Publicado en la revista AM - Black Flag, nº
200, Septiembre de 1990
La resistencia anarquista en la Alemania nazi
Durante años los
investigadores académicos mantuvieron que nunca hubo un movimiento
anarquista en Alemania, aparte de literalmente uno o dos nombres. Tras la 2ª
GM, los archivos policiales fueron tomados por los americanos y cuando se
abrieron los eruditos encontraron que la resistencia anarquista alemana de
la época había sido extremadamente grande. Había habido un movimiento
anarquista muy activo e influyente en la clase obrera desde los tiempos de
Bismarck hasta los de Hitler. Esto no había tenido demasiada trascendencia
porque para los historiadores los trabajadores en general, así como las
mujeres en particular, sólo existen en lo referente a las políticas de poder
o a las corrientes intelectuales (también, quizás, exige una cierta
investigación verdadera lo que es diferente a hojear los libros de otra
gente). Aquí solamente podremos dar algunas pinceladas a la investigación.
Gran parte del viejo
movimiento anarco-sindicalista, la FAUD, se centraba en Renania y el Ruhr,
en donde tenía su base en las minas y en la industria pesada y se había
construido sobre la experiencia de los consejos obreros de 1918. En Baviera,
el movimiento obrero era mucho más voluble. El nacionalismo bávaro oscureció
los acontecimientos: en Munich, el pueblo casi lamentó la muerte de la
pequeña regencia hereditaria local, pero en unos meses se levantaba en masa
contra la burguesía y la clase alta, aunque algunos veían esto como un
contrapunto a la dominación prusiana. Se formó un ' soviet ' con la
participación de intelectuales anarquistas - para ser aplastado por la
viciosa dictadura burguesa-cristiana. El nuevo partido de Hitler iba a
formar parte a su debido tiempo de estas fluctuaciones de simpatías, al
principio porque se le creía ' monarquista bávaro’. Su golpe de ópera-bufa
en 1923 fue suavemente desarticulado por el mismo gobierno que masacró a los
trabajadores de la comuna de Munich. En algunos lugares como en Wurttemberg
funcionaron secciones de la FAUD durante la república de Weimar,
principalmente de los trabajadores ferroviarios que habían escapado de
Munich.
En Berlín los
anarcosindicalistas formaban parte de un movimiento anarquista mucho más
amplio y se desenvolvía dentro de una cultura socialista distinta,
amargamente dividida entre los socialistas ortodoxos y los comunistas que
minimizaban el efecto del anarquismo. El éxito del partido de Hitler tuvo un
efecto de ruptura y parálisis en la clase obrera. Durante años se pensó,
incluso los que se oponían al partido comunista, que su Frente/Ejército Rojo
lucharía contra el fascismo. Se esperaba que la lucha viniera con el éxito
de éste ejército, no con su fracaso. Esta actitud estaba asimilada incluso
por los que abogaban por la unidad socialista-comunista contra el nazismo.
Aunque las formaciones de clase obrera tenían una larga tradición de lucha
en las calles contra el Hitlerismo, nadie previó que la lucha terminaría sin
un disparo o una explosión.
En una ciudad como
Colonia, sólo meses antes de que Hitler tomara el poder los
anarco-sindicalistas habían organizado una manifestación, recibiendo un
enorme apoyo popular, contra la visita del Dr Goebbels, que se quejó
amargamente de ' ser perseguido en su ciudad natal como un criminal’. Era un
desafío a las tendencias mayores, que se sentían obligadas a organizar
manifestaciones similares, haciendo los tours nazis de propaganda, en la
época de la depresión, arriesgados en extremo (justo cuando los '
historiadores ' más tarde dirían que los nazis estaban consiguiendo un apoyo
mayor). Hitler tuvo que viajar en aeroplano (entonces considerado peligroso)
como mal menor.
En Berlín, las marchas
de los Nazis fueron rodeadas y protegidas por la policía (como las marchas
fascistas en Gran Bretaña). Isherwood, como joven observador algunos meses
antes de que los nazis tomaran el poder, apuntó cómo las muchedumbres
hostiles en el distrito obrero de Moabit se reían cuando un veterano capitán
de las SS no podía mantener el paso, y encontrándose a sus propias fuerzas,
e intentaba frenéticamente alcanzar el cordón protector. (Unos meses más
adelante ese capitán probablemente sería investido con poder sobre la vida y
la muerte de los que se reían de él).
Las bandas asesinas
nazis atacaban a opositores cuando éstos estaban solos. Sin embargo eran
bastante cobardes en una confrontación abierta. (La banda a la que
pertenecía Horst Wessel lo intentó y éste se convirtió en un mártir nazi).
Las actividades de hostigamiento a los judíos (antes de tomar el poder) iban
contra los profesionales liberales o los escritores, a menudo cuando estaban
sentados en cafés, y pequeños comerciantes, dejados a su suerte. Nunca se
les ocurrió intentar ataques en las zonas de obreros organizados de los
barrios proletarios, allí quedarían demasiado aislados. Después de que
Hitler tomara el poder - éste le fue dado por Hindenburg, con la aprobación
tácita de la mayoría de los partidos - la fuerza de las SS creció
dramáticamente. Casi de la noche a la mañana las gigantescas organizaciones
obreras se derrumbaron con las detenciones masivas, absolutamente ilegales,
de sus líderes. Nada desapareció más ignominiosamente que el Ejército Rojo,
un día desfilando en las calles con sus generales entrenados en Moscú, al
día siguiente languideciendo en agujeros y sótanos de los campos de
concentración formados precipitadamente (al principio en almacenes
abandonados) sin el estruendo de un disparo (los desdeñados
social-demócratas reformistas austriacos por lo menos lucharon hasta la
última bala contra Dolfuss).
Se ilegalizó al partido
comunista, y los socialistas y el movimiento sindical trataron de hacer las
paces con los nazis y fueron ilegalizados lentamente - después de lo cual la
socialdemocracia no tenía nada que ofrecer. Los líderes de los sindicatos
intentaron transferir sus fondos a las organizaciones de veteranos de guerra
(las que por razones ideológicas los nazis no podrían secuestrar, pero sí
controlar de todos modos). Toda la clase obrera quedó atontada por el hecho
de que toda la defensa que habían construido a su alrededor se había ido con
el viento.
Esto también superó a
los anarquistas alemanes, excepto en Renania, que pasaron a ser un
movimiento disidente marginal, incapaces de hablar y por tanto de crecer.
Los trabajadores renanos fueron más lentos decaer, no se vieron provocados
inicialmente por la acción industrial de los nazis, pero como la propaganda
ácrata desapareció, ellos también terminaron por hacerlo (sin embargo nunca
totalmente). Durante los doce años de la dictadura nazi, algunos grupos
aislados, basados especialmente en la industria, permanecieron activos. Pero
no fue posible ninguna acción coordinada, aunque en Madrid durante la guerra
civil la gente hizo cola para contemplar un falso obús alemán en el
escaparate de un gran almacén, llevando una inscripción, ' ¡Camaradas! Los
obuses que yo hago no estallan’. (Pudo haber sido una señal de sabotaje,
cosa que continuó, o pudo ser propagada - ¿quién lo puede decir?) En donde
los anarquistas alemanes y los comunistas de consejos (que durante todo el
período nazi aparcaron sus diferencias, nunca grandes) resistieron fue por
la acción individual. Es ironía de la historia, aunque típica, que el único
intento de asesinato contra Hitler digno de conmemoración haya sido el de
los generales de clase alta que apoyaron su esfuerzo bélico hasta que ya se
iba a perder (mientras que intelectuales tales como Rudolf Rocker y Agustín
Souchy de la Asociación Internacional del Trabajo declinaron tras la guerra
utilizar la documentación sobre atentados anarquistas contra la vida de
Hitler con argumentos indudablemente ciertos, de que tal actividad es lo que
trae mala reputación a los anarquistas !! ').
Nadie asumió que el
asesinato de Hitler traería la derrota automática del nazismo. Pero tal era
la adoración del héroe Fuhrer, que habría desestabilizado a todo el partido
nazi, y habría sido un revulsivo en la confianza de la mayoría de los
anti-nazis para levantarse una vez más, aunque solo fuera para defenderse.
No hubo tantas tentativas de asesinato contra Hitler como contra Mussolini
por parte de los anarquistas italianos, pero fueron bastante más de las que
generalmente se suponen. Solamente se enumerarán algunas aquí, y no hemos
tocado (hasta conseguir más detalles) otros aspectos de la resistencia tales
como el de los anarcosindicalistas en Duisburgo. No se ha hecho ningún
intento serio de investigación por parte de aquéllos en posición de sacarlo
a la luz (No sea que quite mérito al argumento de los generales y los
aristócratas prusianos de que era su último cartucho para salvar el Reich?).
La primera intentona (de hecho fue la destrucción del Reichstag y no un plan
de asesinato) fue la de Van der Lubbe, un comunista de consejos. Pensó que
el quemar el parlamento de los nazis y de los que los que les habían
regalado la victoria sería la señal para el levantamiento del proletariado.
Aunque logró quemarlo entero fue denunciado por el comunismo mundial y sus
aliados liberales como agente nazi. Se sugirió que los nazis lo hicieron
ellos mismos para desacreditar a los comunistas (una típica respuesta
liberal a la acción).
El Schwarzrotgruppe,
basado originalmente en Düsseldorf, fue el primero y más persistente de los
grupos que abogaban por -y que planeaban- el asesinato de Hitler. Creían que
el gran error cometido en el incendio del Reichstag fue la implicación de un
hombre de origen holandés, considerando que el odio a los extranjeros iba a
crecer en Alemania con el lavado de cerebro nazi (aunque en un país
totalitario uno está inclinado a pensar que todos piensan y hacen lo mismo).
Hicieron dos tentativas que casi alcanzaron su objetivo, una vez en la
cervecería de Munich en donde se celebraba el fracasado putsch nazi de 1923,
otra vez en la ópera de Nuremberg. Ambas se frustraron en el último momento,
pero cuando los implicados ya habían escapado. Éstos huyeron a Glasgow
(donde fueron acogidos por Frank Leech, un famoso anarquista, en cuya casa
los encontré en 1937). Juzgaron prudente ir a Birmingham (lo que tuvo una
consecuencia interesante cuando, una generación más adelante, la policía
alemana por una confusión (sin duda causada por la pérdida de sus archivos
clasificados en Washington) pensó que el grupo rojo y negro
(anarco-pacifista inglés) que entonces existía era el mismo grupo
SchwarzRot (Rojo y negro), desde
hacía tiempo absolutamente muerto o dispersado, que estaba acusado, para su
sorpresa, de ser el responsable del asesinato de un banquero ex-nazi. Hubo
una respuesta inmediata a estas dos tentativas fallidas en un plan
enteramente individual para disparar a Hitler en una manifestación en
Colonia, pero el hombre responsable fue cogido; quizá no haya expedientes.
Esto llevó a arrestos masivos de trabajadores renanos y causó una
paralización de la actividad. De las muchas otras tentativas que también se
hicieron, una de la que tenemos más datos es el de Hilda Monte. Ella estaba
tanto en el movimiento anarquista como en el consejista, y había actuado en
dos o tres unidades de la resistencia. Como persona extremadamente resuelta,
se vió decepcionada de que la gente del Schwarzrot no la hubiera utilizado
(creían que su origen judío sería explotado por los nazis, como ciertamente
fue el caso posterior de Herschel Grynszpan cuyo asesinato de Vom Rath
condujo al famoso pogrom de la ' noche de los cristales rotos '). Para
trabajar más libremente, ella se hizo británica casándose con un activista
gay, John Olday, quien a pesar de ser residente alemán desde su nacimiento,
tenía pasaporte británico a través de un padre canadiense.
Estuvo implicada en los
planes de otro atentado contra la vida de Hitler en una manifestación y
escapó por poco a Inglaterra. Olday fue deportado como consecuencia de ésto.
Allí el grupo con el cual había estado implicada formuló los planes que
serían frustrados por pura casualidad (Hitler no se había dado la vuelta en
la manifestación). Fueron financiados inicialmente por un rico industrial,
George Strauss, laborista (y más tarde Father of the House; [N de T. título
nobiliario?] [Es el título que, en la Cámara de los Comunes británica, se le
otorga al miembro de mayor antigüedad]). Hilda Monte volvió a Alemania, pero
el plan salió probablemente mal y llegó a Londres antes de que estallara la
guerra.
Las autoridades
británicas sospecharon de una alemana que regresaba momentos antes de las
hostilidades, ¡además ella tenía un marido británico con quien nunca había
vivido! La internaron, y como muchos anti-fascistas, sintió la dura
humillación. Entrando en contacto con anarquistas británicos, creyó que esta
vez lo conseguiría si podía entrar otra vez. Ahora Strauss se había retirado
de la sociedad, aunque sus conexiones habían sido útiles (posiblemente pensó
que lo estaban engatusando en un complot nazi. Sin embargo después de la
guerra él reconoció su ayuda anterior). La persona que Hilda Monte encontró,
por casualidad, preparada para respaldarla financieramente y con contactos
oficiales era una estrella de cine (quién, ya fuera por casualidad o por
descubrimiento fue asesinada por los nazis en Portugal). A ella se le
permitió regresar a Alemania (cómo, no tengo forma de saberlo) y entró en
contacto con su grupo, fue capturada por la Gestapo y asesinada bastante
horriblemente, supongo. Un camarada socialista me informa que Det Sgt Jones,
de la Special Branch, le habló durante la guerra de su preocupación por la
manera imprudente con la que Hilda había sido permitida regresar y su
admiración por su audacia. Parecería que Inteligencia decidió limpiarla de
toda sospecha de apoyo a Hitler, y la dejó llevar a cabo su cometido por su
cuenta. No se la menciona en ninguna lista de agentes aliados enviados a
Alemania (algunos sugieren que se debe a su origen racial o a su sexo pero
es más probable que fuera porque era independiente del gobierno): sus
acciones se conmemoran en Israel (en donde se guardan los archivos de su
caso) aunque nunca fue sionista. Durante la guerra cuando Hitler se reunió
con Franco hubo otro plan para asesinar a los dos juntos, esta vez por parte
de anarquistas españoles, aunque con una cierta implicación francesa y
alemana. Esto habría cambiado el curso de la historia y pudo haber sido un
hito de la resistencia anarquista, de haber tenido éxito. Aquellos que
desprecian estas tentativas como de amateurs deben considerar que no están
hablando de asesinos profesionales sino de trabajadores ordinarios que
vivían bajo opresión intolerable. Como mínimo estos acontecimientos deben
ser hechos públicos y no ocultarse. Eran representativos de los verdaderos
sentimientos de los trabajadores durante los años de la derrota de la clase
obrera, cuando sus dirigentes arrastraban su nombre en la inmundicia.