jueves, 24 de mayo de 2012

Max Nettlau - "Errico Malatesta: Vida de un Anarquista"


Traducido del alemán, por D. A. de Santillán, revisado y  aumentado por el autor. Editorial La Protesta, Colección Pensadores y propagandistas del anarquismo, Buenos Aires, 1923.

NOTA EDITORIAL



Editorial La Protesta, consecuente con su programa de divulgación de la  literatura anarquista -de los hechos más sobresalientes de nuestro movimiento y de los actos realizados y de las idean sostenidas por los más preciados precursores del anarquismo-, ofrece o sus lectores una obra de un excepcional valor histórico. Para el movimiento revolucionario, desde los primeros pasos del internacionalismo obrero y de la organización libertaria del proletariado, Malatesta representa un papel de indiscutible importancia, tanto en el terreno de la acción como en el campo del pensamiento. Y es esa gran figura del anarquismo, que ocupa un considerable espacio en la historia de nuestro movimiento, la que nos presenta el campanero Max Netttau en el estudio biográfico que publica esta Editorial como una verdadera primicia en idioma español.

El estudio histórico-biográfico hecho por Max Nettlau de la personalidad de Malatesta, puede servirnos de guía para estudiar el movimiento revolucionario de los últimos cincuenta años, no solamente en Italia -país que sirvió de escenario a las actividades subversivas de Malatesta y le ofreció el canal de su robusto pensamiento como animador del movimiento anarquista frente a las corrientes legalitarias del socialismo-, sino que también en Europa, amplio escenario donde tuvieron lugar las más reñidas batallas ideologías después de la escisión provocada por Marx y Engels en la Asociación Internacional de los Trabajadores. Max Nettlau, con ahínco y tenacidad, estudiando come sólo sabe hacerlo ese verdadero y casi diríamos único historiador del movimiento anarquista, ha logrando reunir una serie de episodios desparramados en la inmensidad del tiempo, todas característicos y que guardan relación directa con nuestro movimiento y con la personalidad de Malatesta. Por eso la biografía de Errico Malatesta, aún en la parte que señala rasgos personalisimos y se reduce a comentar acciones individuales del revolucionario que siempre supo entregarse todo entero a la causa de la emancipación humana, tiene- una estrecha relación con la historia del anarquismo y hasta casi podría decirse que nuestro movimiento revolucionario tiene en el libro de Nettlau una síntesis clara y elocuente de su desarrollo en Europa y América.

No es necesario que abundemos en comentarios respecto a la personalidad de Malatesta, suficientemente perfilada por Nettlau, en esta nota editorial. Únicamente queremos señalar la importancia de esta obra -que será complementada con otros estudios biográficos de las grandes figuras del anarquismo, que irá publicando sucesivamente la Editorial La Protesta- pues significa para la propaganda anarquista en idioma español una contribución valiosa y de proficuos resultados para el desarrollo futuro de nuestras ideas.

El programa trazado, se irá desarrollando paulatinamente, con el método y la ordenación adecuada a la índole de los trabajos que nos proponemos divulgar por medio del libro, labor que requerirá un trabajo intensivo de varios años. Pero los frutos de esta labor serán opimos para el molimiento anarquista.

Avalórese, pues, por su verdadera importancia histórica, esta biografía de Malatesta escrita por Max Nettlau, y que ofrece -vertida directamente del alemán al español por Diego Abad de Santillán- la  Editorial La Protesta.




CAPÍTULO I

PRIMERA JUVENTUD DE MALATESTA EN SANTA MARÍA CAPUA VETERE (1853-1870)



Errico Malatesta nació el 4 de diciembre de 1853 en la pequeña ciudad de Santa María, que esta en el lugar de la antigua. Capua, a algunos kilómetros de la Capua moderna, de la fortaleza de Volturno, y algo más lejos del palacio de Caserta.

Casi al mismo tiempo, en junio de 1853, pinta Gregorovius, más tarde historiador de la edad medía romana, aquella comarca en sus "Rómische Tagebüche": Saliendo de Roma, después de una noche en Velletri, los pantanos del Pentino son ahora un mar de flores. El paisaje en el cabo de Circe fascina... Por la noche en la hermosa Terracina meridional. El 20 penetramos en Nápoles. Desierta existencia en Fondi, donde pululan los mendigos. Muros ciclópeos. Floridos granados... Itri altamente pintoresca, con muchas torres y viejos muros. A mediodía en Mola de Gaeta, -vegetación exuberante de viñas y naranjos... Se atraviesa el Liris o Garigliano por un puente colgante cerca de Minturnae. Ruinas pintorescas-, antiguo acueducto. Por la noche en Santa Ágata… Las ciudades napolitanas son más alegres que las romanas; casas blancas por doquier, adornadas de risueñas flores.

“Al día siguiente en Capua, ciudad hospitalaria situada en una rica llanura al borde del Volturno. Campestre plaza urbana con verdes árboles. Iglesias triviales. Muchos militares. Después de mediodía, sobre Aversa, a Nápoles. Llegamos aquí a las cinco y media de la tarde. Había un radiante arco iris sobre el Vesubio.  Encantadora noche de  luna   en el golfo os­curo…”

Capua tenía en 1860 una población de cerca de diez mil habitantes y una fuerte guarnición. Como centro administrativo de la provincia llamada Terra di Lavoro, pudo haber contenido una numerosa burocracia, abogados y terratenientes, cuyas grandes posesiones estaban en la rica llanura. Casería, por su parte, con el castillo de los Borbones y sus extensos dominios podía ser un teatro de la vida aristocrática y cortesana. Santa María, situada entre ambas (ahora de unos 30.000 habitantes) era entonces una ciudad rural de pequeños agricultores y comerciantes y además con muchos proletarios campesinos sin tierra; la rica llanura, la vecindad de las ciudades citadas y de Nápoles mismo, que no está lejos, despertaron a la pequeña ciudad de su aislamiento; ahora es el centro comercial de Campanía, bastante floreciente y absorbida por la vida de los negocios. Sería deseable que Malatesta mismo nos relatase cómo se desarrolló su primera niñez en esa entonces tranquila ciudad, pero que justamente en su juventud fue conmovida por agitados acontecimientos que se sucedieron en sus contornos.

No sé si por las tradiciones y experiencias familiares y locales observó desde el principio el desbarajuste económico de los Borbones o si, como los hijos de familias algo acomodadas (su padre hubo de ser activo en el comercio) en que los intereses materiales están en primera línea, creció sin advertirla, pues para tales niños los problemas sociales, permanecen desconocidos muy a menudo. Pero cuando tenía de seis a siete años se desmoronó allí completamente el viejo sistema (1860). Entonces se había concentrado la atención de Europa, por corto tiempo, en esa comarca; pues la guarnición de la Capua oficial había marchado contra la vieja Capua  -su Santa Maria- que no otro que Garibaldi mismo había entonces ocupado, el cual empezó allí una reñida batalla y derrotó al enemigo atacante. Pronto fue sitiado el fuerte de Capua y debió entregarse. Un niño no olvidará nunca tales sucesos.

El pudo comprobar el derrumbamiento de la vieja Italia por su repercusión en toda comarca todavía no contagiada desde La guerra de 1859, que después de Lombardía sacudió el viejo sistema en Módena, Parma, Toscana, Romaña, y más aun cuando en mayo de 1860, en un mes, Garibaldi arrancó Sicilia al reino borbónico, y Nápoles y el sur se le adhirieron automáticamente, y el 7 de septiembre entró casi solo en Nápoles recibido triunfalmente.

El ejército borbónico poseía todavía los fuertes de Capua y Gaeta, y la región norte del Volturno. Las cosas sucedieron de modo que los garibaldinos, guiados por Turr, avanzaron justamente hasta Santa María, y desde el 15 de septiembre lucharon con la guarnición de Capua: unos veinte mil garibaldinos se encontraron frente a treinta mil realistas, y el 21 sufrieron su primera pequeña derrota en Cajazzo, al norte del Volturno. Entonces Garibaldi asumió personalmente la dirección, y la mañana del primero de octubre se presentó en Santa María, contra cuya ciudad se adelantaron, atacándola en la batalla de ese día, siete mil soldados de Capua. Costó mucho esfuerzo rechazar ese ataque general, pero se consiguió. Por consiguiente, Garibaldi no siguió bacía el norte. El 21 de octubre tuvo lugar el plebiscito que declaró la adhesión a la Italia de Victor Manuel, casi por unanimidad. Ahora invadió el ejército piamontés a Nápoles por el norte. Capua fue sitiada por los garibaldinos y piamonteses y capituló el 3 de noviembre, después de un bombardeo. El 7 de noviembre entró Víctor Manuel en Nápoles, que Mazzini había abandonado anticipadamente y Garibaldi dejó dos días después para volver a su isla de Caprera; para estos dos y para muchos de sus amigos había ya desaparecido el encanto de la aventura; se había deshecho el hechizo, mientras que grandes masas apenas se disponían a aprovechar el botín.

Así, vieron, pues, Santa María y probablemente también Malatesta, -entonces de casi siete años de edad- más de seis semanas de verdadera guerra del pueblo, que en este caso fue extrínsecamente victorioso. Si bien siguieron pronto grandes desilusiones políticas y económicas de otra naturaleza, pudo crecer ahora, sin embargo, en otra atmósfera de liberación espiritual, pues cuando menos quedó derribado el dominio clerical y el despotismo estúpido y bárbaro que caracterizó hasta el ultimo momento el tambaleante sistema de los Borbones. Que los detalles de la más popular de todas las guerras del siglo XIX, vista desde la parte de Garibaldi, hicieran a un niño adversario de la guerra, no se podría exigir; más bien podía haber fortalecido en él estas impresiones, desde el principio hasta hoy, la fuerte creencia de que así como se extirpó el sistema borbónico, también el sistema capitalista actual puede ser derribado más rápidamente de lo que se cree de ordinario por medio de una Intrépida iniciativa como la de Garibaldi, y más adelante, en algo más madura evolución, pudo haber juzgado por los aprovechadores que se precipitaron sobre el botín, mientras Garibaldi prosiguió su camino, que en una revolución victoriosa hay amenazadores peligros por esa parte. En una palabra, me parece ser una particularidad de Malatesta que no cayó simplemente bajo el efecto de esas impresiones, sino que supo aclararlas, profundizarlas, desarrollarlas más claramente, hasta llegar a sus ideas actuales.

Pero si la iniciativa revolucionaria de Garibaldi despertó quizás el espíritu de Malatesta, también volvió a despertar el de Miguel Bakunin, que después de ocho años de prisión en una fortaleza, perdió cuatro años en Siberia, donde soñaba con el desenvolvimiento de la región siberiana y con el desarrollo de las guerras nacionales y de la federación de pueblos eslavos. La fama de Garibaldi, escribió, se extendió hasta los mismos campesinos siberianos, que lo llamaban Garibaldoff, y estos acontecimientos fueron para Bakunin el signo de que Europa, adormecida diez años, después de las revoluciones de 1848 y 1849, estaba de nuevo ante grandes sucesos, a los que él quería dar una dirección revolucionaria. Se determinó, pues, a intentar la fuga, y lo consiguió. Después de grandes esfuerzos para el movimiento eslavo y ruso y para la insurrección polaca (1862-1863) se dirigió, a fines de 1863, a Italia, visitó a Garibaldi y a muchos otros patriotas revolucionarlos y se fue a vivir a Florencia, y en los años 1865-67 a Nápoles. De esto nada podía saber el niño Malatesta, que crecía en la cercana Santa María, pero pocos años después hizo su primer viaje al norte de Suiza, donde quería encontrar a Bakunin (1872).

En el año 1861 tomó Santa María su ordinaria apariencia de tranquila ciudad rural, quizás también en los impulsos vitales internos, y no fue directamente alcanzada por los acontecimientos eolíticos de los próximos diez años. Los piamonteses vencieron a las tropas papales en Castelfidardo y tomaron la Umbría y las Marcas, de modo que el dominio del papa quedó limitado a Roma y a las provincias circundantes, es decir, a los Estados pontificios. Desde este asilo, bandas de realistas napolitanos invadían frecuentemente el antiguo reino de Nápoles, y naturalmente fueron llamados "bandidos" por los piamonteses o italianos entonces dominantes. En veinte meses, de 1861 a 1862, fueron muertos 2293 de tales "bandidos", encarcelados 2677 y fusilados, según las leyes militares, 959. Estas operaciones, en las que se obró por ambas partes con extrema crueldad, tuvieron lugar en apartadas regiones montañosas y no pueden haber llegado nunca a la rica llanura capuana. Entonces Garibaldi, que había renunciado en noviembre de 1860 a su poder, con un desinterés raro en los jefes militares y políticos   debió, para proseguir su trabajo y poner un término al dominio eclesiástico romano, comenzar de nuevo, como jefe de una banda, con una tarea desesperada ante si. En 1863, en los montes de Calabria, cerca de Aspromonte, tuvo un encuentro con los solidados italianos y fue herido, y en 1867, en Mentana, sus bandas eran vencidas por tas tropas papales y los zuavos, cuyos chassepots, como entonces se dijo, "hicieron milagros". Cuando aconteció esto a Garibaldi, que gozaba de una popularidad y de un prestigio tan grandes, se puede imaginar que los planes y las operaciones de los mazzinianos para la instauración de una república según el espíritu de Mazzini, chocarían contra una resistencia estatal más fuerte. Pues el Estado no cambia nunca, por viejo o joven que sea, tanto si es napolitano como sí es piamontés, Borbón o Saboya.

Tras todos estos sucesos obraba la política europea, especialmente la francesa en este caso; Napoleón III interpuso siempre su veto a la posesión de Roma por Italia, y si no hubiese querido congraciarse con Italia para emplearla contra la Europa central, habría apoyado de la mejor gana las aspiraciones muratistas sobre Nápoles, con lo cual reanimaría el viejo amor de la Inglaterra de los días de Lord Bentinck hacia Sicilia. Esta situación todavía precaria de las aspiraciones de los italianistas llevó tácita y poco sólidamente a unos convenios entre el gobierno y el movimiento nacionalista para la conquista de "Venecia y Roma; en caso de éxito habría pertenecido el botín a la monarquía de Victor Manuel, como en 1859-1860; el riesgo del fracaso señala el destino de Garibaldi en 1863 y 1867; pues le atrajo naturalmente una simpatía general y una pronta amnistía; pero con ello había roto también su propio poder y no volvió a ser ya peligroso para la monarquía. Finalmente fue resuelto el problema de Venecia y Roma por los grandes acontecimientos de la política europea; la derrota de Austria por Prusia, en 1866, dio Venecia a Italia, que cedió Napoleón III, al que había sido formalmente cedida antes por Austria, y la calda de Napoleón III en septiembre de 1871 hizo posible al gobierno italiano apoderarse de Roma en el más corto plazo. Después de esto y por muchos años, los mazzinianos y los garibaldinos no fueron necesitados y se les consideró como un glorioso fragmento del pasado de la Italia monárquica oficial y como algo completamente innecesario en el interior del país para el presente.

Esta situación de la vida política italiana de 1860-1870, todavía inestable y que explotaban astutamente los elementos progresivos en provecho del Estado y de la dinastía, pudo haber dado al joven Malatesta a lo manos la oportunidad de crecer en una cierta libertad, sin opresión espiritual. Un gobierno que disolvió los conventos en 1866 y cuyas posesiones secuestró, y que esperaba poner un fin al poder mundial del papa, debía favorecer el anticlericalismo. Se dejó igualmente difundir la verdad sobre el dominio borbónico desde 1735 hasta 1860 para perjudicar las aspiraciones legitimistas, Los mártires de la independencia nacional fueron glorificados. Si esto es realizado por profesores inteligentes o por escritores y oradores apreciados, puede ser un motivo para que las conciencias autónomas pasen fácilmente del anticlericalismo al antimonarquismo y a las concepciones republicanas y del reconocimiento de las revoluciones racionales al reconocimiento del derecho a la revolución en general. En todo caso, cuando se considera el resultado, la evolución de Malatesta no pudo haber ido por un camino esencialmente diferente.

No tengo argumentos para suponer que se haya interesado específicamente por el pasado revolucionario, si bien me ha contando una vez que la historia de la revolución francesa de Mignet, un libro que poseía su padre, cayó tempranamente en sus manos y le cautivó. Es de suponer que era demasiado vivaz y práctico para leer mucho. Pero conoce naturalmente la historia revolucionaria y sabe narrar sobre Vicente Russo, Pisacane y muchos otros. Entonces o más tarde, quizás también en las incontables horas de encierro -la época de estudio de muchos anarquistas- cuando circulaban generalmente los grandes volúmenes de Heriberto Spencer, pudo haber considerado también la historia de Italia y Nápoles, que da tantos argumentos contra el Estado y para la acción revolucionaria. En la historia de Sismondi sobre las repúblicas italianas, en la no menos afamada historia de las revoluciones de Italia, de Giuseppe Ferrari (1858) y en toda la literatura basada en ellas, se puede conocer la vida medioeval urbana de las ciudades libres y federadas, la vida de los trabajadores en las guildas, las primeras luchas políticas y sociales, el desarrollo brillante del arte y de la sabiduría en todos los centros independientes, pero también la firme lucha de estas comunas libres contra el poder del Estado, ante el que finalmente sucumbieron. Y la historia, desde entonces, ha señalado para Nápoles dinastías extranjeras -Anjou, Aragón, Borbón- que infligieron al país un despotismo sofocador y explotador. Interrumpido por los agitados días de Massaniello, la breve república Partenópea, ahogada en sangre por el cardenal Ruffo bajo el amparo del almirante Nelson, y el reino de Joaquín Murat bajo Napoleón I. Tiranía y opresión por doquiera, sostenidas en un sistema agrario feudal y en el dominio de los sacerdotes y por consiguiente la creciente ignorancia y las supersticiones del pueblo, enormemente pobre a causa del más odioso fiscalismo. Tal era la situación dada hasta 1860; ¿quién podría creer qué el cambio político habría apartado esos males seculares? Un joven de corazón y de espíritu debía ver que era igualmente necesario combatir después de 1860 esa miseria como antes y reconocer también sin dificultad que la lucha que en el pasado costó y produjo tantos héroes y tantas victimas, debía costar aun más esfuerzos y sacrificios.

Debía tarde o temprano saber quien era Tomás Campanella (1568-1639), autor de Civitas solis. el monje calabrés que organizó la gran conspiración contra el yugo hispánico y padeció 27 años de cárcel, siendo frecuentemente torturado. El episodio de Massaniello era todavía más generalmente conocido. Filippo Buonarroti, menos conocido en el sur que en Toscana, y más al norte, fue sin embargo muy renombrado como conspirador con Gracchus Babeuf y considerado en los cuarenta años siguientes como el centro más íntimo de !as sociedades secretas. Pero sobre todo el joven Vicente Russo, de Nápoles (1770, ahorcado en 1799), debía interesar a un napolitano amigo de la libertad; en Pensieri politici (1798) se encuentran expresiones socialistas como las siguientes: "La gran desigualdad de la propiedad es el nudo gordiano. La revolución está llamada a cortarlo y a librar del crimen a la tierra. AI nombre de revolución vuelve la humanidad desde la agonía de la muerte a la vida y respira en la esperanza de ver nuevamente restablecidos sus derechos tantos siglos lesionados infamemente. Quien traiciona la revolución por medio de la locura o la infamia, es execrado por la humanidad; detestado por los propios asesinos".

Después de la revolución napolitana de 1799 vino la época de las sociedades secretas, especialmente la de los carbonarios, de la que podían vivir todavía en el año 60 algunas tradiciones orales. Estas conspiraciones y su terrible persecución produjeron características personalidades, como la de Ciro Annichiarico, de los Decisi. fusilado en 1818, y condujeron a una verdadera revolución, en 1820, en que el carbonarismo triunfó abiertamente durante varios meses en Nápoles y en todo el reino y era tan temido y execrado por la Santa Alianza, como lo es hoy el bolchevismo por los estadistas capitalistas; finalmente fue el movimiento, traicionado por el rey, abatido por un ejército austriaco. Desde entonces decayó la actividad revolucionaria en el sur de Italia, pero volvió nuevamente a la luz del día en el año 1848. El movimiento abatido el 15 de mayo llevó a procesos monstruosos y crónicos y fue tal cantidad de prisioneros tan cruelmente maltratada que Two Letters to the Earl State prosecutions of the Neapolitan governement (1851) de Gladstone hicieron tan completo el aislamiento moral del gobierno borbónico, que esto explica el que haya sido abandonado a su suerte y el que la expedición de Garibaldi en 1860 encontrara un fundamento sólido y apoyo general moral y de otra naturaleza, Pero antes de eso debían morir aun algunos mártires; nombro a Agesilao Milano, el soldado que en 1856, durante una revista de las tropas hirió al cruel monarca, y a Carlos Pisacane (1857), que es conocido por nosotros, los anarquistas, como el clarísimo intérprete de una concepción personal del socialismo que se acerca mucho a la nuestra. Esto se comprueba en sus Saggi storici-poltici-militari sulla Italia (Génova y Milán, 1858-1860) de los cuales fue numerosas veces reimpreso el ensayo sobre la revolución; pero la obra completa es muy rara y el mismo Cafiero se alegró infinitamente en 1881 cuando la descubrió por primera vez en la biblioteca de Lugano. No obstante, era generalmente conocido el Testamento Político de Pisacane: antes de abandonar a Génova para arribar al Golfo de Policarpo, donde encontró pronto la muerte en la lucha, escribió (24 de junio de 1857): (él cree) "que la propaganda de las ideas es quimérica, que la educación del pueblo es absurda. Las ideas nacen de los hechos, no los hechos de las ideas, y el pueblo no será libre si es instruido, sino que llegará a ser instruido sí ha llegado a ser libre. Lo único que un ciudadano puede hacer por su país es cooperar a la revolución material. Por eso las asociaciones, las conspiraciones, los intentos de acción, etc. son la preciosa serie de hechos por los que Italia va al encuentro de su objetivo. El centelleo de la bayoneta de Agesilao Milano (se precipitó con ella contra el rey) hizo más efectiva propaganda que millares de volúmenes de escritos doctrinarios, que son una verdadera peste de nuestro país como de todos los demás".[1]

Tales palabras de la más decidida resolución pasan por fanatismo cuando la cosa fracasa; pero el revolucionario que triunfa en el hecho, como Garibaldi en 1860, se convierte en un héroe mundial. Cuando se obra realmente, se siente también, y este modo de pensar pasó de Pisacane, el anarquista que murió por su causa nacional, a los anarquistas, a los internacionalistas, que se decidieron a obrar en el terreno de la acción en beneficio de toda la humanidad. Un compañero de Pisacane, Giuseppe Fanelli, fue uno de los más íntimos amigos de Bakunin y también del joven Malatesta. Otro era, sin duda alguna, Nicotera, ministro en 1876 y encarnizado perseguidor de los internacionalistas; Crispí, Cairolí y todos los demás que tomaron parte en las anteriores conspiraciones y en los movimientos garibaldinos, hicieron lo mismo cuando lograron el poder. Los actuales ministros llamados socialistas, tuvieron en aquellos los precursores de la misma naturaleza en la más infame de las renegaciones.

Esto puede bastar al lector no italiano para señalar la clase de impresiones que podía fácilmente recibir un joven inteligente que crecía en una ciudad napolitana hacia los años 1860-70. A esto se agregó quizás la historia de los tiempos clásicos, y especialmente las historias y leyendas sobre los héroes de la libertad en Grecia y Roma atrajeron tal vez más la atención de ese joven que las reglas y excepciones gramaticales. Malatesta concurrió en Santa María al Liceo con el fin de prepararse para el ingreso en la Universidad de Nápoles.[2]

Cuando ingresó en la Universidad era partidario de las más avanzadas ideas de aquel tiempo, de las designadas con él nombre de "patriotismo revolucionarlo". Fue calificado como mazzinista (por Angiolini, 1900) y como inclinado al garibaldismo (por Fabbri, 1921), lo que a lo menos prueba que debió haber sido un adepto de uno y otro muy poco ortodoxo, pues de otro modo existiría más claridad en esto. Mazzini representaba aparentemente un republicanismo inconmovible y un más elevado ideal social que Garibaldi y pudo en ese sentido haber llamado la atención del joven, pero no existe señal alguna de que las ideas religiosas específicas de Mazzini y su falaz pseudo-socialismo hayan desviado el claro pensamiento de Malatesta... Por otra parte su latente impulso a la acción franca, a la lucha audaz, debe haberlo inclinado a Garibaldi. En una palabra, parece que ha sido bastante afortunado al conservar su libertad espiritual, lo que era mucho, pues el atractivo de las orientaciones especiales de aquellos dos hombres que significaban para la juventud lo más radical y lo más ideal, era enorme, y esto lo distinguió de la multitud.

Lo que en aquellos años obró además sobre él, si fue la miseria social o este o aquel movimiento político, los amigos, las sociedades, una propaganda local u otra cosa cualquiera, nos lo relató él mismo, y esta información fragmentaria y por decirlo así constructiva, puede ser reemplazada por datos exactos. Probablemente hizo esto en un artículo de La Questione Sociale (Florencia, aproximadamente en enero de 1884), el cual fue advertido por Eliseo Reclús o en todo caso traducido en el Revolté de Ginebra (3 de febrero de 1884), donde describe el tránsito de un joven desde el republicanismo abstracto al socialismo viviente. Llega por eso a recomendar una evolución semejante a los jóvenes republicanos del ochenta, y en ese sentido se acerca al artículo de Kropotkin "A los jóvenes". He aquí sólo la parte evidentemente autobiográfica:

"Hace quince años (por lo consiguiente hacia 1868), era yo un joven que estudiaba retórica, historia romana, latín y la filosofía del señor Gioberti. A pesar de todas las intenciones del caso por parte de mis profesores, no sofocó la escuela en mí el elemento natural y conservé en el medio corrompido y estúpido de una escuela moderna mi salud espiritual y mi pureza de corazón.

"De naturaleza ardiente y amorosa, soñaba con un mundo ideal en el que se amasen unos a otros y fuesen felices todos; cuando, cansado de mis sueños, observé la realidad y miré a mi alrededor, vi aquí a un miserable tiritando de frío e implorando una limosna, allí niños que lloraban, más allá hombres que blasfemaban y mi corazón se sobrecogió.

"Miré después y advertí que una injusticia monstruosa, un sistema absurdo oprimían a la humanidad y la condenaban a padecer: el trabajo era despreciado y casi considerado como deshonroso, el trabajador moría de hambre para alimentar los excesos de sus ricos señores. Y mi corazón se sublevó; pensé en los Gracos y en Espartaco y sentí en mi mismo el alma de un tribuno y de un rebelde.

"Y cuando oí decir a mi alrededor que la república era la negación de esas situaciones que me mortificaban, que en una república todos serían iguales, cuando en todas partes y en todos los tiempos vi que la palabra república era pronunciada asociándola a las sublevaciones de los pobres y de los esclavos, cuando vi en la escuela mantenernos en la ignorancia del mundo moderno para llegar a idiotizarnos con la más falsa y estúpida historia do la vieja Roma y para que además no pudiéramos comprender una vida social fuera de las fórmulas romanas, -entonces, por estos motivos, me llamé republicano y esta palabra me parecía que abarcaba todos los anhelos, todas las indignaciones de mi corazón. No sabia quizás absolutamente nada cómo debía ser esa soñada república, pero creta que lo sabia, y eso bastaba; para mí era la república el reino de la igualdad, del amor, del bienestar para todos, el amado sueño de mi fantasía convertido en realidad.

'"¡Oh, cómo palpitaba mi joven pecho! Algunas veces, como un moderno Bruto, hundía con la imaginación el puñal en el corazón de un moderno César, otras veces me veía a la cabeza de un grupo de rebeldes o en una barricada aniquilando a los siervos de la tiranía o tronando en una tribuna contra los enemigos del pueblo. Medía mi estatura y examinaba mi labio superior para ver si crecían mis bigotes. ¡Oh, qué impaciente estaba por crecer y abandonar el Liceo para entrégame por entero a las cosas de la república!

"Finalmente vino el esperado día e ingresé en el mundo, lleno de generosas; intenciones, ilusiones y esperanzas. Había soñado tanto con la república que no podía impedirme la participación en todos los intentos donde viera sólo una aspiración, un vago deseo hacia ella, y como republicano vi por primera vez el interior de una prisión real.

"Después reflexionó algo más. Estudió historia, que había aprendido en los necios manuales llanos de mentiras, y comprendí que la república había sido siempre un gobierno como los otros o todavía peor y que la injusticia y las miserias existirían en las repúblicas como en las monarquías, y que el pueblo seria abatido a cañonazos cuando intentase sacudir su yugo"...

Consideró, pues, a América, donde la esclavitud estaba asociada a la república, a Suiza, donde el dominio sacerdotal católico o protestante había existido; a Francia, donde la república fue inaugurada con la masacre de 50.000 parisienses de la Comuna. etc. Esto no era la república soñada por él, y cuando los viejos le decían que en Italia produciría la justicia, la igualdad, la libertad y la felicidad para todos, sabía que todo eso había sido dicho anteriormente en Francia y que se ha dicho y prometido siempre.

Llegó a la conclusión de que la naturaleza de una sociedad no puede depender de nombres y accesorios, sino de las relaciones reales de los miembros entre si y con todo el organismo social. Esto lo prueba la identidad de su estructura económica, pites la propiedad privada es la base del sistema económico de ambas. La historia señala que los derechos del pueblo en la república no pueden modificar nada en esta relación. En una transformación radical del sistema económico, la abolición del hecho de la propiedad privada debe ser el punto esencial. Por esto rechazó la república, que es una forma de gobierno en que todos los privilegios existentes se mantienen y se defienden, y se hizo socia lista.

Podemos terminar aquí con algunas impresiones de Malatesta después de la muerte de Garibaldi (Garibaldi, firmado E. M. en Revolté, de Ginebra, 10 de junio, 1882: en inglés, con el   nombre completo, en la Democratic Review. Londres. 1882):

"... Yo he combatido mucho tiempo a Garibaldl y al garibaldismo y sigo tiendo su más decidido adversario. Desde que entré en el movimiento socialista encontré a este hombre, o mejor dicho, a este nombre en el camino de la Internacional italiana, apoyado en toda su enorme fama, en su inmensa popularidad y en su incontestable superioridad de carácter. El era más peligroso que los otros grandes adversarios por su inconsciente posición ambigua, por sus adhesiones rápidamente retiradas o falseadas (a la Internacional o al socialismo, es indicado aquí); llegué pronto al convencimiento de que mientras no fuese eliminado Garibaldi, el socialismo sería en Italia una humanitaria fraseología, un falseamiento del verdadero socialismo, y lo combatí consciente de cumplir con un deber, tal vez también con la exageración de un neófito y de un meridional por añadidura. Pero cuando tuve la noticia de su muerte, se conmovió mi corazón; sentí nuevamente el mismo dolor que en mí juventud experimenté en ocasión de la muerte de aquella otra gran figura Italiana, (Giuseppe Mazzini, no obstante haber polemizado contra su programa..."

Y dice más lejos: ..."¡Veintidós años (hoy 63) después da la expedición de Marsala, y están todavía en Roma un rey y un Papa! Yo creo que Garibaldi pudo en 1860 destruir el papado y fundar la república italiana, y si esto hubiera llevado a la guerra civil y a la invasión extranjera ¡tanto mejor! El movimiento de 1660 habría podido convertirse en una verdadera revolución e Italia habría renovado el milagro de Francia en 1792. Yo creo que desde aquel tiempo Garibaldi ha podido muchas veces librar a Italia de la monarquía, y que no solamente no lo hizo, sino que durante mucho tiempo ha servido a la monarquía como válvula de seguridad..." (La causa de ello es que cuanto más audaz fue en la guerra, tanto más tímido fue en política, etcétera).

Sería fácil recoger de otros escrito de Malatesta gran cantidad de críticas a las directivas republicanas, pero él no perdió nunca de vista, probablemente en recuerdo de su primera evolución, que los jóvenes atraídos primeramente por estas directivas aspiran a un objetivo ideal que no encuentran allí y que por eso, en muchas ocasiones, están dispuestos e inclinados a un subsiguiente desarrollo libertarlo; ciertamente, él ha trabajado bastante para ayudarles en este proceso.

Se puede decir que el joven Malatesta no cayó nunca bajo el completo Influjo de uno de los mencionados partidos radicales, que él creó un re publica ni orno propio, ajustado desde el principio al deseo de una justicia social, y que buscó entonces los partidos y teorías representantes de ese ideal. Los partidos republícanos no ofrecían ese ideal, pero el heroico socialismo revolucionario de la Comuna de París atrajo inmediatamente su cerebro y su corazón; en esos luchadores vio los combatientes de su ideal. En una palabra, era, como Bakunin, uno de aquellos en quienes el amor a la libertad y el altruismo han evolucionado fuerte e Igualmente y por consiguiente de una manera más rápida que en la mayor parte de los demás logrados para las ideas socialistas y anarquistas, pues estas ideas habían comenzado ya a germinar en los bosquejos de su conciencia antes de haber conocido sus formas verdaderas y sus representantes Me parece aun característica, en la medida en que puedo Juzgar estas relaciones, la evolución evidentemente clara, recta, ininterrumpida de esta joven vida humana. El camino erróneo de la religión, de la filosofía; de la duda mortificadora, le fueron ahorrados, lo mismo que el desfavorable influjo domesticó -y la presión de la escuela obró sólo avivando y despertando su fuerza de resistencia. De ahí procede la clara, sencilla y práctica interpretación de las cosas que advertimos hasta hoy en él. Esta no excluyó nunca la comprensión de la complicación y sutilidad de las otras interpretaciones, pero éstas no reobraron nunca sobre él; es una vida sencilla, clara, abierta, la que vamos a considerar aquí.




CAPÍTULO II

LOS COMIENZOS DEL SOCIALISMO ITALIANO Y LA ACTIVIDAD DE BAKUNIN EN ITALIA HASTA EL AÑO 1867



Antes de discutir la entrada de Malatesta en el movimiento socialista deben ser investigadas cortamente la evolución económica y social de la Italia unida desde 1859 hasta 1870 y los orígenes y progresos del socialismo en esa época.

Et triunfo político del movimiento de la unificación desde 1859 llevó a la inmediata fusión de las unidades económicas independientes anteriores, de la más distinta estructura y de la más diversa evolución; todo esto bajo la dirección de la fuerte y tenaz raza piamontesa del norte. Esto originó grandes dificultades a las regiones más atrasadas, principalmente en el sur, donde el pesado sistema feudal y las condiciones corrompidas en míe está el pueblo desde hace siglos, habían tomado en general, finalmente, formas en cierto modo estables, fosilizadas, patriarcales, mitigadas por el banditismo y la múltiple corrupción, pero al menos libre de la concurrencia con los métodos modernos, fuertes y prácticos de producción y con los movimientos comerciales que constituyen una amenaza tan terrible para los métodos anticuados. El aislamiento, por sí mismo limitado, fue superado, y el nuevo ritmo del trabajo y del tráfico regulado según las rápidas medidas del norte y las medidas internacionales, todavía más rápidas, fue un terrible descubrimiento para la lenta movilidad del sur y para muchas otras comarcas.

La especulación y la economía burocrática fueron más intensivas y la corrupción y el favoritismo se desarrollaron del modo más necesario. El abogado y el diputado fueron los intermediarios entre el gobierno central y los intereses locales, y muchos que habían sido revolucionarios se transformaron en patriotas profesionales y en políticos cíe los negocios. El gobierno por una parte tenia cierto Interés en eso, para levantar el nivel social, intelectual y moral del pueblo, para destruir las tendencias legitimistas adormecidas, pero se alegró por otra parte de la infiltración de la corrupción y de la especulación en los miembros de los partidos radicales, pues esto debilitaba sus fuerzas revolucionarías de acción. De este modo, Mazzini, Garibaldi y otro pequeño grupo de sinceros republicanos, a pesar de lodo su prestigio y popularidad, tuvieron solo propiamente detrás de si un partido inseguro y de muy insignificante cualidad, y todos sus ulteriores esfuerzos, por consiguiente, fracasaron. Las filas de sus adeptos se reclutaban constantemente de nuevo en la juventud de cada nueva generación lo mismo que entre los trabajadores y algunos grupos de estudiantes jóvenes y viejos; pero los adultos se dedicaron en su mayor parte únicamente a negocios y a especulaciones.

La miseria del pueblo era grande y resultaba algunas veces, como durante la epidemia siciliana de cólera de 1867, de modo intranquilzador y evidente, ante los ojos de todos.

El socialismo era casi desconocido, pero el principio de la asociación había encontrado amplio reconocimiento y realización práctica, Libertá e associazione fue el santo y seña de Pisacane, comprendido por él en un sentido verdaderamente socialista, realmente anárquico. Pero la gran utilidad de las asociaciones formadas bajo los auspicios de Mazzini y de Garibaldi se limitaba a la instrucción popular, a la protección por el crédito recíproco y a otras modalidades semejantes, y estas asociaciones eran ante todo centros de agitación republicana, un campo de reclutamiento para ulteriores milicias revolucionarias, etc., y “Venecia y Roma”, no pan y libertad y ni siquiera la república a todo precio fueron hasta 1870 los pensamientos predominantes de sus verdaderos jefes. Además, Mazzini no ocultó nunca su profunda aversión al socialismo; este asunto fue distintas veces expresado, como en su discusión de 1852 con Luis Blanc y otros socialistas franceses proscriptos en Londres. En 1871 vertió la copa entera de sus furores contra la Comuna de París y la Internacional. En 1864 fue invitado a que participase en Londres en la nueva fundada Internacional, pero su pseudo-socialismo, que había hasta entonces bastado a tantas sociedades obreras Italianas, fue considerado como superficial por los iniciadores en Londres del movimiento efectivo, se retiró malhumorado y vio entonces con disgusto los esfuerzos de Bakunin partí difundir el verdadero socialismo, especialmente en Nápoles y en general en el sur.

Un pequeño periódico, Il Proletario, editado por el profesor Nicoló Lo Savio (Florencia, 20 de agosto de 1865, hasta primero de enero de 1866), tomó la defensa de la cooperación, rechazó el parlamentarismo y se alejó de las aspiraciones patrióticas, es decir, nacionalistas, -una posición entonces única en Italia. Angiolini, del cual tomo este dato, dice que el editor había conocido a Bakunin en Florencia, donde por lo demás, no vivía ya Bakunin.

Exceptuando esto, nada aconteció realmente pava el socialismo hasta que Bakunin conquistó un pequeño número de hombres para ponerlos en contacto con el socialismo. Los futuros socialistas de los años posteriores al 70 estañan ya en diverso modo en la vida publica, desde Fanelli, el amigo de Pisacane, en el sur, hasta Bignami y Gnocchi Viani, los primeros socialistas legalitarios, en el norte, pero todos pertenecían a los partidos nacionalistas, es decir, estaban hipnotizados por la palabra de orden: "¡Venecia y Roma!" -Bakunin no sólo puso en contacto con el socialismo a sus más viejos amigos italianos, que en general lo conocían o lo aceptaban fácilmente en las teorías, pero que lo posponían a las cuestiones nacionales-, les dio el concepto claro de la insuficiencia de las soluciones o remedios nacionalistas y el valor de representar este punto de vista frente al omnipotente nacionalismo, al que se humillaban todos sus amigos y compañeros.

Esto no lo habría logrado ningún otro socialista más que Bakunin nacionalista él mismo, que se había exaltado por los eslavos, por Polonia, por la revolución alemana de 1849 y por los rusos a costa de muchos años de padecimientos, que lo hicieron mundialmente conocido. Aún cuando visitó por primera ve/ a Italia con recomendaciones de Mazzini y Aurelio Saffi a todos sus amigos y después de una visita a Garibaldi en Caprera se estableció en Florencia (enero-agosto 1864) esperaba todavía movimientos nacionalistas, tina sublevación en Venecia en la primavera, pero anunció ya, sin embargo, algo más grande, una revolución general. Así escribió el 4 de marzo de 1864 a A. Herzen y a N. Ogareff, sus viejos amigos rusos de Londres: ... "como veis, domina aquí y en toda Europa la más terrible confesión, ningún problema llega a ser determinado y planteado claramente. Por doquiera exigencias legítimas y movimientos con una mezcla de veneno napoleónico. Pero la electricidad se reúne y llena la atmósfera, -un huracán debe estallar. Esto puede suceder hoy o mañana; a mi me parece, sin embargo que la marea está, en reflujo y la ola comienza a crecer". Del mismo modo escribe el 24 de abril a un viejo polaco que resida en Londres; "en occidente está la marea alta: la ola de la revolución ha comenzado nuevamente".

Bakunin estuvo pronto en las mejores relaciones con uno de los más populares radicales florentinos de aquella época, Giuseppe Dolfi, un panadero, y algunos otros, como Berti Calura y Giuseppe Mazzini (de Prato), se adhirieron muy íntimamente a sus ideas generales y ayudaron al socialismo en sus comienzos, Entonces comenzó Bakunin a formar (1864) un grupo íntimo de amigos, lo que ordinariamente se llama una sociedad secreta. Desde agosto hasta la entrada del invierno hizo un viaje a Stockolmo y a Londres y se entrevisto en este último punto, a principios de noviembre, con Carlos Marx, según el deseo de éste. Marx le recomendó que ayudara en Italia a la fundada Internacional (29 de septiembre de 1864), que enviara la exhortación inaugural a Garibaldi, probablemente que cuidara también una traducción italiana de la misma, etc. En su carta del 7 de febrero de 1865, informa Bakunin poco consoladoramente sobre el lento progreso de estas iniciativas: ... "La mayoría de los italianos, desmoralizados por el completo fracaso y los errores de la orientación política centralista y unitaria de la democracia, se ha hecho extremadamente escéptica y retraída. Por consiguiente, sólo una propaganda socialista enérgica puede devolver a este país la vida y la voluntad. Pero esto exige algún tiempo y nosotros estamos al comienzo... Debe ser formada en Italia una nueva democracia que se base en el derecho absoluto y en el culto único al trabajo. Los elementos para eso no faltan: hay abundancia de ellos, así, pues, no hay motivo de desesperación ¡pero paciencia!... Mazzini está en el más completo error cuando espera todavía que la iniciativa de un nuevo movimiento saldrá de Italia, Inglaterra, Francia, quizás Alemania, pero ciertamente las dos primeras, por lo que se refiere a Europa, y la magnífica Norte América, -estos son verdaderamente el centro intelectual y efectivo de la humanidad. Los demás formarán en su séquito".

Durante su segundo invierno en Florencia (1864) trabajó Bakunin, quizás por primera vez, a lo menos en tanto que se puede hablar sobre la fe de algunos testimonios documentarios, en una exposición de sus ideas socialistas revolucionarias y antirreligiosas para presentar a una logia masónica. Más tarde escribió en Nápoles un gran manuscrito sobre el mismo asunto; éste se perdió, se sabe que fue quemado, pero del trabajo de Florencia se han conservado algunos fragmentos como manuscrito, y se puede inferir de ellos qué su "Antiteologismo" de 1868 y "Dios y el Estado" de 1871, tuvieron su precursor en este manuscrito del principio de 1865. Esto demuestra que su propaganda socialista en Italia se basó en aquella indisoluble asociación de las ideas del anarquismo, del colectivismo y del ateísmo, lo mismo que toda su ulterior actividad hasta su muerte.

En el verano de 1865 viajó en dirección al sur, a Nápoles y Sorrento, y permaneció entonces en Nápoles o en un pueblo de las cercanías para pasar la estación veraniega, hasta agosto de 1867, época de su viaje a Suiza para concurrir al Congreso de la Paz en Ginebra (septiembre). En la redacción del Popólo d'Italia de G. Asproni, Nápoles, y después de las visitas privadas, conoció muchos jóvenes napolitanos, lo mismo que hombres algo maduros ya, como Fanelli y Carlos Gambuzzi, que habían conocido las prisiones borbónicas. Finalmente fue formado entonces un activo grupo socialista que, ya como núcleo secreto, ya como sociedad pública, como grupo editor de un periódico, después obrando nuevamente como la parle más activa de la sección de la Internacional, no se separó nunca, nunca rindió las armas; y esto es el grupo, el núcleo interno al que fue Malatesta cuando entró en 1871 en el movimiento socialista.

Por consiguiente la historia y las publicaciones de este irruyo y la correspondiente actividad de Bakunin, son del más significado interés para la biografía de Malatesta, puesto que sus ideas, cuando se adhirió al movimiento como novicio, debían ser influidas por ese ambiento al que se sintió atraído y al que no abandonó jamás, si bien en el curso de los años debía extinguirse a su alrededor.

El 19 de julio de 1866 envió Bakunin a Herzen y a Ogareff, en Ginebra, por una portadora que gozaba de su mayor confianza, la princesa Obolensky, ciertos documentos sobre una organización secreta, el programa y los estatutos, -manuscritos detallados que se conservan y fueron reproducidos o resumidos en mi biografía de Bakunin- y escribe sobre el asunto: ... "Encontraréis muchos detalles innecesarios, pero recordad que escribo entre italianos, a los que desgraciadamente son casi desconocidas las ideas socialistas. Yo debía realizar una lucha especial contra las llamadas pasiones e ideas nacionales, contra la repugnante retórica burguesa, que cultivan Mazzini y Garibaldi con particular energía. Después de tres años de trabajo (1863-4, -66) obtuve un resultado positivo. Tenemos amigos en Suecia, Noruega, Dinamarca, Inglaterra, Bélgica, Francia, España e Italia; hay también polacos y algunos rusos. En el sur de Italia cayó la mayor parte el las organizaciones mazzinianas, las falange sacre, en nuestras manos. Adjunto también un corto programa de nuestra organización nacional italiana. En una circular a sus amigos de Nápoles y Sicilia me denuncia Mazzini formalmente, nombrándome: "il mio ilustre amico Michele Bakunin", una denuncia muy desagradable para mi porque la Falange mazziniana, especialmente en Sicilia, contiene muchos agentes del gobierno y podía haberme comprometido seriamente. Por suerte, el gobierno no entiende nada aquí del movimiento social y no le teme, lo que no significa una estupidez pequeña, pues después del naufragio completo de todos los demás partidos, ideas y cosas, sólo queda en Italia una fuerza viviente y posible: la revolución socia!. El pueblo entero, principalmente en et sur, se nos adhiere en masa, y no nos falta material, sino gente instruida, que sea activa y capaz de dar una forma a ese material..."

El corto programa y los estatutos de la organización italiana fueron impresos clandestinamente y dicen:

Programma de la rivoluzione democratica italiana (3 páginas en 8°) y Societé dei legionari della Rivoluzione sociale italiana. Orgánico, (10 páginas en 8º.).

Este primer programa de la revolución social  y democrática italiana exige:

1.      La abolición del derecho divino.
2.      La abolición del derecho diplomático.
3.      La abolición del derecho histórico.
4.      Renuncia a  toda idea de predominio nacional.
5.      Libertad de los individuos en la Comuna.
6.      Libertad   de las  Comunas y su   federación  libre  en  la provincia y en la nación.
7.      Abolición de los derechos actuales públicos y privados.
8.      Igualdad política para todos.
9.      Abolición de todos los privilegios asociados a las personas y cosas.
10.  Emancipación del trabajo frente al capital.
11.  Única forma de propiedad: los Instrumentos de trabajo para los trabajadores, la tierra para los que la cultivan.
12.  Libre federación de las naciones entre si.

Estas proposiciones serán desarrolladas después en circulares del Comité Central.

Si estas circulares fueron escritas después no lo sé; pero de ese grupo salió un largo escrito, La situazione italiana, fechado en octubre de 1866 (dos paginas en folio, dé tres columnas de tipo pequeño, cada una), Bakunin debió haber sido el verdadero autor, pero su texto primitivo fue libremente manejado, ampliado y localizado por el traductor, Alberto Tucci, que estaba en aquel tiempo en relaciones con Bakunin. Ese escrito refuta las ideas de Mazzini y Garibaldi, los cuales son tratados muy cortésmente como personas, pero sus ideas predilectas son agudamente atacadas y disecadas. Justamente en su decadencia, el garibaldismo es calificado así: “de la revolución pasó al militarismo revolucionario, después por completo al militarismo”.

Tenemos el agrado de dar algunos otros fragmentos: ... "Esta mayoría (en Italia), que para nosotros es únicamente el pueblo, no posee ninguno de los derechos que fueron distribuidos a la clase media por una serie de instituciones; ni libertad política, porque su situación social hace ilusorio su empleo para, ella; ni derechos iguales, porque la desigualdad real los contradice y anula: ni bienestar general, porque su trabajo es absorbido por el capital y tiene que pagar para la grandeza y la unidad del Estado centralizado que favorece a la burguesía; esta mayoría, en fin, no tiene ni fama ni historia, porque es sumida cada día más en las tinieblas do la ignorancia, en medio de las cuides procura engañarla nuevamente el protectorado engañoso de las castas privilegiadas.

"En todas las revoluciones y después de ellas, para el pueblo hubo siempre el mismo resultado: padeció y pagó.

... "Tres tiranías seculares oprimieron y embrutecieron al pueblo: tres enemigos son los que debe vencer antes de poder entrar en el camino de un dichoso futuro: la Iglesia, el Estado centralizado y sus partes integrantes necesarias (es decir, monarquía, militarismo, burocracia) y los privilegios sociales"...

Y como conclusión dice: … "y ahora, como fin, confirmemos nuestro programa con la siguiente declaración:

"Nosotros no creemos más que en la revolución hecha por el pueblo para su emancipación completa y positiva, en una revolución que llevará a Italia a la republica libre, compuesta de comunas libres y libremente asociadas entre si en la y Nación". La vida interna de esta sociedad secreta recibe algunas aclaraciones por medio de dos documentos de la guerra de 1866: uno de ellos es una carta contestación de Palermo (18 de julio de 1886) a la circular de Nápoles, por la cual son disueltas las organizaciones allí existentes y adheridas ala sociedad FF.) In nome del C(omitato) C(entrale) della Soc(ietá) lnt(ernazionale) R(ivoluzionaria) D(emocratica) S(ociale), noi vi  díchiaramo sciolti da qualunque impegno e da qualunque giuramento fatto...; la causa es la disensión con el punto de vista de Nápoles sobre motivos patrióticos. La guerra contra Austria había incitado a tres de los mejores miembros de la sociedad a participar en la misma como garibaldinos voluntarios, es decir, a Giuseppe Fanelli, Carlo Gambuzzi y Rafaele Mileti, pues se sintieron comprometidos a ello por su posición política y por el honor militar; en una palabra, ni el influjo de Bakunin pudo apartar a estos hombres en ese caso de una guerra patriótica. Pero después que uno de ellos hubo informado desde el Tirol sobre el fracaso de sus esfuerzos para interesar al ambiente garibaldino en los fines ulteriores de la sociedad, etc., y los otros no dijeron nada, les escribió la Junta de Nápoles una carta en que se hablaba de la situación y les exhortaba a regresar. En esa carta, que está escrita en italiano, pero que indudablemente fue inspirada por Bakunin, se saludaba a la paz después de la evacuación de Venecia por Austria: ahora no podrían continuar aprovechando los mazzinianos y garibaldinos la ocupación de Italia por los extranjeros como pretexto para la postergación de los problemas sociales y después el militarismo quedaría destruido para siempre en Italia,

Más adelante dice la carta: "Podéis objetar que el Tirol e Istria permanecen separados de Italia. Pero ¿cómo se debe anexar a Italia estas dos provincias y con qué titulo y en mérito a qué derecho exigirlas? ¿Quizás en nombre de la libertad? Ciertamente no. ¿En nombre de la voluntad del pueblo? Esto es absurdo después de ver que los habitantes se han batido con tal valor por mar y tierra, después que los tiroleses destruyeron y rompieron con su valentía el prestigio de Garibaldi y lo forjaron a deshonrarse con el incendio de Molina y Santa Lucia. ¿En nombre del idioma y de las fronteras naturales? Esto es actualmente imposible; pues ¿cómo debe comportarse este principio frente a Francia, Suiza e Inglaterra, que poseen tierra italiana en el cantón Tesino, en Niza, en Córcega y en Malta? Además esto equivale a sancionar el principio de conquista y a destruir el principio de la libertad y de la federación, lo que no podrá ser admitido por ti"...

Como se ve, Bakunin tenia en aquellos años el más pesado trabajo ante sí para combatir la identificación habitual que se hacía entonces en Italia entre patriota y revolucionario, una identificación que, por lo demás, ero casi característica de todos los países, como advierte en una carta del 6 de enero de 1867 (a un francés que permaneció desconocido): ... "Solamente en aquellos raros momentos históricos cu que una nación representa realmente los interesen generales, el derecho y la libertad de la humanidad entera, puede un ciudadano que se llame patriota, llamarse igualmente revolucionario. Tal era la situación de los franceses en el año 1783, una situación única en la historia, de la que se buscarla en vano un paralelo antes y después de aquel período..." Por otra parte critica inmediatamente las ideas de 1793 a causa de su carácter religioso, antisocialista y estatal.

… "Un Estado, -a menos que no sea aquel reino universal que soñaron primeramente los Papas y Carlos V., después Napoleón y hoy algunos rusos, es decir, la cosa más despótica, y más merecedora de odio de la tierra-, todo Estado, digo, es necesariamente un Estado particular, el Estado de una sola nación, por consiguiente una negación de la humanidad, una negación que representa al patriotismo revolucionario como el más alto objeto de todo esfuerzo y que impondría a todas las demás naciones el culto exclusivo a la grandeza de una sola nación -o llega a despertar por ese medio en cada nación el mismo exclusivo egoísmo, la misma vanidad, y llega a transformarlas a todas en fortalezas igualmente aisladas y mutuamente enemigas, llevando cada una de ellas en sí la pretensión arrogante de querer concentrar toda la humanidad. Esta es hoy, en realidad, (1867) la situación y las tentativas de todos los grandes Estados de Europa. Podría decir de todos los Estados sin excepción; pues los pequeños Estados, como los que forman a Alemania, como Bélgica, Holanda, Dinamarca, Suecia, etc., no son comedidos y humanos por principio y convencimiento, sino por debilidad. En su espíritu son tan ávidos como Rusia, Prusia, Francia, como..." (la carta se interrumpe aquí, después de algunas palabras que dan a entender que se trata de una Italia poderosa, de una república mazziniana).

En otro manuscrito (del otoño de 1869) se lee: "...En ninguna parte se puede observar tan bien como en Italia la Inutilidad del viejo principio de una revolución exclusivamente política, y la decadencia de la burguesía, esta única representante de las Ideas de 1789 y 93 y su patriotismo que todavía se llama revolucionario... Menos de cinco años de independencia bastaron para arruinar las finanzas, sumir al país en una situación económica sin salida, matar la industria y el comercio, y lo que es más todavía, destruir en la juventud de la clase media aquel espíritu de resignación heroica que sirvió más de treinta años a la actividad de Mazzini como una palanca poderosa. El triunfo de la causa nacional lo ha deshecho todo, cu lugar de vivificarlo todo. No solo fui muerta la prosperidad material, sino también el espíritu,.. No conozco efectivamente ningún país en el que la creciente burguesía esté más ignorante de los problemas actuales y más indiferente ante los modernos movimientos espirituales"... Analiza la condición anticuada de la instrucción universitaria de aquella época y describe la avidez de la burguesía victoriosa, la llamada consorteria que no es una consecuencia del régimen monárquico sino del sistema burgués que Crispí, el jefe de los radicales, el anteriormente mazziniano, y garibaldino, anima y socorre.

Después de aquella Situazione de 1866, apareció aun una segunda hoja: La situazione, 2 (4 páginas en 4º) cuando Bakunin vivía ya en Suiza. Alberto Tucci tradujo en noviembre de 1868 el manifiesto impreso después en Ginebra. Se describía en él la revolución social y explicaban las ideas de Bakunin; ateísmo, socialismo, federalismo; "la federación de las autonomías locales como resultado de la revolución social, sobre el fundamento único del trabajo libremente asociado, constituye el objetivo final.

Cuando Malatesta en 1871 entró en el movimiento no había ningún libro ni folleto anarquista en idioma italiano, y las revistas de entonces tenían un carácter bastante primitivo, Bakunin había, marchado hacía tres años y medio; pero una parte de sus compañeros de 1865-67 era todavía activa. Estos conocieron el socialismo anárquico por la citada propaganda secreta de aquellos años: algunos leyeron también a Proudhon. Fuera del pseudo-socialismo de Mazzini, en que sólo tenía un valor el reconocimiento del principio de asociación, no se conocían otras variedades del socialismo, aparte de los recuerdos históricos del tiempo de tos saint-simonianos y fourieristas (Montanelii y otros); la misma obra de Pisacane había desaparecido hacía mucho tiempo y apenas llegó de Piamonte al sur. Tal era aproximadamente la situación cuando en 1867 comenzó en Nápoles la propaganda publica, un peldaño de la fundación de la Internacional allí (comienzos de 1869), en la que ingresó Malatesta al comienzo de 1871.




CAPÍTULO III

EL SOCIALISMO EN NÁPOLES DESDE 1867 A 1870



A principios de 1867 comenzó a entrar en la vida pública el grupo avanzado que rodeaba a Bakunin. Firmado: Dr. Saverio Friscia, presidente, Attanasio Dramis, secretario y por otros en nombre de la Associazione Libertá e Giustizia, fue publicado un largo manifiesto electoral (1 página, folio). Este fue sencillamente un medio para la difusión de un programa de 17 puntos, que son una ejemplificación y una atenuación popular de las ideas presentadas en la Sitiuazione italiana (octubre de 1866); corresponde también a los 14 puntos del programa de la misma sociedad (Programma della Societa Libertá e Giustizia, con el Statuto consiguiente, 3 págs. en 4º). La posesión territorial de la iglesia, confiscada entonces (1866) por el Estado debía ser devuelta a las comunas y arrendada por éstas a los agricultores, que formarían, según la posibilidad, asociaciones libres. La abolición de la burocracia estatal, la autonomía comunal, la descentralización, etc. No se proponían ninguna especie de demandas francamente socialistas: la táctica que se eligió para atraer primeramente la opinión publica parece haber sido la de presentar los asuntos teóricos subdivididos y la de propagar las Ideas avanzadas bajo la forma de una serie de medidas prácticas. No se menciona ningún candidato. Los demás firmantes eran: Carlo Mileti, Giuseppe Fanelli, Carlo Gambuzal, Antonio Piscopo, Pascualo Cimmino, Francesco Calfapetra, Dr. Raffaele di Serio, Raffaele Mileti. Domenico de Martino, Pier Vincenzo de Luca, Stefano Caporusso, Ferdinando Manes Rossi, Gregorio Mayer.

Los Estatutos parecen revelar la mano de Bakunin y habrían permitido una gran expansión de la sociedad por la afiliación de las organizaciones de Italia y del extranjero que aceptaran el programa.

Debía aparecer un periódico Libertá e Giustizia; después de un largo prospecto (2 págs. 4º comienzos de abril de 1867) vio la Luz del día tan sólo en agosto de I867, y en febrero de I868, o algo antes, había suspendido ya su aparición. Lo redactó Pier Vincenzo de Luca. Por desgracia no vi nunca ese periódico, en el que apareció un artículo de Bakunin sobre el paneslavismo, como tampoco vi el Popolo d'Italia (Nápoles) donde apareció en 1865 un articulo del mismo sobre moral, que sería de sumo interés como la primera declaración impresa de Bakunin después que cesó en 1863 de escribir sobre las cuestiones eslavas. Sin duda se verán en ese periódico, que por lo demás no fue un órgano de propaganda socialista inmediata, también los orígenes literarios de otros hombres de su ambiente.

Sin entrar en más detalles locales cito de los documentos de aquellas época una lista de las personas a quienes fue enviado el periódico, y probablemente la parte extranjera fue entregada por el mismo Bakunin; además del nombre de interesantes personalidades contiene el de los miembros de su circulo intimo. Encontramos allí: (otoño de 1867) Garibaldi, Berti Calura (Florencia), Dr. Giuseppe Mazzoni (Prato) Ludmilla Assing (Florencia), Glorgio Asproni, diputado, y Silvio Verratti (Nápoles), Giuseppe Dassi (Sorrento), Luigi Bramante (Nápoles), Alberto Mario (Florencia), Gaspare Stampa (Milán), Karl Marx, A. Herzen, Elisée Reclus, Scheurer-Kestner, A. Talandier, Ch. L. Chassin, N. Joukowski, Karl Grün, Wyruboff, A. Naquet, G. Chaudey, César de Paepe, Gustav Vogt, N. Utin, C. F. Marchand (Berna), Accolas, Aristide Rey, Odger, Cremer (Londres), Haupmann (del Partido popular democrático del sur de Alemania).

Entre tanto tuvo lugar un nuevo episodio garibaldino; Garibaldi, en su último avance sobre Roma, fue derrotado en Mentana. El 25 de octubre de 1867 escribió Bakunin a Gambuzzi y a Fanelli, aprobando su conducta hasta entonces: "y ahora, queridos amigos, mi consejo es éste: si Garibaldi no reconoce por fin que desde 1858 marcha por un falso camino y la indignación que todas las sucias intrigas fraguadas a su alrededor deben excitar en él, no le decide finalmente a los actos más extremos, a desplegar la bandera de la revolución incondicional, sin subterfugios ni fraseología, -de lo cual no lo considero capaz-, entonces retiraos y renunciad decididamente a toda colaboración"... Su consejo fue seguido esta vez y armonizaba con la resolución tomada ya por sus amigos.

Unas semanas antes, en nombre de la asociación Libertá e Giustizia, había presentado C. Gambuzzi al congreso de la paz en Ginebra, que presenciaron Bakunin y Garibaldi, una resolución casi anarquista, la primera manifestación pública de un italiano en este sentido. Se llega a declarar en ella que "es necesario abatir todas las instituciones privilegiadas, monopolistas y de violencia, como las iglesias, oficialmente pagadas, (por los fondos públicos), el Estado, con la plutocracia de él dependiente, y todo provecho ilegitimo"... lo que es una nueva exposición en aquel año de la triple fórmula de Bakunin concentrada en el antiteologismo, el federalismo y el socialismo, y que después fue precisada en esta otra forma: ateísmo, anarquismo y colectivismo.

Puesto que quiero llegar pronto a los comienzos de Malatesta, no es necesario Investigar aquí por qué retrogradó un poco el movimiento en Nápoles en la época de la reacción que siguió a la derrota de Mentana. Además debe haber influido bastante la ausencia de Bakunin que, me complazco en decirlo, representaba en si, por su actividad múltiple, tina Internacional. Pero cuando comenzó en el otoño de 1868 a dedicar todos sus esfuerzos a la Internacional, primeramente por la fundación de una organización internacional en Berna, la "Alianza de la Democracia Socialista", según el deseo de sus amigos, que debía ingresar colectivamente en la Internacional, se despertaron de nuevo sus amigos Italianos. Tuvo hasta la feliz idea de sugerir a Fanelli, propagandista serlo y consciente, una gira a España, donde, durante ese viajo, fueron fundadas en Barcelona y en Madrid la Internacional y la Alianza, que aceptaron desde el principio el anarquismo colectivista; la federación española de la Internacional, fundada en 1870, representó siempre esas Ideas, y sus formas modernizadas, y la masa principal del movimiento obrero español vuelve a la iniciativa feliz de 1868 y quedó fiel al espíritu de la misma. La actividad personal de Bakunin se limitaba entonces a Ginebra, pero se extendió pronto al Jura suizo; además le preocupaba, el movimiento francés, principalmente el de Paris, Lyon y Marsella y la propaganda rusa (1869-1870) de modo que Nápoles, donde el cimiento estaba ya abierto, se desvaneció para él en aquellos años.

Escribió en 1872: "Ni Marx ni el Consejo general hicieron alego para introducir y propagar en Italia las Ideas y la organización da la Internacional. Todo lo que en este concepto se hizo allí hay que atribuirlo a la actividad enérgica e Incansable de los miembros de esa. Alianza socialista revolucionaria contra la que él (Marx) y sus amigos han iniciado una guerra tan terrible, porque comete la gran injusticia de rechazar todos los sistemas de gobierno, aun el suyo. Aquí debemos reconocer fácilmente que mucho más que la propaganda de la Alianza, la revolución de la Comuna de París ha despertado al proletariado Italiano de su letargo secular"... Una prueba documental de la primera parte de estas afirmaciones la ofrece una carta de Eugene Dupont, uno de los secretarios del Consejo general, a Nápoles, en la que se lee: "Desde el congreso de Bruselas (sept. 1868) no hemos recibido ninguna carta de Italia". Esta misiva está fechada el 20 de enero de 1869. Pero justamente entonces se formaban en Nápoles la Alianza y la Internacional, y el 31 de enero se constituyó la sección central provisoria de Italia, lo que da a entender que no existían allí otras secciones en aquella época.

De cuatrocientos miembros que tenía en marzo de 1869 llegó a 1200 en mayo. No sé si el proyectado periódico La Frattellanza apareció; en todo caso, desde el 5 de noviembre se publicó L'Eguaglianza. Por el verano existían ya secciones de oficio, do las cuales una, la de los mecánicos, se hizo representar en el congreso de Basilea de la Internacional (septiembre) por Bakunin. A principios de 1870 se informa sobre la existencia de 8000 miembros locales. Pero en febrero procedió la policía a una investigación domiciliaria y el presidente, el secretario y Carlo Gambuzzi permanecieron seis semanas encerrados. El periódico suspendió su aparición y el trabajo no se reemprendió después con el mismo celo; el movimiento no retrocedió, pero se estancó en un pequeño círculo íntimo de trabajadores, sin ninguna sección formal, sin correspondencia alguna. Estas particularidades las anoté ya en agosto de 1892, según una exposición verbal de Malatesta; además puede dar noticias completas sobre todo esto un informe enviado al Consejo general de Londres en 1871 por Carmelo Palladino, que se encontró precisamente entre los papeles del Consejo general, y cuya edición estaba próxima a aparecer en la fundación Antón Menger de Viena, y basta ahora, lastimosamente, no pudo ver la luz, pero la cuestión no parece estar completamente abandonada.

Aquí termina esta larga exposición histórica previa, que no puede ser inoportuna para aquellos que quieran comprender la personalidad, las ideas y los hechos de Malatesta. La generación actual de lectores supone fácilmente que los movimientos socialistas existieron desde nace mucho tiempo y no puede imaginar con la misma facilidad que aun existe alguno entre nosotros, lleno de vida y de impulsos de actividad juvenil, que vio los primeros balbuceos o el primer gran desarrollo del socialismo en su patria, y desde su primera juventud hasta hoy lo fomentó fuertemente. Pero estos comienzos son bastante característicos y únicos, pues, en ninguna parte como en la Italia de aquella época, las fuerzas, una parte de las mismas solamente, es natural-, despertadas y puestas en ejercicio por las revoluciones políticas anteriores, y las masas populares llegaron a un contacto tan grande; de esto resultó una colaboración durable y asidua. Esto dio a la historia de la Internacional italiana un carácter romántico y aventurero y tuvo también un fuerte influjo en la parte más arriba mencionada de la vida pública de Malatesta.




CAPÍTULO IV

MALATESTA Y LA INTERNACIONAL EN NÁPOLES DESDE LA PRIMAVERA DE 1871 HASTA EL VERANO DE 1872



La historia del socialismo italiano escrita por Angiolini (1900), una compilación mediocre tomada de fuentes del valor más diverso, dice que Malatesta en 1870, siendo estudiante de medicina, "fue arrestado en un tumulto en Nápoles, condenado por primera vez y relegado por un año de la Universidad, y que los contratiempos de su vida le impidieron desde entonces reemprender sus estudios".

Más detalles me son desconocidos. Se me ha contado que en aquellos años era corriente después de las asambleas estudiantiles que tenían lugar con motivo de alguna queja, formar cortejos callejeros que desfilaban ante Ion edificios de la Universidad y del gobierno, lo que solía llevar a algunas detenciones policiales y a relegaciones por un tiempo más o menos largo. Es muy probable que el joven republicano Malatesta no quedadse atrás en tales ocasiones y se expusiese hasta que le tocó la mencionada medida disciplinaria. Su existencia desde 1871 a 1877, y también después, señala del mismo modo que no se produjo para él nunca un periodo tranquilo que le permitiera la reanudación de sus estudios. No indagué si su familia adoptó sobre este caso alguna decisión: puedo decir solamente que su vida privada no llamó nunca la atención pública. Yo creo que las posiciones materiales le eran completamente indiferentes, no en el sentido del metafísico, del soñador, etc., -es el nombra más práctico y más razonable-, sino porque realmente la riqueza, una carrera, la vida ociosa no tenían para él ninguna fuerza de atracción: fue siempre bastante hábil y diestro para ganarse por el propio trabajo el pan que necesitaba su  manera frugal de vivir. El acta de acusación de 1877 lo nombra, no sé con qué derecho, químico; su oficio es el de mecánico electricista, y en sus primeros tiempos se ocupó en otros trabajos. Tres cosas no fue jamás: político mercenario, periodista a sueldo y empleado rentado de las organizaciones obreras, pero en cambio ha descargado barcos, participó en las rudas toreas de la industria de la construcción, etc. No todos podrían fácilmente retirarse de un modo tan absoluto de la vida ordinaria, llamada burguesa, como él, sin que se le haya advertido el más insignificante irrealismo, un desconocimiento de los méritos de la sabiduría. Para él no tenía importancia el abandono de los estudios formales en la Universidad; su instrucción ulterior prosiguió tranquilamente su curso. Dedicó desde entonces a la buena causa, nunca más abandonada, todas sus energías y todo su tiempo; su modesta vida privada no necesita ocuparnos más.

Durante la Comuna de París (marzo mayo de 1871) conoció el joven republicano en un café de Nápoles a Carmelo Palladino, miembro de la sección de la Internacional, un joven abogado que, al observar el interés de Malatesta por el socialismo, se relacionó con él y lo introdujo luego en las ideas. Malatesta se adhirió con algunos de sus amigos al grupo obrero que desde 1870 quedó en el puesto de la anterior sección; la sección fue reanimada enseguida y la agitación publica, comenzó de nuevo.

La exactitud de esta participación de Malatesta me fue demostrada por una carta de Carmelo Palladino a la Solidarité de Ginebra (11 de mayo de 1871), que hallé en 1893 entre las cartas de N. Joukowski; Palladino pide cuatro ejemplares del periódico, que debían, ser enviados a los estudiantes Errico Malatesta, Pietro Gatti, Bernardino D'Eramo y a él mismo. La Solidarité de Ginebra debía suplir a Solidarité, de James GuiIlaume, (Neuchatel, 1870), suprimida en septiembre; aparecieron sólo cuatro números (28 de marzo hasta el 12 de mayo de 1871). La escisión entre anarquistas y socialistas políticos había tenido ya lugar en la Internacional suiza (abril de 1870) y la segunda Solidarité, si bien no del todo satisfactoriamente redactada, representó, naturalmente, la tendencia antiautoritaria. Le siguió La Revolution Sociale, de Ginebra, que encarnaba más los puntos de vista de la Comuna; no se llenó totalmente la laguna basta que comenzó a aparecer en pequeño formato y autografiado el Bulletin de la Federación del Jura. Entre tanto, el punto de vista de esta tendencia había sido dado a conocer por la circular de Sonvillier (12 noviembre de 1871). La mención de todo esto tiene su interés, porque señala la insignificante posibilidad de informarse entonces sobre este asunto y sobre el movimiento. Bakunin mismo escribió el 4 de Julio de 1870 a C. Gambuzzi: "¿Existe todavía una sección en Nápoles? ¿En qué situación se encuentra? ¿No ha caído tal vez aún en manos de los intrigantes?"... Bakunin, que había estado en abril de 1870 un poco de tiempo en Milán, renovó sus amistades en Italia con ocasión de su visita a Florencia (30 de marzo hasta el 2 de abril de 1871), donde vio a sus amigos toscanos Berti Calura y Mazzoni y a sus amigos del sur Fanelli, Gambuzzi y Friscia (Sicilia); escribió en aquella época un “Programa” del que no se conoce nada y no se sabe siquiera si se refería a Italia. La sección de Nápoles no desempeñaba entonces papel alguno; pero Palladino, que había sido muy activo desde 1863 y no conocía aún personalmente a Bakunin, logró reanimarla con el apoyo de Malatesta.

Tengo pocas noticias de la vida de Palladino, que se retiró posteriormente a su región natal, a Cargano Varano, en la comarca del monte Gargano, donde encontró muchos años más tarde una muerte trágica. "Visitó en Locarno a fines de 1872 a Bakunin, con Cafiero, y se dirigió allí también en 1874, después del fracaso de la Insurrección italiana de aquel verano. Malatesta hablaba ya de él con consideración y simpatía; ambos atrajeron Indiscutiblemente la sección de Nápoles a la orientación libertaria y supieron ganar para la misma a Cario Cafiero, que tenia una gran importancia para el movimiento.[3]

Pues, como relató Malatesta, no tardó Cafiero en ir de Londres a Nápoles como miembro londinense de la Internacional, al que había dado el Consejo general poderes para Nápoles; es decir, debía fundar allí una sección, y se asombró al encontrar vivificada la sección desaparee ida. Bajo esas circunstancias se le recibió algo secamente: pero en un mes o dos se convenció por sí mismo de que la sección marchaba perfectamente y escribió en ese sentido a Londres, lo cual originó ya entonces una tirantez en las relaciones con el Consejo general.

Carlo Cafiero había nacido en 1846 en Barletta (Apulia), hijo de una familia local rica y reaccionaria; después de una educación clerical, los estudios de jurisprudencia y las primeras etapas de una instrucción para la carrera diplomática, abandonó esta carrera; quedó en él una cierta propensión mística, un deseo profundo de actividad altruista, hasta ascética. En estas condiciones, su asistencia fortuita a una gran asamblea obrera londinense despertó su interés hacia la internacional, y Marx y especialmente Engels, que querían conquistar entonces a España y a Italia para el marxismo por medio de Bignami, Cafiero, Lafargue, luego por Mesa, Iglesias y algunos otros, -ambos hicieron todo lo que les fue posible para tener en Cafiero un hombre que extirpara el influjo de Bakunin en Italia. Cafiero se entregaba en cuerpo y alma a la causa que aceptaba, tenia una mentalidad algo caprichosa y era manejado con dificultad. Fanelli, Gambuzzi, Tucci discutieron con él, pero el que debía lograr la mayor victoria era Malatesta, a pesar de que era joven, tal vez porque Cafiero debió ver en él más que en los otros, un hombre realmente decidido para la acción, como lo probaron los acontecimientos de 1874 y 1877. El último paso para conseguir la más completa solidaridad de Cafiero lo dio el propio Bakunin en 1872.

Entretanto, la sección fue disuelta por orden gubernativa del 20 de agosto de 1871: tuvieron lugar investigaciones domiciliarias en casa de Giustiniani (presidente), Schettino (secretario) Gambuzzi, Palladino y Cafiero. Fueron secuestradas a la madre de Cafiero, grados a un registro corporal, cartas de Londres; Cafiero fue arrestado.

En aquel tiempo la Internacional no tenia órgano alguno, pero los jóvenes (nombramos a Rizzi, Bramanti, Palladino, Leoncovallo, Eugenio Paganelli escribían hojitas vibrantes, como L'Internazionale y Il Motto d´Ordine, que no eran propiamente periódicos de propaganda. El núcleo interno de la sección, naturalmente, se mantuvo, y después de algún tiempo la sección fue fundada de nuevo; su órgano, La Campana (7 de enero do 1872) anunció la fundación de la Federazione Operaia Napolitana.

Alberto Tucci, por la sección de Nápoles, y Cafiero, por la de Girgenti, en Sicilia, concurrieron, al congreso de las sociedades obreras convocado el 14 de agosto de 1871 para el 1 de noviembre en Roma por el partido mazziniano, en cuya ocasión escribió Bakunin un largo comunicado a los trabajadores italianos, del que se imprimió secretamente en Nápoles (16 págs. en 8º) una traducción parcial, Agli operai delegati al Congresso di Roma, firmada por Un gruppo d'Internazionali. Después de la exposición de su punto de vista, Tucci y Cafiero abandonaron el congreso, que estaba sometido a la consigna mazziniana habitual, sin otra solidaridad que la de un delegado de Liorna.

La Campana, después de Libertá e Giustizia, fue la primera publicación obrera napolitana realmente interesante. Fue redactada principalmente por A. Tucci, con la colaboración de otros de los más viejos, como Gambuzzi y Palladino, y por Cafiero y Malatesta y los jóvenes que habían entrado en el movimiento en 1871, También el Dr. Saverio Friscia, de Sciacca, Sicilia, escribió notables artículos, Alberto Tucci estuvo en estrechas relaciones con Bakunin, desde 1865-1868, pero se distanció personalmente a causa de los desacuerdos del círculo de Vevey a principios de 1869. Esta circunstancia quizás y también la actitud reservada de Cafiero, pudieron haber determinado la posición primeramente vacilante de La Campana frente al Consejo general de Londres, contra el que tan vivas quejas había promovido en una circular el congreso de Sonvillier (en el Jura, nov, 1871), que aprobó la sección de Nápoles por medio do una carta de Palladino, lo que causó la consternación de Engels, que comenzó a desesperar de Cafiero.

Algunas veces La Campana aparecía escrita vivaz y punzantemente, lo que desagradó a Garibaldi. Bakunin defendió en ese concepto al periódico en una carta a Celso Cerreti (fines de marzo de 1872), en la que dice: "Encuentro allí, en verdad, muy notables artículos, escritos con talento y espíritu. Es evidente que los jóvenes que editan la hoja están ardiente y sinceramente convencidos. Ponen, sin duda alguna, mucha pasión,… pero Santo Diavolo!, como se dice en Nápoles, ¿desde cuándo es el celo apasionado y entusiasta un defecto en los Jóvenes? Profesan algunas ideas que no les agradan, a Vds., bien, combátanles, opónganles otras ideas, pero  déjeseles la santa libertad de pensamiento, que no puede ser un monopolio de nuestro amigo el señor Stefanoni (el más conocido libre pensador italiano de aquel tiempo), el cual, sea notado de paso, la aprovecha ricamente para calumniar la Internacional desde el punto de vista burgués".

Finalmente visitó Cafiero con Fanelli a Bakunin en Locarno y permaneció allí desde el 20 de mayo basta el 13 de Junio de 1872. En las cortas indicaciones del diario de Bakunin, leemos, por ejemplo: "21 de mayo. Todo el día con Fanelli y Cafiero, una buena alianza concertada". El 24 Cafiero es llamado ya Armando (tal nombre fue empleado siempre en la correspondencia); es fijado un plan de organización; 28 de mayo, carta a Frísela, a Carmelo (Palladino); 31 de mayo, Gregorio (otro nombre para Cafiero) lee el comienzo de BU carta a Engels.

1 de junio: Bakunin envía por intermedio de Cafiero una carta a Malatesta (Malatesta es aquí, en el Diario conservado para los años 1871 y 1872 y en las cartas de Bakunin, mencionado por primera vez, al menos que yo sepa); 3 de junio: Cafiero lee la carta entera a Engels. Fanelli, que hacía tiempo que había partido, vuelve el 15 de junio y marcha con Cafiero el 18 a Milán.

Después de un numeroso cambio de correspondencia, Cafiero encontró de nuevo a Bakunin en el Jura y en Zurich (18-30 de agosto) y se dirigió entonces al congreso de La Haya de la Internacional, pero no para tomar parte en el mismo, ocasión que rechazó completamente. Se había adherido en absoluto a las ideas de Bakunin y su carta a Engels significó su ruptura con éste y con el partido autoritario dominante en el Consejo general.

Se supondrá que Malatesta, que entró directamente en el anarquismo y no aprobó ni un momento los primitivas opiniones de Cafiero, seguía todos estos sucesos con creciente interés; su actividad ulterior en aquellos quince meses desde la Comuna a la fundación de la federación italiana en agosto de 1872 nos es desconocida y todo su trabajo cotidiano de propaganda, conferencias, artículos, quizás también viajes para la fundación de nuevas secciones, no se pueden describir por ahora. Sólo puede llegar a ser establecida con bastante seguridad gracias al material de Bakunin y a otras fuentes, la afirmación negativa de que no tuvieron lugar por aquella época otros acontecimientos importantes en su vida. Entonces la Internacional, en su última ocasión casi imperturbada, había comenzado a fundarse localmente y por distritos, de lo cual surgió naturalmente el enlazamiento, la federación. El adelanto de Nápoles, gracias a la actividad anterior de Bakunin allí, no se conservó por completo, y otras regiones, con numerosas ciudades y una población más progresiva, especialmente la Romaña se colocaron en primera línea. Esto, ciertamente, no fue culpa de Malatesta, pues éste, al contrario, como hemos visto, infundió nueva vida juvenil a la sección de Nápoles y demostró igualmente en la atracción de Cafiero, un gran tacto y una gran capacidad.

La Internacional prosperaba por todas partes en Italia, según comprobaremos en los siguientes capítulos.




CAPÍTULO V

BAKUNIN Y MAZZINI; LA INTERNACIONAL ITALIANA DESDE 1871 HASTA AGOSTO DE 1872 (CONFERENCIA DE RIMINI)



Por tanto Malatesta ingresó de un modo particular en el movimiento, bajo la influencia de la Comuna de París y por el encuentro con el inteligente propagandista Palladino, que pertenecía al medio socialista creado primeramente en Nápoles por Bakunin. La mayor parte de los demás iniernacionalistas italianos entraron también en el movimiento en 1871, pero algo más tarde, conmovidos por la terrible represión que siguió a la caída de la Comuna e indignados contra la actitud de Mazzini, que no sólo condenó la Comuna sino que consideró propicio el momento para insultar la Internacional y el socialismo en general y para aplicarles la excomunión. Precisamente muchos de los que hasta entonces lo habían divinizado, se apartaron de él con aborrecimiento, Garibaldi se comportó correctamente y escribió animadoras palabras, es decir, llamó a la Internacional el sol del futuro, etc. Pero su insuficiencia en asuntos políticos y sociales se hizo cada vez más evidente, y muchos de sus adeptos lo abandonaron amigablemente y se volvieron hacia la Internacional: algunos de ellos, como Celso Cerretti, pertenecían a ambos campos y poseían la más íntima confianza de Garibaldi y de Silvio, -tal era el pseudónimo italiano de Bakunin en aquellos años. Existían siempre algunos hilos invisibles entre Bakunin y Garibaldi; pues el primero, aunque escéptico, sin embargo no consideró nunca oportuno rechazar el apoyo moral que Garibaldi, sin hacer distinciones prestaba a todas las causas avanzadas; entre Bakunin y Mazzini, al contrario, existió mortal enemistad. Sobre este habló Bakunin en 1871, y la juventud revolucionaria de Italia volvió hacia él la mirada y la Internacional se fundamentó pronto sólidamente. El que se asombrara de esta actitud de Mazzini en 1871, conoce mal su pasado. Había comenzado cuarenta años antes de ese tiempo su acción política independiente separándose del carbonarismo y creando los movimientos de la Joven Italia y de la Joven Europa. No me refiero aquí al carbonarismo napolitano ni a la charbonerie francesa con Bazard, Lafayette, Manuel, etc., sino a algo posterior, a la Charbonerie démocratique universelle, de los primeros años después de 1830, que tuvo por principales dirigentes a Buonarroti, Voyer d'Argenson, Charles Teste y otros. Estos hombres, según Mazzini y otros, estaban equivocados porque abrigaban una fe ciega en la hegemonía de Francia, lo cual entonces, apenas veinte años después del dominio de Europa por Napoleón, no encontraba en todas partes iguales simpatías. Su más íntimo deseo, por lo demás, era la realización de las ideas de Babeuf, o cuando menos la realización de las ideas de los buenos días de 1793, y constituía la Internacional de la época, una organización ultra-autoritaria, pero sin embargo socialista y anticapilalista. Mazzini se sintió instintivamente rechazado y levantó contra ellos la bandera del nacionalismo. Por eso se solidarizó inmediatamente con el capitalismo y vemos cómo en una ojeada retrospectiva escrita en 1861 se queja casi ingenuamente de que Buonarroti hablaba con amargos sarcasmos de su relación con los banquieri, con los ricos banqueros y patricios lombardos. Todo Estado nacional joven quiere llegar a ser rico y poderoso para sostenerse y dilatarse; por tanto, los patriotas y revolucionarios que lo fundaron, se convierten en el partido político dominante y en su burocracia, el capitalismo es fomentado y el pueblo gime en un estado de explotación más duro que nunca, y si esto llega a ser una realidad, el pueblo continúa hipnotizado por las ideas nacionalistas y prepara y soporta de ese modo una política de expansión futura. Si el socialismo debe ser algo más que una mera palabra, es preciso que se oponga a ese sacrificio del pueblo en beneficio de la gloria y de la expansión de un Estado nacional, que sólo es provechoso y apetecible para el capitalismo. Por lo tanto Mazzini, impulsado por su fortísimo deber de conciencia hacia su fetiche nacionalista, debía emprender la lucha general contra el socialismo y mantener a sus adeptos en las masas populares en la más beata ignorancia sobre esas ideas.

Este lo hizo demasiado furioso en la Roma del Popolo (redactada por U. Petroni, 9 de febrero de 1871, hasta el 21 de marzo de 1872), -periódico que, como dijo Saffi en 1875, había sido fundado especialmente con el objeto de esa polémica-, en los artículos Il Comune di Francia (26 de abril), Sul Manifesto del Comune Parigino (3 de mayo), All “Internazionale” di Napoli (24 de mayo), contra el periódico de este nombre que había protestado contra el primero de estos artículos el 1 de mayo, de forma que también surgió de Nápoles la resistencia contra Mazziní;  -¿quizás ella animó precisamente a Malatesta para acercarse a Palladino? Después Il Camune e l’Assemblea (7-28 de junio, difundido luego como folleto) y el 13 de julio; Agli Operai Italiani, con rudos ataques a la Internacional. El 10 de agosto denunció la apología sistemática de la guerra civil hecha por Bakunin, como medio de fortificación para las naciones; Bakunin, dice Mazzini, está siempre dispuesto a despertar la iniciativa del pueblo, -como si él, Mazzini, que durante toda su vida incitó siempre a las guerras nacionalistas, hubiese tenido la simpatía más insignificante hacia la paz! Siguen otros artículos (L'Internazionale, Cenno storico y Documenti sull´Internazionale, sept., nov. y dic. de 1871) y solo la muerte (10 de marzo de 1872) interrumpió esta rabiosa campaña contra las aspiraciones del socialismo.

Bakunin vio en Locarno el articulo del 13 de julio de 1871, once días después de su aparición, Abandonó inmediatamente sus trabajos de aquella época, -una defensa de la Comuna y una defensa histórica de la sección ginebrina de la Alliance contra los ataques de los adversarios locales de Ginebra y del Consejo general enemigo- y escribió, 25-28 de julio la magnífica Risposta d’un Internazionale a Giuseppe Mazzini per M. Bakunin, membro dell´Associazione Internazionale dei Lavoratori que apareció primeramente como suplemento de el Gazzetino Rosa de Milán (14 de agosto, 32 págs. 8º); la traducción fue atendida por su amigo Emilio Bellerio - hijo del viejo proscripto lombardo Carlo Bellerio. La Liberté de Bruselas dio el texto original francés ,18 y 19 de agosto) y la Federación de Barcelona una traducción española (28 de agosto). Se encuentra ahora ese escrito en el sexto volumen de la edición francesa de sus obras, junto a una polémica posterior de septiembre-octubre de 1871 y del trabajo especial para el congreso mazziniano de Roma (1 de noviembre). Este último (Agli Operai delegati al Congreso di Roma) fue traducido en Nápoles por Palladino y no se difundió más que entre los delegados. Mazzini lo menciona en su periódico el 16 de noviembre como "impreso secretamente" por "varios internacionalistas", pero que "es original de uno solo al que conozco" (Bakunin). Los demás escritos de Bakunin sobre este asunto debían aparecer en el VII volumen de las Oeuvres, dejado listo por James Guillaume, cuya edición es preparada en París. A este pertenece en primera línea La Theologie politique de Mazzini el Associatíon Internationale des Travailleurs (Neuchatel. 3 1871, 111 págs.); existen muchos otros esbozos manuscritos, pero se presentaron en tanto trabajos más urgentes y lo publicado había llenado ya completamente al fin propuesto de mostrar en su verdadera luz a Mazzini ante la opinión publica socialista italiana y se dedicó después a la tarea inmediata, para hacer madurar los frutos de esa campaña, es decir, a fomentar la educación socialista de muchos que se volvían, ahora a Bakunin con el urgente deseo de laborar por el socialismo y de fundamentar sólidamente la Internacional.

Es lástima que no pueda dar ningún fragmento de los escritos y manuscritos mencionados, que serían de gran, valor, pues Bakunin, mediante un complejo de circunstancias, se encontraba justamente entonces en el punto culminante de la elaboración y del examen profundo de las ideas. Había deseado desde hacia muchos años resumir en una gran obra sus ideas y su fundamentación, pero había reprimido siempre esta pequeño ambición literaria y puso a un lado los grandes manuscritos, para dedicarse solo a la propaganda directa y a la acción de su tiempo; pocos autores eran tan desinteresados como él. Cuando después del fracaso de las empresas revolucionarias de Lyon y Marsella (sept. -octubre de 1870) no le quedó otro recurso que huir por Génova a Suiza, dio a los escritos políticos de actualidad, que había comenzado a escribir en agosto, poco a poco una orientación más teórica, especulativa y generalizada y desarrolló aquella parte de que fue publicado en 1882 por Elíseo Reclus y Cafiero un fragmento elegido con maravilloso tacto como Dios y el Estado. Pero Bakunin abandonó todo esto y se dirigió, después de un viaje a Florencia, al Jura bernés, para estar más cerca de la Comuna de Paris, y con el propósito de ayudarla. Al volver comenzó los escritos ya citados. Comuna y Alianza, y entonces se cruzó en su camino Mazzini, un hombre en que todo lo que Bakunin combatía, -el pensamiento religioso, estatal, nacionalista, antisocialista-, estaba unido a un alto nivel moral, a un talento brillante y al más sincero desinterés. Con Mazzini y con Marx, el materialista y el revolucionario, pero también el representante del socialismo autoritario, había deseado siempre Bakunin luchar literariamente; pero Marx prefirió combatirlo con malvados y rastreros argumentos de carácter personal que nunca llegaron a un nivel literario. Pero Mazzini, que en 1869 había abrigado un deseo idéntico de escribir una liquidación teórica de todos sus adversarios[4], estaba en 1871-72 tan cerca de su muerte que esto puede aclarar la causa de que no haya llegado a una controversia dilecta con Bakunin, lo que habría podido parecerle necesario, viendo los progresos que la Internacional hacía en Italia.

Cortos viajes con otros fines a Milán (abril de 1870) y a Florencia (abril de 1871) renovaron las viejas relaciones toscanas y anudaron otras nuevas con gentes que sólo habían de ser adeptos transitoriamente o tibios, o que eran adversarios en germen (G. Stampa, A. Bizzoni, E. Bignami). Sin embargo estas relaciones milanesas frieron provechosas para la rápida publicación de la contestación a Mazzini en el Gazzetino Rosa; poco después se dirigió el Joven Vincenao Pezza a Locarno (15 de octubre) y Bakunin anotó: "completo acuerdo", lo que significa la admisión de Pezza en el más íntimo círculo italiano. Un mes antes habían comenzado las relaciones con Turín (6 de sept.), pero aquí, Junto al oficial garibaldino Perrucca, apareció pronto el espía Tersaghi, que importunó a Bakunin, el cual tomó por síntomas de enfermedad sus provocaciones y lo apartó por completo rápidamente, mientras que el movimiento italiano debió sufrirlo largo tiempo, antes y después de su desenmascaramiento[5]. Pero por medio de Perrucca conoció Bakunin a Celso Cerretti, uno de los garibaldinos más sobresalientes (mencionado por primera vez el 8 de noviembre), Por su Intermedio se entendía Bakunin cuando era necesario con Garibaldi. También comenzaron ahora las importantes relaciones con la Romaña. (Erminio Pescatori, de Bolonia, el 30 de noviembre; Ludovico Nabruzzi, de Ravena, el 16 de dic). La primera carta de Carmelo Falladino, desde Ñapóles, es anotada el 20 de septiembre; Friscia escribió desde Sicilia, Se encuentran además otros nombres que ni la excelente memoria de Malatesta pudo esclarecer; sin embargo, basta lo apuntado para señalar que Bakunin estaba entonces en frecuente correspondencia y en reiterado contacto personal con los más activos internacionalistas de Lombardia, Fiamonte, Romaña, Toscana, Nápoles y Sicilia.

La situación en la Internacional y en todos estos movimientos locales era especialmente complicada y aquí no puede ser esbozada más que brevemente. El Consejo general dirigido por Marx y Engels había iniciado ya un régimen arbitrario, sustituyendo el congreso público de 1871 por una conferencia privada, celebrada en Londres en septiembre, y de este modo inatentó hacer obligatorias ciertas ideas propias del socialismo de Marx, especialmente la necesidad de la acción política, la cual significaba la actividad política en la práctica electoral y en la táctica parlamentaria, la reducción del socialismo a la social-democracia. Contra esto habían protestado los internacionales del Jura en Sonvilller y publicado un manifiesto, la llamada circular de Sonvillier (nov. 1871). Bakunin escribió en todas direcciones para aclarar esa protesta, que la sección de Nápoles, por ejemplo, apoyó con una carta de Palladino al Consejo general. No era fácil hacer comprensibles estas disidencias internas a las nuevas secciones, a menudo constituidas por viejas sociedades que algunos entusiastas habían adherido a la Internacional, y cuya actividad práctica debía comenzar propiamente ahora con una protesta contra los manejos internos de una organización cuyo prestigio exterior no deseaban atacar y a la que todavía no pertenecían como miembros formales. Y todos sentían naturalmente que la propaganda, la organización, la federación y le acción tenían sus tareas particulares y no rencillas con gentes de Londres que no tenían la más mínima experiencia práctica de la situación en Italia. Por consiguiente, todos estos jóvenes revolucionarios, de los cuales muchos no eran nuevos en las luchas y en las conspiraciones, tenían la firme Inclinación a echar por la borda todos los formalismos, a Independizarse del Consejo general de Londres, a declararse internacionalistas por derecho propio y a dedicarse a un trabajo efectivo. Bakunin, a quien los marxistas acusaban siempre de haber intentado minar la Internacional, copió justamente en aquellos meses el monumento de paciencia que constituyen las cuarenta páginas en 4º de la larga carta a las secciones de Romaña, Al Rubicone (L. Nabruzzi, de Ravena) e tutti cli altri amici, 23 de enero de 1372, y muchas otras cartas y manuscritos para incitar a las secciones e llenar las formalidades necesarias y a ingresar de un modo regular en la Internacional. Hizo esto naturalmente porque aún tenía fe en los congresos regulares y en una franca discusión con Marx sobre las ideas, y porque consideraba necesario que frente a la reacción general y a las persecuciones, todas las gradaciones socialistas coexistieran en la Internacional con reciproca tolerancia, formando lo que ahora se llama un "frente único".

En Italia se fundaron directamente secciones, en parte las sociedades republicanas existentes se declararon por la Internacional; un tercer camino fue la formación de sociedades obreras mixtas, como en Romaña. Toscana y Emilia, que se denominaron Fascio operaio; estaban compuestas primeramente de garibaldinos y de socialistas, y evolucionaron rápidamente hacia las ideas de la Internacional; sus personalidades dirigentes comenzaron con una serie de conferencias a estimular un movimiento expansivo de estos Fasci.

Así se aceptó en Imola, en septiembre de 1871, el programa de la Internacional; siete sociedades republicanas de Ravena se declararon por la misma en ese mes. El 4 de diciembre fue fundado el Fasclo Operato de Bolonia, con Erminio Pescatori como presidente. Este y el joven estudiante Andrea Costa (nacido en, Imola, 1852) eran entonces muy activos y trabajaban por una federación de los Fasci y por una organización general italiana como objetivo posterior. Delegados de Bolonia, Imola, Ravena, Forli, Faenza, Rimini, etc., se reunieron el 19 de noviembre de 1871. El 18 de febrero de 1872 estuvieron presentes en Ravena delegados de esta ciudad y de Forli, Lugo, Madonna dell'AIbero, S, Stefano, S. Bartolo, Bastia, Campiano, Campinello, Coccolia, S, Pancrazio (todos de la Romaña). Un coronamiento final de esa labor fue el Congreso de los Fasci operai en Bolonia, 17-19 de marzo de 1872; estuvieron representadas las localidades siguientes: Bolonia, Ravena, Fano. Rimini (Marcas), Masignano, Lugo, Montelparo, S. Potito, Fusignano, Forli, Faenza, Sinigaglia (Marcas), S. Arcangelo, Imola. Hubo también delegados de Mirándola, Mantua, Nápoles (¿quizás Tucci?), etc. Se constituyó el Fascio Operaio, Associazione internazionale del Lavoratori. Federazione italiana Regione di Bologna, etc. (para los pueblos en particular), y se decidió la celebración de un congreso general Italiano para mayo. Pero hasta el 14 de junio el consejo regional del Fascio Operaio de Bolonia no convocó el congreso, el cual se reunió el 4 de agosto y los días siguientes en Rimini, en forma de una conferencia.

Carlos Cafiero, fue presidente, L. Nabruzzi vicepresidente, A. Cosía, secretarlo y Tito Zanardelli prosecretario, lo que significa un reparto exacto de estos puestos entre Romana y Nápoles. La conocida resolución contra el Consejo general de Londres fue aprobada por los delegados de las secciones de Nápoles. Solacca (Sicilia), Mantua, Siena, Ravena, Bolonia, Florencia, Riminl, Imola, Roma, Lugo, S, Potito, Fualgnano, Mirándola, S. Giovanni, (in Persiceto), Fano, Fermo, Sinigaglia, S. Arcangelo, Forli y por las secciones de la Umbría (6 de agosto).

Aquí se fundo por fin la Federación italiana de la Internacional. Sus Estatutos establecen una comisión de correspondencia, cuyo secretario, Andrea Costa, se convirtió por eso en la principal personalidad administrativa, y una comisión da estadística, constituida por Celso Cerretti, Malatesta, y, según una carta de aquella época escrita por Costa, el espía Terzaghi, aún no desenmascarado. Estos estatutos habían sido elaborados por la sección de Nápoles, por consiguiente con participación de Malatesta. No sé el círculo exacto de acción de la comisión de estadística: Cerretti, de Mirándola, debía recibir sus cartas (Commissione di corrispondenza, Nr. 1, Imola, 17 de agosto). En el número 19 de estas cartas (de las que no conozco más que algunos extractos por los papeles de Cerretti), escribe Costa a Cerretti (Imola, 21 de agosto): ".... Terzaghi se queja de que sus compañeros de la comisión de estadística no dan ningún signo de vida", -lo que podía tener muy buenos motivos, pues ya en marzo había sido puesto en guardia Cerretti contra Terzaghi por el propio Garibaldi; en Rimini había él mismo propuesto la comisión de estadística, que debía fijar el número de miembros, lo distribución de los cargos, etc., e igualmente que se hiciera fotografiar el congreso. Si esto es verdad, era un evidente propósito policial, que, quizás  fue obstruido gracias a la elección de Malatesta y de Cerretti a esa comisión. Los asuntos de Turín no estaban definitivamente aclarados; de esto se preocupó Cafiero inmediatamente después de su regreso de Suiza: sé detuvo algunas semanas en Turín y presentó luego un informe aniquilador para Terzaghi (30 de noviembre). Este affaire parece hoy sin importancia, pero entonces era un elemento perturbador de la Internacional en algunos lugares, pues hallaba siempre gentes honestas a las que este malvado inclinaba a espiar y perjudicar[6] a la Internacional.

La conferencia de Rimini, cuya lista de concurrentes, que yo sepa, no fui publicada, reunió por primera vez a los internacionalistas fiel norte, del centro y del sur de Italia, en particular los de Romaña y de Nápoles, y por ese medio se conocieron muchos para la vida en lo sucesivo, durante casi diez años, su campo de acción fue toda Italia, hasta que retrocedió en el norte la orientación revolucionaria, que se restableció pasado algún tiempo. Posteriormente siguió una rápida y vivaz difusión del movimiento, que durante un corto período no fue intensamente perseguido por la policía, pero que tenia que luchar duramente contra los fanáticos mazzinianos, en primer término con los de la Romaña, donde el 2 de mayo de 1872 fue asesinado Francesco Piccinini, del Fascio operaio, de Lugo. Durante muchos años se habló de esa época de persecución como de un lejano pasado, no repetido más hasta los hechos miserables de los actuales fascistas, que desde 1920 hacen aparecer el fanatismo de hace cincuenta años como cosa casi baladí.




CAPÍTULO VI

EL PRIMER ENCUENTRO DE MALATESTA CON BAKUNIN EN SEPTIEMBRE DE 1872 (ZURICH Y SAINT-IMIER)



No parece haberse impreso ningún protocolo de la conferencia de Rimini, aparte de una hoja rectangular, Associazione Internazionale dei Lavoratori, 1ª Conferenza della sezione Italiana (Rimini, 1 pág.), conteniendo las resoluciones, que aparecieron también en el Bollettino dei Lavoratori, (30 de agosto), periódico editado entonces secretamente en Nápoles y que me es desconocido. Posteriormente se adhirieron otras secciones, como la de Ferrara, el 21 de agosto, la de Milán, el 4 de septiembre. La prueba de la excelente y unánime actitud anti-autoritaria de los italianos, la ofrece el mismo F. Engels, que escribe a F. A. Sorge el 2 de noviembre (Briefe, 1906, pág. 76): "Bignami (de Lodi) es el único mono que en Italia ha comprendido nuestro partido, aunque por ahora todavía no muy enérgicamente... Está entre los autónomos, y se le debe tener por consiguiente algo en cuenta"…

La conferencia había protestado en una conocida resolución contra el propósito del Consejo general de imponer a la Internacional una doctrina específicamente autoritaria, la del partida comunista alemán; declaró la ruptura de toda solidaridad con el Consejo general de Londres y por el contrario, su solidaridad económica con todos los trabajadores, y exigió que se celebrase en Suiza un congreso general antiautoritario en los mismos días fijados por fin por el Consejo general para el convocado congreso de La Haya. Marx consideró esto como la carta definitiva jugada por Bakunin para suplantar la Internacional por otra organización; pero en verdad fue una resolución independiente y precipitada de los jóvenes italianos, que Bakunin y sus amigos no aprobaron v que no fue realizada. Los Italianos no tomaron partí en el congreso de La Haya, al que concurrió Cafiero como simple espectador, y se reunieron con los delegados que volvían del congreso y con otros en Suiza. Entonces conoció Malatesta a Bakunin.

Aquí no podrán ser relatadas ni las discordias internas de la Internacional ni tampoco su eco en Italia con una amplitud suficiente. Estas no son viejas luchas de partido, olvidadas, sino debates de principios, actos y oposiciones que no difieren grandemente de los de nuestros días, y es lamentable que tengan tan pocos ante sí, como Malatesta, ese viejo capítulo de la historia y de !a experiencia socialista, casi desconocido Para los demás, o lo que es peor, conocido sólo por los informes partidistas desfigurados, para emplear una expresión suave: y es de lamentar también que no obstante haber sido refutadas esas deformaciones desde hace tanto tiempo, sean siempre inescrupulosamente renovadas. Casi desde el principio se dieron a la publicidad ambos puntos de vista en publicaciones paralelas. L'Egalité de Ginebra en 1S70 estaba frente a la Solidarité de Neuchatel; el manifiesto del Consejo general sobre Les pretendues Scisions dans l'Internationale a la contestación anarquista en el Bullettin, que apareció también como folleto (Reponse... Neuchatel, Junio de 1872, 45 págs.), del que se hizo una traducción italiano: Risposta di alcuni internazionali membri della Federazione del Jura alla circolare privata...: en 1873 apareció el folleto de Marx-Engels-Utin-Lafargue, llamado de la Alianza y la Memoire del Jura (Sonvillier), de James Guillaume, según materiales proporcionados en parte por Bakunin y Paul Robin.

Era naturalmente necesario y deseable buscar materiales más íntimos para profundizar este asunto: fue esto posible cuando se publicó en 1895 una parte considerable de la correspondencia de Bakunin (la mayor parte cartas en ruso). Entonces, después de diciembre de 1892, aproveché ya sus manuscritos, sus cartas posteriores reunidas y los recuerdos de sus amigos sobrevivientes, etc., y recogí todo ese material en una biografía de Bakunin (Londres, 1896-1900), que apareció en tres grandes volúmenes, poligrafiada en cincuenta ejemplares: el material que se acumuló desde entonces está en parte en algunos volúmenes suplementarios, y en parte, todavía no utilizado. Por consiguiente, me fue posible recoger este conjunto en algunas cortas exposiciones, es decir, sus relaciones con el movimiento en Italia (1864-72, 54 págs.), España (1868-73, 60 págs.), y Rusia (1864-73, 65 págs.), que vieron la luz en los años 1912, 1913 y 1915 en el Archiv für Me Geschichte des Sozialismus und der Arbeiterbewegung, del profesor Gumberg, una revista científica Independiente en la que podía exponer libremente mi concepción: un corto esbozo biográfico apareció también como contribución a un periódico anarquista de Berlín y cerno folleto (Berlín, 1901, 64 págs.), y otro en la revista de Stokolmo Roeda Fanor (1921). Esta biografía era demasiado detallada y extensa para hacerla accesible al gran numero, pero contribuyó cuando menos a despertar el interés histórico de James Guillaume por ese período. Guillaume, piedra angular de la Internacional antiautoritaria hasta el comienzo de 1878, se sumió después por 25 años entre otras cosas en el estudio de la revolución francesa, hasta que lo sacudió el reanimado, sindicalismo francés y le devolvió a las actividades de actualidad, El únicamente utilizó todo mi material, lo mismo que ni de los volúmenes suplementarios, y lo asoció a BUS recuerdos y a los periódicos por él redactados (Progrés, Solidarité, Bulletin) en una sucesión de casi diez años, y aclaró además ciertos detalles gracias a hondas investigaciones e informes; así surgieron los cuatro volúmenes de la Internationale (Documents et souvenirs, 1864-1878, París, 1905-1910), que toma de nuevo esencialmente por base un corto libro del doctor Fritz Brupbacher, de Zurich, sobre Marx y Bakunin, (1913, reeditado en 1922). Además, los cinco volúmenes de Oeuvres de Bakounine (T. II-VI), editados por Guillaume (el primero fue publicado por mí mismo en 1895) contienen un esbozo biográfico de Bakunin; un volumen ulterior (t. VII) lo dejó Guillaume listo para la impresión, y su aparición está próxima.

En el curso de esos largos trabajos hallé lo aquí expuesto sobre Malatesta y parcialmente lo oí también de sus propios labios: pero mi objeto principal era la historia interna del movimiento y de Bakunin, no los acontecimientos de la vida de Malatesta. Por consiguiente existen lagunas que no puedo colmar todavía y hasta me alegro de que no esté todo aclarado, pues así espero que nos relatará él mismo mucho aún. Advierto todo esto aquí para dejar sentado que si no penetro más hondamente en la vida interna de la Internacional, no es precisamente a causa de la falta de material, sino más bien debido a la abundancia del mismo; se podría llenar casi un libro con la historia de la Internacional Italiana desde la Comuna de París hasta la conferencia de Rimini en 1872; pero si en (o referente a Bakunin existe bastante buen material, sin embargo falta el material local Italiano en idéntica proporción; gran parte de él se encuentra perdido en periódicos y en actas de procesos, mientras que la tradición, oral directa debe haberse interrumpido.

De parte del marxismo, desde 1873 y durante muchos años, no aconteció nada; las viejas calumnias fueron constantemente reproducidas y cuando ya hacia tiempo que los documentos de Bakunin habían sido expuestos, apareció un libro sobre las mentiras de 1873, que señaló un rebajamiento que de hubiera creído imposible (1904). En el mejor de los casos se puede decir que el cambio de correspondencia de Sorge con Marx, Engels, J. Ph. Becker y otros (1906), la correspondencia privada de Marx y Engels (1913) y las cartas de Marx al doctor L. Kügelmann (1902), nos revelaron este secreto circulo y que el esperado editor del protocolo, etc., del Consejo general (que estaba próximo a aparecer en la fundación Antón Menger de Viena en 1914, y que, postergada desde entonces, aún no se abandonó la intención). N. Riasanoff, exhibió algún material interesante en Neue Zeit y en el mencionado Archiv. Lo que estos documentos pueden contener todavía, -y pueden ilustrar la breve relación con la Internacional en sus primeros balbuceos de algunos italianos que estaban bajo el influjo de Mazzini-, señalan sólo para la época a que nos "referimos aquí, con qué increíble grado de ignorancia fueron tratados por Engels y BUS amigos los asuntos de España y de Italia, y por nuestra parte tal vez deberemos conceder en ciertas ocasiones que el desconocimiento superó aún a la maldad y al prejuicio. Algunos de los pocos marxistas que por lo demás se preocuparon algo de ese asunto, E. Bernstein y P. Mehring especialmente, comprendieron los procedimientos y los subterfugios desleales de Marx perfectamente y expresaron su asombro y su desaprobación, pero este conocimiento no bastó para mucho tiempo. Una incidencia Jocosa es la dada por las memorias de Bernstein, publicadas en 1918. donde dice más o menos de Malatesta que este es probable que sostenga todavía la vieja bandera, y llega a esa conclusión, no por un verdadero conocimiento, sino sólo por una conjetura de que Malatesta era probable que viviera todavía y fuese aun anarquista como en la época de 1879 más o menos a que se refiere.

Un factor principal de las luchas Intestinas de la Internacional en aquel tiempo era la creciente superfluidad de la administración central frente a la vida local Independiente y Juvenil que comenzaba por todas partes; en lugar de apartarse cuando no se le necesitaba, el Consejo general se encolerizo cuando se le dejó de tener en cuenta.

Garibaldi escribió el 19 de diciembre de 1871 a Celso Cerretti: "Somos una rama de la Internacional. Pero esto no puede quitarnos el derecho a ordenar como querramos nuestras cuestiones internas". En este sentido los Fasci operai no se preocuparon de los Estatutos generales; el Statuto del congreso de Bolonia (17-19 de marzo de 1872, 25 págs.) había de la más completa solidaridad con la Internacional, pero no menciona al Consejo general de la misma. Bakunin, como se ha dicho, no animó indudablemente tal actitud; véase lo que escribió a la Romaña (3 de enero); "Veo bien que todos vosotros sois internacionalistas de corazón, pero todavía no tenéis el valor de declararos abiertamente como secciones de la Internacional".

Garibaldi defendía siempre puntos de vista más o menos como el siguiente (en una carta a Celso Cerretti, 30 de diciembre de 1871): ... "Por tanto creo que para dominar el bizantinismo que afecta a toda la democracia, hay solamente un medio: la dictadura honesta y temporal"; Bakunin combate estas ideas en las cartas de aquel tiempo; el 3 de enero de 1872 dice: "Su (de Garibaldi) idea fija es la dictadura, y nada es tan opuesto a la revolución social como la dictadura"...

El más acabado trabajo de propaganda conservado de aquella época es sin duda la larga carta de Bakunin a Celso Cerretti, del 13 al 27 de marzo de 1872, escrita después de la noticia de la muerte de Mazzini (impresa en la revista de Bruselas La Societe Nouvelle, febrero de 1896. págs. 174-199). Aquí son discutidos los partidos radicales italianos y sus jefes y las condiciones de una revolución social italiana, la misión de la población agraria, etc. Prevé las persecuciones próximas contra la Internacional y aconseja oponerse a ellas por medio de una organización secreta en el seno de las secciones. Aún cuando las sociedades públicas existan... "pienso yo que comprenderéis tarde o temprano la necesidad de crear en el interior de las mismas núcleos consistentes en los miembros más abnegados, más seguros, más enérgicos; en una palabra, de los más íntimos". Estos núcleos, formados en todas partes, debían mantenerse en estrecha relación, en Italia y en el extranjero, y serian el alma vivificadora e inspiradora de la Internacional, ese cuerpo enorme, ocupándose de las cuestiones que no puedan ser públicamente tratadas…  "Formarían el puente necesario entre la propaganda teórica socialista  y la práctica revolucionaria"...

En julio de 1872 no fue preparado directamente ningún movimiento revolucionario, pero la situación y el espíritu eran sin embargo muy distintos de aquella desesperanza que dominó a los partidos socialistas tantos años hasta 1914 y los hizo tan débiles ante los sucesos de 1914 como ante los actuales. La Internacional italiana era entonces una fuerza en todos sus más activos representantes, la cual proyectaba y esperaba una acción efectiva en un momento oportuno. El ejemplo de Garibaldi, la Comuna de París y la revolución española de 1868 estaban presenten ante ella, y la revolución española no había terminado todavía. El nuevo régimen burgués había acrecentando desde 1860 el descontento social, había hecho seguir la opresión feudal de una opresión capitalista más intensiva aun. Una revolución no era algo utópico y fabuloso para esos hombres que querían hacer suceder al renacimiento nacional (risorgimento) el renacimiento social y esto con los medios utilizados desde varias generaciones (la revolución, la conspiración, la violencia). Esto puede darnos una impresión de la intensidad, del fuego, de la firme confianza de la naciente Internacional italiana.

Aun cuando aquí no se haya hablado, por la carencia de fuentes directas, sobre Malatesta, sin embargo esto no quiere decir que nos hayamos apartado de él; puesto que justamente estas relaciones hicieron a todos sus amigos y lo determinaron a él mismo en lo que fue entonces, y en lo que, con la más maravillosa firmeza, es hoy todavía, sin que haya descuidado armonizar estas ideas con las de las épocas ulteriores y con las de los tiempos actuales.

Así, pues, en aquella época, después de la reunión de las secciones italianas en Rimini (agosto de 1872) tuvo lugar justamente el Congreso de la Internacional en La Haya, que debía fulminar a Bakunin y su orientación, lo cual puso en contacto personal a los elementos revolucionarios más avanzados. Esto sucedió por su viaje a Suiza en septiembre de 1872, donde todos ellos se encontraron con Bakunin.

Bakunin, en casa de quien había caído entonces el inteligente joven Vicenzo Pezza (Milán), enfermo de muerte, (murió en enero de 1873), estaba desde el 25 de agosto nuevamente en Zurich, muy ocupado con la correspondencia internacional y los asuntos rusos, pero preparaba el futuro y escribió el 30 de agosto una "Constitución de los P. P," (quizás de los hermanos internacionales), después los "Estatutos de la Y" (de la Alianza, 3, 4 y 5 de septiembre, -todo esto según su Diario), es decir, escribió entonces una versión nueva de los estatutos de su grupo íntimo para los visitantes esperados. El cuatro de septiembre: "Carta de Benjamín" (Malatesta); el 5: "Beppe viene, después Giacomo" (Fanelli y Nabruzzi); 6: "Discusiones y lectura de los Estatutos propuestos"; 7: "Malatesta viene"; en ese día, pues, conoció personalmente Malatesta a Bakunin; el 9: de una y media a seis de la tarde lectura y discusión de los Estatutos; el 11: vienen de La Haya Cafiero, Adhemar, Schwitzguebel (Jura), Morago, R. Farga Pellicer, Marselau y el francés Alerini, los cuatro delegados de la Internacional española; el 12 viene Costa; por la mañana y por la tarde discusión de los Estatutos; el 13 son aceptados; "beso fraternal y apretón de manos"; por la noche se habla del próximo congreso de Saint-Imier.

El 14 se dirigen Bakunin y los italianos, el joven francés Carnet (Lyon) y un número de estudiantes rusos a Chaux-de-Fonds, en el Jura, y encuentran allí a otros rusos y a Luís Pindy, que había sido miembro de la Comuna de París. El 15 tuvieron lugar los congresos jurasiano e internacional de Salnt-Imier; James Guillaume, Lefrançais, miembros de la Comuna, estuvieron presentes; el 16, fin del congreso, marcha a Neuchatel, donde el 17 se celebró una sesión de los "P. P." (miembros de la Alianza) en que tomó parte Guillaume.

El 18 nueva sesión en Zurich; el 19 discusión de los medios; aquí anota Bakunin: "platonismo doctrinario de Marselau" (español); 20; "discusiones con Marselau; todo reconciliado". El 21 se conviene el sistema de correspondencia; el 22 parten los españoles; el 23 de septiembre dejan a Zurich también Pezza, Fanelli, Cafiero, Nabruzii y Malatesta.

Aún estas cortas noticias ponen de manifiesto cuan intensamente se trabajaba en el más íntimo círculo de Bakunin y cómo el joven Malatesta tuvo en 16 días la más completa ocasión de conocer todas las formas de la vida de la Internacional, desde las discusiones más reservadas con Bakunin hasta los congresos públicos y la simpática vida y los movimientos de las secciones del Jura.[7]

Los Estatutos diferenciaban los hermanos internacionales, los nacionales y los provinciales, etc.; en Italia, Cafiero, Costa, Nabruzzi, Fanelli y Malatesta fueron los únicos "hermanos internacionales". El nombre de la sociedad era el de Alleanza socialista rivoluzionaria (véase Malatesta en La Questione Sociale, Paterson, N. J., 25 de noviembre de 1899).Los presentes en Zurich copiaron los estatutos y los llevaron consigo a Italia. Quizás esta copia fue ya una traducción italiana, que existió en seis o siete ejemplares, de los cuales uno, de puño y letra de Costa, titulado Programma cd ogetto dell'associozione fue secuestrado en 1874 en Florencia entre los papeles escondidos por F. Natía. En el proceso de Florencia presentó la Justicia este documento. Algunos fragmentos publicados en los Dibattimenti (1875, págs, 333-35) y otros documentos de Bakunin hicieron posible iluminar un poco más este asunto. Pero esto no intervino en todos los grandes procesos y de la reunión de Zurich no se habló tampoco en ellos, según se desprende de los informes procesales de 1875 y 1876, que tuve ocasión de conocer. Me afirmé sobre esto tan sólo en el 92, gracias al propio Malatesta, y el diario de Bakunin, que conozco desde 1903, dio todas estas particularidades que ninguna otra fuente hubiera conservado de igual modo. Malatesta me dijo en 1904: todos éramos, antes que otra cosa, miembros de la Alianza secreta y como tales fundábamos secciones de ¡a Internacional a fin de tener un medio en que poder actuar las ideas y fines de la Alianza. La Internacional en Italia no era una federación de sociedades obreras, sino una sociedad puramente política para los fines de la Alianza.

La marcha de Costa no fue mencionada por Bakunin; ¿permaneció tal vez en el Jura'' En todo caso volvió a él y atendió la Impresión del periódico secreto, La Rivoluzione Sociale (Neuchatel, septiembre de 1872), que no pude encontrar nunca; el Programma e Regolamento della Federazione Italiana y el artículo Situazione e Programma aparecieron en esa hoja.

Malatesta, pues, vio del extranjero primeramente a Zurich, donde en aquel año florecía el movimiento estudiantil ruso, y el Jura suizo; la Internacional jurasiana, los fugitivo de la Comuna y la Internacional española formaron el ambiente de aquellas semanas. No sé cuándo comenzó a leer español; pero encontré todavía en Italia resto de las hojas internacionalistas españolas de aquel tiempo, la Federación, de Barcelona y hasta periódicos de Mallorca, y fueron justamente estas publicaciones, mayores que las italianas y de aparición más regular las que leyó en cuanto le fue posible. De los españoles concurrentes a Zurich pudo haberle causado una impresión duradera T. G. Morago.

Estas semanas borraron perfectamente en todos los participantes la penosa impresión del congreso de La Haya. Del Jura se recordaba Malatesta el detalle de que los niños de Saint-Imier tomaron a Bakunin por Garibaldi. Del joven Malatesta tenían los templados jurasianos el mejor concepto; era partidario decidido del ataque directo, del ataque a la bayoneta, como se solía decir. En Costa advirtieron una infantil volubilidad que tenia gran atractivo, pero que no le permitía persistir en el nivel a que había llegado por su inteligencia precoz y amplia y por su celo demasiado temprano.

De este modo, bajo auspicios amistosos y felices, entró Malatesta en el círculo más íntimo del movimiento más avanzado de aquella época y de esta, el más joven de todos y seguramente por todos amado, pues el nombre de "Benjamín" con que es designado en el Diario de Bakunin permite inferirlo.




CAPITULO VII

LA INTERNACIONAL ITALIANA EN EL AÑO 1873; EL CONGRESO DE BOLONIA; BAKUNIN Y CAFIERO



De la historia de la Internacional italiana desde el otoño de 1872 y de los acontecimientos de la vida de Malatesta en esa época son conocidos los rasgos principales, pero por una serie de accidentes destruyó o dispersó los documentos íntimos del género de los que poseemos sobre los años 1871-72. Bakunin conservó sus manuscritos, los borradores o los originales de largas cartas, hizo también anotaciones en su diario hasta fines de 1872. Pero en Locarno tuvo lugar una selección y un incendio de su correspondencia, en presencia de A. Ross, que había quemado también en Zurich los papeles de Netchaief salvados por él en Paris en 1872, y lo que se pudo encontrar después del abandono de la Baronata en el verano de 1874 fue condenado n las llamas por Cafiero, Más tarde (1876) Costa reunió material para la biografía de Bakunin, del que desapareció finalmente la parte conservada en Suiza, lo mismo que el material recosido por Cafiero cinco años después, tina parte del cual pertenecía a los documentos de Schwitzguebel relativos al Jura, desconocidos completamente hasta ahora, si es que no están perdidos desde hace tiempo. También el propio James Guillaume quemó en 1898, en un momento de humor sombrío, mucho del material más Intimo que conservaba y se asombró grandemente cuando unos años más tarde encontró utilizada en mi biografía de Bakunin una copia del más raro de esos documentos, que había permanecido ignorada, y cuyo original no había dejado nunca de vigilar desde 1874 y que según su parecer de aquella época no habría debido desamparar. Aparte de todo eso, la correspondencia Intima de 1873 fue restringida, en parte porque Bakunin, al tratar asuntos serios, se había hecho precavido (el 4 de abril de 1874 escribía a su viejo amigo el profesor A. Vogt de Berna que no se pondría encontrar rastro alguno cíe algo escrito por él), en parle porque los italianos iban a menudo a Locarno, quedaban en la Baronata con franqueza y todo el tiempo necesario y trataban todas las cuestiones verbal mente.

Esto se demostrará en cierto grado por el hecho de que las "cartas de la comisión de correspondencia de la federación italiana para los años 1872 y 1873 secuestradas al acusado Natta" que "las había escondido en un hueco del muro de su taller" (palabras del fiscal en el proceso de Florencia de 1875, Debattimenti pág, 319), -Natta fue al secretario que sucedió a Costa-, es decir, que gran masa de correspondencia de los sucesos reales internos de esos años no contenían nada esencial, pues de lo contrario hubiera sido expuesto en los grandes procesos de aquel período. Por entonces fueron arrestados todos los propagandistas conocidos, se registraron sus domicilios o fueron desterrados, sin que se encontrase material justificativo; por consiguiente, o no existía ese material en forma escrita o fue destruido entonces y en las persecuciones posteriores, Ninguno de los del círculo intimo de Bakunin hizo confesiones ni se comprometió: así, pues, el gobierno, a pesar de todos sus Tersaghi, no logró dar efectivamente con la Internacional. Claro está, esto no impidió los encarcelamientos a granel, con prisión preventiva Ilimitada, sin que fuesen promovidas verdaderas acusaciones, cosa que afectó a los propagandistas más activos. A Malatesta le alcanzó dos veces este procedimiento en el año 1873 y le costó ocho meses de prisión, casi tanto como su última prisión preventiva de 1920-21.

Después de los congresos de La Haya y de Saint-Imier y del traslado a New York del Consejo general de Londres, que debía aparecer idéntico a su eliminación como uno de los factores efectivos de los movimientos socialistas europeos, se esforzó Bakunin por mantener unidas en todo caso las fuerzas Integrantes de la Internacional. El punto de vista teórico de Bakunin fue siempre conservar la organización sobre la base de los estatutos originarios de Ginebra, de la solidaridad económica mutua y de la abolición de todas las instituciones autoritarias y centralistas en la organización. En el fondo esta era una táctica conservadora a la tute los jurasianos se adhirieron do buena gana, en tanto que para los jóvenes revolucionarios italianos podía ser indiferente, ya que ellos deseaban la acción internacionalista inmediata y significaba muy poco o nada lo solidaridad platónica con lejanas gentes de las más encontradas opiniones. En otros países, como en España, Bélgica, Inglaterra se debía contar con otra táctica local. Los congresos nacionales de nochebuena de 1872 (en Córdoba y en Bruselas) y en marzo de 1873 (en Bolonia), etc., son grados del lento progreso cíe la táctica de Bakunin y Guillaume, que por último fue adoptada en-el congreso internacional de Ginebra (septiembre de 1873), Véanse más detalles en el detallado protocolo, (Lócle, 1874, 119 págs.). Costa fue allí el más distinguido delegado italiano; Malatesta estaba entonces preso.

La activa correspondencia italiana de Bakunin, como indica et Diario desde octubre de 1S72 hasta fines del mismo año (el Diario para 1873 debe ser considerado romo perdido) se habría ocupado de esta cuestión, pues cartas paralelas fueron enviadas al Jura y a España, o pudo haberse referido a toa asuntos internos de la Alianza. Se lee en el Diario: 25 basta 31 de octubre gran carta colectiva a los Italianos; 31 de octubre hasta el 1 de noviembre gran carta colectiva a los jurasianos; 2 hasta 3 de noviembre carta colectiva a los H(ermanos) de España. Después: 6 a 8 de noviembre, circular número 2 con cifras de Hugo (Bakunin) a los Ermani (hermanos). Nueva carta colectiva a los tres grupos, del 27 al 30 de noviembre, y a España (16 de diciembre) para el congreso de Córdoba.

El 29 de octubre revisa Bakunin su correspondencia y quema muchas cartas. El 31 de octubre envió también cartas a Cafiero, Malatesta, Pezza, Fanelli, Friscia, Palladino, Testini, todas, a la dirección de Malatesta, o sea a Nápoles. El 1 de noviembre: carta a Pezza, a Malatesta y a Fanelli; el enfermo de muerte Vincenzo Pezza se encontraba, pues, en el sur; después de su muerte, en enero de 1873, resolvió la sección de Nápoles editar sus escritos, cosa a que no llegó. Cañero está de nuevo en Locarno (desde el 4 al 11 de noviembre). Un cambio de correspondencia con Palladino. El 17 de noviembre: Cartas de Benjamín (Malatesta) y de Armando (Cafiero). El 21 de noviembre viene Fanelli. El 8 de diciembre: Cartas de Alerini, Farga Pellicer (ambos en Barcelona), Cafiero y Benjamín (Malatesta); el 9: carta de Malatesta; el 12: Carta de Cafiero con cartas de Frísela, Nabruzzi y Benjamín. El 25 de diciembre visita de Cafiero, de Palladino y de Fanelli (25 basta el 2S de diciembre; el 29: "se habla sobre nuestros asuntos, es aceptado una resolución reservada de los hermanos" (sobre esto no sabemos nada más). Después aparecen dos italianos, no reconocidos más y son admitidos en el círculo interno, probablemente en el de los hermanos nacionales. Nabruzzi es invitado a ir a Locarno. Con esto termina el año 1872 y las noticias posteriores están interceptadas para siempre como con una barrera.

Al final del calendario de bolsillo hay algunas direcciones: están juntas: "Nicoló Bellerio, poste restante, Nápoles y por Cario "(Gambuzzi) como dirección de Malatesta, y una dirección en Lausana de "Mr. Kropotkin". El azar reunió estos dos nombres por mano de Bakunin, Por lo demás se trataba aquí indudablemente del hermano de Kropotkin, Alejandro, que estaba lejos de la orientación de Bakunin; Pedro Kropotkin no estuvo jamás en relación con Bakunin.

El 10 de enero de 1873 fue convocado el congreso italiano para el 15 de marzo en Mirándola, donde vivían Celso y Arturo Cerretti. Pero la sección local fue disuelta, C. Cerreíti encarcelado y la comisión de correspondencia invitó a los delegados a Bolonia, donde tuvo lugar el 15 de marzo la primera sesión en Una fábrica. El 16 de marzo fueron detenidos Andrea Costa, Malatesta, Alceste Faggioli, A. Negri y otros delegados, pero el congreso se reunió de nuevo en otro lugar, con 53 delegados representando a 15 secciones, entre las que hay que contar a las federaciones locales de Nápoles, Florencia, Rávena, Rímini, Turín, Mirándola, Módena, Ancona, Siena, Pisa, Roma, a las secciones de Forli, Faenza, Lugo, S. Potito, Fusignano, Fermo y sus alrededores, Menfi, Sciacca (Sicilia), Asimo y otros pequeños pueblos.

No siendo esta una historia de la Internacional Italiana, no menciono ni las resoluciones por las cuales fue modificada la organización, ni las resoluciones de un gran interés teórico y general, de las cuales algunas señalan la propia mano de Bakunin o el más grande influjo de sus ideas. Se resolvió participar solamente en lo sucesivo en un congreso internacional convocado para la discusión de las siguientes reformas: 1 – completa reconstrucción del viejo prefacio de los estatutos de la internacional; 2 – la solidaridad en la lucha económica es destarada como el único ligamen entre los miembros, y toda federación, sección, grupo o miembro individual tiene completa libertad de aceptar el programa político deseado y de organizarse para el mismo pública o secretamente, siempre bajo la condición previa de que ese programa no esté en conflicto con el fin de la sociedad, es decir, con la completa y directa liberación del proletariado por el proletariado mismo;  3 – la abolición de toda autoridad y fuerza central en la suciedad, por consiguiente entera libertad  para  organizarse y completa autonomía de tas federaciones y secciones,

El congreso se declaró ateo y materialista y no reconoció ninguna otra acción política fuera de la emprendida en armonía con los trabajadores de todo el mundo para la directa realización de esas ideas; rechazó toda participación y complicidad en las intrigas políticas de la burguesía, aunque se llamasen democráticas y revolucionarias. Más adelante se declaraba que si los obreros de otros países no estuviesen de acuerdo con las ideas aprobadas allí unánimemente, están en su derecho, y eso no impide la solidaridad con ellos, supuesto el caso que no deseasen imponer sus ideas a los demás.

Las detenciones retrasaron la publicación y la difusión de estas resoluciones. Finalmente el Consejo federal belga propuso que la federación del Jura invitase a un congreso general, este fui el origen del congreso de Ginebra de septiembre de 1873.

Andrea Costa escribió en 1900 (Bagliori di sociatismo, Cenni storici, Florencia) que, si bien en Nápoles ya habían tenido lugar las persecuciones, las detenciones en marzo de 1873 fueron el comienzo característico de las necias y miserables persecuciones que duraron siete años (y que si cesaron entonces para Costa, que se adhirió a la política; pala los anarquistas persisten todavía). En aquella época fue inculpada la Internacional por primera vez de ser una associazione di malfattori; pero los tribunales no aceptaron ese punto de vista del gobierno y los detenidos fueron puestos en libertad después de dos meses de prisión; por ¡o demás siguieron otras detenciones en Lodi, Parma, Roma, etc.

Entonces pasaron Malatesta y Cafiero 54 días en la cárcel, es decir, hasta primeros de mayo. Después Cafiero se dirigió a Apulia, a su ciudad natal, Barletta, para cambiar en dinero su posesión, en cuya venta precipitada perdió mucho; su conducta te valió la más amarga enemistad de su familia completamente reaccionaria. Previó que podría serle arrancado el derecho de disponer de sus bienes cuando se conociesen los fines revolucionarios a que los dedicaba. Sobre Malatesta nada sabemos durante seis semanas; pero después se dirigió a Locarno y pasó algún tiempo, quizás algunas semanas, con Bakunin.

En el verano de 1873 parecía inminente una revolución en España, y Bakunin, incitado por sus amigos españoles, resolvió trasladarse a ese país. Si este viaje debía hacerse sin que Bakunin fuese reconocido, era preciso prepararlo minuciosamente y se pensaba que habría debido hacerse desde un puerto de Italia a un puerto español (Bakunin habría tomado la apariencia de un rico inglés o americano e ido de Liorna o Nápoles a Cádiz o Barcelona, por ejemplo). Sólo Cafiero podía dar los medios para elfo y se encontraba todavía en Barletta, por consiguiente debía ser puesto al tanto de las cosas, y como esto no era posible hacerlo por carta se dirigió Malatesta a Barletta y fue detenido allí tres días después de su llegada y mantenido en prisión seis meses y después, naturalmente, sin que se le presentara una acusación, puesto en libertad. Esto sucedió en los meses de julio de 1873 a enero de 1S74, pues él recuerda que las noticias de Alcoy, donde había entallado el movimiento el 9 de julio, precipitaron su marcha de Locarno.

Como se recuerda Z. Ralli (Zamfir C. Arbure, un rumano activo en el intimo círculo ruso de Bakunin desde 1872), él y Malatesta copiaron una larga carta de Bakunin a España, refiriéndose a las corrientes y acontecimientos antiestatales y federalistas de la historia española. En julio de 1874 escribe Bakunin amargamente en un documento privado sobre la falta de energía y de pasión revolucionaria tanto en los jefes como en las masas. Malatesta, que a fines de 1875 llegó a conocer estos movimientos en la cárcel de Cádiz, que esta vez vio sólo en calidad de visitante, y en otros lugares, escribió en un artículo, que no tengo a mano en este momento, algunas, observaciones criticas sobre los sucesos de San Lucar de Barrameda y de Córdoba, publicado en el Grido degli Opressi, de New York, y en español en El Despertar (Brooklyn) el 1 de abril de 1894. También Pedro Kropotkin supo relatar este fracaso de acuerdo a íntimos informes que había recibido de Paul Brousse (1873, en Barcelona) y de Viñas. Yo no tengo espacio para ocuparme del asunto, que puede ser conocido por medio del citado informe de la federación española al congreso de Ginebra (1373) y por el conocido y corto resumen histórico de la historia del movimiento español de Arnold Roller (1907). También James Guillaume conoció en 1873 el propósito de Bakunin de dirigirse a España, pero del viaje de Malatesta a casa de Cafiero con ese objeto no tuvo noticia alguna.

Es de presumir que Bakunin habría llegado demasiado tarde y no hubiera sido capaz, como le sucedió igualmente en Lyon en 1870, de agrupar en corto tiempo a los elementos de la más distinta naturaleza para una acción común, y además el pueblo, según lo demostraron los acontecimientos de Barcelona, no apoyó la acción anarquista independiente, de forma que quizás habría sitio derrotado y terminado sus días en una cárcel española, -pues en días fueron retenidas largos años las víctimas de estas luchas.

Mal atesta perdió, pues, esta experiencia y al mismo tiempo un medio año fiel movimiento italiano. En esa época tuvieron ligar varios congresos provinciales para la fundación de federaciones regionales que debían abarcar la Romaña, Umbría y las Marcas, Nápoles, Piamonte, Liguria, Venecia, Lombardia, Toscana, Sicilia y Cerdeña. No todas estas federaciones fueron fundadas formalmente, y algunas de ellas y sus periódicos tuvieron un corto período de vida. Pues lo que construía siempre la Internacional lo destruía decididamente el gobierno, no por medio de acusaciones legales contra las organizaciones y sus miembros, sino sencillamente por las medidas administrativas, las disoluciones de los organismos creados y las detenciones arbitrarias de los propagandistas conocidos, como la de Mala-testa en Barletta, donde seguramente, sin embargo, nadie oyó ni supo nada del plan español secreto que se trabajaba. Pero todas estas disoluciones, etc., no tenían efecto persistente alguno, pues los miembros más destacados permanecían en contacto y se volvían a agrupar pronto, localmente, de un modo u otro. Este procedimiento gubernamental de poner fuera de la ley a las organizaciones de la Internacional llevó necesariamente a una convicción que consideraba la prosecución de la propaganda paciente como completamente imposible e inútil y que empujaba a la acción revolucionaria. Esto condujo a los sucesos de 1874.

¿Es posible, me pregunto, que la nota de Bakunin en su calendario privado, del 29 de diciembre de 1872 en que dice, estando únicamente en Locarno Cafiero y Palladino, que en la discusión de sus asuntos se tomó una resolución muy íntima[8]; es posible que esta nota se relacione con la primera proposición de Cafiero de hacer da un terreno (casa y jardín) en Locarno -al borde del lago, para ir secretamente en barco a Italia si se quería- un centro revolucionario? Otras informaciones dicen que esta proposición fue hecha en el otoño de 1872 o en el invierno de 1872-73. La propiedad pertenecería nominalmente a Bakunin, con lo cual se habría convertido en ciudadano suizo, es decir, no podría ser expulsado ni alejado de la frontera y eso tendría un gran valor en la preparación de los movimientos revolucionarios de Italia. Sea como quiera, en iodo caso, esto fue considerado desde entonces, y este es el motivo por el cual Cafiero, preocupado de este proyecto, al que dedicó toda su riqueza, rehusó a Bakunin el dinero pura el viaje a España, que había pedido por carta después del arresto de Malatesta. Fue él mismo en agosto a Locarno y entregó grandes sumas para la compra y el arreglo de una gran posesión desatendida llamada la Baronata, situada al norte de Locarno, junto al Lago Mayor. En aquel otoño estuvo Bakunin ausente algunas semanas en Berna, pues aquel plan debía servir también para su retiro aparente del movimiento; Cafiero se ausentó del mismo modo repetidas veces. Durante todo ese tiempo los empresarios locales, los obreros que no se molestaban grandemente y algunos compañeros que vivían allí demasiado tiempo, todo eso causó una gran cantidad de confusión, de retrasos y de gastos mucho más grandes de lo que se esperaba, de modo que Bakunin experimentó poco a poco horribles aprensiones sobre el término de aquel desconcierto, y que Cafiero, cuando algunas personas no muy bien intencionadas hacia Bakunin le llamaron la atención, manifestó su cólera de una manera verdaderamente penosa y su amistad ilimitada hacia Bakunin sufrió uno de los más terribles golpes. Esto sucedió en julio de 1874 y tuvo una influencia persistente en la vida ulterior de Bakunin. Yo pienso que si Malatesta no hubiera sido mantenido entonces seis meses en prisión en Barletta, con su gran sentido práctico había evitado este desastre del que ni Bakunin ni Cafiero se volvieron a reponer verdaderamente. En este sentido et encadenamiento de los sucesos que se extendieron desde Alcoy, por Locarno, hasta Barletta tuvo una consecuencia justamente trágica, y si 1871 y 1872 fueron unos años tan felices para Malatesta, en 1873 le había abandonado esa dicha.




CAPÍTULO VIII

LA INSURRECCIÓN DE 1874; MALATESTA EN CASTEL DEL MONTE, APULIA (AGOSTO 1874)



Los acontecimientos insurreccionales de agosto de 1874, amplios en la concepción, pequeños en la realización práctica, eran la consecuencia necesaria de la tensión creciente y de la expectativa de la mayor parte de aquellos que hasta 1871 habían aceptado tan francamente la revolución social como su fin supremo. Las persecuciones hacían casi imposible la propaganda y, esto no debe ser olvidado, todos los complicados problemas obreros de los tiempos ulteriores, lo referente a las reformas y a la legislación, no existían tampoco entonces para Italia. Había especial mente un número de obreros inteligentes, hábiles, más o menos aislados, grandes masas de jornaleros del campo muy pobres y muy ignorantes, de pequeños arrendatarios y de campesinos. Por tanto, se decidla y se preparaba un movimiento más rápidamente que después; y el caso de la Comuna de París y la derrota de los movimientos españolea de 1873 fueron más bien un Incentivo para un nuevo ensayo en los italianos. Después de haber rechazado la Internacional a Mazzini y a Garibaldi como Insuficientes e incapaces para la resolución de los problemas sociales, estaba o se sentía moralmente comprometida a hacer por sí misma un esfuerzo revolucionario, y preparaba éste desde fines de 1873.

Naturalmente hay una historia interna de estos sucesos que pudo ser bastante compleja, pero que nunca llegará a ser conocida, porque los tres personajes principales de sus comienzos, Costa, Cafiero y Bakunin, no la narraron y sólo dejaron tras si exposiciones generales y documentos ocasionales particulares para la época que va desde diciembre de 1873 hasta, agosto de 1874. No hay que pensar que en general falta material para esa época, pues mientras los informes impresos sobre los seis o siete procesos de 1875 y 1876, con excepción del informe florentino, son muy pobres, y algunas acusaciones y discursos de defensa impresos que vi no dan tampoco mucha luz; el historiador futuro tiene todavía ante sí el problema de la revisión de los 70 volúmenes de actas del proceso de Bolonia (Costa), los 42 volúmenes de Florencia (Natta), los 24 ó 29 volúmenes de Apulia, Calabria y Sicilia (Malatesta), etc., a los que pertenecen también los documentos emparentados en el taller de Natta, el carteggio de la federación italiana, que había mandado destruir urgentemente Natta, a lo que se llegó demasiado tarde, cuando, escapado con Bakunin, se estableció en Suiza (carta de Cafiero a Bakunin, 27 de agosto de 1875), Ni estos documentos siquiera, que hicieron posibles al fiscal algunas indicaciones sobre Bakunin, pudieron servir para la acusación, y todos los procesos gigantescos quedaron en la nada y terminaron con absoluciones generalmente satisfactorias. Por consiguiente, este capítulo de historia sólo puede ser reconstruido con ayuda de los informes imparciales de verdaderos protagonistas, y aquí observamos que las personas particulares estaban iniciadas en grado muy distinto, por lo cual sus interpretaciones señalan grandes diferencias. El mismo Malatesta no fue uno de los autores principales y estaba ocupado la mayor parte del tiempo directamente en el sur. A sus acontecimientos personales debe anteponerse un esbozo general del movimiento, y para ello quiero seleccionar el rico material aclaratorio de Costa, F. Pezzi y O. Cerretti.

En una reunión pública en Ginebra, 4 de septiembre de 1873, pintó Costa, según noticias de N, Joukowsky, más o menos así la situación de la Internacional en Halla: muchas secciones de la Romaña, 19 o 20 en las Marcas y en Umbría; pocas secciones en la pacífica Toscana; en Nápoles los campesinos desean una revolución inmediata; en Pismonte muchas secciones, pero  muy poco avanzadas.

En los Bagliori di Socialismo (1900) escribió Costa: Desde que la federación Toscana fue fundada en el congreso de Pisa, el 7 de noviembre de 1873, la federación italiana, hablando en general, no tuvo más vida pública; los miembros de la comisión de correspondencia abandonaren a Bolonia y la comisión fue trasladada a Florencia; pero ni en periódicos, ni en manuscritos, ni en cartas se encuentra desde aquella época el nombre de Federación italiana. En su lugar apareció el Comitato italiano per la Rivoluzione sociale, el cual, en enero de 1874, Informó mediante un manifiesto solemne a todos los que pudieron verlo que la organización publica de la Internacional había sido transformada en una organización secreta y que serían sustituidas la actividad publica, la propaganda y la organización del trabajo por la conspiración, que debería llevar al terreno de los hechos. Junto a esto hubo nuevas secciones, una propaganda semi-pública y algunos periódicos, pero ante todo los miembros viajeros se dedicaban a visitar las personas enérgicas, se formaban grupos secretos y se ponían en contacto entre sí, sin concertar todavía la acción. Hubo persecuciones, gran intranquilidad pública a causa de la carestía de tos medios de subsistencia, huelgas, movimientos de campesinos, hasta banditismo en diversas provincias -y de todo esto surgía el deseo de señalar prácticamente al pueblo lo qué querían tos socialistas. Por lo domas, los propagandistas activos estaban casi todos fuera de la ley y aguardaban la lucha, aunque sabían que de ella sólo les resultaría la muerte o el presidio. Pero no tuyo lugar esta crisis extrema, pues el gobierno la advirtió, tomó la delantera, detuvo a los más activos organizadores de Romaña, las Marcas y Toscana y obligó así a los otros a precipitar la acción todavía no definitivamente fijada. Después las cosas marcharon como pudieron (y continua hablando de las bandas de Imola y de la reunión en los Prati di Caprara, fuera de Bolonia. 7-8 de agosto de 1874).

Francisco Pezzi (Un Errore giudiziario... Florencia, 1882), cuenta que los internacionalistas, cansados de los continuos martirios quisieron protestar finalmente por medio de una insurrección armada. La comisión de correspondencia proponía esto incesantemente. Con este fin fueron enviados en secreto a Suiza algunos de los miembros mis activos para concertarse pon Bakunin sobre un movimiento semejante para el verano de 1874. Se resolvió cerrar realmente el primer periodo de la Internacional por una acción revolucionaria y se estableció un plan; Bolonia debía ser el centro del movimiento. Los delegados regresaron, su resolución fue aprobada y se trabajó por ella. A fines de julio mientras se hacían los últimos preparativos, fue advertida la policía. Se realizaron detenciones en Rávena el 26 de julio (esto se refiere al arresto de Pirro Rivalta; otros, entre ellos F. Pezzi y Giuseppe Sant’Andrea. huyeron); otros se escondieron. Se prosiguen las detenciones, las investigaciones domiciliarias, se descubren documentos en Bolonia. Estas noticias se difundían con la rapidez del rayo y llevaron nueve delegados a Bolonia, los cuales resuelven no renunciar al proyecto y obrar.

Celso Cerretti, en una, carta del 26 de diciembre de 1897, impresa en la hoja anarquista Libertá (Bolonia, 6 de febrero de 1898) -que apareció sólo un corto tiempo- hace por primera vez, que yo sepa, una exposición de su actividad como intermediario, aprovechado como algunos años antes para interesar a Garibaldi y también a los mamújanos avanzados en el movimiento proyectado, del que atribuye la idea exclusivamente a Costa. Quiero resumir brevemente sus datos. Se trata de Luigi Castellazzo, Garibaldi, Valzania y de los meses de enero y marzo de 1874, Según otros informes, era muy difícil convencer a Garibaldi, a quien habían prevenido terriblemente los mazzinianos contra Bakunin; pero finalmente se adhirió y prometió ayudar el movimiento si tomaba cierta extensión. Que Valzania, hasta hacia poco enemigo de la Internacional. fue conquistado, lo prueba la conocida reunión en la Villa Ruffi (Rímini) el 2 de agosto, que agrupó a todos los jefes mazzinianos para deliberar sobre este objeto; fueron encarcelados todos entonces, Cerretti sostiene precisamente que Costa no apoyaba ese intento de una coalición provisoria para desarrollar una acción común, que hasta era su decidido adversario, y su declaración al respecto -que quizás está influida en parte por la carrera política ulterior de Costa- es que la ambición y la vanagloria lo llevaron a precipitar el movimiento para hacer frustrar esa coalición.

De estas y otras fuentes podemos inferir que Costa -que pasó en aquella época algún tiempo en Locarno-, y otros, emprendieron, aconsejándose con Bakunin y Cafiero, la formación del Comité italiano para la revolución social a fin de preparar la revolución, que publicaron manifiestos, etc. y que intentaron resolver el problema de la colaboración de otros grupos avanzados. El primer manifiesto (núm. 1, enero de 1874), según las noticias, está redactado por Costa, que lo envió a Florencia; impreso secretamente en Toscana, fue hecho conocer en Roma el 25 de enero por medio de carteles murales, etc. El segundo manifiesto, Al popolo italiano de marzo de l874, es mucho más extenso y yo conozco únicamente algunos fragmentos; Costa, que probablemente tuvo un manuscrito de Bakunin como proyecto, debe ser considerado también como el autor directo. A comienzos del año tuvo lugar un extraordinario gran número de pequeños amotinamientos populares espontáneos, -tumultos por el pan en Roma (mediados de marzo), en Cremona (abril), en Brescia; otros levantamientos en Parma, Papua, Faenza, Imola, Lugo, etc.; una nueva serie de rebeliones se produjo desde fines de junio hasta mediados de julio (Forli, 29 de junio, 4 de julio; Prato, Rímini, Luca, Pisa, Arezzo, Liorna, Pistoia; Massa, Bolonia, Florencia, 10 de julio, etc.).

Aunque las autoridades velan en estos movimientos locales "la mano de la Internacional", desgraciadamente no era verdad. Todas estas ocasiones, que naturalmente no puedo juzgar en detalle, fueron desaprovechadas. La verdadera explicación ¿es quizás la de que no estaba listo todo para el ataque y que se trataba de cuestiones materiales, del armamento y otras cosas por el estilo, que aún no habían sido organizadas?

Es característico notar que en este mes de junio, tan agitado en Italia. Cafiero se dirigía a Rusia para casarse en Petersburgo el 27 de junio, una formalidad necesaria para librar a su mujer de la dependencia estatal rusa. Después tuvo que dirigirse rápidamente a Barletta para vender sus últimas posesiones, y el 13 de julio entró en Locarno. Aquí se le informó del desbarajuste de la construcción y de la vida doméstica de la Baronata, estado de cosas a que habían contribuido su falta de experiencia y la de Bakunin y otras causas, pero de lo cual hizo responsable a Bakunin únicamente. Rompió, pues, con él, y Bakunin, abatido por estos tristes reproches, decidió marchar a Bolonia y buscar allí la muerte. Partió el 27 de julio y habitó en Bolonia hasta el 30 en el más extremo incógnito en casa de los hermanos Berardi y Francesco Pasi, Costa se presentó allí (30 de julio), corrió después a Roma, volvió de nuevo con S. Mazzotti y Alceste Faggioli (3 de agosto), fue con Faggioli a Rovigo (día 4) y a su regreso cayó preso (el 5). Faggioli avisó a Bakunin, el cual fue llevado a un nuevo refugio a las dos de la mañana.

El arresto de Costa, que debe haber tenido lugar de un modo completamente casual, precipitó et movimiento. En noticias escritas después del regreso a Suiza el 4 de septiembre, anota Bakunin (6 de agosto): Convenio; plan aceptado para mañana (Paolo Berardi, Fruggieri, Leonesi, Faggioli, Bakunin); 7, por la noche el último gran consejo, -Leonesi, Paolo y Pio Berardi, Fruggieri, Campagnolo, Guardigli, Bakunin y otros tres, todos de acuerdo.

Así llegó la noche de los Pratti de Caprara, Bakunin esperaba solo en casa y describe las cosas así. Desilusión, una noche terrible; revolver, dos pasos de la muerte; después llegan Leonesi, Fruggieri, Berardi, Guardigli; entre las tres y las cuatro, solo; a las cuatro la muerte (es decir, había fijado esa hora para el suicidio, porque el movimiento no estallaba); a las 3:40 (el 8 de agosto) viene Silvio (Fruggieri) y me aparta de la muerte; nos vamos a dormir.

Esta escena, que me fue descripta de igual modo por Fruggieri, independientemente de este informe, se refiere a la noche del 7 al 8 de agosto, en la que debían encontrarse en un prado fuera de Bolonia los internacionalistas de los pueblos circundantes y los de la misma Bolonia pava repartir las armas, que, a cansa de los impuestos, no podían ser llevadas a la ciudad y posesionarse de ella. Pero de Bolonia no acudió más que un pequeño número, en el que estaban Leonesi, Cesari, Mazzotti y otros y un grupo de San Giovanni in Persiceto; de Imola salió también una banda en dirección a Bolonia, pero fue notificada en el camino y se dispersó; en una palabra, en lugar de 2.000 acudieron sólo 150, de los cuales después la mayoría volvió a casa, en tanto que unos veinte de tos más comprometidos se decidieron por los montes, donde se dispersaron pronto o cayeron presos.

Bakunin, amargamente desilusionado y sin hogar en Locarno, permaneció hasta el 12 de agosto en Bolonia y partió disfrazado después. Se mantuvo en Splügen (Suiza), con Francisco Natta, la cabeza del movimiento florentino. Trataron de fijar nuevamente un plan de acción y de estipular nuevas cifras (14-21 de agosto). Esta fue la última participación de Bakunin en el movimiento. Desde entonces se preocupó desesperadamente de ordenar su situación privada para asegurar un refugio a su familia. La ruptura con Cafiero era incurable y también Guillaume y otros de sus más Íntimos compañeros se apartaron de él. Natta, que, como los demás, estaba al margen de estos sucesos privados, se dirigió el 21 a Locarno. En Florencia sucedió todavía menos que en los alrededores de Bolonia, como señala el informe procesal detalladamente.

No me detengo en los acontecimientos que llevaron a los procesos de Roma, Liorna, Massa, Perusa. En la reunión de la Villa Ruffi (2 de agosto), si hubiese podido continuar, los viejos jefes mazzinianos se habrían opuesto a Eugenio Valzania y a otros que favorecían el movimiento. La acusación contra todos ellos (Bolonia, 15 de noviembre de 1874) fue rechazada (23 de diciembre), pero "Valzania fue Internado, -destino de la mayoría de los internacionalistas libertados de la prisión preventiva o absueltos por el jurado.

El movimiento de 1874 tuvo probablemente vitales defectos; dependía de una multitud de preparaciones, de asambleas, de una determinada serie de idas y venidas, etc., y algunas detenciones perturbaron este complejo mecanismo.

El movimiento no estaba listo en la época de las agitaciones del pueblo, pues, como señalan los procesos, las armas parecen haber sido compradas a fines de julio. Si los viajes de Cafiero, que contribuya con la mayor parte del dinero, motivaron o no algún retraso, es cosa que no podría afirmar. Probablemente en muchos pueblos donde se había trabajado el movimiento se habrá seguido el ejemplo de Bolonia. Pero los trabajos preliminares fueron desechos para destruir sus rastros. Se describe también a Costa como demasiado optimista y superficial en la espera del apoyo prometido. Una cuestión palpitante, un fermento directo que habría atraído y sacudido al pueblo faltaba y todo se cernía en el aire. Pero la actitud de los presos en los largos meses y años de prisión preventiva y ante los tribunales contribuyó grandemente a reconstruir el prestigio de la Internacional.

Entre los que a pesar de todo se lanzaron a este movimiento e hicieron todo lo posible para salvarlo, está Malatesta, que obraba en el sur de Italia,

Libertado a fines de enero de 1874 en Barletta, no pudo tomar parte en las resoluciones adoptadas primeramente en Locarno, diciembre de 1873 (Cafiero estuvo en octubre de 1873 en Barletta: no se si pudo visitarlo en la prisión). Según su relato vivió en Nápoles después de su liberación y Costa lo visitó allí y le puso en conocimiento del movimiento proyectado. Después hizo una visita sin consecuencias a Gaeta. Estuvo también en Calabria y recibió algunas promesas. Una carta a un republicano de Catanzaro (23 de julio), que quería entrar en la Internacional, fue considerada como punible y los tribunales de Catanzaro se unieron con los de Apulia (febrero de 1875), y con los de Palermo (14 de mareo). En esta acusación siciliana (16 de marzo) contra A. Riggio (Girgenti) y otros tres es incluido Malatesta. Por lo demás, todas estas acusaciones se derrumbaron y son citados solamente para indicar cómo se había intentado difundir el movimiento; así Cologero Portolano (Girgenti) propone en una carta que diez personas tuviesen, entre ellos Cafiero, una deliberación en Palermo; pero hasta el tribunal rechazó la tentativa, basándose sobre esa única indicación de Implicar a Cafiero en el proceso.

En la primera mitad del mes de julio, o poco después, llego Malatesta a Locarno. Según su recuerdo, Cafiero estaba todavía en Rusia. A. Ross, un ruso amigo de Bakunin, que había venido entonces de Londres, recuerda que Malatesta estuvo en Locarno "durante el momento supremo de la crisis"; esto debió ocurrir después de la ruptura (15 de julio) y antes de que Bakunin decidiese su viaje a Bolonia (véase James Guillaume, L’Internationale, III, pág. 201; 1904). Yo no puedo menos de ver en la exposición que hace Guillaume de todos estos sucesos los efectos de una autosugestión, con que quisiera ver en parte relativamente justificada la aspereza empleada entonces con Bakunin. Esto no deja de tener importancia; pero significa para mí todo ello que Malatesta se mantuvo alejado de semejantes asuntos y conservó para ambos, para Bakunin y para Cartero, una sincera amistad.

En la segunda mitad de julio regresó al sur de Italia, El 30 de julio fueron enviados desde Nápoles cinco cajones de armas a Taranto, con 150 fusiles, donde quedaron almacenadas en el depósito de la estación, que debía ser conquistado luego por la fuerza para obtener las armas. Se había concertado también el compromiso de tener listas algunas locomotoras para poder transportar las bandas a las montañas y a la Basilicata en caso de que el movimiento fuese malogrado en Taranto. Pero en lugar de 300 o 500 acudieron sólo tres personas y se hizo dirigir estas cajas a Molfetta y de allí a Terlizzi, Según la acusación fueron llevadas en la noche del 8 da agosto a la comarca de San Marino, donde en la noche del 11 al 12 se encontraron 60 fusiles escondidos y otros 13 en la mañana del 13 (?)[9] en las ruinas de Castel del Monte.

El 16, con emblemas rojos y negros, los colores de la Internacional, se habían concentrado seis revolucionarios en esas ruinas, un castillo medioeval de los tiempos de Federico III, en el que celebraban también asambleas las sociedades secretas de la comarca 50 o 60 años antes. Fue situado en las montañas, entre las pequeñas ciudades de Minervino y Corato. Los revolucionarios hablaron a los campesinos, pero éstos no decidieron nada, porque su número era insignificante. Aparecieron los gendarmes y se cambiaron algunos tiroteos. Esto duró algunos días (desde el 11 al 14 de agosto); algunos perdieron el valor. Finalmente un amigo a caballo, vestido de campesino, anunció que un gran número de soldados habían comenzado a rodearlos. En consecuencia resolvieron alejarse. Un pequeño propietario rural, que los trató de locos, pero que deseaba salvarlos, los llevó escondidos en un carro de hierba y los hizo pasar así entre los soldados; después se dispersaron.

No habían quedado siempre en Castel del Monte; los rumores habían hecho aparecer pequeñas bandas en Andria, Molfetta, Corato y Minervino, y fueron buscadas en todos esos lugares, pero efectivamente habían sido siempre los mismos.

Malatesta pasó algunos días escondido en Nápoles, donde el 18 de agosto fue revisado su domicilio. El 20 de agosto escribió Emilio Bellerio, -que no se había adherido a las ideas de Bakunin, pero que fue siempre el cariñoso amigo tesinés-, a Bakunin, en Splügen, desde Locarno: "Llegó un amigo de Nápoles (Carmelo Palladino). Dice que no se puede hacer nada. Aquellos cuyas direcciones pide están escondidos o encerrados. Malatesta es esperado aquí; si no viene hoy serla una mala señal. En el correo de Nápoles espera desde hace doce días un policía a las personas que vayan a buscar las cartas enviadas a D. Pascualio, en casa de Nicola Bellerio (la dirección de Malatesta desde 1872)".

Malatesta fue esperado en vatio: pues en el viaje al norte fue detenido en Pesaro, entre Ancona y Rímini. Creyó que había sido traicionado en Nápoles o descubierto. Pasó largos meses de prisión preventiva en Trani (Apulias).[10]




CAPÍTULO IX

EL PROCESO DE TRANI Y OTROS ACONTECIMIENTOS DE AGOSTO DE 1874 HASTA EL VERANO DE 1876



La pequeña expansión y el carácter algunas veces casi idílico de los pocos sucesos reales desde agosto de 1874 no perjudicó la popularidad de la Internacional. La adoración del éxito no era entonces el único regulador, y la fórmula in magnis voluisse sat est (en las cosas grandes es bastante la buena voluntad) era valedera; un buen propósito está por encima del éxito. También los intentos prácticos de Mazzini habían fracasado todos. ¿Fue acaso Garibaldi menos querido a causa de las derrotas de Aspromonte y Mentana? El gobierno obró frente a la Internacional como los Borbones habrían tratado una conspiración; a los interminables meses de prisión preventiva seguían los procesos gigantescos; el proceso de Bolonia terminó el 17 de junio de 1876 después de tres meses de duración. Esto y la valerosa y audaz, actitud de los acusados atrajo la simpatía y el interés; de forma que los procesos son los más expresivos y por consiguiente los más importantes acontecimientos del movimiento en estos años. Pues en el proceso de Florencia de 1875, en el que fueron coacusados bajo pretextos nimios demócratas y republicanos, se dio la ocasión de hacer aparecer como testigos de la defensa a Garibaldi y a viejos jefes mazzinianos, como Aurelio Saffi. Todo esto y las pobres deposiciones policiales y ante todo la juventud, el carácter puro, el valor, la tenacidad, la dulzura altruista de los acusados y los esfuerzos hábiles, -críticos y retóricas- de los defensores, todo esto creó una atmósfera de general simpatía, y todas las pruebas oficiales y las incriminaciones fiscales contra el socialismo fueron despreciadas.

Esta serie de procesos, por otra parte, comenzó desfavorablemente, pues en el de Roma (4-8 de mayo de 1875) fueron pronunciadas sentenciáis hasta de diez años de cárcel y de presidio. Pero debía tener lugar otro proceso, un año después (11-18 de mayo de J876), que terminó con absoluciones. El proceso de Florencia (30 de junio hasta el 30 de agosto de 1875), cuyos Dibattimenti publicó el partido republicano (Roma, 1875, 529 págs.) coincidió con el proceso de Mal atesta en Trani (Apulia) a primeros de agosto; en Trani había siete acusados; fueron absueltos el 5 de agosto. Esta buena noticia promovió después en Florencia durante el proceso muchas esperanzas, y si es cierto que uno de los acusados a causa de un supuesto acto de violencia fue condenado a nueve años y otros dos a castigos nominales a causa de la posesión de armas, el jurado absolvió a los demás. El proceso a los 33 internacionalistas en Perusa terminó igualmente (24 de septiembre), lo mismo que los procesos posteriores de Liorna y de Massa Carrara. Los caídos en las Marcas y en los Abruzos (Aquila) fueron llevados, ante el jurado de los romañolos y los boloñeses en el proceso de Bolonia (15 de marzo hasta el 17 de junio de 1876); aquí fui Costa el centro intelectual de los acusados; absolución.

Los informes sobre estos procesos son muy insuficientes, exceptuando el de Florencia, Pero se imprimieron algunos buenos discursos de la defensa, especialmente los importantes discursos de Giuseppe Ceneri, Giuseppe Barbanti y Aristide Venturini de Bolonia. (Folletos de 1876 y Opere di Giuseppe Ceneri, 1891, l, págs. 39-118).

La acusados siciliana contra Riggio y Carmelo Spada es referida en La Conspirazione in Sicilia, de G. A. Pugliese (defensor), Trani, mayo de 1875, 52 paginas, impresa en Barletta; también se refiere a esto el Requisitorio pel Processo de Sicilia (Trani, 16 de marzo de 1875, un manuscrito de 12 páginas en folio).

Directamente al caso de Malatesta en Apulia se refieren: Sezione di Accusa delle Puglie. Raggioni in Difesa di Errico Malatesta e Vincenzo Papagallo imputati di Cospirazione, mayo de 1875. Relatore Consigliere Sig. Cav. de Vincentino; en la cubierta: La Cospirazione del 1874 in Molfetta innanzi la Sezione di Accusa. Avvocati Ferdinando Lambert (Valbois) e Covelli Nicola, Barletta, Tip, Municipale V, Vecchi e Soci, 25 págs, en 8°).

Yo revisó estos documentos, pero no conozco ningún informe procesal y naturalmente tampoco los 24 volúmenes de actas que según el folleto de Pugliese, se habían reunido basta allí.

El 29 de agosto de 1875 escribió Cafiero a Bakunin: “El efecto del proceso de Malatesta y compañeros en Apulia es increíble. Los jurados, -que pertenecían justamente a las gentes más ricas de la población-, estrecharon después del proceso las manos de los acusados y éstos fueron- recibidos en triunfo”. Esta noticia, recibida de Malatesta o de sus amigos locales, -pues Trani está cerca de su ciudad natal, Barletta-, la remitió Cafiero también a la Plebe (Lodi) y al Bulletin (jurasiano) del 5 de septiembre. El proceso duró cinco días (del 1 al 5 de agosto) en medio del interés general, no solamente del interés de las gentes instruidas. El jurado estaba compuesto de los más ricos terratenientes y muchos militares se habían ofrecido con ostentación. El fiscal dijo al jurado literalmente: “Si no declaráis culpables a estas gentes, llegará un día en que os llevarán vuestras mujeres, violarán vuestras hijas, robarán vuestra propiedad y destruirán los frutos del sudor de vuestro rostro, y quedaréis arruinados, en la miseria y señalados con la marca de fuego de la deshonra”. Después del veredicto, los jurados entraron aplaudidos por el pueblo, y pública y privadamente los absueltos de Trani fueron acogidos con la expresión sincera de la simpatía general. ¡Ah, si el gobierno multiplicase los procesos, -escribió Cafiero-, podrían costarnos a algunos de nosotros años de prisión, pero aportarían a nuestra causa un enorme beneficio!

En aquella época se dirigió Malatesta por algunos días a Locarno y convino con Cafiero la reorganización de la Alianza. Cafiero y su mujer rusa (Olimpia Kutusova.), y también S. Mazzotti, vivían entonces en la Baronata en condiciones estrechísimas a consecuencia de la ruina financiera de Cafiero. Este habló entonces sin animosidad de Bakunin, el que por su parte hizo lo mismo cuando lo visitó Malatesta en Lugano, donde vivía desde octubre de 1874, Lo encontró completamente ocupado en la preparación de las verduras y de los árboles frutales, que debían constituir la renta de su jardín en Lugano, y recibió la impresión de que su vida como revolucionario activo había acabado a causa del gran resentimiento de su salud y de su edad avanzada; en efecto, menos de nueve meses más tarde, tras nuevas desilusiones y muchos padecimientos físicos, Bakunin era colocado en el ataúd (1 de julio de 1876).

He hablado hasta aquí mucho de Bakunin, porque Malatesta en sus comienzos se basaba enteramente en el y vivió desde su primer contacto con el socialismo (1871) en el círculo de la orientación antiautoritaria de la internacional, representada brillantemente por Bakunin. A esta tendencia llevaron los italianos sus apremiantes anhelos de obrar realmente como habían visto obrar a sus conspiradores y a sus hombres de acción, a sus Mazzini y a sus Garibaldi: de este modo esos jóvenes internacionalistas fueron desde el primer momento hombres que aportaban algo nuevo. El hecho de que en el mes de agosto de 1874, ese contacto entre Bakunin y el movimiento que había sido tan estrecho hasta entonces, cesase repentinamente, resultó por una parte a causa de la prisión de la mayoría de los camaradas íntimos italianos, y por otra a causa de su ruptura con Cafiero en la Baronata sobre cuyos sucesos, unos por estar presos, y otros posiblemente por estar poco o nada iniciados en el asunto, no pudieron saber nada exacto ni oficiar de intermediarios. Todo esto está detalladamente expuesto en mí biografía de Bakunin, la mayor parte según cartas, para no llenar ese obscuro período con una fraseología huera y con noticias inexactas. Tuve, según creo, en el amigo tesinés de Bakunin, Emilio Bellerio, que intentó ayudar según sus fuerzas a ambos, a Bakunin y a Cafiero, un buen guía. De esos materiales reproducidos en poligrafía y en el manuscrito de mi Suplemento, que contiene los materiales que reuní desde 1901 a 1904, James Guillaume, el único que los leyó completamente con atención, ha dado en L’Internazionale, t. III (1909) una selección aumentada con sus propios recuerdos y los recuerdos de A. Ross; una selección que, según impresión mía, está demasiado influenciada por el deseo que tenía en sus últimos tiempos de justificar la acción -que creo cruel- de los camaradas de Bakunin más Íntimos de lengua no italiana (3 jurasianos y un ruso)[11]  hacia éste.

Puedo decir sobre eso que, cuando en 1904 participó Guillaume a Kropotkin su punto de vista, éste examinó el asunto con Malatesta, y, según se me dijo, llegó al resultado, -el cual fue también su primera impresión-, de que no era justo el punto de vista de Guillaume. Kropotkin tuvo a A. Ross en el suceso por una causa principal del agudizamiento de la discordia y se adhirió al humano y razonable concepto de Malatesta de que habría sido en el primer momento impedida la violenta colisión si no hubiesen agravado el conflicto terceras personas.

Desde que escribí en 1921 esto, tuve ocasión hace pocos meses de volver a ver a A. Ross y de experimentar su profunda simpatía por Bakunin exactamente como antes. Estuvo en 1874 largo tiempo ausente en Londres, donde imprimió libros anarquistas en ruso, de Bakunin y Guillaume, y tuvo ante sí, cuando llegó a Locarno, el triste resultado de la Baronata y no las causas particulares del mismo (julio de 1874). Sí hubiera permanecido en Suiza habría probablemente llevado el asunto de una manera más práctica o al menos lo hubiese mejorado oportunamente. Así, pues, consideraron Cafiero y A. Ross en 1875 el caso de la discordia compasivamente ya; sólo Guillaume, al que por lo demás faltó en su mayor parte la visión directa, se mantuvo, como era propio de él, inquebrantablemente, todavía después de cuarenta años, en su punto de vista de 1874, y esto coloreó la exposición de su libro. Malatesta estuvo lejos de la cosa y era de aquellos verdaderamente activos en Italia entera, en lugar de alojarse en Locarno.

Debía mencionar todo esto porque tuvo como consecuencia inmediata el retiro de Bakunin del movimiento y aclara muchos otros asuntos.
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Entonces, hacia septiembre de 1875, debió realizarse el viaje de Malatesta a España con el fin de la liberación de Alerini de la cárcel de Cádiz. Charles Alerini, un corso, entró en octubre de 1870 en el íntimo círculo de Bakunin, cuando éste intentaba otra vez organizar en Marsella la acción revolucionaria de guerra que fracasó a fines de septiembre en Lyon. Pero finalmente fue necesaria su fuga de Francia y Alerini lo salvó en un barco que lo llevó hasta Génova. Esto debía ahora beneficiar a Alerini, que tuvo que huir a Barcelona en abril de 1871. Fue uno de los delegados españoles a La Haya y a Zurich en 1872, donde Malatesta, lo conoció como vivaz y activo meridional. Con Paul Brousse (Mompellier) y Camile Camet (Lyon: en 1872 estuvo también en Zurich) formó el pequeño grupo francés que hizo aparecer en Barcelona en 1873 la Solidarité revolutionnaire. Después de la derrota del movimiento huyo Brousse a Suiza, en tanto que Alerini, con innumerables internacionalistas españoles y rebeldes cantonalistas Até condenado a largos años en las cárceles españolas.

Malatesta me contó este viaje del otoño de 1875 o algo más tarde, con mucha gracia. Los camaradas de Cádiz consideraron fácil realizar la fuga. Se le dejó entrar en la prisión tan fácilmente como en un hotel y pasaba el día interesantemente con Alerini y otros treinta o cuarenta compañeros presos de Cartagena, Alcoy y Cádiz. Finalmente rogó al celador principal que dejara a Alerini ir a la Ciudad con él e hizo ver algunas monedas de oro que desaparecieron en las manos del empleado. Al día siguiente debía Alerini, acompañado de dos guardianes, salir con él. Los camaradas locales habían encontrado ya un barco, los guardianes fueron emborrachados; pero Alerini tuvo miedo y no quiso de ningún mono marchar. Así, pues, tuvieron él y Malatesta el penoso trabajo de entregar nuevamente en la cárcel a los guardianes borrachos. Al día próximo apareció Alerini más decidido; esta vez bastó una moneda de oro y un sólo guardián, pero un abstemio, al cual le fue aplicado un narcótico hacia la noche. Nuevamente estaba libre Alerini para marchar y estaba listo, pero después se escondió y no quiso salir. Malatesta debió abandonar la empresa. Quizás Alerini tenía un amor en Cádiz o no quiso arrojarse nuevamente en el movimiento, -basta, su época pasó.

Creo recordar haber oído que en este viaje volvió a ver Malatesta otra vez a T. G.: Morago en Madrid, en la cárcel o escondido; este era un hombre más serio que Alerini. En aquellos años existía la Internacional española como organización secreta, tenía sus conferencias provinciales y hacía aparecer periódicos clandestinos. Por fin llegó a tener una hoja que aparecía públicamente, Revista Social, redactada por Viñas, como órgano principal. Pedro Kropotkin quiso ir a España en 1877 cuando parecía próximo a estallar allí un movimiento revolucionario. Acudió en efecto en julio de 1878, conoció las distintas orientaciones de Barcelona (Viñas) y de Madrid (Morago) íntimamente y conservó una persistente buena impresión. Mucho de esto ha observado ciertamente Malatesta en su viaje.

La historia interna de la Internacional italiana desde agosto de 1874 hasta después de los grandes procesos (1875-1876) fue hasta ahora repetida ordinariamente según el libro de P. Pezzi (1882), que estuvo en situación de conocer los diversos planes y proposiciones, especialmente entre los refugiados en Tesino en 1875. Malatesta no hizo mayor caso de todo esto y efectivamente no llegaron a nada. Que persistió un Comitato italiano per la rivoluzione sociale o que fue reconstruido en el círculo de Cafiero en Locarno, se pone de manifiesto en una carta de Cafiero a Bakunin, 27 de agosto de 1875. Tan pronto como Malatesta, los presos de Florencia y otros, desde el otoño de 1875, estuvieron sucesivamente libres, era natural la reconstrucción de la Internacional, siendo posible por medio de un Congreso público, el próximo objetivo en el que se trabajaba, si bien todavía estaba en pié el gran proceso de Bolonia y, como supongo, la situación de los presos, hasta que pasara el proceso, hizo necesaria una pacífica actitud.

Malatesta preso el invierno de 1875-76 en Nápoles; en el artículo ocasional A propósito di massoneria (Umanita  Nova, 7 de octubre de 1920) cuenta de esa época: “... Fui masón cuando era algo más joven que ahora, -desde el 19 de octubre de 1875 hasta marzo abril de 1876”.

“Regresé a Nápoles... habíamos sido absueltos (en Trani) a pesar de nuestras expresivas declaraciones a favor del anarquismo, del colectivismo (como se decía entonces) y del revolucionarismo, porque en aquella época la burguesía, especialmente la meridional, no sentía aún el peligro social y a menudo bastaba ser un enemigo del gobierno para ganarse las simpatías del jurado”.

“Volvía con los oropeles de una cierta popularidad y los masones quisieron tenerme como miembro. Se me hizo la proposición respectiva. Puse la objeción de mis ideas socialistas y anarquistas, y se me dijo que la masonería estaba por el progreso ilimitado y podía muy bien incluir el anarquismo en su programa; dije que no podía aceptar la fórmula tradicional del juramento y se me respondió que para mí sería bastante prometer luchar por el bien de la humanidad; dije además que no se me sometería a las pruebas ridículas de la iniciación, y supe que no me serian aplicadas. En una palabra, querían tenerme a todo precio y yo acepté por fin... también a causa de que me vino la idea de repetir el fracasado intento de Bakunin de volver la masonería a sus comienzos ideales y de hacer de ella una verdadera sociedad revolucionaria (1864-1865)”.

“Así contribuí yo a la masonería, y advertí pronto que sólo servía a los intereses de algunos de los hermanos, que eran los más grandes mistificadores. Pero encontré allí jóvenes entusiastas accesibles a las ideas socialistas y permanecí para hacer propaganda entre los mismos e hice esto con gran escándalo y rabia de los personajes principales".

Pero cuando subió al gobierno Nicotera y la Logia resolvió saludarlo con banderas desplegadas, Malatesta pudo solamente, como él dice, “protestar y seguir su camino”. Desde entonces sus relaciones con la masonería fueron únicamente hostiles. Una de las causas de su ruptura con Costa, “con el cual habíamos sido más que hermanos”, fue la entrada de Costa en la masonería. En La Questione sociale (1884) y en L’Agitazione (1898) tuvo una violenta polémica con los masones (que hasta el momento no conozco).

En marzo de 1876 se reunieron en Roma en una conferencia privada un número de internacionalistas para tratar la reorganización del movimiento. Serafino Mazzotti, que acudió desde Lugano, me contó que Bakunin, ya completamente retirado, le dio una especie de mensaje oral para esa asamblea, el cual fijaba la triste situación actual del movimiento -aun la federación jurasiana, con su doctrinarismo, es ahora más fuerte. Cualquier charlatán puede venir y servirse del movimiento para sus fines (¡como si hubiese previsto la caída de Costa en el parlamentarismo unos años más tarde!); en pocas palabras, concluyó, si queréis llegar a hacer algo, debéis comenzar de nuevo. Mazzotti repitió estas palabras, pero no sé si pudo exponerlas a la asamblea eficazmente.

Por entonces llegó el partido radical al poder (18 de marzo de 1876), Nicotera, el nuevo presidente de ministros, que había sido, allá, por el año 1850 y siguientes, amigo de Pisacane y de Fanelli, cuando supo que se había preparado en Roma una demostración publica, envió el doctor Friscia, el siciliano amigo de Baknnin y su propio viejo amigo, a Malatesta para aconsejarle que se mantuviera tranquilo y marchara. Malatesta contestó que no tenía que recibir de Nicotera ninguna orden ni consejo alguno. Entonces fue arrestado con otros varios y transportado a Nápoles. El gobierno radical de Nicotera trataba a los internacionalistas como malfattori y la ammonizione (la forma más dura de internamiento) era su solución ordinaria.

Por ese tiempo abandonó por primera y última vez Malatesta su camino ordinario, para actuar en otras cosas, la insurrección herzegoviniana contra los turcos. Había hablado sobre este movimiento en 1875 con Bakunin y recordaba que Bakunin contaba la enérgica conducta de los estadistas ingleses en tales ocasiones en época anterior;  podía pensar en Lord Palmerston. En 1876 le hizo decir Bakunin por S. Mazzotti que tomar parte en semejante acción equivalía a algo idéntico a tejer medias para los negros lejanos, como hacían las buenas gentes de Inglaterra, sin dirigir una, mirada a los pobres descalzos que tenían en la propia casa. Mazzotti recuerda que Malatesta hizo decir como contestación que allí donde es atacada Cartago es defendida Roma. Su resolución estaba fijada ya desde marzo.

Garibaldi se había declarado por este movimiento; también estaba allí Celso Cerretti, e igualmente Alceste Faggioli después del proceso de Bolonia. En julio de 1875 fueron A. Ross, Stepniak y Dimitri Klemens a ese teatro de guerra; Ross volvió pronto completamente desilusionado (me ha relatado aun en 1922 muy vivamente sus experiencias de ese suceso); puesto que luego encontró inmediatamente a Cafiero en Roma es posible que Malatesta oyera también esta desconsoladora descripción y se expresase en este sentido también el Bulletin de la Federación del Jura. Pero no estaba dispuesto a detenerse; algunas rivalidades con los garibaldinos y el deseo de luchar más que en 1874 (o el estudio de la guerra de guerrillas en sus propias fuentes, lo que interesaba a Stepniak) pueden haber obrado. En aquellos años se apartaron ya los mazzinianos y garibaldinos de toda acción interna con fines republicanos y llegaron a ser astutamente empleados sus entusiasmos y algunas veces su vida al servicio de la política exterior no oficial de Italia. Ya en 1870 Garibaldi había balanceado el golpe dado al prestigio de Francia gracias a la ocupación de la Roma papal (20 septiembre, por Víctor Manuel, mientras que Napoleón III, derrocado el 4 de septiembre, había puesto su veto desde l849) por la ayuda que prestó inmediatamente después a Francia durante la guerra (1870-71), y desde esa época los garibaldinos, habituados a batirse, luchaban por Italia en los Balcanes y en Grecia, en tanto que los mazzinianos, más instruidos, emprendían una propaganda más literaria y educativa en las partes de Austria de lengua italiana (Trieste, Tiento).

Todo esto, como es usual, estaba relleno con nubes de hermosas palabras -y los sentimientos no preguntan por las razones-, y así luchaba entonces Malatesta a su modo contra los turcos junto a Gladstone y a Garibaldi. En la primavera del año 1876 se dirigió a Trieste, pero fue enviado de vuelta a Italia. Hizo un nuevo intento y llegó hasta Nenzatz (Croacia), en el camino de Belgrado. Desde allí fue rechazado otra vez, esta con la gendarmería durante treinta días hasta que llegó a Udine, donde los italianos lo encerraron, tomándolo por un empleado de aduana fugitivo. Después debió volver a Nápoles, pero en el camino se detuvo un corto tiempo en Florencia.

En Florencia se había reanimado la vieja comisión de correspondencia (que fue trasladada allí desde fines de 1873), y después de la absolución de Bolonia comenzó Costa a trabajar por el nuevo congreso. Una circular de la sección de Imola fomentaba la reorganización de secciones y federaciones (25 de junio), etc. En una carta escrita el día de la nueva fundación de la sección de Imola, escribió Costa que las federaciones de Roma y Nápoles ya existían y que la federación de Bolonia, el congreso de Romaña y el congreso general italiano tendrían lugar pronto. Todo esto dio a los planes de la conferencia de Roma (marzo) una forma mucho más concreta. En una carta de Malatesta (Nápoles, 26 de julio) se dice que el congreso tendría lugar probablemente en Florencia, en septiembre. En efecto, tuvo lugar allí, sólo que un mes más tarde, en octubre de 1876.




CAPÍTULO X

LOS CONGRESOS DE FLORENCIA Y DE BERNA (OCTUBRE DE 1876): EL COMUNISMO ANÁRQUICO



Durante los próximos tres meses (julio-octubre de 1876) se reunieron continuamente Malatesta, Cafiero y Emilio Covelli en Nápoles. Covelli, un amigo de la juventud de Cafiero, fervoroso internacionalista, era también un excelente escritor, que trataba especialmente los problemas económicos, más tarde editó en Nápoles L’Anarchia (25 de agosto hasta octubre de 1877, una de las hojas más meritorias de la Internacional, la que además tuvo un órgano en 1876-77, en el Martello, de Fabriano y Jesi (desde fines de julio de 1876), que continuó Costa en Bolonia (4 de enero hasta el 18 de marzo de 1877). Si Covelli dirigió o no su atención a la parte económica de las ideas no lo sé, pero lo cierto es que Malatesta me contó que los  que llegaron, en sus paseos a la orilla del mar, a la idea del anarquismo comunista[12].

Esto fue un gran progreso, pues hasta entonces era el adjetivo colectivista el que calificaba la dirección económica del anarquismo.

Esto significaba propiedad colectiva y el producto integro del trabajo para el trabajador. Pero -se habrán preguntado- ¿cómo puede llegar a ser determinado el producto completo del trabajo? De esto resultaría la fijación de una medida necesaria a la que todos debían someterse -lo cual significa autoridad- y además, las fuerzas físicas, la habilidad, etc., son distintas y los más débiles y menos hábiles serían las víctimas de un sistema semejante -lo cual significa desigualdad y una nueva forma de explotación, el desarrollo de nuevos privilegios económicos. Por tanto, debe también el producto del trabajo ser propiedad colectiva y estar a disposición de todos según la medida de las necesidades. Tal era el viejo principio comunista, sólo que esta palabra estaba completamente desacreditada en los círculos libertarios por el comunismo religioso y el sistema autoritario de Cabet.

Es de notar que, a comienzos de 1876, la misma idea que aceptó después el congreso de Florencia en octubre, propiamente sólo de un modo accidental, fue citada en un pequeño folleto de Francisco Dumartheray, un fugitivo de Lyon, Aux Travailleurs manuels partisans de Faction politique (Ginebra, 1876, pág. 13), donde las palabras “le conmunisme anarchiste” están impresas quizás por primera vez. Dumartheray, Perrare y otros pertenecían desde hacía muchos años al pequeño pero avanzado grupo de Ginebra “L’Avenir”, en cuyo medio tuvieron ocasión de irse elaborando sucesivamente estas y otras ideas, pues la sección se desinteresaba por lo demás de las cuestiones de esta naturaleza. Es sabido que Francisco Dumartheray, desde el comienzo de 1879 (fundación del Révolté) fue uno de los compañeros más allegados de Kropotkin, entre el grupo que editaba Le Révolté, y en ese grupo -después que la tendencia nacida en Ginebra y en el medio jurasiano prevaleció durante diez años (1868-78), apareció una doctrina que primeramente se relacionaba con las tendencias procedentes de los lyoneses y enseguida con otros matices de espíritu franceses (el de Elíseo Reclus, por ejemplo)-, hasta que los franceses adoptaron plenamente la palabra en la anarquía (por el movimiento que renacía en Paris y en todo el país).

Kropotkin mismo formulo las ideas comunistas anarquistas en su Idée anarchiste au point de vue de sa réalisation pratique, presentada a las secciones del Jura el 12 de octubre de 1879, e igualmente Cafiero en Anarchie et communisme ante el congreso del Jura del 9 al 10 de octubre de 1880. Desde entonces fueron aceptadas en general, con excepción de España, donde floreció todavía largo tiempo el colectivismo anárquico.

Aún entre los icarianos se desarrolló en aquellos años una orientación comunista libertaria, que representaba La Jeune Icarie, etc.; allí disputaron, la más joven generación y los que vinieron después, a los viejos colonos el derecho al provecho exclusivo del producto de sus viejos jardines frutales, que consideraban como su propiedad privada, porque habían plantado ellos mismos esos árboles antes que los otros.

Aparte de esos episodios de Icaria, pueden ser considerados estos desenvolvimientos paralelos como un primer nuevo paso importante desde el retiro de Bakunin; la aceptación del principio táctico de la propaganda “por el hecho” fue el segundo paso, y el reemplazo de las organizaciones formales por los grupos libres formó un tercero. El deseo de excluir todas las posibilidades autoritarias y de realizar la más grande libertad animó estos desenvolvimientos, lo mismo que, según mi opinión, la conciencia de que la acción desgraciadamente estaba menos cerca de lo que se había creído en los años 1873-74 y que la extensión y la intensificación de la propaganda era ante todo necesaria. Estos nuevos caminos no siempre fueron apreciados ni justificados por los viejos camaradas, pero la transformación completa, interna y externa, de las ideas y de las formas, en tanto que yo puedo examinarlas, es quizá un modelo que raramente se superó, por la manera única en que lo viejo (las viejas teorías) retrocedió pacíficamente y lo nuevo comenzó a expansionarse sin disputas ni querellas. Mucho de lo viejo, sin embargo, sobrevivió, como en el propio caso de Malatesta, la fuerte creencia en la organización y la posibilidad no lejana, sino más o menos cercana de acción real. Para otros estas posibilidades estaban más lejos y sólo se preocupaban de la propaganda, o querían realizar para sí mismos toda la libertad posible y no se comprometían a cargar con el peso de organizaciones de otros, ni a ser ellos mismos organizados. Así se desarrolló una gran serie de matices, y la libertad, la anarquía, tiene espacio para todos y todas las tendencias se complementan en ella recíproca mente.

El Arbeiter-Zeitung de Berna (20 de octubre de 1876) cita por primera ves el nuevo punto de vista de los italianos, y en una declaración firmada (Bulletini, 3 de diciembre) se dice: “La Federación italiana considera la propiedad colectiva del producto del trabajo como el complemento necesario del programa colectivista, porque el trabajo común de todos para la satisfacción de las necesidades de cada uno es el único método de producción y de consumo que presta suficiencia al principio de solidaridad”...

Se puede decir que la propaganda propiamente anarquista, en el verdadero sentido, comenzó cuando fueron admitidas estas ideas. El derecho al producto íntegro del trabajo es ciertamente evidente, pero amanece como el más rudo anhelo a la propiedad, y se puede unir y combatir este deseo y, sin embargo, en el futuro permanecería un hombre frente a otro, como extraño, lo mismo que hoy. Sólo la aspiración: todo para todos, que significa el comunismo verdaderamente libre, acercará a los hombres, destruirá la propiedad privada y fundará la solidaridad. Algunos comprendieron el anarquismo siempre así, mucho antes de la primera exposición de estas ideas en el año 1876 (James Guillaume en sus últimos años sostenía esto de él y sus amigos); después de la abolición, de la autoridad y de la propiedad monopolista se hubiera logrado por si mismo la completa solidaridad; pero hasta las declaraciones de 1876 fue colocado el derecho del individuo al producto integro de su trabajo individual de tal modo como piedra fundamental, que se debía, considerar como exclusivo el principio reconocido. Los italianos no tenían, tiempo de reposo entonces para elaborar esas ideas basta que Cafiero escribió su informe en 1830 y Malatesta editó unos años después su primer periódico. Así, pues, fueron las incansables contribuciones de Kropotkin al Revolté, desde 1879 hasta 1882, la primera expresión cuidadosamente trabajada de esta nueva evolución; cerca de él estuvo Elíseo Reclus, de cuyo sereno interior completamente altruista puedo decir: su anarquismo absoluto y sin restricciones, indiscutiblemente desarrollado ya, era el comunismo libertario, y nunca había reflexionado sobre la limitación de las ideas por el establecimiento de una producción individual. Anarquistas aislados y desconocidos del año cincuenta, Joseph Dejacque y Ernesto Coeurderoy, habían llegado a las mismas ideas, pero los internacionalistas activos del año setenta no tuvieron tiempo para buscar los precursores y no supieron nada de ellos.

Por lo demás, me figuro que Malatesta y Cafiero no profundizaron en este asunto teóricamente; les debió parecer comprensible y natural desde el primer momento; tenían otra cosa en la cabeza, como se ve por lo que fue del siguiente modo impreso en la mencionada declaración: “La Federación italiana cree que la acción insurreccional, para fortificar por los hechos determinados principios socialistas, es el más eficaz medio de propaganda y el único que, sin engañar ni corromper a las masas, puede penetrar en los más profundos estratos sociales y suscitar las fuerzas vivas de la humanidad para la lucha que sostiene la Internacional” (las palabras "sin engañar ni corromper a las masas" parecen ser una contestación a la proposición de una participación en las elecciones para fines de propaganda, hecha por un miembro de Bari al congreso de Florencia).

En la Internacional es esta la más temprana exposición de la llamada “propaganda por el hecho". El Bulletin del Jura del 5 de agosto de 1877 contiene el artículo La propaganda par te fail, que comienza así: "Desde hace algún tiempo se discute a menudo en la Federación del Jura un asunto que a lo menos lleva un nombre no empleado antes: propaganda por el hecho”[13]. Este artículo es, como me relató Kropotkin, -por entonces redactó además semanas el Bulletin-, de Paul Brousse, que abandonó el movimiento apenas dos años después, justamente porque, (según la impresión de Kropotkin) advertía la gran frecuencia de los actos revolucionarios y no podía decidirse a persistir en el movimiento cada vez más expuesto. Pero ambos italianos, los que escribieron y firmaron la declaración mencionada, empuñaron las armas seis meses más tarde y obraron fieles a sus palabras.

Estas ideas, como las del anarquismo comunista, nacieron en aquellas discusiones en el golfo de Nápoles, y entonces también fue preparado el congreso de Florencia, cuyo aplazamiento de algunas semanas postergó también el congreso Internacional de Berna.
Cómo tuvo lugar el congreso de Florencia lo dice la descripción de Cafiero en el Bulletin del Jura, escrita en Biel el 24 de octubre, la cual he visto yo también como carta suya (Berna, 26 de octubre).

Llegados en la noche del 20 a Florencia, tuvieron noticia los llegados de Nápoles de la detención de Costa y de la Comisión de correspondencia, Natta y Grassi, y la ocupación policial del local del congreso; pero los documentos fueron salvados. Inmediatamente, a media noche, bajo una lluvia torrencial, marcharon al bosque, y después de ocho horas llegaron a la aldea de Tosi, en la cordillera apenina. Una hora después se nombraron cuatro comisiones y en la noche del 21 se abrió el congreso; pero las noticias de anteriores detenciones y el acercamiento de la policía obligaron al congreso a internarse en la parte central de un gran bosque. No había, pues, mucho tiempo que perder, pero los asuntos fueron despachados y el congreso terminó el 22 en otro bosque, desde donde se dispersó en todas direcciones. Bajo tales condiciones se puede decir que el anarquismo comunista y la propaganda por el hecho insurreccional eran un producto natural, la contestación de solidaridad y libertad a la persecución y a la arbitrariedad.

Il Martelo debía publicar las resoluciones; yo no sé si lo hizo o no, y no conozco ninguna otra información.

Malatesta y Cafiero se dirigieron a Suiza, encontraron a James Guillaume en Biel y llegaron a Berna el 25 de octubre.

El congreso de Berna es descrito detalladamente en el Compte-rendu officiel du VIII Congrés géneral de l’Association Internationale des Travailleurs, tenu a Berne du 26 au 30 octobre; 1876 (Berna, 1873, pág. 112). También en L’Internationale, de James Guillaume, t. IV., págs. 91-112. De los delegados todavía conocidos cito a César De Paepe (Bruselas), Viñas y Soriano (España), Luís Pindy (comunalista de París, del Jura), Paul Brousse (entonces en Berna), James Guillaume, Augusto Spichiger, Rodolfo Kahn, Augusto Reinsdorf (el anarquista alemán), Alcides Dubcis (Jura), Charles Perron (Ginebra), Eugenio Weiss (Alsacia), otro viejo camarada suizo (entonces joven) por las secciones; de Porrentruy y Boncourt, Francisco Dumartheray y N. Joukowsky. Omito otros diez; fueron admitidos en la discusión un socialista de Ginebra y el diputado socialdemócrata alemán Vahlteich, lo que también se concedió a H. Greulich y a J. Franz, de Zurich, de acuerdo a su solicitud. Malatesta conoció allí un medio socialista muy representativo, cuyos miembros representaban los más distintos matices de combatientes decepcionados que se retiraban de la revolución, y otros que se acercaban a los autoritarios, y otros aún poseídos de una frescura y de un valor juvenil; él mismo parece que representó de un modo tranquilo el matiz más avanzado (moderado en palabras, extremista en ideas).

Malatesta informó sobre Italia, pues el informe escrito en Florencia fue destruido. Hablando de los movimientos populares (motines del pan, etc.), de 1874, cree él que la Internacional debía proclamar su solidaridad con los mismos... “porque piensa que la revolución consiste mucho más en los hechos que en las palabras, y que, cuando se desarrolla un movimiento espontáneo del pueblo, cuando los trabajadores se levantan en nombre de su derecho y de su dignidad, es deber de todo socialista revolucionario declararse solidario con el movimiento…”

Dijo, en la discusión sobre las relaciones entre individuos y grupos en una nueva sociedad (resumido): Nosotros también hicimos planes de reorganización social, pero les damos a los mismos relativamente poca importancia.[14] Debían ser necesariamente erróneos, quizás fantásticos en absoluto. Ante todo debemos destruir, destruir todo lo que impide el libre desenvolvimiento de las leyes sociales y debemos obrar de tal modo que estos obstáculos no reaparezcan bajo forma alguna. El libre y fructífero juego de las leyes naturales de la sociedad llevará a la realización del destino humano. Si para algunos es conveniente refrenar el movimiento social, a nosotros nos parece que la marcha de la humanidad hacia adelante está, ligada a tan pocos peligros como la marcha de las estrellas en el cielo.

Con Cafiero y otros seis tomó parte en la presentación de una resolución que declara como deber el atender recíprocamente a los medios empleados en cada país para la liberación del proletariado; y más lejos: que los obreros de cada país son los que están en mejor situación para juzgar esos medios. La Internacional tiene simpatías hacia todos siempre que no estén en relaciones con los partidos burgueses. (Compárese lo dicho en el Cap, VII con motivo de una resolución basada en la iniciativa de Bakunin en 1872 y adoptada por la Internacional italiana en su congreso de Bolonia de 1873; ante esa actitud conciliadora y tolerante de los anarquistas, los partidos social-demócratas han demostrado el contraste más agudo que se puede concebir: recuérdese el congreso de Londres en 1896, por ejemplo).

En la discusión sobre un congreso general socialista (como el celebrado en Gent (Bélgica, en 1877) dijo; según nuestra opinión, la Internacional no puede ser en Italia una organización exclusivamente obrera; la revolución social tiene realmente como fin no sólo la liberación de la clase obrera, sino de toda la humanidad, y la Internacional, el ejército de la revolución, debe reunir a todos los revolucionarios, sin diferencia de clase, bajo su bandera. No espera para Italia nada del tradeunionismo y considera las Trade-Unions, tales como existen en Inglaterra, y como las preconiza De Paepe, como organizaciones reaccionarias. J. Guillaume levantó contra esto último algunas objeciones.

No entro en la polémica dirigida con desdeñoso desprecio contra una camarilla protegida por Benoit Malon, que intentó matar la Internacional italiana y dirigir el movimiento hacia las vías legalitarias. Cuando defendieron sinceramente este punto de vista algunos socialistas lombardos, estas maniobras sirvieron en otras partes del país ante todo para el enmascaramiento de las intrigas, y se conquistaron el desprecio. Sobre esto aparece también una aclaración de Malatesta en Il Martello (Bolonia), 18 de marzo de 1877.

El plan de una acción insurreccional penetró hondamente en ambos jóvenes italianos, si bien les faltaban todos los medios materiales y ellos mismos estaban en situación precaria. Se pusieron a buscar trabajo y quisieron ayudar en las obras de construcción. Cafiero era más determinado que Malatesta; éste, que era tan bravo, quedaba en el fondo. Pero cuando Cafiero aparecía con su larga barba y los anteojos bordeados de oro en una oficina de construcción, esperaban las gentes más bien que les hiciera un encargo, y lo rechazaban como obrero desocupado. Fue difícil hallar algo de trabajo.

Entonces dio una socialista rusa 4 ó 5.000 francos para el movimiento preparado y hubiera dado más si hubiese dispuesto libremente de sus bienes, mediante un matrimonio formal, pero con un noble ruso, como quería su familia. En todo caso esta situación llevó al siguiente episodio que puedo relatar sin perjuicio. Ella deseaba ante todo entrar en posesión de sus bienes para poder tal vez liberar a un socialista preso en Rusia que estaba ante largos años de cárcel y de destierro siberiano. Para esto deseaba un matrimonio ficticio y no se pensó en otro alguno que en Pedro Kropotkin -entonces en Londres, precisamente fugitivo de Rusia; se invitó a éste a venir a Suiza, donde se le participó esta posibilidad de matrimonio. Después del primer asombro dio una adhesión poco resuelta, luego reflexionó y se aconsejó con Guillaume, el cual lo disuadió en contra. Los dos italianos vinieron a Neuchatel y le hablaron seriamente; estaban desilusionados por la negativa rotunda. Kropotkin volvió a Londres y regresó después de uno o dos meses a Ginebra y luego con Klemens al Jura, hacia la Chaux de Fonds. Tal fue el primer encuentro de Kropotkin con Malatesta y Cafiero; cuando contaba esto, reía siempre, representándose lo poco que entonces lo conocieron y cuán íntimos debían ser pronto. Vino entonces repentina e inesperadamente dinero a Cafiero mismo, 5 o 6.000 francos, el último resto de sus bienes. Se supone que empleó en el movimiento y en la Baronata de 250,000 a 300,000 liras, que no respondían al verdadero valor de su patrimonio, ya que el dinero fue reunido por la venta precipitada de las tierras.

En cuanto la empresa próxima tuvo una cierta base material, volvieron Malatesta y Cafiero a Nápoles, probablemente a fines de 1876.




CAPÍTULO XI

LA INSURRECCIÓN DE BENEVENTO EN ABRIL DE 1877



Existe una diferencia fundamental entre los ensayos de insurrección de 1874 y los de 1877. En 1874 se esperaba una sublevación general, a lo menos por algunos, y el ejemplo de Garibaldi en Sicilia y en Nápoles, la revolución española de 1868 y la Comuna de París estaban presentes en la memoria de todos. En 1877 se tuvo presente ante todo el resultado de una eficiente propaganda socialista por medio de un ejemplo dado a la población agraria, ya que mediante otro recurso nada se podría lograr. Se pensó además que si el movimiento local era capaz de extenderse y mantenerse un cierto tiempo, llegaría finalmente a ser apoyado por explosiones idénticas en el campo y en las ciudades y llevaría a un movimiento general. Esto recuerda el consejo dado en 1863 por Bakunin a unos jóvenes revolucionarios búlgaros: reunir armas y medios de vida en un determinado y seguro lugar de los Balkanes, proclamar allí la revolución nacional y resistir seis meses, -entonces los problemas nacionales se convertirían en problemas europeos y podrían contar con ayuda y éxito.

¿Habría hallado el movimiento napolitano de 1877 un apoyo semejante en el resto de Italia? En Lombardia, siempre bajo el influjo de las ideas legalitarias de Bignami y Gnocchi-Viani, la mayoría se declaró en los dos congresos de la Federazione dell’Aita Italia (15 de octubre de 1876, 17 de marzo de 1877) por la actividad politiza. En Romaña se había apartado Costa ya de ese nuevo movimiento; "es verdad que no lo aprobé, pero es falso que no hice nada por su éxito", escribe ambiguamente en su declaración de 1881 (Ai miei amici ed qi miei avversari, Imola, 15 de septiembre de 1881, fol.); es verdad que no pudo impedir a los mejores revolucionarios de Romaña, entre ellos a algunos rebeldes de 1874, adherirse al movimiento del sur, lo que prueba justamente que en Romaña misma ya no encontraban campo apropiado para su actividad.

Según el deseo de J, Guillaume (véase su L’Internacionale, IV, págs. 116-117-182); pregunté a Malatesta en 1907 por las particularidades de estos sucesos. Confirmó la exactitud de una carta escrita poco después de su prisión a la Comisión de correspondencia, carta que F. Pezzi envió al Bulletin (Bull.10 de junio de 1377, también en el libro de Guillaume, IV, págs. 211-213). En este material se fundamenta la siguiente breve exposición:
           
El movimiento debía alcanzar una amplitud bastante considerable: cerca de 300 personas, casi todos campesinos del lugar, se habían comprometido a tomar parte en él. Esto se debía principalmente a la intervención de una personalidad local muy conocida, cierto Salvatore Farina, de Maddeloni, cerca de Caserta; en los años de 1860-70 había sido jefe de bandas locales para la lucha contra el degenerado brigantaggio de entonces. Los bandidos primitivos eran un poco mejores, pero los que les sucedieron torturaban hombres y mujeres del modo más bestial.

El movimiento de 1877 debía comenzar naturalmente en mayo, después de la disolución de la nieve, cuando las ovejas enviadas al monte ofrecerían alimento. Pero el mencionado Farina, que anteriormente había conspirado con Nicotera, que ahora era presidente de ministros, lo traicionó todo, y todos los que él conocía fueron encarcelados, excepción de Cafiero y Malatesta, que no fueron descubiertos, debido a su constante cambio de domicilio. La traición obligó a precipitar el ataque en una época en que no se podía permanecer largo tiempo en el monte ni dormir sobre la nieve. El traidor no fue molestado ni recayó sobre él sospecha alguna y hasta consiguió, por medio de una carta falsificada, dirigir las sospechas sobre otro; luego desapareció y volvió tan sólo después de muchos años. Habían acudido compañeros de la Italia central que no hablaban el dialecto local y no tenían ningún influjo sobre los campesinos, a los que todo lo que venia del norte, donde estaba el gobierno, les era antipático. Malatesta, de la comarca misma, Santa María, y Cafiero, de Apulia, eran casi los únicos que podían entenderse verdaderamente con la población agraria.

Casualmente vivía Stepniak (Sergio Kravchinski) -que había regresado de la Herzegovina-, en Nápoles y era bien conocido de los internacionalistas. La insurrección le interesó (había querido conocer  también en la Herzegowina especialmente la guerra de guerrillas, a fin de obtener experiencias para, Rusia); había sido oficial de artillería y escribió un pequeño manual de instrucciones militares para las bandas italianas.[15]

Stepniak, una señora rusa y Malatesta alquilaron una casa en San Lupo, cerca de Cerretto, provincia de Benevento,[16] con el pretexto de una dama enferma, pero que debía servir como depósito de armas (2 de abril). El 3 llegaron las armas en grandes cajones. Pero la casa estaba vigilada por los gendarmes (5 de abril) y al acercarse algunos internacionalistas comenzó el tiroteo. Dos gendarmes quedaron heridos y uno de ellos murió después. Se verificaron algunas detenciones y los restantes, apenas la cuarta parte de los esperados, marcharon durante la noche a las montañas; luego se les reunieron algunos otros que no tenían armas.

El movimiento fue preparado mediante reiteradas visitas de Malatesta a diversos pueblos, guiado por Farina, que se hacía pasar como el tipo de un garibaldino revolucionario que tenía todo el movimiento en sus manos; hubiera podido llegar a ser su jefe militar. Pero, como se dijo, fue su traidor. Un gran número fue encarcelado y puesto en libertad después de algunos meses; Farina desapareció. Algunos napolitanos, como Ceccarelli y Gastaldi, encaparon a la prisión. Se cambiaba cada noche de domicilio; Cafiero pasó algunas noches en un cuartel, otras en una prisión donde antes había estado detenido y a cuyo director conocía. Se fijaban aún los primeros días de mayo para el estallido del movimiento. Pero como se dijo, el estallido se precipitó por el tiroteo de San Lupo; en San Lupo no había más que unos diez y siete o diez y ocho, y otros diez que les siguieron desarmados, orientándose por el ruido de los disparos; en esto se perdió también un asno, en cuyas alforjas había mapas y herramientas necesarias.

Según la información del libro de Angiolini, los 27 iban acompañados de guías locales; las personalidades más notables eran Cafiero, Malatesta y Ceccarelli (de 35 años, nacido en Savignano, muerto en 1886 en el Cairo; en Nápoles había sido comerciante). Comieron y durmieron en los caseríos montañeses y del 6 al 8 de abril se dirigieron por la montaña de la cadena del Monte Matese, sobre Pietravia, Monte Mutri, Fileti y Buco hacia Lentino, tranquilamente, con la bandera roja desplegada, invadiendo el pueblo y el ayuntamiento, donde justamente celebraba en aquel instante sesión el consejo comunal. Declararon el destronamiento del rey en nombre de la revolución social, exigieron la entrega de los documentos oficiales, de las armas confiscadas y de la caja. El secretario comunal, que deseaba una autorización, recibió un documento firmado por Cafiero, Malatesta y Ceccarelli. "Nosotros, los que subscribimos, declaramos habernos posesionado con las armas en la mano del municipio de Lentino en nombre de la revolución social". Después distribuyeron entre los habitantes de la aldea las armas confiscadas que les pertenecían, las herramientas y el poco dinero hallado; un aparato que servía para calcular el impuesto a la molienda fue destruido y todas las actas, excepción hecha de las relativas a la beneficencia, fueron quemadas. Luego se pronunciaron discursos que los habitantes de la aldea aprobaron con simpatía, según la carta de Malatesta de 1877.

Enseguida salieron para Gallo, un pueblo situado en las proximidades, y en el camino encontraron a su cura párroco Vincenzo Tamburi, de cuarenta años, que regresa, adelantándoseles y dice a los habitantes que no tienen nada que temer. El municipio es tomado igualmente y realizado el mismo reparto y el mismo incendio que en Lentino. Malatesta recuerda que un campesino, después de un discurso le dijo: ¿cómo podemos saber si sois o no gendarmes disfrazados para investigar nuestro modo de pensar y encarcelarnos después? Esto demuestra lo perjudicial que era la ausencia de las gentes locales, ocasionada por la traición de Farina. Los tres o cuatro napolitanos, con los 24 forasteros del norte impopular, no pudieron atraer a los campesinos temerosos del riesgo. Los dos sacerdotes, que fueron detenidos, pero que no fueron finalmente incluidos en el proceso, eran, evidentemente, según Malatesta, pobres diablos de una ignorancia tan venturosa que en realidad no sabían si había llegado el día del juicio final y el reino de los cielos. Uno de ellos, para señalar su pobreza, desabrochó su sotana y mostró la indescriptible suciedad. Los internacionalistas no pudieron desprenderse de estas dos buenas gentes.

Pero las tropas comenzaron a rodear la comarca y los rebeldes no recibieron apoyo alguno de los dos pueblos citados. El 9 y el 10 chocaron ya en otras localidades con los soldados. Durante una de esas noches fue Malatesta a la pequeña ciudad de Venafro a comprar alimentos. Había soldados por doquier y se dio la voz de alarma, pero la oscuridad los salvó y se refugiaron en un bosque. Durante todo el tiempo la lluvia y más arriba la nieve hicieron desesperada su situación. Les era imposible escalar una montaña alta para penetrar en una comarca del oeste (Campobasso). Las armas eran ya inútiles, porque la pólvora estaba mojada y discutieron si debían dispersarse o permanecer unidos. Separados, la mayoría hubiera quedado sin apoyo, pues no conocían ni el dialecto local ni en general la región. Dos se marcharon pero fueron detenidos. Los 26 volvieron a la masseria Cacetta, un cortijo a algunos kilómetros de Lentino, y un campesino los denunció a los soldados; éstos, durante la noche del 11 al 12, los sorprendieron y detuvieron en número de 23 desarmados; otros dos fueron descubiertos en las cercanías y el otro en Nápoles.

En la época de la carta, 1877, esperaba Malatesta en un proceso inmediato ocasión para una buena propaganda, pero había ante ellos diez y seis meses de prisión. En la Carceri Giudiziarie, de Santa María Capua Vetere se encontraron 26, y esa fue la última larga permanencia de Malatesta en su aldea natal; 8 estuvieron en Benevento y luego fueron trasladados a Caserta. Entre los últimos estaba Stepniak, que después fue llevado a Santa María y a fines de 1877 deportado de Italia; tenía obras de Marx, Comte y Ferrari en la prisión. Los prisioneros eran de buen humor y enviaron el 26 de agosto de 1877 a Costa una credencial para el congreso internacional de Verviers, firmada por todos como "Sección del Monte Matese" (impresa en L’Anarchia, Nápoles, 22 de septiembre de 1877).

El acta de acusación es del 21 de septiembre; la corte de justicia se pronunció sobre la misma el 30 de diciembre. Entonces murió Víctor Manuel I y el gobierno de Crispi dio una amnistía política general en febrero de 1878. Pero he ahí que había muerto un gendarme a consecuencia de las heridas recibidas en el tiroteo que tuvo lugar el 5 de abril desde la casa de Stepniak y se planteó a la corte de justicia el problema de si la amnistía alcanzaba también a este homicidio. Los jueces determinaron proponer la decisión al jurado; la primera pregunta al jurado sería si los acusados eran culpables o inocentes de la muerte del gendarme; si culpables, habría lugar a la segunda pregunta: el hecho, ¿está englobado en la insurrección o no?; sí estaba englobado se les reconocería el derecho de acogerse a la amnistía.

En abril de 1878 fueron llevados los prisioneros a Benevento, donde tuvo lugar el mes de agosto el proceso. Dominaba la indignación general por el desprecio que la corte de justicia hacia de la amnistía, y bien que los acusados admitiesen haber tirado sobre el gendarme, el jurado los declaró no culpables de ese hecho, con lo cual tuvo fin el proceso.

Entre los defensores hallamos al doctor Francesco Saverio Merlino, que desde entonces se convirtió en uno de los compañeros más activos y actuó todavía en el ultimo proceso de 1921 como defensor de Malatesta. Escribió por aquella época A proposito del Proceso di Benevento, Bozzetto della questione Sociale (Nápoles, 1878, 32 págs.); pero este no es un escrito de carácter histórico, y un informe exacto del proceso no ha llegado nunca a mi conocimiento; probablemente no apareció.

En la cárcel de Santa María escribió Cafiero un excelente resumen popular de El Capital de Marx, según la traducción francesa entonces nueva, revisada por Marx y algo simplificada. El interés producido por el intento de insurrección fue tan grande que, según Malatesta, un librero de Nápoles vendió entonces casi cincuenta ejemplares de la traducción francesa de El Capital. El mismo Marx confirma esto, al escribir en una carta del 27 de septiembre de 1877 a F. A. Sorge que un librero preparaba en Nápoles una traducción italiana de El Capital. Malatesta advierte que en relación a las teorías económicas no veían motivo alguno para romperse más la cabeza de lo que había hecho Marx en las partes de su obra analítica del capitalismo; análogas expresiones se hallan en Bakunin. "Il Capitale" di Carlo Marx brevemento compendiato da  Carlo Cafiero (Milán, 1879, 127 págs) fue el libro de Cafiero de que hizo James Guillaume en 1910 una edición francesa. Como conclusión de este libro se encuentran algunos pensamientos propios de Cafiero sobre la revolución: no puedo asegurar ahora si estos tienen relación con la única obra amplia, pero incompleta, que poseemos de Cafiero, es decir, la serie de artículos titulada Revolución y publicada en un periódico de París en 1881.

Después de su liberación, me informa un viejo compañero, fue Malatesta a Santa María, donde sus padres ya muertos habían dejado algunas casas en que vivían gentes pobres. Estas se maravillaron extraordinariamente y se pusieron contentas cuando Malatesta firmó las cesiones por las que renunciaba a su posesión sin indemnizaciones de ninguna especie.

Esta sería la versión más exacta del hecho relatado aunque de una manera menos precisa.

Permaneció después tal vez un mes en Nápoles y partió luego para Egipto (¿en septiembre de 1878?). No conozco el motivo de la elección de Egipto, pero es probable que haya abandonado a Italia para hallar un poco de reposo, pues en el país podía encontrarse en todo momento expuesto a detenciones arbitrarias y a la más severa internación, al desacreditado domicilio coatto. Por lo demás en el extranjero, como veremos, no halló tampoco reposo.




CAPÍTULO XII

LOS PRIMEROS DOS AÑOS DE DESTIERRO (EGIPTO, SUIZA, FRANCIA, BÉLGICA, OTOÑO DE 1878 HASTA MARZO DE 188I)



Malatesta se estableció un corto tiempo en Alejandría, donde existe una gran colonia italiana, cuando Passanante realizó en Italia su atentado contra el rey Humberto, a cuyo hecho siguieron medidas represivas en todo el país que le hubieran alcanzado a él también. Por otra parte, a consecuencia de ese motivo fue expulsado de Egipto. Allí había terminado una reunión patriótica con el grito de: "¡Mueran, los internacionalistas!" Los anarquistas convocaron un mitin de protesta y se organizó una manifestación ante el consulado italiano para dar vivas a Passanante. Antes de que sucediera esto fueron arrestados Malatesta, Alvino y Farini, Parini, de Liorna, vivía desde hacia mucho tiempo en Egipto y logró quedar allí; los otros dos fueron metidos en un barco y llevados a Beyruth, en Siria.

Malatesta no deseaba bajar en ese punto, pero el capitán del barco tenía orden de desembarcarlo. ¿Qué hacer? Tuvo que dirigirse al consulado italiano, que no sabia nada del asunto y que se enfureció después porque le enviaban tales gentes de Alejandría, pues recibió luego la orden de conservar a Malatesta en Beyruth. Este se negó a quedar voluntariamente, y exigió que se le arrestara o se le enviase a Italia, aunque tenía la seguridad de que se le detendría a su llegada. El cónsul tenía también el encargo de impedir su regreso a Italia. Malatesta propuso que se le enviara a Cipre. Pero, no, allí estaban los ingleses, que le dejarían en libertad; eso era imposible. Finalmente se decidió que iría a Smirna, Malatesta advirtió que el cónsul de Smirna se encolerizaría. Pero el cónsul de Beyruth contestó que no importaba nada.

En tanto Malatesta y Alvino (este último había venido de Jafra a Beyruth) conocieron al capitán de un barco francés, La Frovence, un hombre decoroso que se ofreció a llevarlos a Francia; el barco tocaba en numerosas puertos y ellos ayudarían a efectuar la descarga.

En ese barco llegaron a Smirna, donde el agente consular exigió la entrega de los dos italianos, a lo que el capitán se negó. El barco tocó finalmente en Italia, en Castellamare, cerca de Nápoles, donde permaneció poco tiempo y fue rechazada la policía local. En la descarga de Liorna un espía intentó sugerir a Malatesta que fuese a la ciudad para hacer una visita a los compañeros locales, pero fue desenmascarado y confesó haber obrado por mandato de las autoridades. Entonces la policía exigió la entrega de Malatesta al capitán, sosteniendo que estaba comprometido en el proceso por el atentado de Passanante. El capitán dijo que la cuestión parecía más bien política y seguiría sólo las indicaciones de su embajador. Entre tanto Malatesta fue visitado, por los compañeros. El capitán recibió de las autoridades francesas la declaración de que podía entregar si quería, por su propia responsabilidad, a los italianos, pero que no podía ser obligado a ello. El capitán enseñó el escrito a Malatesta, lo hizo pedazos luego y ordenó a la policía que abandonase inmediatamente el barco, en medio de los aplausos de los camaradas presentes. El barco atracó en Marsella, donde quedó Alvino; Malatesta se dirigió a Ginebra.

Aquí comienza, a fines de 1878 o principios de 1873, el primer período de un largo destierro. Hasta allí le había atraído menos que a los demás la vida errante del internacionalista; de todos los viajes regresaba pronto a Nápoles y actuaba allí, y hubiera permanecido siempre en Italia de haberle sido posible. Regresó, sin embargo, siempre que pudo, como en 1883, 1897, 1913 y 1919. El episodio egipciaco-siriaco señala que desde el principio, -después de diez y seis meses de cárcel y de la liberación-, era para las autoridades italianas del extranjero, como, una fiera salvaje. Hasta entonces había cumplido aproximadamente tres años de prisión, sin ser legalmente sentenciado. Ahora es perseguido por Europa, hasta que lo recibe Inglaterra.

Desde aquí no puedo seguir ya la historia de la Internacional en Italia, y la relación de Malatesta con la misma es desconocida en sus detalles. Costa desapareció también del movimiento italiano, pues pocas semanas después de la detención de los insurrectos de Benevento buscó un refugio en Suiza (mayo de 1877). Después de un verano en Berna y en Ginebra y los congresos de Verviers y de Gent (septiembre), vivió en París e intentó formar grupos franceses de la Internacional, un movimiento estimulado por Paul Brousse, Louis Pindy y otros del grupo que publicó Avant-Garde en el Jura. Entonces vivía también Kropotkin en París. En marzo de 1878 fue detenido Costa y condenado en mayo a larga permanencia en prisión, de la que fue libertado por una amnistía. Pero sus esperanzas respecto al éxito inmediato de un movimiento verdaderamente revolucionario se habían desvanecido y parece que sólo esa creencia lo animaba en su fresca y viva actividad de los años 1871 a 1878, actividad que señalaba ya un debilitamiento en 1876-77. En lugar de reconocer su insuficiencia, hizo una teoría de su estado de ánimo y en lo sucesivo trabajó en la formación de un partido socialista que cuando menos le aportara honor parlamentario y prestigio político. Debió darse cuenta que el anunció inmediato de ese objetivo le acarrearía el aislamiento y el descrédito. Se fue desenvolviendo gradualmente, cuidó su popularidad en Romaña, se atrajo poco a poco los mejores, elementos de los grupos internacionalistas locales que veían todavía en él al Costa de 1874, y minó su fe en la revolución. El gobierno continuó persiguiéndolo del modo más rudo, y eso mantuvo en alto su prestigio. Se guardó de atacar directamente a la Internacional, pero no la ayudó, como tampoco contribuyó al movimiento de Benevento en 1877. Para los internacionalistas honrados de 1879, todo esto era muy penoso y a veces inexplicable. Estaban privados a causa de las persecuciones de la posibilidad de la propaganda pública, de modo que debían contentarse con la actividad de Costa en Romaña, a falta de otra mejor; sin embargo vieron a dónde debía conducir todo eso; pero muchos de ellos sentían una permanente simpatía por Costa a causa de sus anteriores actividades y del buen humor, que lo hacía fácilmente popular. Bajo estas circunstancias los manejos de Costa fueron menos perturbados de lo que era de esperar. La cuestión de si pudo haberse hecho más o no al principio para oponerse a esa corriente regresiva hacia la política ordinaria, es un problema que exige una investigación histórica más profunda que la de este corto esbozo de aquellos años.

Habría que estar mejor informado de la historia interna de la Internacional Italiana desde 1877. La Comisión de correspondencia fue trasladada de Nápoles a Florencia, después a Génova; un congreso general secreto tuvo lugar en 1878 en Toscana. Se realizaron procesos en Florencia y en otros lugares; uno, más local, tuvo lugar en Forli, cuyo informe (Processo degli Internazionali... Forli, 1879, 15 parts.) leí pero no tengo actualmente a mi disposición. Alceste Faggioli, que permaneció fiel a sus ideas hasta la muerte, marzo de 1881, era uno de los principales acusados, F. Natía, F. Pezzi, G. Grassi, E. Covelli, Florido Matteucci, Arturo Cerretti, Carmelo Palladino, Dr. F. S. Merlino son de los militantes de aquellos años; la mayoría de los nombrados han muerto, emigrado o se han más o menos apartado del movimiento. No hace mucho, Merlino recordaba aquella época en una carta al editor de la publicación Jurídica Scintilla (Roma), que tomo de Umanitá Nova del 6 de enero de 1921:

"¿Se recuerda Ud, de 1880? Después del atentado de Passanante fueron desalojados los internacionalistas de todas las ciudades de Italia y arrojados a la cárcel. Zanardelli, el presidente de ministros y ministro del interior, pudo vanagloriarse ante la Cámara de que todos los internacionalistas estaban en la prisión o en el destierro.

"No había orden alguna de arresto; la policía detenía, la magistratura instauraba el proceso.

"Las acusaciones tenían un doble fundamento: conspiración contra la seguridad del Estado y asociación criminal. El primer punto servía para la justificación de una larga prisión preventiva, pero cuando la acusación iba a la Corte de Assises y se desconfiaba de los jurados, la inculpación era finalmente transformada en asociación de malhechores, por lo cual, con la recomendación de circunstancias atenuantes, era posible... enviar los acusados ante el tribunal correccional, que por orden superior pronunciaba sentencias más o menos graves, pero siempre seguras".

Merlino añade: "Así procedía la justicia italiana en 1879 y así obra todavía hoy", -refiriéndose al último proceso contra Malatesta y compañeros, encarcelados el 18 de octubre de 1920.

Desgraciadamente no conozco ningún informe sobre el gran proceso de Florencia (fines de 1879); vi solamente algunos periódicos de aquellos años, L’Anarchia de Covelli (Nápoles 1877), L’Avenire, de Arturo Cerretti, (Módena, 1879, con los artículos históricos de Pistolesi sobre el movimiento italiano), algunos números del Grido del Popolo (Nápoles, 1881), y también la revista socialista de Costa, el informe del proceso de Forli (1879), el libro de Francisco Fezzi (1382), un folleto de G. Domenico (Prato, 1910), que fue activo en el último período de la organización, como así mismo lo informado en el Revolté y otras publicaciones, etc. A pesar de que no poseo actualmente ante mí todo ese material, puedo decir que no existe una relación clara sobre el curso verdadero y el fin relativo de la organización, porgue un fin verdadero no tuvo lugar o sólo podría ser fijado arbitrariamente. Se pueden comparar los acontecimientos de la auto-renovación espontánea y la persistencia, a un bosque milenario en el que las ruinas tambaleantes de los árboles difunden nueva vida a su alrededor, y el bosque, en lugar de hacerse más ralo, se espesa más y más. Así sucedió con las secciones de la Internacional y el movimiento local en todas partes; éste tomó nuevas formas y su viejo germen no desapareció jamás. Cuándo cesaron estas localidades de traer correspondencia con otras regiones, es cosa de poca importancia y algunas veces depende del azar. La Internacional había creado y apoyado todos estos movimientos locales para reunir en todas partes esos núcleos indestructibles de compañeros fieles. La herencia de la Internacional no se perdió nunca, y entre los que durante su larga existencia y su continua actividad permanecieron siempre en estrecho contacto con ella, sobresale Malatesta, indudablemente el más experimentado de todos. Esto significa diarios esfuerzos durante cuarenta años, de los que, naturalmente, sólo pueden ser relatados los hechos más salientes. Para Malatesta existió y existe en esta forma la primera Internacional.

Cuando Malatesta fue a Ginebra a principios de 1879 se habían realizado algunas innovaciones en el movimiento de otros países, cosa que pudo observar últimamente en el congreso de Berna, en 1876. Aquí quiero mencionar únicamente el fin del Jura como centro Internacional. James Guillaume se había trasladado a París en la primavera de 1879; seis meses después del Bulletin dejó de aparecer también la Avant-Garde y Brousse fue expulsado de Suiza en el otoño de 1878. Los más activos miembros locales fueron boicoteados por los patrones y no encontraban más; trabajo, y la cooperativa no podía detener la crisis. Así, pues, Ginebra volvió a entrar en primera línea. Allí había un grupo de franceses y rusos, al que se adhirió Elíseo Reclús, y periódicos de una tendencia moderada, el Rabotnik y el Travailleur. Entonces existía ya el pequeño grupo radical francés con Dumartheray, Perrare y otros, algunos jóvenes suizos, como George Herzig. Todas estas fuerzas, algunas nuevas, otras agotadas, fueron agrupadas por la intensa energía de Kropotkin para un nuevo esfuerzo que originó el Revolté y el grupo de publicaciones de la imprenta jurasiana. El Revolté apareció primeramente el 22 de febrero de 1879 y Malatesta estuvo presente en las reuniones preliminares y en la aparición del primer número de la hoja; Kropotkin ha descrito cómo él y los camaradas de la sección de Ginebra tenían ante sí el primer número del Revolté (2.000 ejemplares) para la expedición. "Tcherkessof y Malatesta nos ayudaron, y Tcherkessof nos enseñó el arte de plegar un periódico" (Temps Nouveraux, febrero de 1904).

Kropotkin, Tcherkessof y Malatesta se conocieron entonces exactamente. Cafiero estaba todavía en París (desde su liberación después del proceso de 1878); tan sólo en la segunda mitad de 1879, si no en 1880, fue a Ginebra, y encontró allí a Kropotkin.

Aunque las relaciones entre Cafiero y Kropotkin fueron siempre amistosas, sería absurdo esperar que en todo aspecto tuvieran ambos la misma opinión; y no tenía ningún sentido revocar tales matices con palabras ceremoniosas. Kropotkin contó que el Revolté no les parecía bastante avanzado ni a Cafiero ni a Covelli (que vivía también en Ginebra) y advirtió que, con una excepción, ni estos dos revolucionarios ni Malatesta escribieron para la hoja. La excepción fue un artículo violento que Cafiero entregó, según Kropotkin, como una especie de desafío a su valor para publicarlo. El artículo fue impreso, bajo la responsabilidad de Kropotkin, y más tarde se consideró como una de las causas de su expulsión de Suiza. Cafiero no supo nada de esto, y Kropotkin no se lo dijo nunca tampoco.

No se me ocurre identificar las ideas de Malatesta y de Cafiero de no importa qué época y no haría nada más gustoso que exponer lo que Malatesta pensaba exactamente en aquel tiempo. Pero el punto de vista de Cafiero tiene en sí interés y me ocupo del artículo mencionado, que no fue citado en el decreto de expulsión, sino en la prensa suiza de entonces (véanse los números del 3 y del 17 de diciembre de 1881 del Revolté; es titulado L’Action (Revolté, 25 de diciembre de 1880) y se ve pronto que no es Kropotkin el autor y no hubiera sido difícil suponer autor a Cafiero. "Las ideas nacen de los hechos y no lo contrario, -dijo Carlos Pisacane en su testamento político-, y dijo la verdad... Los hechos crean las ideas revolucionarlas, y los hechos deben producirse siempre para asegurar la realización general de las ideas... ¿Una acción parlamentaria, comunal? ¡No, mil veces no! No queremos mezclarnos en el juego de nuestros opresores, no queremos tomar parte en su opresión... Nuestra acción debe ser sublevación incesante, por la palabra, por el escrito, por el puñal, por el fusil, por la dinamita, y en algunos casos también por la papeleta electoral, si esta significa votar por un Blanqui o un Trinquet (un deportado comunalista), que son inelegibles. Pero ¿cuándo debemos comenzar? ¿es preciso esperar a ser bastante fuertes? En este caso no empezaremos nunca. La acción revolucionarla desarrollará justamente nuestra fuerza, como la gimnasia fortalece nuestros músculos. Si nuestros primeros hechos son ineficaces, ¿no es estúpido reírse de un niño que cae cuando comienza a aprender a caminar? Nos llamáis niños, somos niños, porque el desarrollo de nuestras fuerzas está aún en su principio. Sin embargo intentamos aprender a caminar, queremos hacernos hombres, un organismo completo, robusto, lleno de salud, capaz de realizar la revolución... ¿Cómo comenzar? Las ocasiones no faltan nunca. No es necesario esperar un movimiento que lleve una etiqueta oficial socialista. Todo movimiento popular contiene el germen del socialismo revolucionario; nosotros debemos participar en él para desarrollar ese germen. Nuestro ideal completo y preciso es compartido sólo por una minoría infinitamente pequeña, y si esperamos que constituya mayoría antes de participar en una lucha, esperaremos eternamente. No hagamos como los doctrinarios que exigen ante todo una fórmula; el pueblo es el portador de la revolución viviente y debemos luchar y morir con el pueblo. No nos adherimos a él cuando vota, cuando se arrodilla, ante su dios, su rey o su señor, pero estaremos con él siempre que se levante contra sus poderosos enemigos. Abstención en la política no significa para nosotros abstención en la revolución, y nuestra negativa a participar en todas las actividades parlamentarias, legales y reaccionarias, significa adhesión a la revolución anárquica y violenta, a la verdadera revolución de la canalla, de los descalzos".

Cada palabra da este artículo exhala el espíritu de Cafiero: sus ideas habían florecido con la última savia bajo el influjo del reanimado movimiento de París. Cuando este artículo fue atacado por la prensa para la supuesta justificación de las medidas contra Kropotkin, Cafiero estaba en la cárcel de Lugano (véase Révolté, 17 de sept., 1 de octubre de 1881).

El 8 de abril de 1879 informa el Révolté sobre la deportación de Malatesta, Ginnassi, Mercatelli, Solieri y Cajadio del cantón de Ginebra, sin que las autoridades cantonales hubiesen presentado un motivo, pero el gobierno italiano los señaló como malfattori. Francesco Conte Ginnasi es señalado como natural de lmola, de 18 años, en el acta, de acusación de Benevento (septiembre de 1877). Vito Solieri, de Frasinetto, lmola, nacido en 1853 fue uno que los detenidos en lmola el mes de agosto de 1874; estuvo en Londres en 1881 y más tarde fue uno de los editores del Grido degli Oppressi de New York, 1892. Además las autoridades de Ginebra impugnaron entonces el hecho de esas expulsiones cantonales (véase Révolté, 5 de marzo de 1881), pero el Consejo de la Confederación expulsó a Danesi que era el impresor de un cartel, fechado Italia, 14 de marzo de 1879, protestando contra la ejecución de que estaba amenazado Passanante (fue condenado a presidio para toda la vida y afectado de locura por el trato de la prisión) y en relación con este asunto la noticia recibió orden de participar su expulsión de Suiza a Mercatelli, Malatesta, Ginnasi, Solieri y Cavino (este nombre quizás dado imperfectamente). Esto no aconteció porque los nombrados parece que se disiparon; a lo menos Malatesta no supo que estaba realmente expulsado y hasta recibió en 1881 de parte de un compañero de Ginebra la noticia de que no había sido expulsado.

Se dirigió entonces a Rumania, a una ciudad comercial del bajo Danubio, a Braila o Galatz, donde tenía amigos y a donde los encontró después. Si hubiese permanecido allí más tiempo, habría podido observar los comienzos del movimiento socialista iniciado por anarquistas y revolucionarios rusos hacia esa época. Pero es igualmente posible que le pasaran desapercibidos estos sucesos. Dijo que había enfermado de fiebre, no se reconcilió con el clima y marchó a París, donde volvió a ver a Cafiero, en el verano de 1879 o algo más tarde.

Trabajó en Paris como mecánico. Después de algún tiempo fueron expulsados él y Cafiero. En una carta al Avanti!, que conozco sólo por la Vie Ouvriére de París, 12 de diciembre de 1919, escribió que había sido expulsado por descubrir en un mitin público a un espía del consulado italiano como provocador, que había instigado a algunos jóvenes a arrojar bombas. Más detalles pueden encontrarse en las hojas socialistas parisienses de aquel tiempo. Cafiero marchó a Suiza. Malatesta aprovechó los cinco días de plazo para trasladar su domicilio a otro barrio de la ciudad. Fue nuevamente detenido en la demostración del 8 de marzo de 1880 y deportado con el nombre de Fritz Robert -el nombre de un buen camarada del Jura de cuyo pasaporte se servía.

El movimiento de Paris resucitaba entonces después de los años de forzado silencio que siguieron a la derrota, sangrienta de la Comuna da 1871. Los comunalistas deportados volvieron de Nueva Caledonia; la última época de Blanqui comenzó con la elección de protesta para libertarlo, -el modelo de la elección de Cipriani en Romaña-; hasta su último periódico Ni Dieu ni Maitre y su muerte a fines de 1880. Aún los marxistas, los guesdistas de l’Egalité no estaban completamente distanciados de los grupos avanzados y el anarquismo fue entonces defendido por primero vez públicamente en París y aceptado por algunos grupos compuestos de obreros y estudiantes entusiastamente. Se oyó pronto otra vez la voz de Luisa Michel, vuelta de la deportación y en la comarca del Ródano, especialmente en Lyon, el anarquismo, difundido hasta entonces desde Ginebra, hizo grandes progresos, y las ideas de París, con las de Clarens y Ginebra, propagadas por Elíseo Reclús y por Kropotkin, se encontraron en aquella zona.

Naturalmente, también se alarmó la policía, realizó ataques provocadores en los mítines y demostraciones callejeras y eliminó los revoluciónanos extranjeros por medio de las deportaciones, a causa de lo cual se establecieron muchos en Londres, entre ellos el círculo alemán, con S. Trunk y otros, Víctor Dave, etc., que después fomentaron el ulterior desenvolvimiento de Most y de la Freiheit. Es conocida una maquinación policial, la fundación y el mantenimiento de un gran periódico anarquista La Revolution Sociale, por un agente del prefecto de policía L. Andrieux que contó esto en sus memorias con el mayor cinismo, lo mismo que las explosiones provocadas y ficticias.

Malatesta vio sólo el primer tiempo de este movimiento. Pudo haber conocido a Jean Grave y a Luciano Guérineau ya en aquella época en el famoso grupo de la calle Pascal, En todo caso, estuvo íntimamente ligado a W. Tcherkessof (al que había visto en Ginebra), el ahora viejo anarquista georgiano, que ya como joven escolar formó parte del grupo Ischutin de los estudiantes de Moscú, de donde salió Karakasof, ejecutor del primer atentado contra Alejandro II en 1866; después vivió todo el movimiento de Netchaief, incluido el proceso y el destierro a Siberia, de donde huyó en 1876. Luego en Londres, Suiza, París y nuevamente en Ginebra, vivió largo tiempo en el centro del movimiento, para después ir otra vez al este por casi diez años hasta que se estableció desde 1897 la mayor parte del tiempo en Londres y estuvo allí en íntimo contacto con Malatesta y Kropotkin.

Cafiero y Malatesta visitaron en 1879 algunas veces a James Guillaume en París, que se había impuesto entonces un estricto retiro del movimiento, al que se volvió a dedicar desde 1903 por completo; en aquel período hubiera renunciado gustosamente a las visitas. Quería tomar seriamente la delantera, vivir, sin ser importunado, para su trabajo (que no encontraba ya en Suiza) y sus estudios (pedagógicos y de historia de la revolución francesa) y se impuso el sacrificio del aislamiento con la tenacidad característica en sus resoluciones. Era divertido oír contar a Guillaume las visitas de los dos italianos, que tenían un aspecto un poco romántico y que llegaban a altas horas de la noche, lo que causaba alguna sensación en la casa pacífica.

En marzo de 1880 parece haber ido Malatesta a Londres; pero vivió luego algunos meses en Bruselas; a lo menos hay dos cartas impresas en el Révolté, 1 de mayo de 1880, y fechadas en Bruselas (18 y 26 de abril). José Mesa, un periodista español que perteneció a los pocos en España que, como P. Mora, Pablo Iglesias, etc., marcharon de acuerdo con Lafargue, Engels y Marx (1872) para introducir en España el socialismo político y aniquilar la Internacional anarquista española, -Mesa, repito, había indultado otra vez a los revolucionarios españoles en l’Egalité de Jules Guesde. Una contestación de la Comisión federal española (en el Révolté, 3 de abril) no fue publicada, y al contrario, Mesa pudo seguir haciendo aparecer nuevos insultos (14 de abril). Malatesta exigió de Jules Guesde la impresión de la réplica de los españoles, una contestación de él mismo o una satisfacción por las armas. Pedro Eriz y José Valverde se reunieron (protocolo en el Révolté, 1 de mayo) con los padrinos de Guesde, John Labusquiére y Victor Marguck (conocidos socialistas de París; los nombres de los españoles me son desconocidos); Guesde se declaró dispuesto a publicar una contestación de Malatesta. No mantuvo la palabra y Malatesta envió la contestación (18 de abril) y una carta (25 de abril) al Révolté (1 de mayo) con la excusa por las molestias que todo eso causase. La carta reivindicaba a los camaradas españoles ausentes, que en aquellos días en que Moncasi y Otero eran llevados al patíbulo y todos los revolucionarios eran perseguidos atrozmente -antes como hoy-, no podían publicar sus nombres ni más detalles, lo que había querido provocar Mesa. Malatesta defendió a sus amigos ausentes, como él dice, y pidió su “parte de honor y de responsabilidad” en la Alliance revolutionnaire Socialiste (los amigos de Bakunin), el verdadero objeto del odio inquebrantable de los marxistas.

Poco después de la amnistía de los comunalistas (junio de 1880) volvió Malatesta a París y fue condenado a seis meses de prisión por violación de |a sentencia de expulsión; la condena se redujo a cuatro meses, porque solicitó cumplirla en régimen celular. Pasó ese tiempo de un modo penoso en la Santé y en la Roquette, por lo que protestaron los diarios socialistas la Commune de Pyat y el Citoyen de Guesde (según Révolté, 2 de octubre de 1880). Se recuerda del pequeño detalle que se escribió en la puerta de su celda: "Errico Malatesta dit Fritz Robert de Santa María Capua Vetere", lo que para el guardián era demasiado y lo llamaba Santa María o con alguno de los otros nombres. Frita Robert, que le había, prestado el pasaporte, murió poco después; era un notable camarada (según el Révolté, 20 de agosto de 1881).

Por entonces deseaba Malatesta vivir nuevamente en Suiza y se dirigió, sin ocultar su nombre, a Lugano. Fue detenido allí el 21 de febrero de 1881 como violador del decreto de expulsión, aunque en 1879 no se le notificó expulsión alguna, y no podía ser acusado de que su acción revolucionaria hubiese perturbado el orden en Suiza y sus relaciones exteriores. Después de 14 días de prisión, fue acompañado por los gendarmes a la frontera.

Entonces presidía Cafiero el congreso anarquista de la Federación de la Internacional de la Alta Italia (Chiasso, Tesino, 5 y 6 de diciembre de 1880, Révolté, 11 de diciembre de 1880 y 8 de enero de 1881) y fue a fines de enero de 1881 a Roma. No sé si vio o no a Malatesta en Lugano. Los fugitivos italianos eran numerosos en Tesino y se realizaba una campaña periodística justamente entonces con las peores mistificaciones sobre complots, para obligarles a marcharse Révolté, 5 de Marzo). Ignoro si Malatesta confió quedar en Lugano y trabajar allí, pero habría que investigarlo más detenidamente. Es posible que tuviera deseos de iniciar ya en gran escala la campaña que emprendió en 1883.

Después del abandono forzoso de Suiza se dirigió a Bruselas, donde fue arrestado de nuevo; luego pudo seguir viaje a Londres, a cuyo punto llegó en marzo de 1881, y por fin, dos años y medio después de su huida de Italia, fue dejado tranquilo, y comenzaron los primeros dos años de destierro en Londres.




CAPÍTULO XIII

PRIMER DESTIERRO LONDINENSE, MARZO DE 1881 HASTA LA PRIMAVERA DE 1883



Después de esos dos años y medio de vida agitada en seis países, Londres pudo haber significado el descanso por un tiempo; pero Malatesta se dedicó siempre al trabajo, y, encontrando carneradas italianos en todas partes, no tuvo probablemente nunca una época de tranquilidad, ni la buscó tampoco. Después de la agitada vida de París y las largas detenciones, tuvo completo reposo en Londres para examinar el movimiento italiano y renovar sus relaciones; sus impresiones pueden no haber sido satisfactorias -tanto terreno parecía haberse perdido-, y en el mismo Londres comprobó la tragedia de la decadencia espiritual de Cafiero del modo más claro y su ruina insalvable a causa de una inexorable enfermedad.

En el verano de 1881 apareció el proyecto de un periódico, L’Insurrezione (Londres), firmado por Cafiero, Malatesta y Vito Solieri; pero la hoja no vio la luz jamás. En el Revolté, 6 de agosto, hay párrafos del programa. No sé si Cafiero estuvo en Londres; había telegrafiado al congreso internacional que no podía ir y el Revolté del 17 de septiembre y del 1 de octubre informa por lo menos de un mes de arresto en Lugano. Por tanto, habría llegado a Londres tan sólo en el otoño y su inestabilidad en las ideas y su naciente enajenación mental aclararían sobradamente la no aparición de L’Insurrezione.