento nacional (risorgimento) el renacimiento
social y esto con los medios utilizados desde varias generaciones (la
revolución, la conspiración, la violencia). Esto puede darnos una impresión de
la intensidad, del fuego, de la firme confianza de la naciente Internacional
italiana.
Aun cuando aquí no se haya hablado, por la carencia
de fuentes directas, sobre Malatesta, sin embargo esto no quiere decir que nos
hayamos apartado de él; puesto que justamente estas relaciones hicieron a todos
sus amigos y lo determinaron a él mismo en lo que fue entonces, y en lo que,
con la más maravillosa firmeza, es hoy todavía, sin que haya descuidado
armonizar estas ideas con las de las épocas ulteriores y con las de los tiempos
actuales.
Así, pues, en aquella época, después de la reunión de
las secciones italianas en Rimini (agosto de 1872) tuvo lugar justamente el
Congreso de la Internacional en La Haya, que debía fulminar a Bakunin y su
orientación, lo cual puso en contacto personal a los elementos revolucionarios
más avanzados. Esto sucedió por su viaje a Suiza en septiembre de 1872, donde
todos ellos se encontraron con Bakunin.
Bakunin, en casa de quien había caído entonces el
inteligente joven Vicenzo Pezza (Milán), enfermo de muerte, (murió en enero de
1873), estaba desde el 25 de agosto nuevamente en Zurich, muy ocupado con la
correspondencia internacional y los asuntos rusos, pero preparaba el futuro y
escribió el 30 de agosto una "Constitución de los P. P," (quizás de
los hermanos internacionales), después los "Estatutos de la Y" (de la
Alianza, 3, 4 y 5 de septiembre, -todo esto según su Diario), es decir,
escribió entonces una versión nueva de los estatutos de su grupo íntimo para
los visitantes esperados. El cuatro de septiembre: "Carta de
Benjamín" (Malatesta); el 5: "Beppe viene, después Giacomo"
(Fanelli y Nabruzzi); 6: "Discusiones y lectura de los Estatutos
propuestos"; 7: "Malatesta viene"; en ese día, pues, conoció
personalmente Malatesta a Bakunin; el 9: de una y media a seis de la tarde
lectura y discusión de los Estatutos; el 11: vienen de La Haya Cafiero,
Adhemar, Schwitzguebel (Jura), Morago, R. Farga Pellicer, Marselau y el francés
Alerini, los cuatro delegados de la Internacional española; el 12 viene Costa;
por la mañana y por la tarde discusión de los Estatutos; el 13 son aceptados;
"beso fraternal y apretón de manos"; por la noche se habla del
próximo congreso de Saint-Imier.
El 14 se dirigen Bakunin y los italianos, el joven
francés Carnet (Lyon) y un número de estudiantes rusos a Chaux-de-Fonds, en el
Jura, y encuentran allí a otros rusos y a Luís Pindy, que había sido miembro de
la Comuna de París. El 15 tuvieron lugar los congresos jurasiano e
internacional de Salnt-Imier; James Guillaume, Lefrançais, miembros de la
Comuna, estuvieron presentes; el 16, fin del congreso, marcha a Neuchatel,
donde el 17 se celebró una sesión de los "P. P." (miembros de la
Alianza) en que tomó parte Guillaume.
El 18 nueva sesión en Zurich; el 19 discusión de los
medios; aquí anota Bakunin: "platonismo doctrinario de Marselau"
(español); 20; "discusiones con Marselau; todo reconciliado". El 21
se conviene el sistema de correspondencia; el 22 parten los españoles; el 23 de
septiembre dejan a Zurich también Pezza, Fanelli, Cafiero, Nabruzii y
Malatesta.
Aún estas cortas noticias ponen de manifiesto cuan
intensamente se trabajaba en el más íntimo círculo de Bakunin y cómo el joven
Malatesta tuvo en 16 días la más completa ocasión de conocer todas las formas
de la vida de la Internacional, desde las discusiones más reservadas con
Bakunin hasta los congresos públicos y la simpática vida y los movimientos de
las secciones del Jura.[7]
Los Estatutos diferenciaban los hermanos
internacionales, los nacionales y los provinciales, etc.; en Italia, Cafiero,
Costa, Nabruzzi, Fanelli y Malatesta fueron los únicos "hermanos internacionales".
El nombre de la sociedad era el de Alleanza socialista rivoluzionaria
(véase Malatesta en La
Questione Sociale, Paterson, N. J., 25 de noviembre de
1899).Los presentes en Zurich copiaron los estatutos y los llevaron consigo a
Italia. Quizás esta copia fue ya una traducción italiana, que existió en seis o
siete ejemplares, de los cuales uno, de puño y letra de Costa, titulado Programma
cd ogetto dell'associozione fue secuestrado en 1874 en Florencia entre los
papeles escondidos por F. Natía. En el proceso de Florencia presentó la
Justicia este documento. Algunos fragmentos publicados en los Dibattimenti
(1875, págs, 333-35) y otros documentos de Bakunin hicieron posible iluminar un
poco más este asunto. Pero esto no intervino en todos los grandes procesos y de
la reunión de Zurich no se habló tampoco en ellos, según se desprende de los
informes procesales de 1875 y 1876, que tuve ocasión de conocer. Me afirmé
sobre esto tan sólo en el 92, gracias al propio Malatesta, y el diario de
Bakunin, que conozco desde 1903, dio todas estas particularidades que ninguna
otra fuente hubiera conservado de igual modo. Malatesta me dijo en 1904: todos
éramos, antes que otra cosa, miembros de la Alianza secreta y como tales
fundábamos secciones de ¡a Internacional a fin de tener un medio en que poder
actuar las ideas y fines de la Alianza. La Internacional
en Italia no era una federación de sociedades obreras, sino una sociedad
puramente política para los fines de la Alianza.
La marcha de Costa no fue mencionada por Bakunin;
¿permaneció tal vez en el Jura'' En todo caso volvió a él y atendió la
Impresión del periódico secreto, La Rivoluzione Sociale
(Neuchatel, septiembre de 1872), que no pude encontrar nunca; el Programma e
Regolamento della Federazione Italiana y el artículo Situazione e
Programma aparecieron en esa hoja.
Malatesta, pues, vio del extranjero primeramente a
Zurich, donde en aquel año florecía el movimiento estudiantil ruso, y el Jura
suizo; la Internacional jurasiana, los fugitivo de la Comuna y la Internacional
española formaron el ambiente de aquellas semanas. No sé cuándo comenzó a leer
español; pero encontré todavía en Italia resto de las hojas internacionalistas
españolas de aquel tiempo, la Federación, de Barcelona y hasta periódicos de
Mallorca, y fueron justamente estas publicaciones, mayores que las italianas y
de aparición más regular las que leyó en cuanto le fue posible. De los españoles
concurrentes a Zurich pudo haberle causado una impresión duradera T. G. Morago.
Estas semanas borraron perfectamente en todos los
participantes la penosa impresión del congreso de La Haya. Del Jura se
recordaba Malatesta el detalle de que los niños de Saint-Imier tomaron a
Bakunin por Garibaldi. Del joven Malatesta tenían los templados jurasianos el
mejor concepto; era partidario decidido del ataque directo, del ataque a la
bayoneta, como se solía decir. En Costa advirtieron una infantil volubilidad
que tenia gran atractivo, pero que no le permitía persistir en el nivel a que
había llegado por su inteligencia precoz y amplia y por su celo demasiado
temprano.
De este modo, bajo auspicios amistosos y felices,
entró Malatesta en el círculo más íntimo del movimiento más avanzado de aquella
época y de esta, el más joven de todos y seguramente por todos amado, pues el
nombre de "Benjamín" con que es designado en el Diario de Bakunin
permite inferirlo.
CAPITULO VII
LA INTERNACIONAL ITALIANA EN EL AÑO 1873; EL CONGRESO DE
BOLONIA; BAKUNIN Y CAFIERO
De la historia de la Internacional italiana desde el
otoño de 1872 y de los acontecimientos de la vida de Malatesta en esa época son
conocidos los rasgos principales, pero por una serie de accidentes destruyó o
dispersó los documentos íntimos del género de los que poseemos sobre los años
1871-72. Bakunin conservó sus manuscritos, los borradores o los originales de
largas cartas, hizo también anotaciones en su diario hasta fines de 1872. Pero
en Locarno tuvo lugar una selección y un incendio de su correspondencia, en
presencia de A. Ross, que había quemado también en Zurich los papeles de
Netchaief salvados por él en Paris en 1872, y lo que se pudo encontrar después
del abandono de la Baronata en el verano de 1874 fue condenado n las llamas por
Cafiero, Más tarde (1876) Costa reunió material para la biografía de Bakunin,
del que desapareció finalmente la parte conservada en Suiza, lo mismo que el
material recosido por Cafiero cinco años después, tina parte del cual
pertenecía a los documentos de Schwitzguebel relativos al Jura, desconocidos
completamente hasta ahora, si es que no están perdidos desde hace tiempo.
También el propio James Guillaume quemó en 1898, en un momento de humor
sombrío, mucho del material más Intimo que conservaba y se asombró grandemente
cuando unos años más tarde encontró utilizada en mi biografía de Bakunin una
copia del más raro de esos documentos, que había permanecido ignorada, y cuyo
original no había dejado nunca de vigilar desde 1874 y que según su parecer de
aquella época no habría debido desamparar. Aparte de todo eso, la correspondencia Intima
de 1873 fue restringida, en parte porque Bakunin, al tratar asuntos serios, se
había hecho precavido (el 4 de abril de 1874 escribía a su viejo amigo el
profesor A. Vogt de Berna que no se pondría encontrar rastro alguno cíe algo
escrito por él), en parle porque los italianos iban a menudo a Locarno,
quedaban en la Baronata con franqueza y todo el tiempo necesario y trataban
todas las cuestiones verbal mente.
Esto se demostrará en cierto grado por el hecho de
que las "cartas de la comisión de correspondencia de la federación
italiana para los años 1872 y 1873 secuestradas al acusado Natta" que
"las había escondido en un hueco del muro de su taller" (palabras del
fiscal en el proceso de Florencia de 1875, Debattimenti pág, 319),
-Natta fue al secretario que sucedió a Costa-, es decir, que gran masa de
correspondencia de los sucesos reales internos de esos años no contenían nada
esencial, pues de lo contrario hubiera sido expuesto en los grandes procesos de
aquel período. Por entonces fueron arrestados todos los propagandistas
conocidos, se registraron sus domicilios o fueron desterrados, sin que se
encontrase material justificativo; por consiguiente, o no existía ese material
en forma escrita o fue destruido entonces y en las persecuciones posteriores,
Ninguno de los del círculo intimo de Bakunin hizo confesiones ni se
comprometió: así, pues, el gobierno, a pesar de todos sus Tersaghi, no logró
dar efectivamente con la Internacional. Claro está, esto no impidió los
encarcelamientos a granel, con prisión preventiva Ilimitada, sin que fuesen
promovidas verdaderas acusaciones, cosa que afectó a los propagandistas más
activos. A Malatesta le alcanzó dos veces este procedimiento en el año 1873 y
le costó ocho meses de prisión, casi tanto como su última prisión preventiva de
1920-21.
Después de los congresos de La Haya y de Saint-Imier
y del traslado a New York del Consejo general de Londres, que debía aparecer
idéntico a su eliminación como uno de los factores efectivos de los movimientos
socialistas europeos, se esforzó Bakunin por mantener unidas en todo caso las
fuerzas Integrantes de la
Internacional. El punto de vista teórico de Bakunin fue
siempre conservar la organización sobre la base de los estatutos originarios de
Ginebra, de la solidaridad económica mutua y de la abolición de todas las
instituciones autoritarias y centralistas en la organización. En
el fondo esta era una táctica conservadora a la tute los jurasianos se
adhirieron do buena gana, en tanto que para los jóvenes revolucionarios
italianos podía ser indiferente, ya que ellos deseaban la acción internacionalista
inmediata y significaba muy poco o nada lo solidaridad platónica con lejanas
gentes de las más encontradas opiniones. En otros países, como en España,
Bélgica, Inglaterra se debía contar con otra táctica local. Los congresos
nacionales de nochebuena de 1872 (en Córdoba y en Bruselas) y en marzo de 1873
(en Bolonia), etc., son grados del lento progreso cíe la táctica de Bakunin y
Guillaume, que por último fue adoptada en-el congreso internacional de Ginebra
(septiembre de 1873), Véanse más detalles en el detallado protocolo, (Lócle,
1874, 119 págs.). Costa fue allí el más distinguido delegado italiano;
Malatesta estaba entonces preso.
La activa correspondencia italiana de Bakunin, como
indica et Diario desde octubre de 1S72 hasta fines del mismo año (el Diario
para 1873 debe ser considerado romo perdido) se habría ocupado de esta
cuestión, pues cartas paralelas fueron enviadas al Jura y a España, o pudo
haberse referido a toa asuntos internos de la Alianza. Se lee en el
Diario: 25 basta 31 de octubre gran carta colectiva a los Italianos; 31 de
octubre hasta el 1 de noviembre gran carta colectiva a los jurasianos; 2 hasta
3 de noviembre carta colectiva a los H(ermanos) de España. Después: 6 a 8 de noviembre, circular
número 2 con cifras de Hugo (Bakunin) a los Ermani (hermanos). Nueva carta
colectiva a los tres grupos, del 27 al 30 de noviembre, y a España (16 de
diciembre) para el congreso de Córdoba.
El 29 de octubre revisa Bakunin su correspondencia y
quema muchas cartas. El 31 de octubre envió también cartas a Cafiero,
Malatesta, Pezza, Fanelli, Friscia, Palladino, Testini, todas, a la dirección
de Malatesta, o sea a Nápoles. El 1 de noviembre: carta a Pezza, a Malatesta y
a Fanelli; el enfermo de muerte Vincenzo Pezza se encontraba, pues, en el sur;
después de su muerte, en enero de 1873, resolvió la sección de Nápoles editar
sus escritos, cosa a que no llegó. Cañero está de nuevo en Locarno (desde el 4
al 11 de noviembre). Un cambio de correspondencia con Palladino. El 17 de
noviembre: Cartas de Benjamín (Malatesta) y de Armando (Cafiero). El 21 de
noviembre viene Fanelli. El 8 de diciembre: Cartas de Alerini, Farga Pellicer
(ambos en Barcelona), Cafiero y Benjamín (Malatesta); el 9: carta de Malatesta;
el 12: Carta de Cafiero con cartas de Frísela, Nabruzzi y Benjamín. El 25 de
diciembre visita de Cafiero, de Palladino y de Fanelli (25 basta el 2S de
diciembre; el 29: "se habla sobre nuestros asuntos, es aceptado una
resolución reservada de los hermanos" (sobre esto no sabemos nada más).
Después aparecen dos italianos, no reconocidos más y son admitidos en el
círculo interno, probablemente en el de los hermanos nacionales. Nabruzzi es
invitado a ir a Locarno. Con esto termina el año 1872 y las noticias
posteriores están interceptadas para siempre como con una barrera.
Al final del calendario de bolsillo hay algunas
direcciones: están juntas: "Nicoló Bellerio, poste restante, Nápoles y por
Cario "(Gambuzzi) como dirección de Malatesta, y una dirección en Lausana
de "Mr. Kropotkin". El azar reunió estos dos nombres por mano de
Bakunin, Por lo demás se trataba aquí indudablemente del hermano de Kropotkin,
Alejandro, que estaba lejos de la orientación de Bakunin; Pedro Kropotkin no
estuvo jamás en relación con Bakunin.
El 10 de enero de 1873 fue convocado el congreso
italiano para el 15 de marzo en Mirándola, donde vivían Celso y Arturo
Cerretti. Pero la sección local fue disuelta, C. Cerreíti encarcelado y la
comisión de correspondencia invitó a los delegados a Bolonia, donde tuvo lugar
el 15 de marzo la primera sesión en Una fábrica. El 16 de marzo fueron
detenidos Andrea Costa, Malatesta, Alceste Faggioli, A. Negri y otros
delegados, pero el congreso se reunió de nuevo en otro lugar, con 53 delegados
representando a 15 secciones, entre las que hay que contar a las federaciones
locales de Nápoles, Florencia, Rávena, Rímini, Turín, Mirándola, Módena,
Ancona, Siena, Pisa, Roma, a las secciones de Forli, Faenza, Lugo, S. Potito,
Fusignano, Fermo y sus alrededores, Menfi, Sciacca (Sicilia), Asimo y otros
pequeños pueblos.
No siendo esta una historia de la Internacional Italiana,
no menciono ni las resoluciones por las cuales fue modificada la organización,
ni las resoluciones de un gran interés teórico y general, de las cuales algunas
señalan la propia mano de Bakunin o el más grande influjo de sus ideas. Se
resolvió participar solamente en lo sucesivo en un congreso internacional
convocado para la discusión de las siguientes reformas: 1 – completa
reconstrucción del viejo prefacio de los estatutos de la internacional; 2 – la
solidaridad en la lucha económica es destarada como el único ligamen entre los
miembros, y toda federación, sección, grupo o miembro individual tiene completa
libertad de aceptar el programa político deseado y de organizarse para el mismo
pública o secretamente, siempre bajo la condición previa de que ese programa no
esté en conflicto con el fin de la sociedad, es decir, con la completa y
directa liberación del proletariado por el proletariado mismo; 3 – la
abolición de toda autoridad y fuerza central en la suciedad, por consiguiente
entera libertad para organizarse y completa autonomía de tas
federaciones y secciones,
El congreso se declaró ateo y materialista y
no reconoció ninguna otra acción política fuera de la emprendida en armonía con
los trabajadores de todo el mundo para la directa realización de esas ideas;
rechazó toda participación y complicidad en las intrigas políticas de la
burguesía, aunque se llamasen democráticas y revolucionarias. Más adelante se
declaraba que si los obreros de otros países no estuviesen de acuerdo con las
ideas aprobadas allí unánimemente, están en su derecho, y eso no impide la
solidaridad con ellos, supuesto el caso que no deseasen imponer sus ideas a los
demás.
Las detenciones retrasaron la publicación y la
difusión de estas resoluciones. Finalmente el Consejo federal belga propuso que
la federación del Jura invitase a un congreso general, este fui el origen del
congreso de Ginebra de septiembre de 1873.
Andrea Costa escribió en 1900 (Bagliori di
sociatismo, Cenni storici, Florencia) que, si bien en Nápoles ya
habían tenido lugar las persecuciones, las detenciones en marzo de 1873 fueron
el comienzo característico de las necias y miserables persecuciones que duraron
siete años (y que si cesaron entonces para Costa, que se adhirió a la política;
pala los anarquistas persisten todavía). En aquella época fue inculpada la
Internacional por primera vez de ser una associazione di malfattori;
pero los tribunales no aceptaron ese punto de vista del gobierno y los
detenidos fueron puestos en libertad después de dos meses de prisión; por ¡o
demás siguieron otras detenciones en Lodi, Parma, Roma, etc.
Entonces pasaron Malatesta y Cafiero 54 días en la
cárcel, es decir, hasta primeros de mayo. Después Cafiero se dirigió a Apulia,
a su ciudad natal, Barletta, para cambiar en dinero su posesión, en cuya venta
precipitada perdió mucho; su conducta te valió la más amarga enemistad de su
familia completamente reaccionaria. Previó que podría serle arrancado el
derecho de disponer de sus bienes cuando se conociesen los fines
revolucionarios a que los dedicaba. Sobre Malatesta nada sabemos durante seis
semanas; pero después se dirigió a Locarno y pasó algún tiempo, quizás algunas
semanas, con Bakunin.
En el verano de 1873 parecía inminente una revolución
en España, y Bakunin, incitado por sus amigos españoles, resolvió trasladarse a
ese país. Si este viaje debía hacerse sin que Bakunin fuese reconocido, era
preciso prepararlo minuciosamente y se pensaba que habría debido hacerse desde
un puerto de Italia a un puerto español (Bakunin habría tomado la apariencia de
un rico inglés o americano e ido de Liorna o Nápoles a Cádiz o Barcelona, por
ejemplo). Sólo Cafiero podía dar los medios para elfo y se encontraba todavía
en Barletta, por consiguiente debía ser puesto al tanto de las cosas, y como
esto no era posible hacerlo por carta se dirigió Malatesta a Barletta y fue
detenido allí tres días después de su llegada y mantenido en prisión seis meses
y después, naturalmente, sin que se le presentara una acusación, puesto en
libertad. Esto sucedió en los meses de julio de 1873 a enero de 1S74, pues
él recuerda que las noticias de Alcoy, donde había entallado el movimiento el 9
de julio, precipitaron su marcha de Locarno.
Como se recuerda Z. Ralli (Zamfir C. Arbure, un
rumano activo en el intimo círculo ruso de Bakunin desde 1872), él y Malatesta
copiaron una larga carta de Bakunin a España, refiriéndose a las corrientes y
acontecimientos antiestatales y federalistas de la historia española. En julio
de 1874 escribe Bakunin amargamente en un documento privado sobre la falta de
energía y de pasión revolucionaria tanto en los jefes como en las masas.
Malatesta, que a fines de 1875 llegó a conocer estos movimientos en la cárcel
de Cádiz, que esta vez vio sólo en calidad de visitante, y en otros lugares,
escribió en un artículo, que no tengo a mano en este momento, algunas,
observaciones criticas sobre los sucesos de San Lucar de Barrameda y de Córdoba,
publicado en el Grido degli Opressi, de New York, y en español en El
Despertar (Brooklyn) el 1 de abril de 1894. También Pedro Kropotkin supo
relatar este fracaso de acuerdo a íntimos informes que había recibido de Paul
Brousse (1873, en Barcelona) y de Viñas. Yo no tengo espacio para ocuparme del
asunto, que puede ser conocido por medio del citado informe de la federación
española al congreso de Ginebra (1373) y por el conocido y corto resumen
histórico de la historia del movimiento español de Arnold Roller (1907).
También James Guillaume conoció en 1873 el propósito de Bakunin de dirigirse a
España, pero del viaje de Malatesta a casa de Cafiero con ese objeto no tuvo
noticia alguna.
Es de presumir que Bakunin habría llegado demasiado
tarde y no hubiera sido capaz, como le sucedió igualmente en Lyon en 1870, de
agrupar en corto tiempo a los elementos de la más distinta naturaleza para una
acción común, y además el pueblo, según lo demostraron los acontecimientos de
Barcelona, no apoyó la acción anarquista independiente, de forma que quizás
habría sitio derrotado y terminado sus días en una cárcel española, -pues en
días fueron retenidas largos años las víctimas de estas luchas.
Mal atesta perdió, pues, esta experiencia y al mismo
tiempo un medio año fiel movimiento italiano. En esa época tuvieron ligar
varios congresos provinciales para la fundación de federaciones regionales que
debían abarcar la Romaña, Umbría y las Marcas, Nápoles, Piamonte, Liguria,
Venecia, Lombardia, Toscana, Sicilia y Cerdeña. No todas estas federaciones
fueron fundadas formalmente, y algunas de ellas y sus periódicos tuvieron un
corto período de vida. Pues lo que construía siempre la Internacional lo
destruía decididamente el gobierno, no por medio de acusaciones legales contra
las organizaciones y sus miembros, sino sencillamente por las medidas
administrativas, las disoluciones de los organismos creados y las detenciones
arbitrarias de los propagandistas conocidos, como la de Mala-testa en
Barletta, donde seguramente, sin embargo, nadie oyó ni supo nada del plan
español secreto que se trabajaba. Pero todas estas disoluciones, etc., no
tenían efecto persistente alguno, pues los miembros más destacados permanecían
en contacto y se volvían a agrupar pronto, localmente, de un modo u otro. Este
procedimiento gubernamental de poner fuera de la ley a las organizaciones de la
Internacional llevó necesariamente a una convicción que consideraba la
prosecución de la propaganda paciente como completamente imposible e inútil y
que empujaba a la acción revolucionaria. Esto condujo a los sucesos de 1874.
¿Es posible, me pregunto, que la nota de Bakunin en
su calendario privado, del 29 de diciembre de 1872 en que dice, estando
únicamente en Locarno Cafiero y Palladino, que en la discusión de sus asuntos
se tomó una resolución muy íntima[8]; es posible
que esta nota se relacione con la primera proposición de Cafiero de hacer da un
terreno (casa y jardín) en Locarno -al borde del lago, para ir secretamente en
barco a Italia si se quería- un centro revolucionario? Otras informaciones
dicen que esta proposición fue hecha en el otoño de 1872 o en el invierno de
1872-73. La propiedad pertenecería nominalmente a Bakunin, con lo cual se
habría convertido en ciudadano suizo, es decir, no podría ser expulsado ni
alejado de la frontera y eso tendría un gran valor en la preparación de los
movimientos revolucionarios de Italia. Sea como quiera, en iodo caso, esto fue
considerado desde entonces, y este es el motivo por el cual Cafiero, preocupado
de este proyecto, al que dedicó toda su riqueza, rehusó a Bakunin el dinero
pura el viaje a España, que había pedido por carta después del arresto de
Malatesta. Fue él mismo en agosto a Locarno y entregó grandes sumas para la
compra y el arreglo de una gran posesión desatendida llamada la Baronata,
situada al norte de Locarno, junto al Lago Mayor. En aquel otoño estuvo Bakunin
ausente algunas semanas en Berna, pues aquel plan debía servir también para su
retiro aparente del movimiento; Cafiero se ausentó del mismo modo repetidas
veces. Durante todo ese tiempo los empresarios locales, los obreros que
no se molestaban grandemente y algunos compañeros que vivían allí demasiado tiempo,
todo eso causó una gran cantidad de confusión, de retrasos y de gastos mucho
más grandes de lo que se esperaba, de modo que Bakunin experimentó poco a poco
horribles aprensiones sobre el término de aquel desconcierto, y que Cafiero,
cuando algunas personas no muy bien intencionadas hacia Bakunin le llamaron la
atención, manifestó su cólera de una manera verdaderamente penosa y su amistad
ilimitada hacia Bakunin sufrió uno de los más terribles golpes. Esto sucedió en
julio de 1874 y tuvo una influencia persistente en la vida ulterior de Bakunin.
Yo pienso que si Malatesta no hubiera sido mantenido entonces seis meses en
prisión en Barletta, con su gran sentido práctico había evitado este desastre
del que ni Bakunin ni Cafiero se volvieron a reponer verdaderamente. En este
sentido et encadenamiento de los sucesos que se extendieron desde Alcoy, por
Locarno, hasta Barletta tuvo una consecuencia justamente trágica, y si 1871 y
1872 fueron unos años tan felices para Malatesta, en 1873 le había abandonado
esa dicha.
CAPÍTULO VIII
LA INSURRECCIÓN DE 1874; MALATESTA EN CASTEL
DEL MONTE, APULIA (AGOSTO 1874)
Los acontecimientos insurreccionales de agosto de
1874, amplios en la concepción, pequeños en la realización práctica, eran la
consecuencia necesaria de la tensión creciente y de la expectativa de la mayor
parte de aquellos que hasta 1871 habían aceptado tan francamente la revolución
social como su fin supremo. Las persecuciones hacían casi imposible la
propaganda y, esto no debe ser olvidado, todos los complicados problemas
obreros de los tiempos ulteriores, lo referente a las reformas y a la
legislación, no existían tampoco entonces para Italia. Había especial mente un
número de obreros inteligentes, hábiles, más o menos aislados, grandes masas de
jornaleros del campo muy pobres y muy ignorantes, de pequeños arrendatarios y
de campesinos. Por tanto, se decidla y se preparaba un movimiento más
rápidamente que después; y el caso de la Comuna de París y la derrota de los
movimientos españolea de 1873 fueron más bien un Incentivo para un nuevo ensayo
en los italianos. Después de haber rechazado la Internacional a Mazzini y a
Garibaldi como Insuficientes e incapaces para la resolución de los problemas
sociales, estaba o se sentía moralmente comprometida a hacer por sí misma un
esfuerzo revolucionario, y preparaba éste desde fines de 1873.
Naturalmente hay una historia interna de estos
sucesos que pudo ser bastante compleja, pero que nunca llegará a ser conocida,
porque los tres personajes principales de sus comienzos, Costa, Cafiero y
Bakunin, no la narraron y sólo dejaron tras si exposiciones generales y
documentos ocasionales particulares para la época que va desde diciembre de
1873 hasta, agosto de 1874. No hay que pensar que en general falta material
para esa época, pues mientras los informes impresos sobre los seis o siete
procesos de 1875 y 1876, con excepción del informe florentino, son muy pobres,
y algunas acusaciones y discursos de defensa impresos que vi no dan tampoco
mucha luz; el historiador futuro tiene todavía ante sí el problema de la
revisión de los 70 volúmenes de actas del proceso de Bolonia (Costa), los 42
volúmenes de Florencia (Natta), los 24 ó 29 volúmenes de Apulia, Calabria y
Sicilia (Malatesta), etc., a los que pertenecen también los documentos
emparentados en el taller de Natta, el carteggio de la federación
italiana, que había mandado destruir urgentemente Natta, a lo que se llegó
demasiado tarde, cuando, escapado con Bakunin, se estableció en Suiza (carta de
Cafiero a Bakunin, 27 de agosto de 1875), Ni estos documentos siquiera, que
hicieron posibles al fiscal algunas indicaciones sobre Bakunin, pudieron servir
para la acusación, y todos los procesos gigantescos quedaron en la nada y
terminaron con absoluciones generalmente satisfactorias. Por consiguiente, este
capítulo de historia sólo puede ser reconstruido con ayuda de los informes
imparciales de verdaderos protagonistas, y aquí observamos que las personas
particulares estaban iniciadas en grado muy distinto, por lo cual sus
interpretaciones señalan grandes diferencias. El mismo Malatesta no fue uno de
los autores principales y estaba ocupado la mayor parte del tiempo directamente
en el sur. A sus acontecimientos personales debe anteponerse un esbozo general
del movimiento, y para ello quiero seleccionar el rico material aclaratorio de
Costa, F. Pezzi y O. Cerretti.
En una reunión pública en Ginebra, 4 de septiembre de
1873, pintó Costa, según noticias de N, Joukowsky, más o menos así la situación
de la Internacional en Halla: muchas secciones de la Romaña, 19 o 20 en las
Marcas y en Umbría; pocas secciones en la pacífica Toscana;
en Nápoles los campesinos desean una revolución inmediata; en Pismonte muchas
secciones, pero muy poco avanzadas.
En los Bagliori di Socialismo (1900) escribió
Costa: Desde que la
federación Toscana fue fundada en el congreso de Pisa, el 7
de noviembre de 1873, la federación italiana, hablando en general, no tuvo más
vida pública; los miembros de la comisión de correspondencia abandonaren a
Bolonia y la comisión fue trasladada a Florencia; pero ni en periódicos, ni en
manuscritos, ni en cartas se encuentra desde aquella época el nombre de Federación
italiana. En su lugar apareció el Comitato italiano per la Rivoluzione
sociale, el cual, en enero de 1874, Informó mediante un manifiesto solemne
a todos los que pudieron verlo que la organización publica de la Internacional
había sido transformada en una organización secreta y que serían sustituidas la
actividad publica, la propaganda y la organización del trabajo por la
conspiración, que debería llevar al terreno de los hechos. Junto a esto hubo
nuevas secciones, una propaganda semi-pública y algunos periódicos, pero ante
todo los miembros viajeros se dedicaban a visitar las personas enérgicas, se
formaban grupos secretos y se ponían en contacto entre sí, sin concertar
todavía la acción. Hubo
persecuciones, gran intranquilidad pública a causa de la carestía de tos medios
de subsistencia, huelgas, movimientos de campesinos, hasta banditismo en
diversas provincias -y de todo esto surgía el deseo de señalar prácticamente al
pueblo lo qué querían tos socialistas. Por lo domas, los propagandistas activos
estaban casi todos fuera de la ley y aguardaban la lucha, aunque sabían que de
ella sólo les resultaría la muerte o el presidio. Pero no tuyo lugar esta
crisis extrema, pues el gobierno la advirtió, tomó la delantera, detuvo a los
más activos organizadores de Romaña, las Marcas y Toscana y obligó así a los
otros a precipitar la acción todavía no definitivamente fijada. Después las
cosas marcharon como pudieron (y continua hablando de las bandas de Imola y de
la reunión en los Prati di Caprara, fuera de Bolonia. 7-8 de agosto de 1874).
Francisco Pezzi (Un Errore giudiziario... Florencia,
1882), cuenta que los internacionalistas, cansados de los continuos martirios
quisieron protestar finalmente por medio de una insurrección armada. La
comisión de correspondencia proponía esto incesantemente. Con este fin fueron
enviados en secreto a Suiza algunos de los miembros mis activos para
concertarse pon Bakunin sobre un movimiento semejante para el verano de 1874.
Se resolvió cerrar realmente el primer periodo de la Internacional por una
acción revolucionaria y se estableció un plan; Bolonia debía ser el centro del
movimiento. Los delegados regresaron, su resolución fue aprobada y se trabajó
por ella. A fines de julio mientras se hacían los últimos preparativos, fue
advertida la policía. Se
realizaron detenciones en Rávena el 26 de julio (esto se refiere al arresto de
Pirro Rivalta; otros, entre ellos F. Pezzi y Giuseppe Sant’Andrea. huyeron);
otros se escondieron. Se prosiguen las detenciones, las investigaciones
domiciliarias, se descubren documentos en Bolonia. Estas noticias se difundían con
la rapidez del rayo y llevaron nueve delegados a Bolonia, los cuales resuelven
no renunciar al proyecto y obrar.
Celso Cerretti, en una, carta del 26 de diciembre de
1897, impresa en la hoja anarquista Libertá (Bolonia, 6 de febrero de
1898) -que apareció sólo un corto tiempo- hace por primera vez, que yo sepa,
una exposición de su actividad como intermediario, aprovechado como algunos
años antes para interesar a Garibaldi y también a los mamújanos avanzados en el
movimiento proyectado, del que atribuye la idea exclusivamente a Costa. Quiero
resumir brevemente sus datos. Se trata de Luigi Castellazzo, Garibaldi,
Valzania y de los meses de enero y marzo de 1874, Según otros informes, era muy
difícil convencer a Garibaldi, a quien habían prevenido terriblemente los
mazzinianos contra Bakunin; pero finalmente se adhirió y prometió ayudar el
movimiento si tomaba cierta extensión. Que Valzania, hasta hacia poco enemigo
de la Internacional. fue conquistado, lo prueba la conocida reunión en la Villa Ruffi (Rímini)
el 2 de agosto, que agrupó a todos los jefes mazzinianos para deliberar sobre
este objeto; fueron encarcelados todos entonces, Cerretti sostiene precisamente
que Costa no apoyaba ese intento de una coalición provisoria para desarrollar
una acción común, que hasta era su decidido adversario, y su declaración al
respecto -que quizás está influida en parte por la carrera política ulterior de
Costa- es que la ambición y la vanagloria lo llevaron a precipitar el
movimiento para hacer frustrar esa coalición.
De estas y otras fuentes podemos inferir que Costa
-que pasó en aquella época algún tiempo en Locarno-, y otros, emprendieron,
aconsejándose con Bakunin y Cafiero, la formación del Comité italiano para la
revolución social a fin de preparar la revolución, que publicaron manifiestos,
etc. y que intentaron resolver el problema de la colaboración de otros grupos
avanzados. El primer manifiesto (núm. 1, enero de 1874), según las noticias,
está redactado por Costa, que lo envió a Florencia; impreso secretamente en
Toscana, fue hecho conocer en Roma el 25 de enero por medio de carteles
murales, etc. El segundo manifiesto, Al popolo italiano de marzo de
l874, es mucho más extenso y yo conozco únicamente algunos fragmentos; Costa,
que probablemente tuvo un manuscrito de Bakunin como proyecto, debe ser
considerado también como el autor directo. A comienzos del año tuvo lugar un
extraordinario gran número de pequeños amotinamientos populares espontáneos, -tumultos
por el pan en Roma (mediados de marzo), en Cremona (abril), en Brescia;
otros levantamientos en Parma, Papua, Faenza, Imola, Lugo, etc.; una nueva
serie de rebeliones se produjo desde fines de junio hasta mediados de julio
(Forli, 29 de junio, 4 de julio; Prato, Rímini, Luca, Pisa, Arezzo, Liorna,
Pistoia; Massa, Bolonia, Florencia, 10 de julio, etc.).
Aunque las autoridades velan en estos movimientos
locales "la mano de la Internacional", desgraciadamente no era
verdad. Todas estas ocasiones, que naturalmente no puedo juzgar en detalle,
fueron desaprovechadas. La verdadera explicación ¿es quizás la de que no estaba
listo todo para el ataque y que se trataba de cuestiones materiales, del
armamento y otras cosas por el estilo, que aún no habían sido organizadas?
Es característico notar que en este mes de junio, tan
agitado en Italia. Cafiero se dirigía a Rusia para casarse en Petersburgo el 27
de junio, una formalidad necesaria para librar a su mujer de la dependencia
estatal rusa. Después tuvo que dirigirse rápidamente a Barletta para vender sus
últimas posesiones, y el 13 de julio entró en Locarno. Aquí se le informó del
desbarajuste de la construcción y de la vida doméstica de la Baronata,
estado de cosas a que habían contribuido su falta de experiencia y la de Bakunin y otras
causas, pero de lo cual hizo responsable a Bakunin únicamente. Rompió, pues,
con él, y Bakunin, abatido por estos tristes reproches, decidió marchar a
Bolonia y buscar allí la
muerte. Partió el 27 de julio y habitó en Bolonia hasta el 30
en el más extremo incógnito en casa de los hermanos Berardi y Francesco Pasi,
Costa se presentó allí (30 de julio), corrió después a Roma, volvió de nuevo
con S. Mazzotti y Alceste Faggioli (3 de agosto), fue con Faggioli a Rovigo
(día 4) y a su regreso cayó preso (el 5). Faggioli avisó a Bakunin, el cual fue
llevado a un nuevo refugio a las dos de la mañana.
El arresto de Costa, que debe haber tenido lugar de
un modo completamente casual, precipitó et movimiento. En noticias escritas
después del regreso a Suiza el 4 de septiembre, anota Bakunin (6 de agosto):
Convenio; plan aceptado para mañana (Paolo Berardi, Fruggieri, Leonesi,
Faggioli, Bakunin); 7, por la noche el último gran consejo, -Leonesi, Paolo y
Pio Berardi, Fruggieri, Campagnolo, Guardigli, Bakunin y otros tres, todos de
acuerdo.
Así llegó la noche de los Pratti de Caprara,
Bakunin esperaba solo en casa y describe las cosas así. Desilusión, una noche
terrible; revolver, dos pasos de la muerte; después llegan Leonesi, Fruggieri,
Berardi, Guardigli; entre las tres y las cuatro, solo; a las cuatro la muerte
(es decir, había fijado esa hora para el suicidio, porque el movimiento no
estallaba); a las 3:40 (el 8 de agosto) viene Silvio (Fruggieri) y me aparta de
la muerte; nos vamos a dormir.
Esta escena, que me fue descripta de igual modo por
Fruggieri, independientemente de este informe, se refiere a la noche del 7 al 8
de agosto, en la que debían encontrarse en un prado fuera de Bolonia los
internacionalistas de los pueblos circundantes y los de la misma Bolonia pava
repartir las armas, que, a cansa de los impuestos, no podían ser llevadas a la
ciudad y posesionarse de ella. Pero de Bolonia no acudió más que un pequeño
número, en el que estaban Leonesi, Cesari, Mazzotti y otros y un grupo de San
Giovanni in Persiceto; de Imola salió también una banda en dirección a Bolonia,
pero fue notificada en el camino y se dispersó; en una palabra, en lugar de
2.000 acudieron sólo 150, de los cuales después la mayoría volvió a casa, en
tanto que unos veinte de tos más comprometidos se decidieron por los montes,
donde se dispersaron pronto o cayeron presos.
Bakunin, amargamente desilusionado y sin hogar en
Locarno, permaneció hasta el 12 de agosto en Bolonia y partió disfrazado
después. Se mantuvo en Splügen (Suiza), con Francisco Natta, la cabeza del
movimiento florentino. Trataron de fijar nuevamente un plan de acción y de
estipular nuevas cifras (14-21 de agosto). Esta fue la última participación de
Bakunin en el movimiento. Desde entonces se preocupó desesperadamente de
ordenar su situación privada para asegurar un refugio a su familia. La ruptura
con Cafiero era incurable y también Guillaume y otros de sus más Íntimos
compañeros se apartaron de él. Natta, que, como los demás, estaba al margen de
estos sucesos privados, se dirigió el 21 a Locarno. En Florencia sucedió todavía
menos que en los alrededores de Bolonia, como señala el informe procesal
detalladamente.
No me detengo en los acontecimientos que llevaron a
los procesos de Roma, Liorna, Massa, Perusa. En la reunión de la Villa Ruffi (2
de agosto), si hubiese podido continuar, los viejos jefes mazzinianos se
habrían opuesto a Eugenio Valzania y a otros que favorecían el movimiento. La
acusación contra todos ellos (Bolonia, 15 de noviembre de 1874) fue rechazada
(23 de diciembre), pero "Valzania fue Internado, -destino de la mayoría de
los internacionalistas libertados de la prisión preventiva o absueltos por el
jurado.
El movimiento de 1874 tuvo probablemente vitales
defectos; dependía de una multitud de preparaciones, de asambleas, de una
determinada serie de idas y venidas, etc., y algunas detenciones perturbaron
este complejo mecanismo.
El movimiento no estaba listo en la época de las
agitaciones del pueblo, pues, como señalan los procesos, las armas parecen
haber sido compradas a fines de julio. Si los viajes de Cafiero, que contribuya
con la mayor parte del dinero, motivaron o no algún retraso, es cosa que no
podría afirmar. Probablemente en muchos pueblos donde se había trabajado el
movimiento se habrá seguido el ejemplo de Bolonia. Pero los trabajos
preliminares fueron desechos para destruir sus rastros. Se describe también a
Costa como demasiado optimista y superficial en la espera del apoyo prometido.
Una cuestión palpitante, un fermento directo que habría atraído y sacudido al
pueblo faltaba y todo se cernía en el aire. Pero la actitud de los presos en
los largos meses y años de prisión preventiva y ante los tribunales contribuyó
grandemente a reconstruir el prestigio de la Internacional.
Entre los que a pesar de todo se lanzaron a este
movimiento e hicieron todo lo posible para salvarlo, está Malatesta, que obraba
en el sur de Italia,
Libertado a fines de enero de 1874 en Barletta, no
pudo tomar parte en las resoluciones adoptadas primeramente en Locarno,
diciembre de 1873 (Cafiero estuvo en octubre de 1873 en Barletta: no se si pudo
visitarlo en la prisión). Según su relato vivió en Nápoles después de su
liberación y Costa lo visitó allí y le puso en conocimiento del movimiento proyectado.
Después hizo una visita sin consecuencias a Gaeta. Estuvo también en Calabria y
recibió algunas promesas. Una carta a un republicano de Catanzaro (23 de
julio), que quería entrar en la Internacional, fue considerada como punible y
los tribunales de Catanzaro se unieron con los de Apulia (febrero de 1875), y
con los de Palermo (14 de mareo). En esta acusación siciliana (16 de marzo)
contra A. Riggio (Girgenti) y otros tres es incluido Malatesta. Por lo demás,
todas estas acusaciones se derrumbaron y son citados solamente para indicar
cómo se había intentado difundir el movimiento; así Cologero Portolano
(Girgenti) propone en una carta que diez personas tuviesen, entre ellos
Cafiero, una deliberación en Palermo; pero hasta el tribunal rechazó la tentativa,
basándose sobre esa única indicación de Implicar a Cafiero en el proceso.
En la primera mitad del mes de julio, o poco después,
llego Malatesta a Locarno. Según su recuerdo, Cafiero estaba todavía en Rusia.
A. Ross, un ruso amigo de Bakunin, que había venido entonces de Londres,
recuerda que Malatesta estuvo en Locarno "durante el momento supremo de la
crisis"; esto debió ocurrir después de la ruptura (15 de julio) y antes de
que Bakunin decidiese su viaje a Bolonia (véase James Guillaume, L’Internationale,
III, pág. 201; 1904). Yo no puedo menos de ver en la exposición que hace
Guillaume de todos estos sucesos los efectos de una autosugestión, con que
quisiera ver en parte relativamente justificada la aspereza empleada entonces
con Bakunin. Esto no deja de tener importancia; pero significa para mí todo
ello que Malatesta se mantuvo alejado de semejantes asuntos y conservó para
ambos, para Bakunin y para Cartero, una sincera amistad.
En la segunda mitad de julio regresó al sur de
Italia, El 30 de julio fueron enviados desde Nápoles cinco cajones de armas a
Taranto, con 150 fusiles, donde quedaron almacenadas en el depósito de la
estación, que debía ser conquistado luego por la fuerza para obtener las armas.
Se había concertado también el compromiso de tener listas algunas locomotoras
para poder transportar las bandas a las montañas y a la Basilicata en caso de
que el movimiento fuese malogrado en Taranto. Pero en lugar de 300 o 500
acudieron sólo tres personas y se hizo dirigir estas cajas a Molfetta y de allí
a Terlizzi, Según la acusación fueron llevadas en la noche del 8 da agosto a la
comarca de San Marino, donde en la noche del 11 al 12 se encontraron 60 fusiles
escondidos y otros 13 en la mañana del 13 (?)[9]
en las ruinas de Castel del Monte.
El 16, con emblemas rojos y negros, los colores de la
Internacional, se habían concentrado seis revolucionarios en esas ruinas, un
castillo medioeval de los tiempos de Federico III, en el que celebraban también
asambleas las sociedades secretas de la comarca 50 o 60 años antes. Fue situado
en las montañas, entre las pequeñas ciudades de Minervino y Corato. Los
revolucionarios hablaron a los campesinos, pero éstos no decidieron nada,
porque su número era insignificante. Aparecieron los gendarmes y se cambiaron
algunos tiroteos. Esto duró algunos días (desde el 11 al 14 de agosto); algunos
perdieron el valor. Finalmente un amigo a caballo, vestido de campesino,
anunció que un gran número de soldados habían comenzado a rodearlos. En
consecuencia resolvieron alejarse. Un pequeño propietario rural, que los trató
de locos, pero que deseaba salvarlos, los llevó escondidos en un carro de
hierba y los hizo pasar así entre los soldados; después se dispersaron.
No habían quedado siempre en Castel del Monte;
los rumores habían hecho aparecer pequeñas bandas en Andria, Molfetta, Corato y
Minervino, y fueron buscadas en todos esos lugares, pero efectivamente habían
sido siempre los mismos.
Malatesta pasó algunos días escondido en Nápoles,
donde el 18 de agosto fue revisado su domicilio. El 20 de agosto escribió
Emilio Bellerio, -que no se había adherido a las ideas de Bakunin, pero que fue
siempre el cariñoso amigo tesinés-, a Bakunin, en Splügen, desde Locarno:
"Llegó un amigo de Nápoles (Carmelo Palladino). Dice que no se puede hacer
nada. Aquellos cuyas direcciones pide están escondidos o encerrados. Malatesta
es esperado aquí; si no viene hoy serla una mala señal. En el correo de Nápoles
espera desde hace doce días un policía a las personas que vayan a buscar las
cartas enviadas a D. Pascualio, en casa de Nicola Bellerio (la dirección de Malatesta
desde 1872)".
Malatesta fue esperado en vatio: pues en el viaje al
norte fue detenido en Pesaro, entre Ancona y Rímini. Creyó que había sido
traicionado en Nápoles o descubierto. Pasó largos meses de prisión preventiva
en Trani (Apulias).[10]
CAPÍTULO IX
EL PROCESO DE TRANI Y OTROS
ACONTECIMIENTOS DE AGOSTO DE 1874 HASTA EL VERANO DE 1876
La pequeña expansión y el carácter algunas veces casi
idílico de los pocos sucesos reales desde agosto de 1874 no perjudicó la
popularidad de la
Internacional. La adoración del éxito no era entonces el
único regulador, y la fórmula in magnis voluisse sat est (en las cosas
grandes es bastante la buena voluntad) era valedera; un buen propósito está por
encima del éxito. También los intentos prácticos de Mazzini habían fracasado
todos. ¿Fue acaso Garibaldi menos querido a causa de las derrotas de Aspromonte
y Mentana? El gobierno obró frente a la Internacional como los Borbones habrían
tratado una conspiración; a los interminables meses de prisión preventiva
seguían los procesos gigantescos; el proceso de Bolonia terminó el 17 de junio
de 1876 después de tres meses de duración. Esto y la valerosa y audaz, actitud
de los acusados atrajo la simpatía y el interés; de forma que los procesos son
los más expresivos y por consiguiente los más importantes acontecimientos del
movimiento en estos años. Pues en el proceso de Florencia de 1875, en el que
fueron coacusados bajo pretextos nimios demócratas y republicanos, se dio la
ocasión de hacer aparecer como testigos de la defensa a Garibaldi y a viejos
jefes mazzinianos, como Aurelio Saffi. Todo esto y las pobres deposiciones
policiales y ante todo la juventud, el carácter puro, el valor, la tenacidad,
la dulzura altruista de los acusados y los esfuerzos hábiles, -críticos y
retóricas- de los defensores, todo esto creó una atmósfera de general simpatía,
y todas las pruebas oficiales y las incriminaciones fiscales contra el socialismo
fueron despreciadas.
Esta serie de procesos, por otra parte, comenzó
desfavorablemente, pues en el de Roma (4-8 de mayo de 1875) fueron pronunciadas
sentenciáis hasta de diez años de cárcel y de presidio. Pero debía tener lugar
otro proceso, un año después (11-18 de mayo de J876), que terminó con
absoluciones. El proceso de Florencia (30 de junio hasta el 30 de agosto de
1875), cuyos Dibattimenti publicó el partido republicano (Roma, 1875,
529 págs.) coincidió con el proceso de Mal atesta en Trani (Apulia) a primeros
de agosto; en Trani había siete acusados; fueron absueltos el 5 de agosto. Esta
buena noticia promovió después en Florencia durante el proceso muchas
esperanzas, y si es cierto que uno de los acusados a causa de un supuesto acto
de violencia fue condenado a nueve años y otros dos a castigos nominales a
causa de la posesión de armas, el jurado absolvió a los demás. El proceso a los
33 internacionalistas en Perusa terminó igualmente (24 de septiembre), lo mismo
que los procesos posteriores de Liorna y de Massa Carrara. Los caídos en las
Marcas y en los Abruzos (Aquila) fueron llevados, ante el jurado de los
romañolos y los boloñeses en el proceso de Bolonia (15 de marzo hasta el 17 de
junio de 1876); aquí fui Costa el centro intelectual de los acusados;
absolución.
Los informes sobre estos procesos son muy
insuficientes, exceptuando el de Florencia, Pero se imprimieron algunos buenos
discursos de la defensa, especialmente los importantes discursos de Giuseppe
Ceneri, Giuseppe Barbanti y Aristide Venturini de Bolonia. (Folletos de 1876 y Opere
di Giuseppe Ceneri, 1891,
l, págs. 39-118).
La acusados siciliana contra Riggio y Carmelo Spada
es referida en La Conspirazione in Sicilia, de G. A. Pugliese
(defensor), Trani, mayo de 1875, 52 paginas, impresa en Barletta; también se
refiere a esto el Requisitorio pel Processo de Sicilia (Trani, 16 de
marzo de 1875, un manuscrito de 12 páginas en folio).
Directamente al caso de Malatesta en Apulia se
refieren: Sezione di Accusa delle Puglie. Raggioni in Difesa di Errico
Malatesta e Vincenzo Papagallo imputati di Cospirazione, mayo de 1875.
Relatore Consigliere Sig. Cav. de Vincentino; en la cubierta: La
Cospirazione del 1874 in
Molfetta innanzi la Sezione di Accusa. Avvocati Ferdinando Lambert
(Valbois) e Covelli Nicola, Barletta, Tip, Municipale V, Vecchi e Soci, 25
págs, en 8°).
Yo revisó estos documentos, pero no conozco ningún
informe procesal y naturalmente tampoco los 24 volúmenes de actas que según el
folleto de Pugliese, se habían reunido basta allí.
El 29 de agosto de 1875 escribió Cafiero a Bakunin:
“El efecto del proceso de Malatesta y compañeros en Apulia es increíble. Los
jurados, -que pertenecían justamente a las gentes más ricas de la población-,
estrecharon después del proceso las manos de los acusados y éstos fueron-
recibidos en triunfo”. Esta noticia, recibida de Malatesta o de sus amigos
locales, -pues Trani está cerca de su ciudad natal, Barletta-, la remitió Cafiero
también a la Plebe (Lodi) y al Bulletin (jurasiano) del 5 de
septiembre. El proceso duró cinco días (del 1 al 5 de agosto) en medio del
interés general, no solamente del interés de las gentes instruidas. El jurado
estaba compuesto de los más ricos terratenientes y muchos militares se habían
ofrecido con ostentación. El fiscal dijo al jurado literalmente: “Si no
declaráis culpables a estas gentes, llegará un día en que os llevarán vuestras
mujeres, violarán vuestras hijas, robarán vuestra propiedad y destruirán los
frutos del sudor de vuestro rostro, y quedaréis arruinados, en la miseria y
señalados con la marca de fuego de la deshonra”. Después del veredicto, los
jurados entraron aplaudidos por el pueblo, y pública y privadamente los
absueltos de Trani fueron acogidos con la expresión sincera de la simpatía
general. ¡Ah, si el gobierno multiplicase los procesos, -escribió Cafiero-,
podrían costarnos a algunos de nosotros años de prisión, pero aportarían a
nuestra causa un enorme beneficio!
En aquella época se dirigió Malatesta por algunos
días a Locarno y convino con Cafiero la reorganización de la Alianza. Cafiero
y su mujer rusa (Olimpia Kutusova.), y también S. Mazzotti, vivían entonces en
la Baronata en condiciones estrechísimas a consecuencia de la ruina
financiera de Cafiero. Este habló entonces sin animosidad de Bakunin, el que
por su parte hizo lo mismo cuando lo visitó Malatesta en Lugano, donde vivía
desde octubre de 1874, Lo encontró completamente ocupado en la preparación de
las verduras y de los árboles frutales, que debían constituir la renta de su
jardín en Lugano, y recibió la impresión de que su vida como revolucionario
activo había acabado a causa del gran resentimiento de su salud y de su edad
avanzada; en efecto, menos de nueve meses más tarde, tras nuevas desilusiones y
muchos padecimientos físicos, Bakunin era colocado en el ataúd (1 de julio de
1876).
He hablado hasta aquí mucho de Bakunin, porque
Malatesta en sus comienzos se basaba enteramente en el y vivió desde su primer
contacto con el socialismo (1871) en el círculo de la orientación
antiautoritaria de la internacional, representada brillantemente por Bakunin. A
esta tendencia llevaron los italianos sus apremiantes anhelos de obrar
realmente como habían visto obrar a sus conspiradores y a sus hombres de acción,
a sus Mazzini y a sus Garibaldi: de este modo esos jóvenes internacionalistas
fueron desde el primer momento hombres que aportaban algo nuevo. El hecho de
que en el mes de agosto de 1874, ese contacto entre Bakunin y el movimiento que
había sido tan estrecho hasta entonces, cesase repentinamente, resultó por una
parte a causa de la prisión de la mayoría de los camaradas íntimos italianos, y
por otra a causa de su ruptura con Cafiero en la Baronata sobre cuyos
sucesos, unos por estar presos, y otros posiblemente por estar poco o nada
iniciados en el asunto, no pudieron saber nada exacto ni oficiar de
intermediarios. Todo esto está detalladamente expuesto en mí biografía de
Bakunin, la mayor parte según cartas, para no llenar ese obscuro período con una
fraseología huera y con noticias inexactas. Tuve, según creo, en el amigo
tesinés de Bakunin, Emilio Bellerio, que intentó ayudar según sus fuerzas a
ambos, a Bakunin y a Cafiero, un buen guía. De esos materiales reproducidos en
poligrafía y en el manuscrito de mi Suplemento, que contiene los materiales que
reuní desde 1901 a
1904, James Guillaume, el único que los leyó completamente con atención, ha
dado en L’Internazionale, t. III (1909) una selección aumentada con sus
propios recuerdos y los recuerdos de A. Ross; una selección que, según
impresión mía, está demasiado influenciada por el deseo que tenía en sus
últimos tiempos de justificar la acción -que creo cruel- de los camaradas de
Bakunin más Íntimos de lengua no italiana (3 jurasianos y un ruso)[11]
hacia éste.
Puedo decir sobre eso que, cuando en 1904 participó
Guillaume a Kropotkin su punto de vista, éste examinó el asunto con Malatesta,
y, según se me dijo, llegó al resultado, -el cual fue también su primera
impresión-, de que no era justo el punto de vista de Guillaume. Kropotkin tuvo
a A. Ross en el suceso por una causa principal del agudizamiento de la
discordia y se adhirió al humano y razonable concepto de Malatesta de que
habría sido en el primer momento impedida la violenta colisión si no hubiesen
agravado el conflicto terceras personas.
Desde que escribí en 1921 esto, tuve ocasión hace
pocos meses de volver a ver a A. Ross y de experimentar su profunda simpatía
por Bakunin exactamente como antes. Estuvo en 1874 largo tiempo ausente en
Londres, donde imprimió libros anarquistas en ruso, de Bakunin y Guillaume, y
tuvo ante sí, cuando llegó a Locarno, el triste resultado de la Baronata
y no las causas particulares del mismo (julio de 1874). Sí hubiera permanecido
en Suiza habría probablemente llevado el asunto de una manera más práctica o al
menos lo hubiese mejorado oportunamente. Así, pues, consideraron Cafiero y A.
Ross en 1875 el caso de la discordia compasivamente ya; sólo Guillaume, al que
por lo demás faltó en su mayor parte la visión directa, se mantuvo, como era
propio de él, inquebrantablemente, todavía después de cuarenta años, en su
punto de vista de 1874, y esto coloreó la exposición de su libro. Malatesta
estuvo lejos de la cosa y era de aquellos verdaderamente activos en Italia
entera, en lugar de alojarse en Locarno.
Debía mencionar todo esto porque tuvo como
consecuencia inmediata el retiro de Bakunin del movimiento y aclara muchos
otros asuntos.
----------
Entonces, hacia septiembre de 1875, debió realizarse
el viaje de Malatesta a España con el fin de la liberación de Alerini de la
cárcel de Cádiz. Charles Alerini, un corso, entró en octubre de 1870 en el
íntimo círculo de Bakunin, cuando éste intentaba otra vez organizar en Marsella
la acción revolucionaria de guerra que fracasó a fines de septiembre en Lyon.
Pero finalmente fue necesaria su fuga de Francia y Alerini lo salvó en un barco
que lo llevó hasta Génova. Esto debía ahora beneficiar a Alerini, que tuvo que
huir a Barcelona en abril de 1871. Fue uno de los delegados españoles a La Haya
y a Zurich en 1872, donde Malatesta, lo conoció como vivaz y activo meridional.
Con Paul Brousse (Mompellier) y Camile Camet (Lyon: en 1872 estuvo también en
Zurich) formó el pequeño grupo francés que hizo aparecer en Barcelona en 1873
la Solidarité revolutionnaire. Después de la derrota del movimiento huyo
Brousse a Suiza, en tanto que Alerini, con innumerables internacionalistas
españoles y rebeldes cantonalistas Até condenado a largos años en las cárceles
españolas.
Malatesta me contó este viaje del otoño de 1875 o
algo más tarde, con mucha gracia. Los camaradas de Cádiz consideraron fácil
realizar la fuga. Se
le dejó entrar en la prisión tan fácilmente como en un hotel y pasaba el día
interesantemente con Alerini y otros treinta o cuarenta compañeros presos de
Cartagena, Alcoy y Cádiz. Finalmente rogó al celador principal que dejara a
Alerini ir a la Ciudad con él e hizo ver algunas monedas de oro que desaparecieron
en las manos del empleado. Al día siguiente debía Alerini, acompañado de dos
guardianes, salir con él. Los camaradas locales habían encontrado ya un barco,
los guardianes fueron emborrachados; pero Alerini tuvo miedo y no quiso de
ningún mono marchar. Así, pues, tuvieron él y Malatesta el penoso trabajo de
entregar nuevamente en la cárcel a los guardianes borrachos. Al día próximo
apareció Alerini más decidido; esta vez bastó una moneda de oro y un sólo
guardián, pero un abstemio, al cual le fue aplicado un narcótico hacia la noche. Nuevamente
estaba libre Alerini para marchar y estaba listo, pero después se escondió y no
quiso salir. Malatesta debió abandonar la empresa. Quizás Alerini
tenía un amor en Cádiz o no quiso arrojarse nuevamente en el movimiento,
-basta, su época pasó.
Creo recordar haber oído que en este viaje volvió a
ver Malatesta otra vez a T. G.: Morago en Madrid, en la cárcel o escondido;
este era un hombre más serio que Alerini. En aquellos años existía la
Internacional española como organización secreta, tenía sus conferencias
provinciales y hacía aparecer periódicos clandestinos. Por fin llegó a tener
una hoja que aparecía públicamente, Revista Social, redactada por Viñas,
como órgano principal. Pedro Kropotkin quiso ir a España en 1877 cuando parecía
próximo a estallar allí un movimiento revolucionario. Acudió en efecto en julio
de 1878, conoció las distintas orientaciones de Barcelona (Viñas) y de Madrid
(Morago) íntimamente y conservó una persistente buena impresión. Mucho de esto
ha observado ciertamente Malatesta en su viaje.
La historia interna de la Internacional italiana
desde agosto de 1874 hasta después de los grandes procesos (1875-1876) fue
hasta ahora repetida ordinariamente según el libro de P. Pezzi (1882), que
estuvo en situación de conocer los diversos planes y proposiciones,
especialmente entre los refugiados en Tesino en 1875. Malatesta no hizo mayor
caso de todo esto y efectivamente no llegaron a nada. Que persistió un Comitato
italiano per la rivoluzione sociale o que fue reconstruido en el círculo de
Cafiero en Locarno, se pone de manifiesto en una carta de Cafiero a Bakunin, 27
de agosto de 1875. Tan pronto como Malatesta, los presos de Florencia y otros,
desde el otoño de 1875, estuvieron sucesivamente libres, era natural la
reconstrucción de la Internacional, siendo posible por medio de un Congreso
público, el próximo objetivo en el que se trabajaba, si bien todavía estaba en
pié el gran proceso de Bolonia y, como supongo, la situación de los presos,
hasta que pasara el proceso, hizo necesaria una pacífica actitud.
Malatesta preso el invierno de 1875-76 en Nápoles; en
el artículo ocasional A propósito di massoneria (Umanita Nova,
7 de octubre de 1920) cuenta de esa época: “... Fui masón cuando era algo más
joven que ahora, -desde el 19 de octubre de 1875 hasta marzo abril de 1876”.
“Regresé a Nápoles... habíamos sido absueltos (en
Trani) a pesar de nuestras expresivas declaraciones a favor del anarquismo, del
colectivismo (como se decía entonces) y del revolucionarismo, porque en aquella
época la burguesía, especialmente la meridional, no sentía aún el peligro
social y a menudo bastaba ser un enemigo del gobierno para ganarse las
simpatías del jurado”.
“Volvía con los oropeles de una cierta popularidad y
los masones quisieron tenerme como miembro. Se me hizo la proposición
respectiva. Puse la objeción de mis ideas socialistas y anarquistas, y se me
dijo que la masonería estaba por el progreso ilimitado y podía muy bien incluir
el anarquismo en su programa; dije que no podía aceptar la fórmula tradicional
del juramento y se me respondió que para mí sería bastante prometer luchar por
el bien de la humanidad; dije además que no se me sometería a las pruebas
ridículas de la iniciación, y supe que no me serian aplicadas. En una palabra,
querían tenerme a todo precio y yo acepté por fin... también a causa de que me
vino la idea de repetir el fracasado intento de Bakunin de volver la masonería
a sus comienzos ideales y de hacer de ella una verdadera sociedad
revolucionaria (1864-1865)”.
“Así contribuí yo a la masonería, y advertí pronto
que sólo servía a los intereses de algunos de los hermanos, que eran los
más grandes mistificadores. Pero encontré allí jóvenes entusiastas accesibles a
las ideas socialistas y permanecí para hacer propaganda entre los mismos e hice
esto con gran escándalo y rabia de los personajes principales".
Pero cuando subió al gobierno Nicotera y la Logia
resolvió saludarlo con banderas desplegadas, Malatesta pudo solamente, como él
dice, “protestar y seguir su camino”. Desde entonces sus relaciones con la
masonería fueron únicamente hostiles. Una de las causas de su ruptura con
Costa, “con el cual habíamos sido más que hermanos”, fue la entrada de Costa en
la masonería. En La
Questione sociale (1884) y en L’Agitazione (1898) tuvo una violenta
polémica con los masones (que hasta el momento no conozco).
En marzo de 1876 se reunieron en Roma en una
conferencia privada un número de internacionalistas para tratar la
reorganización del movimiento. Serafino Mazzotti, que acudió desde Lugano, me
contó que Bakunin, ya completamente retirado, le dio una especie de mensaje
oral para esa asamblea, el cual fijaba la triste situación actual del
movimiento -aun la federación jurasiana, con su doctrinarismo, es ahora más
fuerte. Cualquier charlatán puede venir y servirse del movimiento para sus
fines (¡como si hubiese previsto la caída de Costa en el parlamentarismo unos
años más tarde!); en pocas palabras, concluyó, si queréis llegar a hacer algo,
debéis comenzar de nuevo. Mazzotti repitió estas palabras, pero no sé si pudo
exponerlas a la asamblea eficazmente.
Por entonces llegó el partido radical al poder (18 de
marzo de 1876), Nicotera, el nuevo presidente de ministros, que había sido,
allá, por el año 1850 y siguientes, amigo de Pisacane y de Fanelli, cuando supo
que se había preparado en Roma una demostración publica, envió el doctor
Friscia, el siciliano amigo de Baknnin y su propio viejo amigo, a Malatesta para
aconsejarle que se mantuviera tranquilo y marchara. Malatesta contestó que no
tenía que recibir de Nicotera ninguna orden ni consejo alguno. Entonces fue
arrestado con otros varios y transportado a Nápoles. El gobierno radical de
Nicotera trataba a los internacionalistas como malfattori y la ammonizione
(la forma más dura de internamiento) era su solución ordinaria.
Por ese tiempo abandonó por primera y última vez
Malatesta su camino ordinario, para actuar en otras cosas, la insurrección
herzegoviniana contra los turcos. Había hablado sobre este movimiento en 1875
con Bakunin y recordaba que Bakunin contaba la enérgica conducta de los
estadistas ingleses en tales ocasiones en época anterior; podía pensar en
Lord Palmerston. En 1876 le hizo decir Bakunin por S. Mazzotti que tomar parte
en semejante acción equivalía a algo idéntico a tejer medias para los negros
lejanos, como hacían las buenas gentes de Inglaterra, sin dirigir una, mirada a
los pobres descalzos que tenían en la propia casa. Mazzotti recuerda que
Malatesta hizo decir como contestación que allí donde es atacada Cartago es
defendida Roma. Su resolución estaba fijada ya desde marzo.
Garibaldi se había declarado por este movimiento;
también estaba allí Celso Cerretti, e igualmente Alceste Faggioli después del
proceso de Bolonia. En julio de 1875 fueron A. Ross, Stepniak y Dimitri Klemens
a ese teatro de guerra; Ross volvió pronto completamente desilusionado (me ha
relatado aun en 1922 muy vivamente sus experiencias de ese suceso); puesto que
luego encontró inmediatamente a Cafiero en Roma es posible que Malatesta oyera
también esta desconsoladora descripción y se expresase en este sentido también
el Bulletin de la Federación del Jura. Pero no estaba dispuesto a
detenerse; algunas rivalidades con los garibaldinos y el deseo de luchar más
que en 1874 (o el estudio de la guerra de guerrillas en sus propias fuentes, lo
que interesaba a Stepniak) pueden haber obrado. En aquellos años se apartaron
ya los mazzinianos y garibaldinos de toda acción interna con fines republicanos
y llegaron a ser astutamente empleados sus entusiasmos y algunas veces su vida
al servicio de la política exterior no oficial de Italia. Ya en 1870 Garibaldi
había balanceado el golpe dado al prestigio de Francia gracias a la ocupación
de la Roma papal (20 septiembre, por Víctor Manuel, mientras que Napoleón III,
derrocado el 4 de septiembre, había puesto su veto desde l849) por la ayuda que
prestó inmediatamente después a Francia durante la guerra (1870-71), y desde
esa época los garibaldinos, habituados a batirse, luchaban por Italia en los
Balcanes y en Grecia, en tanto que los mazzinianos, más instruidos, emprendían
una propaganda más literaria y educativa en las partes de Austria de lengua
italiana (Trieste, Tiento).
Todo esto, como es usual, estaba relleno con nubes de
hermosas palabras -y los sentimientos no preguntan por las razones-, y así
luchaba entonces Malatesta a su modo contra los turcos junto a Gladstone y a
Garibaldi. En la primavera del año 1876 se dirigió a Trieste, pero fue enviado
de vuelta a Italia. Hizo un nuevo intento y llegó hasta Nenzatz (Croacia), en
el camino de Belgrado. Desde allí fue rechazado otra vez, esta con la
gendarmería durante treinta días hasta que llegó a Udine, donde los italianos
lo encerraron, tomándolo por un empleado de aduana fugitivo. Después debió
volver a Nápoles, pero en el camino se detuvo un corto tiempo en Florencia.
En Florencia se había reanimado la vieja comisión de
correspondencia (que fue trasladada allí desde fines de 1873), y después de la
absolución de Bolonia comenzó Costa a trabajar por el nuevo congreso. Una
circular de la sección de Imola fomentaba la reorganización de secciones y
federaciones (25 de junio), etc. En una carta escrita el día de la nueva
fundación de la sección de Imola, escribió Costa que las federaciones de Roma y
Nápoles ya existían y que la federación de Bolonia, el congreso de Romaña y el
congreso general italiano tendrían lugar pronto. Todo esto dio a los planes de
la conferencia de Roma (marzo) una forma mucho más concreta. En una carta de
Malatesta (Nápoles, 26 de julio) se dice que el congreso tendría lugar
probablemente en Florencia, en septiembre. En efecto, tuvo lugar allí, sólo que
un mes más tarde, en octubre de 1876.
CAPÍTULO X
LOS CONGRESOS DE FLORENCIA Y DE
BERNA (OCTUBRE DE 1876): EL COMUNISMO ANÁRQUICO
Durante los próximos tres meses (julio-octubre de
1876) se reunieron continuamente Malatesta, Cafiero y Emilio Covelli en Nápoles.
Covelli, un amigo de la juventud de Cafiero, fervoroso internacionalista, era
también un excelente escritor, que trataba especialmente los problemas
económicos, más tarde editó en Nápoles L’Anarchia (25 de agosto hasta
octubre de 1877, una de las hojas más meritorias de la Internacional, la que
además tuvo un órgano en 1876-77, en el Martello, de Fabriano y Jesi
(desde fines de julio de 1876), que continuó Costa en Bolonia (4 de enero hasta
el 18 de marzo de 1877). Si Covelli dirigió o no su atención a la parte
económica de las ideas no lo sé, pero lo cierto es que Malatesta me contó que
los que llegaron, en sus paseos a la orilla del mar, a la idea del
anarquismo comunista[12].
Esto fue un gran progreso, pues hasta entonces era el
adjetivo colectivista el que calificaba la dirección económica del
anarquismo.
Esto significaba propiedad colectiva y el producto
integro del trabajo para el trabajador. Pero -se habrán preguntado- ¿cómo puede
llegar a ser determinado el producto completo del trabajo? De esto resultaría
la fijación de una medida necesaria a la que todos debían someterse -lo cual
significa autoridad- y además, las fuerzas físicas, la habilidad, etc., son
distintas y los más débiles y menos hábiles serían las víctimas de un sistema
semejante -lo cual significa desigualdad y una nueva forma de explotación, el
desarrollo de nuevos privilegios económicos. Por tanto, debe también el
producto del trabajo ser propiedad colectiva y estar a disposición de todos
según la medida de las necesidades. Tal era el viejo principio comunista,
sólo que esta palabra estaba completamente desacreditada en los círculos
libertarios por el comunismo religioso y el sistema autoritario de Cabet.
Es de notar que, a comienzos de 1876, la misma idea
que aceptó después el congreso de Florencia en octubre, propiamente sólo de un
modo accidental, fue citada en un pequeño folleto de Francisco Dumartheray, un
fugitivo de Lyon, Aux Travailleurs manuels partisans de Faction politique
(Ginebra, 1876, pág. 13), donde las palabras “le conmunisme anarchiste” están
impresas quizás por primera vez. Dumartheray, Perrare y otros pertenecían desde
hacía muchos años al pequeño pero avanzado grupo de Ginebra “L’Avenir”, en cuyo
medio tuvieron ocasión de irse elaborando sucesivamente estas y otras ideas,
pues la sección se desinteresaba por lo demás de las cuestiones de esta
naturaleza. Es sabido que Francisco Dumartheray, desde el comienzo de 1879
(fundación del Révolté) fue uno de los compañeros más allegados de
Kropotkin, entre el grupo que editaba Le Révolté, y en ese grupo
-después que la tendencia nacida en Ginebra y en el medio jurasiano prevaleció
durante diez años (1868-78), apareció una doctrina que primeramente se
relacionaba con las tendencias procedentes de los lyoneses y enseguida con
otros matices de espíritu franceses (el de Elíseo Reclus, por ejemplo)-, hasta
que los franceses adoptaron plenamente la palabra en la anarquía (por el
movimiento que renacía en Paris y en todo el país).
Kropotkin mismo formulo las ideas comunistas
anarquistas en su Idée anarchiste au point de vue de sa réalisation pratique,
presentada a las secciones del Jura el 12 de octubre de 1879, e igualmente
Cafiero en Anarchie et communisme ante el congreso del Jura del 9 al 10
de octubre de 1880. Desde entonces fueron aceptadas en general, con excepción
de España, donde floreció todavía largo tiempo el colectivismo anárquico.
Aún entre los icarianos se desarrolló en aquellos
años una orientación comunista libertaria, que representaba La Jeune Icarie,
etc.; allí disputaron, la más joven generación y los que vinieron después, a
los viejos colonos el derecho al provecho exclusivo del producto de sus viejos
jardines frutales, que consideraban como su propiedad privada, porque habían
plantado ellos mismos esos árboles antes que los otros.
Aparte de esos episodios de Icaria, pueden ser
considerados estos desenvolvimientos paralelos como un primer nuevo paso
importante desde el retiro de Bakunin; la aceptación del principio táctico de
la propaganda “por el hecho” fue el segundo paso, y el reemplazo de las
organizaciones formales por los grupos libres formó un tercero. El deseo de
excluir todas las posibilidades autoritarias y de realizar la más grande libertad
animó estos desenvolvimientos, lo mismo que, según mi opinión, la conciencia de
que la acción desgraciadamente estaba menos cerca de lo que se había creído en
los años 1873-74 y que la extensión y la intensificación de la propaganda era
ante todo necesaria. Estos nuevos caminos no siempre fueron apreciados ni
justificados por los viejos camaradas, pero la transformación completa, interna
y externa, de las ideas y de las formas, en tanto que yo puedo examinarlas, es
quizá un modelo que raramente se superó, por la manera única en que lo viejo
(las viejas teorías) retrocedió pacíficamente y lo nuevo comenzó a
expansionarse sin disputas ni querellas. Mucho de lo viejo, sin embargo,
sobrevivió, como en el propio caso de Malatesta, la fuerte creencia en la organización
y la posibilidad no lejana, sino más o menos cercana de acción real. Para otros
estas posibilidades estaban más lejos y sólo se preocupaban de la propaganda, o
querían realizar para sí mismos toda la libertad posible y no se comprometían a
cargar con el peso de organizaciones de otros, ni a ser ellos mismos
organizados. Así se desarrolló una gran serie de matices, y la libertad, la
anarquía, tiene espacio para todos y todas las tendencias se complementan en
ella recíproca mente.
El Arbeiter-Zeitung de Berna (20 de octubre de
1876) cita por primera ves el nuevo punto de vista de los italianos, y en una
declaración firmada (Bulletini, 3 de diciembre) se dice: “La Federación
italiana considera la propiedad colectiva del producto del trabajo como el complemento
necesario del programa colectivista, porque el trabajo común de todos para la
satisfacción de las necesidades de cada uno es el único método de producción y
de consumo que presta suficiencia al principio de solidaridad”...
Se puede decir que la propaganda propiamente
anarquista, en el verdadero sentido, comenzó cuando fueron admitidas estas
ideas. El derecho al producto íntegro del trabajo es ciertamente evidente, pero
amanece como el más rudo anhelo a la propiedad, y se puede unir y combatir este
deseo y, sin embargo, en el futuro permanecería un hombre frente a otro, como
extraño, lo mismo que hoy. Sólo la aspiración: todo para todos, que
significa el comunismo verdaderamente libre, acercará a los hombres, destruirá
la propiedad privada y fundará la solidaridad. Algunos
comprendieron el anarquismo siempre así, mucho antes de la primera exposición
de estas ideas en el año 1876 (James Guillaume en sus últimos años sostenía
esto de él y sus amigos); después de la abolición, de la autoridad y de la propiedad
monopolista se hubiera logrado por si mismo la completa solidaridad; pero hasta
las declaraciones de 1876 fue colocado el derecho del individuo al producto
integro de su trabajo individual de tal modo como piedra fundamental, que se
debía, considerar como exclusivo el principio reconocido. Los italianos no
tenían, tiempo de reposo entonces para elaborar esas ideas basta que Cafiero
escribió su informe en 1830 y Malatesta editó unos años después su primer
periódico. Así, pues, fueron las incansables contribuciones de Kropotkin al Revolté,
desde 1879 hasta 1882, la primera expresión cuidadosamente trabajada de esta
nueva evolución; cerca de él estuvo Elíseo Reclus, de cuyo sereno interior
completamente altruista puedo decir: su anarquismo absoluto y sin
restricciones, indiscutiblemente desarrollado ya, era el comunismo libertario,
y nunca había reflexionado sobre la limitación de las ideas por el
establecimiento de una producción individual. Anarquistas aislados y
desconocidos del año cincuenta, Joseph Dejacque y Ernesto Coeurderoy, habían
llegado a las mismas ideas, pero los internacionalistas activos del año setenta
no tuvieron tiempo para buscar los precursores y no supieron nada de ellos.
Por lo demás, me figuro que Malatesta y Cafiero no
profundizaron en este asunto teóricamente; les debió parecer comprensible y
natural desde el primer momento; tenían otra cosa en la cabeza, como se ve por
lo que fue del siguiente modo impreso en la mencionada declaración: “La
Federación italiana cree que la acción insurreccional, para fortificar por los
hechos determinados principios socialistas, es el más eficaz medio de
propaganda y el único que, sin engañar ni corromper a las masas, puede penetrar
en los más profundos estratos sociales y suscitar las fuerzas vivas de la
humanidad para la lucha que sostiene la Internacional” (las palabras "sin
engañar ni corromper a las masas" parecen ser una contestación a la
proposición de una participación en las elecciones para fines de propaganda,
hecha por un miembro de Bari al congreso de Florencia).
En la Internacional es esta la más temprana
exposición de la llamada “propaganda por el hecho". El Bulletin del
Jura del 5 de agosto de 1877 contiene el artículo La propaganda par te fail,
que comienza así: "Desde hace algún tiempo se discute a menudo en la
Federación del Jura un asunto que a lo menos lleva un nombre no empleado antes:
propaganda por el hecho”[13]. Este artículo
es, como me relató Kropotkin, -por entonces redactó además semanas el Bulletin-,
de Paul Brousse, que abandonó el movimiento apenas dos años después, justamente
porque, (según la impresión de Kropotkin) advertía la gran frecuencia de los
actos revolucionarios y no podía decidirse a persistir en el movimiento cada
vez más expuesto. Pero ambos italianos, los que escribieron y firmaron la
declaración mencionada, empuñaron las armas seis meses más tarde y obraron
fieles a sus palabras.
Estas ideas, como las del anarquismo comunista,
nacieron en aquellas discusiones en el golfo de Nápoles, y entonces también fue
preparado el congreso de Florencia, cuyo aplazamiento de algunas semanas
postergó también el congreso Internacional de Berna.
Cómo tuvo lugar el congreso de Florencia lo dice la
descripción de Cafiero en el Bulletin del Jura, escrita en Biel el 24 de
octubre, la cual he visto yo también como carta suya (Berna, 26 de octubre).
Llegados en la noche del 20 a Florencia, tuvieron
noticia los llegados de Nápoles de la detención de Costa y de la Comisión de
correspondencia, Natta y Grassi, y la ocupación policial del local del
congreso; pero los documentos fueron salvados. Inmediatamente, a media noche,
bajo una lluvia torrencial, marcharon al bosque, y después de ocho horas
llegaron a la aldea de Tosi, en la cordillera apenina. Una hora después se
nombraron cuatro comisiones y en la noche del 21 se abrió el congreso; pero las
noticias de anteriores detenciones y el acercamiento de la policía obligaron al
congreso a internarse en la parte central de un gran bosque. No había, pues,
mucho tiempo que perder, pero los asuntos fueron despachados y el congreso
terminó el 22 en otro bosque, desde donde se dispersó en todas direcciones.
Bajo tales condiciones se puede decir que el anarquismo comunista y la
propaganda por el hecho insurreccional eran un producto natural, la
contestación de solidaridad y libertad a la persecución y a la arbitrariedad.
Il Martelo debía publicar las resoluciones; yo
no sé si lo hizo o no, y no conozco ninguna otra información.
Malatesta y Cafiero se dirigieron a Suiza,
encontraron a James Guillaume en Biel y llegaron a Berna el 25 de octubre.
El congreso de Berna es descrito detalladamente en el
Compte-rendu officiel du VIII Congrés géneral de l’Association
Internationale des Travailleurs, tenu a Berne du 26 au 30 octobre; 1876
(Berna, 1873, pág. 112). También en L’Internationale, de James
Guillaume, t. IV., págs. 91-112. De los delegados todavía conocidos cito a
César De Paepe (Bruselas), Viñas y Soriano (España), Luís Pindy (comunalista de
París, del Jura), Paul Brousse (entonces en Berna), James Guillaume, Augusto
Spichiger, Rodolfo Kahn, Augusto Reinsdorf (el anarquista alemán), Alcides
Dubcis (Jura), Charles Perron (Ginebra), Eugenio Weiss (Alsacia), otro viejo
camarada suizo (entonces joven) por las secciones; de Porrentruy y Boncourt,
Francisco Dumartheray y N. Joukowsky. Omito otros diez; fueron admitidos en la
discusión un socialista de Ginebra y el diputado socialdemócrata alemán
Vahlteich, lo que también se concedió a H. Greulich y a J. Franz, de Zurich, de
acuerdo a su solicitud. Malatesta conoció allí un medio socialista muy
representativo, cuyos miembros representaban los más distintos matices de
combatientes decepcionados que se retiraban de la revolución, y otros que se
acercaban a los autoritarios, y otros aún poseídos de una frescura y de un
valor juvenil; él mismo parece que representó de un modo tranquilo el matiz más
avanzado (moderado en palabras, extremista en ideas).
Malatesta informó sobre Italia, pues el informe
escrito en Florencia fue destruido. Hablando de los movimientos populares
(motines del pan, etc.), de 1874, cree él que la Internacional debía proclamar
su solidaridad con los mismos... “porque piensa que la revolución consiste
mucho más en los hechos que en las palabras, y que, cuando se desarrolla un
movimiento espontáneo del pueblo, cuando los trabajadores se levantan en nombre
de su derecho y de su dignidad, es deber de todo socialista revolucionario
declararse solidario con el movimiento…”
Dijo, en la discusión sobre las relaciones entre
individuos y grupos en una nueva sociedad (resumido): Nosotros también hicimos
planes de reorganización social, pero les damos a los mismos relativamente poca
importancia.[14] Debían ser
necesariamente erróneos, quizás fantásticos en absoluto. Ante todo debemos
destruir, destruir todo lo que impide el libre desenvolvimiento de las leyes
sociales y debemos obrar de tal modo que estos obstáculos no reaparezcan bajo
forma alguna. El libre y fructífero juego de las leyes naturales de la sociedad
llevará a la realización del destino humano. Si para algunos es conveniente
refrenar el movimiento social, a nosotros nos parece que la marcha de la
humanidad hacia adelante está, ligada a tan pocos peligros como la marcha de
las estrellas en el cielo.
Con Cafiero y otros seis tomó parte en la
presentación de una resolución que declara como deber el atender recíprocamente
a los medios empleados en cada país para la liberación del proletariado; y más
lejos: que los obreros de cada país son los que están en mejor situación para
juzgar esos medios. La Internacional tiene simpatías hacia todos siempre que no
estén en relaciones con los partidos burgueses. (Compárese lo dicho en el Cap,
VII con motivo de una resolución basada en la iniciativa de Bakunin en 1872 y
adoptada por la Internacional italiana en su congreso de Bolonia de 1873; ante
esa actitud conciliadora y tolerante de los anarquistas, los partidos
social-demócratas han demostrado el contraste más agudo que se puede concebir:
recuérdese el congreso de Londres en 1896, por ejemplo).
En la discusión sobre un congreso general socialista
(como el celebrado en Gent (Bélgica, en 1877) dijo; según nuestra opinión, la
Internacional no puede ser en Italia una organización exclusivamente obrera; la
revolución social tiene realmente como fin no sólo la liberación de la clase
obrera, sino de toda la humanidad, y la Internacional, el ejército de la
revolución, debe reunir a todos los revolucionarios, sin diferencia de clase,
bajo su bandera. No espera para Italia nada del tradeunionismo y considera las
Trade-Unions, tales como existen en Inglaterra, y como las preconiza De Paepe,
como organizaciones reaccionarias. J. Guillaume levantó contra esto último
algunas objeciones.
No entro en la polémica dirigida con desdeñoso
desprecio contra una camarilla protegida por Benoit Malon, que intentó matar la
Internacional italiana y dirigir el movimiento hacia las vías legalitarias.
Cuando defendieron sinceramente este punto de vista algunos socialistas
lombardos, estas maniobras sirvieron en otras partes del país ante todo para el
enmascaramiento de las intrigas, y se conquistaron el desprecio. Sobre esto
aparece también una aclaración de Malatesta en Il Martello (Bolonia), 18
de marzo de 1877.
El plan de una acción insurreccional penetró
hondamente en ambos jóvenes italianos, si bien les faltaban todos los medios
materiales y ellos mismos estaban en situación precaria. Se pusieron a buscar
trabajo y quisieron ayudar en las obras de construcción. Cafiero era más
determinado que Malatesta; éste, que era tan bravo, quedaba en el fondo. Pero
cuando Cafiero aparecía con su larga barba y los anteojos bordeados de oro en
una oficina de construcción, esperaban las gentes más bien que les hiciera un
encargo, y lo rechazaban como obrero desocupado. Fue difícil hallar algo de
trabajo.
Entonces dio una socialista rusa 4 ó 5.000 francos
para el movimiento preparado y hubiera dado más si hubiese dispuesto libremente
de sus bienes, mediante un matrimonio formal, pero con un noble ruso, como
quería su familia. En todo caso esta situación llevó al siguiente episodio que
puedo relatar sin perjuicio. Ella deseaba ante todo entrar en posesión de sus
bienes para poder tal vez liberar a un socialista preso en Rusia que estaba
ante largos años de cárcel y de destierro siberiano. Para esto deseaba un
matrimonio ficticio y no se pensó en otro alguno que en Pedro Kropotkin
-entonces en Londres, precisamente fugitivo de Rusia; se invitó a éste a venir
a Suiza, donde se le participó esta posibilidad de matrimonio. Después del
primer asombro dio una adhesión poco resuelta, luego reflexionó y se aconsejó
con Guillaume, el cual lo disuadió en contra. Los dos italianos vinieron a
Neuchatel y le hablaron seriamente; estaban desilusionados por la negativa
rotunda. Kropotkin volvió a Londres y regresó después de uno o dos meses a
Ginebra y luego con Klemens al Jura, hacia la Chaux de Fonds. Tal fue el primer
encuentro de Kropotkin con Malatesta y Cafiero; cuando contaba esto, reía
siempre, representándose lo poco que entonces lo conocieron y cuán íntimos
debían ser pronto. Vino entonces repentina e inesperadamente dinero a Cafiero
mismo, 5 o 6.000 francos, el último resto de sus bienes. Se supone que empleó
en el movimiento y en la Baronata de 250,000 a 300,000 liras,
que no respondían al verdadero valor de su patrimonio, ya que el dinero fue
reunido por la venta precipitada de las tierras.
En cuanto la empresa próxima tuvo una cierta base
material, volvieron Malatesta y Cafiero a Nápoles, probablemente a fines de
1876.
CAPÍTULO XI
LA INSURRECCIÓN DE BENEVENTO EN ABRIL DE 1877
Existe una diferencia fundamental entre los ensayos
de insurrección de 1874 y los de 1877. En 1874 se esperaba una sublevación
general, a lo menos por algunos, y el ejemplo de Garibaldi en Sicilia y en
Nápoles, la revolución española de 1868 y la Comuna de París estaban presentes
en la memoria de todos. En 1877 se tuvo presente ante todo el resultado de una
eficiente propaganda socialista por medio de un ejemplo dado a la población
agraria, ya que mediante otro recurso nada se podría lograr. Se pensó además
que si el movimiento local era capaz de extenderse y mantenerse un cierto
tiempo, llegaría finalmente a ser apoyado por explosiones idénticas en el campo
y en las ciudades y llevaría a un movimiento general. Esto recuerda el consejo
dado en 1863 por Bakunin a unos jóvenes revolucionarios búlgaros: reunir armas
y medios de vida en un determinado y seguro lugar de los Balkanes, proclamar
allí la revolución nacional y resistir seis meses, -entonces los problemas nacionales
se convertirían en problemas europeos y podrían contar con ayuda y éxito.
¿Habría hallado el movimiento napolitano de 1877 un
apoyo semejante en el resto de Italia? En Lombardia, siempre bajo el influjo de
las ideas legalitarias de Bignami y Gnocchi-Viani, la mayoría se declaró en los
dos congresos de la Federazione dell’Aita Italia (15 de octubre de 1876,
17 de marzo de 1877) por la actividad politiza. En Romaña se había apartado
Costa ya de ese nuevo movimiento; "es verdad que no lo aprobé, pero es
falso que no hice nada por su éxito", escribe ambiguamente en su
declaración de 1881 (Ai miei amici ed qi miei avversari, Imola, 15 de
septiembre de 1881, fol.); es verdad que no pudo impedir a los mejores
revolucionarios de Romaña, entre ellos a algunos rebeldes de 1874, adherirse al
movimiento del sur, lo que prueba justamente que en Romaña misma ya no
encontraban campo apropiado para su actividad.
Según el deseo de J, Guillaume (véase su L’Internacionale,
IV, págs. 116-117-182); pregunté a Malatesta en 1907 por las particularidades
de estos sucesos. Confirmó la exactitud de una carta escrita poco después de su
prisión a la Comisión de correspondencia, carta que F. Pezzi envió al Bulletin
(Bull.10 de junio de 1377, también en el libro de Guillaume, IV, págs.
211-213). En este material se fundamenta la siguiente breve exposición:
El movimiento debía alcanzar una amplitud bastante
considerable: cerca de 300 personas, casi todos campesinos del lugar, se habían
comprometido a tomar parte en él. Esto se debía principalmente a la
intervención de una personalidad local muy conocida, cierto Salvatore Farina,
de Maddeloni, cerca de Caserta; en los años de 1860-70 había sido jefe de
bandas locales para la lucha contra el degenerado brigantaggio de entonces.
Los bandidos primitivos eran un poco mejores, pero los que les sucedieron
torturaban hombres y mujeres del modo más bestial.
El movimiento de 1877 debía comenzar naturalmente en
mayo, después de la disolución de la nieve, cuando las ovejas enviadas al monte
ofrecerían alimento. Pero el mencionado Farina, que anteriormente había
conspirado con Nicotera, que ahora era presidente de ministros, lo traicionó
todo, y todos los que él conocía fueron encarcelados, excepción de Cafiero y
Malatesta, que no fueron descubiertos, debido a su constante cambio de
domicilio. La traición obligó a precipitar el ataque en una época en que no se
podía permanecer largo tiempo en el monte ni dormir sobre la nieve. El traidor no fue
molestado ni recayó sobre él sospecha alguna y hasta consiguió, por medio de
una carta falsificada, dirigir las sospechas sobre otro; luego desapareció y
volvió tan sólo después de muchos años. Habían acudido compañeros de la Italia
central que no hablaban el dialecto local y no tenían ningún influjo sobre los
campesinos, a los que todo lo que venia del norte, donde estaba el gobierno,
les era antipático. Malatesta, de la comarca misma, Santa María, y Cafiero, de
Apulia, eran casi los únicos que podían entenderse verdaderamente con la
población agraria.
Casualmente vivía Stepniak (Sergio Kravchinski) -que
había regresado de la Herzegovina-, en Nápoles y era bien conocido de los
internacionalistas. La insurrección le interesó (había querido conocer
también en la Herzegowina especialmente la guerra de guerrillas, a fin de
obtener experiencias para, Rusia); había sido oficial de artillería y escribió
un pequeño manual de instrucciones militares para las bandas italianas.[15]
Stepniak, una señora rusa y Malatesta alquilaron una casa en San Lupo, cerca de
Cerretto, provincia de Benevento,[16] con el
pretexto de una dama enferma, pero que debía servir como depósito de armas (2 de
abril). El 3 llegaron las armas en grandes cajones. Pero la casa estaba
vigilada por los gendarmes (5 de abril) y al acercarse algunos
internacionalistas comenzó el tiroteo. Dos gendarmes quedaron heridos y uno de
ellos murió después. Se verificaron algunas detenciones y los restantes, apenas
la cuarta parte de los esperados, marcharon durante la noche a las montañas;
luego se les reunieron algunos otros que no tenían armas.
El movimiento fue preparado mediante reiteradas
visitas de Malatesta a diversos pueblos, guiado por Farina, que se hacía pasar
como el tipo de un garibaldino revolucionario que tenía todo el movimiento en
sus manos; hubiera podido llegar a ser su jefe militar. Pero, como se dijo, fue
su traidor. Un gran número fue encarcelado y puesto en libertad después de
algunos meses; Farina desapareció. Algunos napolitanos, como Ceccarelli y
Gastaldi, encaparon a la
prisión. Se cambiaba cada noche de domicilio; Cafiero pasó
algunas noches en un cuartel, otras en una prisión donde antes había estado
detenido y a cuyo director conocía. Se fijaban aún los primeros días de mayo
para el estallido del movimiento. Pero como se dijo, el estallido se precipitó
por el tiroteo de San Lupo; en San Lupo no había más que unos diez y siete o
diez y ocho, y otros diez que les siguieron desarmados, orientándose por el
ruido de los disparos; en esto se perdió también un asno, en cuyas alforjas
había mapas y herramientas necesarias.
Según la información del libro de Angiolini, los 27
iban acompañados de guías locales; las personalidades más notables eran
Cafiero, Malatesta y Ceccarelli (de 35 años, nacido en Savignano, muerto en
1886 en el Cairo; en Nápoles había sido comerciante). Comieron y durmieron en
los caseríos montañeses y del 6 al 8 de abril se dirigieron por la montaña de
la cadena del Monte Matese, sobre Pietravia, Monte Mutri, Fileti y Buco hacia
Lentino, tranquilamente, con la bandera roja desplegada, invadiendo el pueblo y
el ayuntamiento, donde justamente celebraba en aquel instante sesión el consejo
comunal. Declararon el destronamiento del rey en nombre de la revolución
social, exigieron la entrega de los documentos oficiales, de las armas
confiscadas y de la caja. El
secretario comunal, que deseaba una autorización, recibió un documento firmado
por Cafiero, Malatesta y Ceccarelli. "Nosotros, los que subscribimos,
declaramos habernos posesionado con las armas en la mano del municipio de
Lentino en nombre de la revolución social". Después distribuyeron entre
los habitantes de la aldea las armas confiscadas que les pertenecían, las
herramientas y el poco dinero hallado; un aparato que servía para calcular el
impuesto a la molienda fue destruido y todas las actas, excepción hecha de las
relativas a la beneficencia, fueron quemadas. Luego se pronunciaron discursos
que los habitantes de la aldea aprobaron con simpatía, según la carta de
Malatesta de 1877.
Enseguida salieron para Gallo, un pueblo situado en
las proximidades, y en el camino encontraron a su cura párroco Vincenzo
Tamburi, de cuarenta años, que regresa, adelantándoseles y dice a los
habitantes que no tienen nada que temer. El municipio es tomado igualmente y
realizado el mismo reparto y el mismo incendio que en Lentino. Malatesta
recuerda que un campesino, después de un discurso le dijo: ¿cómo podemos saber
si sois o no gendarmes disfrazados para investigar nuestro modo de pensar y
encarcelarnos después? Esto demuestra lo perjudicial que era la ausencia de las
gentes locales, ocasionada por la traición de Farina. Los tres o cuatro
napolitanos, con los 24 forasteros del norte impopular, no pudieron atraer a
los campesinos temerosos del riesgo. Los dos sacerdotes, que fueron detenidos,
pero que no fueron finalmente incluidos en el proceso, eran, evidentemente,
según Malatesta, pobres diablos de una ignorancia tan venturosa que en realidad
no sabían si había llegado el día del juicio final y el reino de los cielos.
Uno de ellos, para señalar su pobreza, desabrochó su sotana y mostró la
indescriptible suciedad. Los internacionalistas no pudieron desprenderse de
estas dos buenas gentes.
Pero las tropas comenzaron a rodear la comarca y los
rebeldes no recibieron apoyo alguno de los dos pueblos citados. El 9 y el 10
chocaron ya en otras localidades con los soldados. Durante una de esas noches
fue Malatesta a la pequeña ciudad de Venafro a comprar alimentos. Había
soldados por doquier y se dio la voz de alarma, pero la oscuridad los salvó y
se refugiaron en un bosque. Durante todo el tiempo la lluvia y más arriba la
nieve hicieron desesperada su situación. Les era imposible escalar una montaña
alta para penetrar en una comarca del oeste (Campobasso). Las armas eran ya
inútiles, porque la pólvora estaba mojada y discutieron si debían dispersarse o
permanecer unidos. Separados, la mayoría hubiera quedado sin apoyo, pues no
conocían ni el dialecto local ni en general la región. Dos se
marcharon pero fueron detenidos. Los 26 volvieron a la masseria Cacetta,
un cortijo a algunos kilómetros de Lentino, y un campesino los denunció a los
soldados; éstos, durante la noche del 11 al 12, los sorprendieron y detuvieron
en número de 23 desarmados; otros dos fueron descubiertos en las cercanías y el
otro en Nápoles.
En la época de la carta, 1877, esperaba Malatesta en
un proceso inmediato ocasión para una buena propaganda, pero había ante ellos
diez y seis meses de prisión. En la Carceri Giudiziarie,
de Santa María Capua Vetere se encontraron 26, y esa fue la última larga
permanencia de Malatesta en su aldea natal; 8 estuvieron en Benevento y luego
fueron trasladados a Caserta. Entre los últimos estaba Stepniak, que después
fue llevado a Santa María y a fines de 1877 deportado de Italia; tenía obras de
Marx, Comte y Ferrari en la
prisión. Los prisioneros eran de buen humor y enviaron el 26
de agosto de 1877 a
Costa una credencial para el congreso internacional de Verviers, firmada por
todos como "Sección del Monte Matese" (impresa en L’Anarchia,
Nápoles, 22 de septiembre de 1877).
El acta de acusación es del 21 de septiembre; la
corte de justicia se pronunció sobre la misma el 30 de diciembre. Entonces
murió Víctor Manuel I y el gobierno de Crispi dio una amnistía política general
en febrero de 1878. Pero he ahí que había muerto un gendarme a consecuencia de
las heridas recibidas en el tiroteo que tuvo lugar el 5 de abril desde la casa
de Stepniak y se planteó a la corte de justicia el problema de si la amnistía
alcanzaba también a este homicidio. Los jueces determinaron proponer la
decisión al jurado; la primera pregunta al jurado sería si los acusados eran
culpables o inocentes de la muerte del gendarme; si culpables, habría lugar a
la segunda pregunta: el hecho, ¿está englobado en la insurrección o no?; sí
estaba englobado se les reconocería el derecho de acogerse a la amnistía.
En abril de 1878 fueron llevados los prisioneros a
Benevento, donde tuvo lugar el mes de agosto el proceso. Dominaba la
indignación general por el desprecio que la corte de justicia hacia de la
amnistía, y bien que los acusados admitiesen haber tirado sobre el gendarme, el
jurado los declaró no culpables de ese hecho, con lo cual tuvo fin el proceso.
Entre los defensores hallamos al doctor Francesco
Saverio Merlino, que desde entonces se convirtió en uno de los compañeros más
activos y actuó todavía en el ultimo proceso de 1921 como defensor de
Malatesta. Escribió por aquella época A proposito del Proceso di Benevento,
Bozzetto della questione Sociale (Nápoles, 1878, 32 págs.); pero este no es
un escrito de carácter histórico, y un informe exacto del proceso no ha llegado
nunca a mi conocimiento; probablemente no apareció.
En la cárcel de Santa María escribió Cafiero un
excelente resumen popular de El Capital de Marx, según la traducción
francesa entonces nueva, revisada por Marx y algo simplificada. El interés
producido por el intento de insurrección fue tan grande que, según Malatesta,
un librero de Nápoles vendió entonces casi cincuenta ejemplares de la
traducción francesa de El Capital. El mismo Marx confirma esto, al
escribir en una carta del 27 de septiembre de 1877 a F. A. Sorge que un librero
preparaba en Nápoles una traducción italiana de El Capital. Malatesta
advierte que en relación a las teorías económicas no veían motivo alguno para
romperse más la cabeza de lo que había hecho Marx en las partes de su obra
analítica del capitalismo; análogas expresiones se hallan en Bakunin. "Il
Capitale" di Carlo Marx brevemento compendiato da Carlo
Cafiero (Milán, 1879, 127 págs) fue el libro de Cafiero de que hizo James
Guillaume en 1910 una edición francesa. Como conclusión de este libro se encuentran
algunos pensamientos propios de Cafiero sobre la revolución: no puedo asegurar
ahora si estos tienen relación con la única obra amplia, pero incompleta, que
poseemos de Cafiero, es decir, la serie de artículos titulada Revolución
y publicada en un periódico de París en 1881.
Después de su liberación, me informa un viejo
compañero, fue Malatesta a Santa María, donde sus padres ya muertos habían
dejado algunas casas en que vivían gentes pobres. Estas se maravillaron
extraordinariamente y se pusieron contentas cuando Malatesta firmó las cesiones
por las que renunciaba a su posesión sin indemnizaciones de ninguna especie.
Esta sería la versión más exacta del hecho relatado
aunque de una manera menos precisa.
Permaneció después tal vez un mes en Nápoles y partió
luego para Egipto (¿en septiembre de 1878?). No conozco el motivo de la
elección de Egipto, pero es probable que haya abandonado a Italia para hallar
un poco de reposo, pues en el país podía encontrarse en todo momento expuesto a
detenciones arbitrarias y a la más severa internación, al desacreditado domicilio
coatto. Por lo demás en el extranjero, como veremos, no halló tampoco
reposo.
CAPÍTULO XII
LOS PRIMEROS DOS AÑOS DE DESTIERRO
(EGIPTO, SUIZA, FRANCIA, BÉLGICA, OTOÑO DE 1878 HASTA MARZO DE 188I)
Malatesta se estableció un corto tiempo en
Alejandría, donde existe una gran colonia italiana, cuando Passanante realizó
en Italia su atentado contra el rey Humberto, a cuyo hecho siguieron medidas
represivas en todo el país que le hubieran alcanzado a él también. Por otra
parte, a consecuencia de ese motivo fue expulsado de Egipto. Allí había
terminado una reunión patriótica con el grito de: "¡Mueran, los
internacionalistas!" Los anarquistas convocaron un mitin de protesta y se
organizó una manifestación ante el consulado italiano para dar vivas a
Passanante. Antes de que sucediera esto fueron arrestados Malatesta, Alvino y
Farini, Parini, de Liorna, vivía desde hacia mucho tiempo en Egipto y logró
quedar allí; los otros dos fueron metidos en un barco y llevados a Beyruth, en
Siria.
Malatesta no deseaba bajar en ese punto, pero el
capitán del barco tenía orden de desembarcarlo. ¿Qué hacer? Tuvo que dirigirse
al consulado italiano, que no sabia nada del asunto y que se enfureció después
porque le enviaban tales gentes de Alejandría, pues recibió luego la orden de
conservar a Malatesta en Beyruth. Este se negó a quedar voluntariamente, y
exigió que se le arrestara o se le enviase a Italia, aunque tenía la seguridad
de que se le detendría a su llegada. El cónsul tenía también el encargo de
impedir su regreso a Italia. Malatesta propuso que se le enviara a Cipre. Pero,
no, allí estaban los ingleses, que le dejarían en libertad; eso era imposible.
Finalmente se decidió que iría a Smirna, Malatesta advirtió que el cónsul de
Smirna se encolerizaría. Pero el cónsul de Beyruth contestó que no importaba
nada.
En tanto Malatesta y Alvino (este último había venido
de Jafra a Beyruth) conocieron al capitán de un barco francés, La Frovence,
un hombre decoroso que se ofreció a llevarlos a Francia; el barco tocaba en
numerosas puertos y ellos ayudarían a efectuar la descarga.
En ese barco llegaron a Smirna, donde el agente
consular exigió la entrega de los dos italianos, a lo que el capitán se negó.
El barco tocó finalmente en Italia, en Castellamare, cerca de Nápoles, donde
permaneció poco tiempo y fue rechazada la policía local. En la descarga de
Liorna un espía intentó sugerir a Malatesta que fuese a la ciudad para hacer
una visita a los compañeros locales, pero fue desenmascarado y confesó haber
obrado por mandato de las autoridades. Entonces la policía exigió la entrega de
Malatesta al capitán, sosteniendo que estaba comprometido en el proceso por el
atentado de Passanante. El capitán dijo que la cuestión parecía más bien
política y seguiría sólo las indicaciones de su embajador. Entre tanto
Malatesta fue visitado, por los compañeros. El capitán recibió de las
autoridades francesas la declaración de que podía entregar si quería, por su
propia responsabilidad, a los italianos, pero que no podía ser obligado a ello.
El capitán enseñó el escrito a Malatesta, lo hizo pedazos luego y ordenó a la
policía que abandonase inmediatamente el barco, en medio de los aplausos de los
camaradas presentes. El barco atracó en Marsella, donde quedó Alvino; Malatesta
se dirigió a Ginebra.
Aquí comienza, a fines de 1878 o principios de 1873,
el primer período de un largo destierro. Hasta allí le había atraído menos que
a los demás la vida errante del internacionalista; de todos los viajes
regresaba pronto a Nápoles y actuaba allí, y hubiera permanecido siempre en
Italia de haberle sido posible. Regresó, sin embargo, siempre que pudo, como en
1883, 1897, 1913 y 1919. El episodio egipciaco-siriaco señala que desde el principio,
-después de diez y seis meses de cárcel y de la liberación-, era para las
autoridades italianas del extranjero, como, una fiera salvaje. Hasta entonces
había cumplido aproximadamente tres años de prisión, sin ser legalmente
sentenciado. Ahora es perseguido por Europa, hasta que lo recibe Inglaterra.
Desde aquí no puedo seguir ya la historia de la
Internacional en Italia, y la relación de Malatesta con la misma es desconocida
en sus detalles. Costa desapareció también del movimiento italiano, pues pocas
semanas después de la detención de los insurrectos de Benevento buscó un
refugio en Suiza (mayo de 1877). Después de un verano en Berna y en Ginebra y
los congresos de Verviers y de Gent (septiembre), vivió en París e intentó
formar grupos franceses de la Internacional, un movimiento estimulado por Paul
Brousse, Louis Pindy y otros del grupo que publicó Avant-Garde en el
Jura. Entonces vivía también Kropotkin en París. En marzo de 1878 fue detenido
Costa y condenado en mayo a larga permanencia en prisión, de la que fue
libertado por una amnistía. Pero sus esperanzas respecto al éxito inmediato de
un movimiento verdaderamente revolucionario se habían desvanecido y parece que
sólo esa creencia lo animaba en su fresca y viva actividad de los años 1871 a 1878, actividad que
señalaba ya un debilitamiento en 1876-77. En lugar de reconocer su
insuficiencia, hizo una teoría de su estado de ánimo y en lo sucesivo trabajó
en la formación de un partido socialista que cuando menos le aportara honor
parlamentario y prestigio político. Debió darse cuenta que el anunció inmediato
de ese objetivo le acarrearía el aislamiento y el descrédito. Se fue
desenvolviendo gradualmente, cuidó su popularidad en Romaña, se atrajo poco a
poco los mejores, elementos de los grupos internacionalistas locales que veían
todavía en él al Costa de 1874, y minó su fe en la revolución. El
gobierno continuó persiguiéndolo del modo más rudo, y eso mantuvo en alto su
prestigio. Se guardó de atacar directamente a la Internacional, pero no la ayudó,
como tampoco contribuyó al movimiento de Benevento en 1877. Para los
internacionalistas honrados de 1879, todo esto era muy penoso y a veces
inexplicable. Estaban privados a causa de las persecuciones de la posibilidad
de la propaganda pública, de modo que debían contentarse con la actividad de
Costa en Romaña, a falta de otra mejor; sin embargo vieron a dónde debía
conducir todo eso; pero muchos de ellos sentían una permanente simpatía por
Costa a causa de sus anteriores actividades y del buen humor, que lo hacía
fácilmente popular. Bajo estas circunstancias los manejos de Costa fueron menos
perturbados de lo que era de esperar. La cuestión de si pudo haberse hecho más
o no al principio para oponerse a esa corriente regresiva hacia la política
ordinaria, es un problema que exige una investigación histórica más profunda
que la de este corto esbozo de aquellos años.
Habría que estar mejor informado de la historia
interna de la
Internacional Italiana desde 1877. La Comisión de
correspondencia fue trasladada de Nápoles a Florencia, después a Génova; un
congreso general secreto tuvo lugar en 1878 en Toscana. Se realizaron procesos
en Florencia y en otros lugares; uno, más local, tuvo lugar en Forli, cuyo
informe (Processo degli Internazionali... Forli, 1879, 15 parts.) leí
pero no tengo actualmente a mi disposición. Alceste Faggioli, que permaneció
fiel a sus ideas hasta la muerte, marzo de 1881, era uno de los principales
acusados, F. Natía, F. Pezzi, G. Grassi, E. Covelli, Florido Matteucci, Arturo
Cerretti, Carmelo Palladino, Dr. F. S. Merlino son de los militantes de
aquellos años; la mayoría de los nombrados han muerto, emigrado o se han más o
menos apartado del movimiento. No hace mucho, Merlino recordaba aquella época
en una carta al editor de la publicación Jurídica
Scintilla (Roma), que tomo de Umanitá Nova del
6 de enero de 1921:
"¿Se recuerda Ud, de 1880? Después del atentado
de Passanante fueron desalojados los internacionalistas de todas las ciudades
de Italia y arrojados a la cárcel. Zanardelli, el presidente de ministros y
ministro del interior, pudo vanagloriarse ante la Cámara de que todos los
internacionalistas estaban en la prisión o en el destierro.
"No había orden alguna de arresto; la policía
detenía, la magistratura instauraba el proceso.
"Las acusaciones tenían un doble fundamento:
conspiración contra la seguridad del Estado y asociación criminal. El primer
punto servía para la justificación de una larga prisión preventiva, pero cuando
la acusación iba a la Corte de Assises y se desconfiaba de los jurados, la
inculpación era finalmente transformada en asociación de malhechores,
por lo cual, con la recomendación de circunstancias atenuantes, era posible...
enviar los acusados ante el tribunal correccional, que por orden superior
pronunciaba sentencias más o menos graves, pero siempre seguras".
Merlino añade: "Así procedía la justicia
italiana en 1879 y así obra todavía hoy", -refiriéndose al último proceso
contra Malatesta y compañeros, encarcelados el 18 de octubre de 1920.
Desgraciadamente no conozco ningún informe sobre el
gran proceso de Florencia (fines de 1879); vi solamente algunos periódicos de
aquellos años, L’Anarchia de Covelli (Nápoles 1877), L’Avenire,
de Arturo Cerretti, (Módena, 1879, con los artículos históricos de Pistolesi
sobre el movimiento italiano), algunos números del Grido del Popolo
(Nápoles, 1881), y también la revista socialista de Costa, el informe del
proceso de Forli (1879), el libro de Francisco Fezzi (1382), un folleto de G.
Domenico (Prato, 1910), que fue activo en el último período de la organización,
como así mismo lo informado en el Revolté y otras publicaciones, etc. A
pesar de que no poseo actualmente ante mí todo ese material, puedo decir que no
existe una relación clara sobre el curso verdadero y el fin relativo de la
organización, porgue un fin verdadero no tuvo lugar o sólo podría ser fijado
arbitrariamente. Se pueden comparar los acontecimientos de la auto-renovación
espontánea y la persistencia, a un bosque milenario en el que las ruinas
tambaleantes de los árboles difunden nueva vida a su alrededor, y el bosque, en
lugar de hacerse más ralo, se espesa más y más. Así sucedió con las secciones
de la Internacional y el movimiento local en todas partes; éste tomó nuevas
formas y su viejo germen no desapareció jamás. Cuándo cesaron estas localidades
de traer correspondencia con otras regiones, es cosa de poca importancia y
algunas veces depende del azar. La Internacional había creado y apoyado todos
estos movimientos locales para reunir en todas partes esos núcleos
indestructibles de compañeros fieles. La herencia de la Internacional no se
perdió nunca, y entre los que durante su larga existencia y su continua
actividad permanecieron siempre en estrecho contacto con ella, sobresale
Malatesta, indudablemente el más experimentado de todos. Esto significa diarios
esfuerzos durante cuarenta años, de los que, naturalmente, sólo pueden ser
relatados los hechos más salientes. Para Malatesta existió y existe en esta
forma la
primera Internacional.
Cuando Malatesta fue a Ginebra a principios de 1879
se habían realizado algunas innovaciones en el movimiento de otros países, cosa
que pudo observar últimamente en el congreso de Berna, en 1876. Aquí quiero mencionar
únicamente el fin del Jura como centro Internacional. James Guillaume se había
trasladado a París en la primavera de 1879; seis meses después del Bulletin
dejó de aparecer también la Avant-Garde y Brousse fue expulsado de Suiza
en el otoño de 1878. Los más activos miembros locales fueron boicoteados por
los patrones y no encontraban más; trabajo, y la cooperativa no podía detener la crisis. Así, pues,
Ginebra volvió a entrar en primera línea. Allí había un grupo de franceses y
rusos, al que se adhirió Elíseo Reclús, y periódicos de una tendencia moderada,
el Rabotnik y el Travailleur. Entonces existía ya el pequeño grupo
radical francés con Dumartheray, Perrare y otros, algunos jóvenes suizos, como
George Herzig. Todas estas fuerzas, algunas nuevas, otras agotadas, fueron
agrupadas por la intensa energía de Kropotkin para un nuevo esfuerzo que
originó el Revolté y el grupo de publicaciones de la imprenta jurasiana.
El Revolté apareció primeramente el 22 de febrero de 1879 y Malatesta
estuvo presente en las reuniones preliminares y en la aparición del primer
número de la hoja; Kropotkin ha descrito cómo él y los camaradas de la sección
de Ginebra tenían ante sí el primer número del Revolté (2.000
ejemplares) para la expedición. "Tcherkessof y Malatesta nos ayudaron, y
Tcherkessof nos enseñó el arte de plegar un periódico" (Temps Nouveraux,
febrero de 1904).
Kropotkin, Tcherkessof y Malatesta se conocieron
entonces exactamente. Cafiero estaba todavía en París (desde su liberación
después del proceso de 1878); tan sólo en la segunda mitad de 1879, si no en
1880, fue a Ginebra, y encontró allí a Kropotkin.
Aunque las relaciones entre Cafiero y Kropotkin
fueron siempre amistosas, sería absurdo esperar que en todo aspecto tuvieran
ambos la misma opinión; y no tenía ningún sentido revocar tales matices con
palabras ceremoniosas. Kropotkin contó que el Revolté no les parecía
bastante avanzado ni a Cafiero ni a Covelli (que vivía también en Ginebra) y
advirtió que, con una excepción, ni estos dos revolucionarios ni Malatesta
escribieron para la hoja. La
excepción fue un artículo violento que Cafiero entregó, según Kropotkin, como
una especie de desafío a su valor para publicarlo. El artículo fue impreso,
bajo la responsabilidad de Kropotkin, y más tarde se consideró como una de las
causas de su expulsión de Suiza. Cafiero no supo nada de esto, y Kropotkin no
se lo dijo nunca tampoco.
No se me ocurre identificar las ideas de Malatesta y
de Cafiero de no importa qué época y no haría nada más gustoso que exponer lo
que Malatesta pensaba exactamente en aquel tiempo. Pero el punto de vista de
Cafiero tiene en sí interés y me ocupo del artículo mencionado, que no fue
citado en el decreto de expulsión, sino en la prensa suiza de entonces (véanse
los números del 3 y del 17 de diciembre de 1881 del Revolté; es titulado
L’Action (Revolté, 25 de diciembre de 1880) y se ve pronto que no
es Kropotkin el autor y no hubiera sido difícil suponer autor a Cafiero. "Las
ideas nacen de los hechos y no lo contrario, -dijo Carlos Pisacane en su
testamento político-, y dijo la verdad... Los hechos crean las ideas
revolucionarlas, y los hechos deben producirse siempre para asegurar la
realización general de las ideas... ¿Una acción parlamentaria, comunal? ¡No,
mil veces no! No queremos mezclarnos en el juego de nuestros opresores, no
queremos tomar parte en su opresión... Nuestra acción debe ser sublevación
incesante, por la palabra, por el escrito, por el puñal, por el fusil, por la
dinamita, y en algunos casos también por la papeleta electoral, si esta
significa votar por un Blanqui o un Trinquet (un deportado comunalista), que
son inelegibles. Pero ¿cuándo debemos comenzar? ¿es preciso esperar a ser
bastante fuertes? En este caso no empezaremos nunca. La acción revolucionarla
desarrollará justamente nuestra fuerza, como la gimnasia fortalece nuestros
músculos. Si nuestros primeros hechos son ineficaces, ¿no es estúpido reírse de
un niño que cae cuando comienza a aprender a caminar? Nos llamáis niños, somos
niños, porque el desarrollo de nuestras fuerzas está aún en su principio. Sin
embargo intentamos aprender a caminar, queremos hacernos hombres, un organismo
completo, robusto, lleno de salud, capaz de realizar la revolución...
¿Cómo comenzar? Las ocasiones no faltan nunca. No es necesario esperar un
movimiento que lleve una etiqueta oficial socialista. Todo movimiento popular
contiene el germen del socialismo revolucionario; nosotros debemos participar
en él para desarrollar ese germen. Nuestro ideal completo y preciso es
compartido sólo por una minoría infinitamente pequeña, y si esperamos que
constituya mayoría antes de participar en una lucha, esperaremos eternamente.
No hagamos como los doctrinarios que exigen ante todo una fórmula; el pueblo es
el portador de la revolución viviente y debemos luchar y morir con el pueblo.
No nos adherimos a él cuando vota, cuando se arrodilla, ante su dios, su rey o
su señor, pero estaremos con él siempre que se levante contra sus poderosos
enemigos. Abstención en la política no significa para nosotros abstención en la
revolución, y nuestra negativa a participar en todas las actividades
parlamentarias, legales y reaccionarias, significa adhesión a la revolución
anárquica y violenta, a la verdadera revolución de la canalla, de los descalzos".
Cada palabra da este artículo exhala el espíritu de
Cafiero: sus ideas habían florecido con la última savia bajo el influjo del
reanimado movimiento de París. Cuando este artículo fue atacado por la prensa
para la supuesta justificación de las medidas contra Kropotkin, Cafiero estaba
en la cárcel de Lugano (véase Révolté, 17 de sept., 1 de octubre de
1881).
El 8 de abril de 1879 informa el Révolté sobre
la deportación de Malatesta, Ginnassi, Mercatelli, Solieri y Cajadio del cantón
de Ginebra, sin que las autoridades cantonales hubiesen presentado un motivo,
pero el gobierno italiano los señaló como malfattori. Francesco Conte
Ginnasi es señalado como natural de lmola, de 18 años, en el acta, de acusación
de Benevento (septiembre de 1877). Vito Solieri, de Frasinetto, lmola, nacido
en 1853 fue uno que los detenidos en lmola el mes de agosto de 1874; estuvo en
Londres en 1881 y más tarde fue uno de los editores del Grido degli Oppressi
de New York, 1892. Además las autoridades de Ginebra impugnaron entonces el
hecho de esas expulsiones cantonales (véase Révolté, 5 de marzo de
1881), pero el Consejo de la Confederación expulsó a Danesi que era el impresor
de un cartel, fechado Italia, 14 de marzo de 1879, protestando contra la
ejecución de que estaba amenazado Passanante (fue condenado a presidio para
toda la vida y afectado de locura por el trato de la prisión) y en relación con
este asunto la noticia recibió orden de participar su expulsión de Suiza a
Mercatelli, Malatesta, Ginnasi, Solieri y Cavino (este nombre quizás dado
imperfectamente). Esto no aconteció porque los nombrados parece que se
disiparon; a lo menos Malatesta no supo que estaba realmente expulsado y hasta
recibió en 1881 de parte de un compañero de Ginebra la noticia de que no había
sido expulsado.
Se dirigió entonces a Rumania, a una ciudad comercial
del bajo Danubio, a Braila o Galatz, donde tenía amigos y a donde los encontró
después. Si hubiese permanecido allí más tiempo, habría podido observar los
comienzos del movimiento socialista iniciado por anarquistas y revolucionarios
rusos hacia esa época. Pero es igualmente posible que le pasaran desapercibidos
estos sucesos. Dijo que había enfermado de fiebre, no se reconcilió con el
clima y marchó a París, donde volvió a ver a Cafiero, en el verano de 1879 o
algo más tarde.
Trabajó en Paris como mecánico. Después de algún
tiempo fueron expulsados él y Cafiero. En una carta al Avanti!, que
conozco sólo por la Vie
Ouvriére de París, 12 de diciembre de 1919, escribió que
había sido expulsado por descubrir en un mitin público a un espía del consulado
italiano como provocador, que había instigado a algunos jóvenes a arrojar
bombas. Más detalles pueden encontrarse en las hojas socialistas parisienses de
aquel tiempo. Cafiero marchó a Suiza. Malatesta aprovechó los cinco días de
plazo para trasladar su domicilio a otro barrio de la ciudad. Fue nuevamente
detenido en la demostración del 8 de marzo de 1880 y deportado con el nombre de
Fritz Robert -el nombre de un buen camarada del Jura de cuyo pasaporte se
servía.
El movimiento de Paris resucitaba entonces después de
los años de forzado silencio que siguieron a la derrota, sangrienta de la
Comuna da 1871. Los comunalistas deportados volvieron de Nueva Caledonia; la
última época de Blanqui comenzó con la elección de protesta para libertarlo,
-el modelo de la elección de Cipriani en Romaña-; hasta su último periódico Ni
Dieu ni Maitre y su muerte a fines de 1880. Aún los marxistas, los
guesdistas de l’Egalité no estaban completamente distanciados de los grupos
avanzados y el anarquismo fue entonces defendido por primero vez públicamente
en París y aceptado por algunos grupos compuestos de obreros y estudiantes
entusiastamente. Se oyó pronto otra vez la voz de Luisa Michel, vuelta de la
deportación y en la comarca del Ródano, especialmente en Lyon, el anarquismo,
difundido hasta entonces desde Ginebra, hizo grandes progresos, y las ideas de
París, con las de Clarens y Ginebra, propagadas por Elíseo Reclús y por
Kropotkin, se encontraron en aquella zona.
Naturalmente, también se alarmó la policía, realizó
ataques provocadores en los mítines y demostraciones callejeras y eliminó los
revoluciónanos extranjeros por medio de las deportaciones, a causa de lo cual
se establecieron muchos en Londres, entre ellos el círculo alemán, con S. Trunk
y otros, Víctor Dave, etc., que después fomentaron el ulterior desenvolvimiento
de Most y de la Freiheit.
Es conocida una maquinación policial, la fundación y el
mantenimiento de un gran periódico anarquista La Revolution Sociale,
por un agente del prefecto de policía L. Andrieux que contó esto en sus
memorias con el mayor cinismo, lo mismo que las explosiones provocadas y
ficticias.
Malatesta vio sólo el primer tiempo de este
movimiento. Pudo haber conocido a Jean Grave y a Luciano Guérineau ya en
aquella época en el famoso grupo de la calle Pascal, En todo caso, estuvo íntimamente
ligado a W. Tcherkessof (al que había visto en Ginebra), el ahora viejo anarquista
georgiano, que ya como joven escolar formó parte del grupo Ischutin de los
estudiantes de Moscú, de donde salió Karakasof, ejecutor del primer atentado
contra Alejandro II en 1866; después vivió todo el movimiento de Netchaief,
incluido el proceso y el destierro a Siberia, de donde huyó en 1876. Luego en
Londres, Suiza, París y nuevamente en Ginebra, vivió largo tiempo en el centro
del movimiento, para después ir otra vez al este por casi diez años hasta que
se estableció desde 1897 la mayor parte del tiempo en Londres y estuvo allí en
íntimo contacto con Malatesta y Kropotkin.
Cafiero y Malatesta visitaron en 1879 algunas veces a
James Guillaume en París, que se había impuesto entonces un estricto retiro del
movimiento, al que se volvió a dedicar desde 1903 por completo; en aquel
período hubiera renunciado gustosamente a las visitas. Quería tomar seriamente
la delantera, vivir, sin ser importunado, para su trabajo (que no encontraba ya
en Suiza) y sus estudios (pedagógicos y de historia de la revolución francesa)
y se impuso el sacrificio del aislamiento con la tenacidad característica en
sus resoluciones. Era divertido oír contar a Guillaume las visitas de los dos
italianos, que tenían un aspecto un poco romántico y que llegaban a altas horas
de la noche, lo que causaba alguna sensación en la casa pacífica.
En marzo de 1880 parece haber ido Malatesta a
Londres; pero vivió luego algunos meses en Bruselas; a lo menos hay dos cartas
impresas en el Révolté, 1 de mayo de 1880, y fechadas en Bruselas (18 y
26 de abril). José Mesa, un periodista español que perteneció a los pocos en
España que, como P. Mora, Pablo Iglesias, etc., marcharon de acuerdo con
Lafargue, Engels y Marx (1872) para introducir en España el socialismo político
y aniquilar la Internacional anarquista española, -Mesa, repito, había
indultado otra vez a los revolucionarios españoles en l’Egalité de Jules
Guesde. Una contestación de la Comisión federal española (en el Révolté, 3 de
abril) no fue publicada, y al contrario, Mesa pudo seguir haciendo aparecer
nuevos insultos (14 de abril). Malatesta exigió de Jules Guesde la impresión de
la réplica de los españoles, una contestación de él mismo o una satisfacción
por las armas. Pedro Eriz y José Valverde se reunieron (protocolo en el Révolté,
1 de mayo) con los padrinos de Guesde, John Labusquiére y Victor Marguck
(conocidos socialistas de París; los nombres de los españoles me son
desconocidos); Guesde se declaró dispuesto a publicar una contestación de
Malatesta. No mantuvo la palabra y Malatesta envió la contestación (18 de
abril) y una carta (25 de abril) al Révolté (1 de mayo) con la excusa
por las molestias que todo eso causase. La carta reivindicaba a los camaradas
españoles ausentes, que en aquellos días en que Moncasi y Otero eran llevados
al patíbulo y todos los revolucionarios eran perseguidos atrozmente -antes como
hoy-, no podían publicar sus nombres ni más detalles, lo que había querido
provocar Mesa. Malatesta defendió a sus amigos ausentes, como él dice, y pidió
su “parte de honor y de responsabilidad” en la Alliance revolutionnaire
Socialiste (los amigos de Bakunin), el verdadero objeto del odio
inquebrantable de los marxistas.
Poco después de la amnistía de los comunalistas
(junio de 1880) volvió Malatesta a París y fue condenado a seis meses de
prisión por violación de |a sentencia de expulsión; la condena se redujo a
cuatro meses, porque solicitó cumplirla en régimen celular. Pasó ese tiempo de
un modo penoso en la Santé y en la Roquette, por lo que protestaron los diarios
socialistas la Commune de Pyat y el Citoyen de Guesde (según Révolté,
2 de octubre de 1880). Se recuerda del pequeño detalle que se escribió en la
puerta de su celda: "Errico Malatesta dit Fritz Robert de Santa
María Capua Vetere", lo que para el guardián era demasiado y lo llamaba
Santa María o con alguno de los otros nombres. Frita Robert, que le había,
prestado el pasaporte, murió poco después; era un notable camarada (según el Révolté,
20 de agosto de 1881).
Por entonces deseaba Malatesta vivir nuevamente en
Suiza y se dirigió, sin ocultar su nombre, a Lugano. Fue detenido allí el 21 de
febrero de 1881 como violador del decreto de expulsión, aunque en 1879 no se le
notificó expulsión alguna, y no podía ser acusado de que su acción
revolucionaria hubiese perturbado el orden en Suiza y sus relaciones
exteriores. Después de 14 días de prisión, fue acompañado por los gendarmes a
la frontera.
Entonces presidía Cafiero el congreso anarquista de
la Federación de la Internacional de la Alta Italia (Chiasso, Tesino, 5 y 6 de diciembre
de 1880, Révolté, 11 de diciembre de 1880 y 8 de enero de 1881) y fue a
fines de enero de 1881 a
Roma. No sé si vio o no a Malatesta en Lugano. Los fugitivos italianos eran
numerosos en Tesino y se realizaba una campaña periodística justamente entonces
con las peores mistificaciones sobre complots, para obligarles a marcharse Révolté,
5 de Marzo). Ignoro si Malatesta confió quedar en Lugano y trabajar allí, pero
habría que investigarlo más detenidamente. Es posible que tuviera deseos de
iniciar ya en gran escala la campaña que emprendió en 1883.
Después del abandono forzoso de Suiza se dirigió a
Bruselas, donde fue arrestado de nuevo; luego pudo seguir viaje a Londres, a
cuyo punto llegó en marzo de 1881, y por fin, dos años y medio después de su
huida de Italia, fue dejado tranquilo, y comenzaron los primeros dos años de
destierro en Londres.
CAPÍTULO XIII
PRIMER DESTIERRO LONDINENSE, MARZO
DE 1881 HASTA LA
PRIMAVERA DE 1883
Después de esos dos años y medio de vida agitada en
seis países, Londres pudo haber significado el descanso por un tiempo; pero
Malatesta se dedicó siempre al trabajo, y, encontrando carneradas italianos en
todas partes, no tuvo probablemente nunca una época de tranquilidad, ni la
buscó tampoco. Después de la agitada vida de París y las largas detenciones,
tuvo completo reposo en Londres para examinar el movimiento italiano y renovar
sus relaciones; sus impresiones pueden no haber sido satisfactorias -tanto
terreno parecía haberse perdido-, y en el mismo Londres comprobó la tragedia de
la decadencia espiritual de Cafiero del modo más claro y su ruina insalvable a
causa de una inexorable enfermedad.
En el verano de 1881 apareció el proyecto de un
periódico, L’Insurrezione (Londres), firmado por Cafiero, Malatesta y
Vito Solieri; pero la hoja no vio la luz jamás. En el Revolté, 6 de
agosto, hay párrafos del programa. No sé si Cafiero estuvo en Londres; había
telegrafiado al congreso internacional que no podía ir y el Revolté del
17 de septiembre y del 1 de octubre informa por lo menos de un mes de arresto
en Lugano. Por tanto, habría llegado a Londres tan sólo en el otoño y su
inestabilidad en las ideas y su naciente enajenación mental aclararían
sobradamente la no aparición de L’Insurrezione.