Información extraída del artículo “Las insurrecciones olvidadas: de los ludditas a Albania”, publicado en la revista Contrahistoria nº 2 (invierno 2011) y el artículo “Una historia de Revolución y Reivindicación”, escrito por Aníbal Nazoa. Publicado en Todo Por Hacer,
mayo 2011.
“¡Un
día de rebelión, no de descanso! Un día no ordenado por los voceros
jactanciosos de las instituciones que tienen encadenado al mundo del
trabajador. Un día en que el trabajador hace sus propias leyes y tiene
el poder de ejecutarlas! Todo sin el consentimiento ni aprobación de los
que oprimen y gobiernan. Un día en que con tremenda fuerza la unidad
del ejército de los trabajadores se moviliza contra los que hoy dominan
el destino de los pueblos de toda nación.
Un día de protesta contra la opresión y
la tiranía, contra la ignorancia y la guerra de todo tipo. Un día en
que comenzar a disfrutar ‘ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso,
ocho horas para lo que nos dé la gana’” – Circular convocando a la acción el 1º de mayo de 1886.
Estados Unidos en el siglo XIX
Ya desde mediados del siglo XIX, con la
consolidación de la revolución industrial en Estados Unidos, se venían
protagonizando numerosos enfrentamientos y huelgas alentadas desde
Europa por el ejemplo revolucionario de la Comuna de París de 1871.
Estos conflictos tuvieron su mayor virulencia en 1877, cuando el paro,
el hambre y el descontento generalizado se extendían por todo el país,
así como los disturbios y revueltas obreras, que fueron salvajemente
reprimidas por la policía y la National Guard.
Todo esto llevó a un clima de
desconfianza hacia el sistema por todo el país, principalmente en los
núcleos urbanos plenamente industrializados de la costa este (Nueva
York, Philadelphia, Boston y Chicago).
Chicago durante la década de 1880
Cincuenta años antes de que el Chicago
se hiciera famosa por su alta actividad de crimen organizado, esta
ciudad se encontraba repleta de trabajadores/as inmigrantes organizados,
fuertemente influenciados por las noticias llegadas de Europa, el
anarquismo norteamericano y el movimiento antiesclavista (la Guerra
Civil Americana, que había puesto fin a la esclavitud formal, había
terminado en 1865). En este contexto, en el que obreros/as eran
salvajemente reprimidos/as por los/as esbirros/as de la patronal y por
la policía, se formaron milicias obreras como la alemana Lehr und Wehr Vereins (Asociaciones de Estudio y Resistencia), el Club Inglés y la checoslovaca Francotiradores de Bohemia.
Durante la década de 1880, entre el
movimiento obrero de Chicago prevalecía el ideal anarquista que de forma
particular se conoció como La Idea de Chicago. Actos individuales
violentos – incluidos el terror y el asesinato – buscando la agitación y
el movimiento de masas eran frecuentes en estos tiempos.
La revuelta de Haymarket
El primero de Mayo de 1886 se producen
los graves acontecimientos que darían origen a la fiesta internacional
de los trabajadores. Ese día se realizó en la Plaza Haymarket de Chicago
una gran manifestación obrera contra la empresa McCormick – fabricante
de maquinaria agrícola – y en demanda de la jornada de ocho horas de
trabajo (en algunos casos la jornada laboral podía llegar a ser de 18
horas). La policía cargó contra los manifestantes y a raíz de los
disturbios que se produjeron varias personas resultaron muertas y
heridas.
Los siguientes días se convocaron varias
protestas, tanto en las puertas de las industrias McCormick, la única
fábrica que seguía funcionando gracias a esquiroles, como en otros
puntos de la ciudad. El 2 de mayo, la policía disparó contra un grupo de
huelguistas que había entrado en la fábrica, matando a 2 personas e
hiriendo a decenas. El 3 de mayo, 80.000 obreros/as seguían agitando
Chicago.
Los mártires de Chicago
En la demostración de
protesta convocada para el 4 de mayo, la policía volvió a entrar en
acción, matando a un número indeterminado de personas e hiriendo a otras
200. Una bomba lanzada por alguien entre las filas de los/as
huelguistas mató a siete agentes. Las detenciones y torturas no tardaron
en llegar. August Spies, Samuel Fielden, Oscar Neebe, Michael Schwab,
George Engel, Adolf Fischer, Albert Parsons y Louis Lingg, obreros de
filiación anarquista fueron detenidos y juzgados bajo el cargo de
asesinato y conspiración para cometer asesinato. Todos fueron condenados
a la horca, aunque finalmente solamente Fischer, Parsons, Engel y Spies
fueron ejecutados el 11 de noviembre de 1886. Lingg apareció muerto en
su celda y los tres restantes fueron perdonados en 1893 al no
encontrarse pruebas contra ellos.
Durante el juicio Lingg exclamó: “repito
que soy enemigo del orden de hoy y repito que con todas mis fuerzas,
mientras tenga aliento para respirar, lo combatiré. Los desprecio.
Desprecio su orden, sus leyes, su autoridad apuntalada por la fuerza.
Ahórquenme por ello”.
Justo antes de morir, Albert Parsons – el más conocido de los mártires de Chicago antes de que se produjeran las revueltas – pronunció su famosa frase “let the voice of the people be heard!” (dejad que se escuche la voz del pueblo).
Palabras del acusado George Engel ante el tribunal que lo condenó a muerte en 1886
Es la primera vez
que comparezco ante un tribunal norteamericano, y en él se me acusa de
asesino. ¿Y por qué razón estoy aquí? ¿Por qué razón se me acusa de
asesino? Por la misma que me hizo abandonar Alemania; por la pobreza,
por la miseria de la clase trabajadora. Aquí también, en esta “República
Libre”, en el país más rico de la tierra, hay muchos obreros que no
tienen lugar en el banquete de la vida y que como parias sociales
arrastran una vida miserable. Aquí he visto a seres humanos buscando
algo con que alimentarse en los montones de basura de las calles.
[...] Cuando en 1878 vine desde
Philadelphia a esta ciudad creí iba a hallar mas fácilmente medios de
vida aquí, en Chicago, que en aquella ciudad, donde me resultaba
imposible vivir por más tiempo. Pero mi desilusión fue completa.
Entonces comprendía que para el obrero no hay diferencia entre Nueva
York, Philadelphia y Chicago, así como no la hay entre Alemania y esta
tan ponderada República. Un compañero de taller me hizo comprender,
científicamente, la causa de que en este país rico no puede vivir
decentemente el proletario. Compré libros para ilustrarme más y yo, que
había sido político de buena fe, abominé de la política y de las
elecciones y comprendí que todos los partidos estaban degradados y que
los mismos socialistas demócratas caían en la corrupción más completa.
Entonces entré en la Asociación
Internacional de los Trabajadores. Los miembros de esta Asociación
estamos convencidos de que sólo por la fuerza podrán emanciparse los
trabajadores, de acuerdo con lo que la historia enseña. En ella podemos
aprender que la fuerza libertó a los primeros colonizadores de este
país, que sólo por la fuerza fue abolida la esclavitud y que, así como
fue ahorcado el primero que en este país agitó a la opinión contra la
esclavitud, vamos a ser ahorcados nosotros.
[...] ¿En qué consiste mi crimen? En
que he trabajado por el establecimiento de un sistema social donde sea
imposible que mientras unos amontonen millones [...], otros
caen en la degradación y la miseria. Así como el agua y el aire son
libres para todos, así la tierra y las invenciones de los hombres de
ciencia deben ser utilizadas en beneficios de todos. Vuestras leyes
están en oposición con las de la naturaleza y mediante ellas robáis a
las masas el derecho a la vida, a la libertad y al bienestar [...] La
noche en que fue arrojada la primera bomba en este país, yo estaba en
mi casa y no sabía una palabra de la ‘conspiración’ que pretende haber
descubierto el ministerio público. Es cierto que tengo relación con mis
compañeros de proceso, pero a algunos sólo los conozco por haberlos
visto en las reuniones de trabajadores. No niego tampoco que he hablado
en varios mítines ni niego haber afirmado que, si cada trabajador
llevara una bomba en el bolsillo, pronto sería derribado el sistema
capitalista imperante. Esa es mi opinión y mi deseo, [pero] no
combato individualmente a los capitalistas; combato al sistema que
produce sus privilegios. Mi más ardiente deseo es que los trabajadores
sepan quiénes son sus enemigos y quiénes sus amigos. Todo lo demás
merece mi desprecio. Desprecio el poder de un gobierno inocuo. Desprecio
a sus policías y a sus espías.
En cuanto a mi condena, que fue alentada y decidida por la influencia capitalista, nada mas tengo que decir.
El 1º de mayo
El Primero de Mayo fue proclamado como
Día Internacional de los Trabajadores en 1890, y desde entonces se
celebra en el mundo entero, en recuerdo de los mártires de Chicago.